De joven disipado a contemplativo en tierras del Islam

CARLOS DE FOUCAULD O EL DESPRENDIMIENTO TOTAL DE LOS RESULTADOS, LOS NÚMEROS Y LOS FRUTOS

JOSÉ RAMÓN GODINO ALARCÓN

CharlesJoven disipado, monje trapense, eremita en Tierra Santa y en Argelia… Hablar de Carlos de Foucauld es hablar de una vida de aventura en la que Cristo fue escribiendo una historia totalmente novedosa y en la que se puede ver cómo es verdad que los caminos del Señor son inescrutables. Nacido el 15 de septiembre de 1858 en Estrasburgo, Francia, pertenecía a una familia aristocrática tradicional cuyo lema era “Jamás retroceder. Esta divisa será constante durante toda la vida de Carlos. Su padre, el vizconde Eduardo, proveniente de un antiguo linaje francés, era por aquel entonces inspector asistente de bosques en Estrasburgo. Su madre, Isabel, era hija del famoso coronel Morlet y estaba emparentada con la nobleza de Lorena.

Eduardo e Isabel contrajeron matrimonio en 1855, pero su primer hijo, otro Carlos, que nació en 1857, moriría un mes después de nacer. El segundo hijo, Carlos Eugenio, nació en la mansión Dietrich de Estrasburgo, el lugar donde se cantó la marsellesa por primera vez en 1792. El 4 de noviembre fue bautizado en la iglesia de san Pedro el Joven de la misma ciudad. El joven Carlos Eugenio pronto conocerá el sufrimiento al perder a sus padres en 1864.

FoucauldEn su educación pesaría la influencia de su abuelo materno y tutor desde la muerte de sus padres, quien deseaba para su nieto la mejor formación e intervino para ello activamente. Carlos admiraba a su abuelo, y reconocería años después que su inteligencia y su ternura llenaron de amor su infancia y juventud. La muerte del abuelo en 1878 fue una dura pérdida para él.

Pero no todas las cosas resultaban fáciles para el joven. Comenzó sus estudios en la Escuela Episcopal de san Argobast, en Estrasburgo. Allí se mostró como estudiante inteligente y consiguió entrar en el Liceo de Estrasburgo en 1868 en la sexta posición. A pesar de su inteligencia, Carlos tenía un carácter introvertido y colérico, lo que unido a su naturaleza enfermiza provocó que tuviera que seguir al final sus estudios en su casa recibiendo clases privadas.

En el verano de 1868 se trasladó a casa de su tía materna María Clotilde, de casada Madame Moitessier y esposa de uno de los principales banqueros de Francia. Su tía se preocupó siempre por el bienestar de Carlos; llegó a ser una segunda madre para él y su hija, la futura María de Bondy, se convertiría en su confidente. La familia era ferviente practicante de la religión y ayudó en todo lo que pudo a Carlos.

Pero la guerra franco-prusiana de 1870 rompió el ambiente de la alta sociedad de Estrasburgo, ocupada por los alemanes. El abuelo Morlet huyó con sus nietos para evitar el peligro y se estableció en Rennes para luego pasar definitivamente a Berna. Carlos, un niño de doce años, era ya un huérfano y un exiliado.

Con el fin de la guerra la familia volvió a la parte de Lorena que siguió siendo francesa, estableciéndose en Nancy. Allí Carlos volvió  a estudiar en el Liceo y tuvo como profesor a Jules Duvaux, republicano anticlerical que marcará su juventud por su patriotismo y el recelo constante frente a Alemania. En esos años también conoció a Gabriel Tourdes, con quien le unía el amor por la lectura de los clásicos y que se convertiría en uno de los “amigos incomparables de su vida”.

La educación que recibía en el Liceo era profundamente laica, en la línea del republicanismo francés. Esto no impidió que Carlos siguiese recibiendo los sacramentos. El 18 de abril de 1872 recibió en Nancy la Primera comunión y la Confirmación. Pero el pensamiento de Foucauld andaba por otros derroteros, y en 1873, último año de Liceo, su pensamiento racionalista se fue incrementando. Ninguna evidencia le resultaba clara, desconfiaba de la búsqueda de la verdad, ni siquiera creía en Dios, como dirá más tarde de esa época. En 1874, año en que estudió filosofía, pierde completamente la fe. El catolicismo tradicional que había vivido chocaba frontalmente con su pensamiento racionalista.

Terminado el Liceo con honores fue enviado al Liceo privado de Santa Genoveva de Versalles con el fin de prepararse para entrar en la Escuela Militar Especial de Saint-Cyr. El internado era llevado por jesuitas con férrea disciplina, lo que hará que Carlos se subleve y decida abandonar completamente la práctica religiosa. Comenzaron así los años de su juventud disipada, que le llevaron a ser expulsado del internado en 1876 por pereza e indisciplina.

Volvió a Nancy para estudiar con un tutor; volvió a retomar la amistad con Tourdes. Fue este un tiempo de diversiones sin frenos y de lectura casi obsesiva. En junio de 1876 realizó el examen de ingreso en Saint-Cyr, donde quedó el nº 82 de 412 candidatos. El 30 de octubre entró en la academia militar más prestigiosa de Francia.

Durante la academia continuaría su vida disoluta, que se plasmó en un pronto sobrepeso. En poco tiempo se dio cuenta de que el ambiente de la academia no era para él, aunque continuó sus estudios con poca dedicación. A pesar del aburrimiento, terminó el curso siendo el nº 143 de 391. Esto le posibilitaba entrar en el cuerpo de élite, la caballería, aunque eso no le creaba ninguna ilusión. Deseaba volver con su abuelo y retomar la relación con Tourdes. La muerte del abuelo Morlet el 3 de febrero de 1878 le hundiría en la tristeza y el dolor.

En ese momento decidió cortar las relaciones con su familia. Era vizconde, riquísimo y sin trabas para disfrutar su legado. Cayó en la disolución y la glotonería y ese año terminó en desastre, quedando el nº 333 de 386 alumnos. A pesar de todo, ingresó en la Escuela de Caballería de Saumur como teniente segundo el 31 de octubre de 1878. En dicha Escuela continuó el hundimiento, dilapidó su herencia rodeándose de mujeriegos y jugadores y recibió el apodo de “el juerguista erudito”. A la actitud abiertamente libertina (traía incluso prostitutas desde París) acompañaba una decidida indisciplina. Constantemente castigado, Carlos acabó el curso en último puesto. Ya ni su memoria podía salvarlo.

En octubre de 1879 fue destinado a Sézanne, en el Marne, destino del que pediría ser transferido para pasar al  cuarto regimiento de húsares, en el cual tocó fondo. Su vida se caracterizaba por un total desenfreno de tales proporciones que su tía pidió que se le retirase el usufructo de la herencia. Según palabras posteriores suyas, Foucauld vivía, como él mismo dirá después, “más como un cerdo que como un hombre”. Vivía con una actriz de París, Marie Cardinal, situación un tanto  ilegal en el Ejército; recibió castigo en 1880. A pesar de las continuas sanciones, dedicó su tiempo a presumir con ella en todos los eventos posibles.

Poco después fue enviado con su regimiento a Sétif, en Argelia. En lugar de actuar con discreción, Carlos reservó un pasaje para su amante titulándola vizcondesa, lo cual provocó el escándalo entre las mujeres legítimas de los oficiales. Los oficiales jóvenes apoyaron a Carlos en su queja por la intromisión del Ejército en su vida privada. Definitivamente fue apartado del servicio militar en 1881.

Volvió con Marie a Francia y se estableció en Evian, balneario burgués. La noticia de que su regimiento combatía en Túnez hizo que despertase algo su dormida conciencia. Pidió la readmisión en el Ejército y, previo compromiso de abandonar a Marie, fue readmitido.

Durante los combates en el sur de Orán conoció a Laperrine, quien aparte de convertirse en su amigo, tendría una influencia moralizadora en él. A fines de 1881, cuando terminaron los combates, dejó la guarnición para irse a Mascara, en Argelia. Había dejado su vida de libertinaje demostrando ser un oficial competente. Era el punto de inflexión. Decidió entonces convertirse en viajero; decisión que encontró la más decida oposición de su familia, la cual estrechó el control judicial sobre su herencia y consiguió que se le considerase incapaz de llevar su fortuna. Resolvieron nombrarle la figura de un protector. Aun así, se decidió por ser explorador, para lo cual entró en contacto en 1882 con Oscar Mc Carthy, director de la Biblioteca Nacional de Argelia. El proyecto elegido fue la exploración de Marruecos, limítrofe con Argelia y posible objetivo colonial.

El siguiente año lo dedicaría a aprender el árabe, el hebreo y las costumbres islámicas. Foucauld se hizo pasar por judío para esquivar la prohibición de entrada a los cristianos decretada en Marruecos. El viaje comenzó el 10 de junio de 1883: una auténtica aventura. Escondía su instrumental científico en una mula y vivía como judío observante. La expedición llegó al Alto Atlas, lugar casi desconocido para los europeos. En el viaje sufrió robos, falta de dinero y muchas aventuras, pero lo más importante es el completo diario del viaje que redactó.

A su vuelta a Argelia en mayo de 1884 se había convertido en una celebridad. En 1885 recibió la medalla de oro de la Sociedad Geográfica de París, aparte de numerosos honores académicos. Volvió a París para reencontrarse con su familia, pero la vida de la capital le aburría. De vuelta en Argel, continuaron los proyectos. Una nueva mujer aparecía en su vida: Marie-Marguerite Titre, hija del vicepresidente de la Sociedad Geográfica en su rama argelina. Compartían todo menos la fe; pero aun así, planearon casarse. Ante la oposición de su familia, Foucauld tiene que volver a París en 1886.

De vuelta a casa, su vida volvería a dar un giro. Las influencias de su prima María de Bondy le hicieron acercarse a la espiritualidad cristiana. Empezó a llevar una vida mucho más sencilla y ordenada, alejada de excentricidades. El contacto con su prima le haría ir cambiando poco a poco su concepción de la fe cristiana. Comienza a asistir a la iglesia de san Agustín. Allí tiene la oportunidad de acercarse al padre Huvelin. Durante esa época repite de forma constante: “Dios mío, si existes haz que yo te conozca”. El contacto sencillo y decidido con Huvelin, con quien confesó después de más de trece años, cambió su corazón. Años después dirá: “Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para Él.”

El converso Foucauld era todo un entusiasta. Huvelin le tiene que frenar constantemente y le recomienda que lea el evangelio e imite a Cristo. Lo más sorprendente es que el díscolo Carlos en este momento obedece de todo corazón. Tras dieciocho meses de relación, comienza el discernimiento de la vocación religiosa y decide entregarse a una orden religiosa en la que pueda vivir en la pobreza y dedicación de Jesús.

Peregrinó a Tierra Santa a finales de 1888, indiferente al gran éxito de su obra de exploración en Marruecos. A su vuelta, el 14 de febrero de 1889, anunció que quiere ser trapense. Ningún monasterio le convenció. Deseaba una vida dura como la de santa Teresa de Jesús, cuyo Libro de las fundaciones leyó en esa época. Finalmente, decidió entrar en el monasterio de Nuestra Señora de las Nieves en el Ardéche, la Trapa más fría e incómoda de Francia.

Ingresó en la Trapa el 16 de enero de 1890, después de una despedida llena de lágrimas y de legar todos sus bienes a su hermana. Tomó como nombre María Alberico y desde el principio abrazó la vida de pobreza, silencio, trabajo y oración, convirtiéndose rápidamente en ejemplo para la comunidad. Pero la pobreza de la Trapa francesa no era suficiente, y por ello se ofreció voluntario para ir al monasterio de Cheiklé, el más pobre de la orden, situado en el Imperio Otomano, cerca de Alejandreta. La petición fue atendida y Carlos siguió entregado a su vida de mortificación, llegando a preocupar a sus superiores y a Huvelin.

Viendo en él a un posible superior de la Trapa, sus superiores le sugirieron estudiar Teología para ser sacerdote, algo que hizo por obediencia. Los estudios para él eran una forma de alejarse de la pobreza. Empezó, entonces, a replantearse su vocación trapense. En 1891 rechaza los honores del Ejército y de la Sociedad Geográfica. Buscaba profundamente la pobreza y el abandono de sí mismo y recibió la tonsura el 2 de febrero de 1892. En 1893 planteó la posibilidad de fundar una nueva orden que tuviese su base en la lengua vernácula, no en el latín, lo que fue desechado por Huvelin y sus superiores. A partir de 1895 decidió vivir como eremita al pie de la Trapa, pero debió abandonar este plan ante las matanzas de armenios realizadas por radicales musulmanes y que llevaron a la necesidad de protección armada para los monjes. Es en esa época, en 1896, cuando escribió su famosa Oración de abandono.La impresión de las masacres le hizo decidir no hacer sus votos solemnes y seguir su vocación particular. Fue aceptado por Huvelin y los propios superiores trapenses de Roma. De este modo, obtuvo el permiso para dejar la Trapa el 23 de enero de 1897. Los siguientes tres años los pasaría en Tierra Santa, en Nazaret, donde trabajaba como jardinero de las clarisas a cambio de pan y cobijo. Su vida era austera, cosa que preocupaba a las monjas, sobre todo, en el régimen alimenticio. Intentó tratar de moderar sus deseos de mortificación y empezó a escribir meditaciones. Sus escritos alcanzaron 3000 páginas en tres años y constituyen el fundamento de su legado. Su fama creció entre las monjas clarisas, que le creían un santo. La abadesa, madre Elizabeth, alentó su camino animándole a fundar y a ser sacerdote.

 Durante un retiro en Taybeh en 1898 decidió llamarse Carlos de Jesús y tomar como lema “Iesus Caritas”. Intentó fundar en Tierra Santa y ser sacerdote, pero ante las dudas y el fracaso fundacional regresó a Francia, donde terminó su preparación para el sacerdocio. Fue ordenado presbítero el 9 de junio de 1901 en Viviers. Por aquel entonces Carlos había terminado su Regla, que ya no era de ermitaños, sino de “hermanitos”. Ya no buscaba el aislamiento, sino todo lo contrario, algo “universal”, la cercanía de los más pobres. Por ello decidió marchar al Sahara, lugar donde se encontraban los más pobres de los pobres para él.

En Argelia pasó los últimos años de su vida hasta su muerte en 1916. Primero fue ermitaño en Béni Abbés, donde siguió un modo de vida estricto desbordado por la ayuda a los pobres y la atención a los soldados franceses, que le veían como uno de ellos por sus antecedentes. En 1902 comenzó a liberar esclavos, uniendo fuerzas con Monseñor Guérin y los padres blancos.

Pero esto no le parecía suficiente, deseaba ir más al sur. Laperrine, antiguo amigo, era en ese momento encargado de las fuerzas militares destinadas al sur de Argelia y realizaba numerosos viajes de familiarización con las tropas, no siempre exentas de conflictos armados. Con el permiso de Huvelin, Carlos participó en los viajes a partir de 1904. Allí entró en contacto con los tuaregs, cuya lengua aprendería para traducirles el evangelio.

En 1905 volvió a efectuar otro viaje en el que conoció al jefe tribal Moussa Ag Amastan, quien le permitió instalarse en el Hoggar, la zona más meridional de Argelia. El lugar establecido para ubicarse fue Tamanrasset, donde llegó el 13 de agosto de 1905 junto con Paul, antiguo esclavo. Su esfuerzo se centró en demostrar a los nativos que los cristianos también aman, por lo que se entregó a su servicio. A partir de 1906 no pudo celebrar la Eucaristía ante el abandono de Paul, un duro golpe para Carlos. A partir de entonces dedicó su tiempo a comprender mejor la cultura tuareg hasta tal punto que terminó por escribir un diccionario tuareg-francés.

Los habitantes del Hoggar empezaron a sentir un profundo agradecimiento por el Hermanito Carlos, como se hacía llamar. Pero el agradecimiento no cristalizaba en conversiones. Pidió ayuda a los padres blancos en su misión, pero Guérin se negó a ayudar ante las tensas relaciones Iglesia-Estado del momento. Sin embargo, le autorizó a vivir su Regla junto con Michel Goyat y a poder exponer el Santísimo Sacramento. Carlos era una personalidad incansable y su modo de vida se presentaba inalcanzable. Michel pronto cayó enfermo y tiempo después tuvo que volver a Argel con una compañía militar. Foucauld siguió su trabajo, terminando la publicación de Textos tuareg en prosa, base de futuras investigaciones.

Las navidades de 1908 fueron para él su segunda conversión. Sin poder celebrar la Eucaristía desde hacía meses y entregado a sofocar la hambruna que reinaba en el Hoggar, Carlos casi muere de hambre el 7 de enero. Los tuaregs, a los que tanto había ayudado, le salvaron y él lo interpretó como un llamamiento al abandono espiritual en Dios. Él mismo expresará ese abandono en una oración: “Padre mío, me abandono a Ti, haz de mi lo que quieras. Lo que hagas de mi te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. Con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí, amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza. Porque Tú eres mi Padre”.

En aquellas tierras se convirtió en un auténtico contemplativo y elaboró una auténtica espiritualidad del desierto, no tanto el físico como el espiritual, sobre el que escribirá: “Es necesario pasar por el desierto y permanecer en él para recibir la gracia de Dios: es en el desierto donde uno se vacía y se desprende de todo lo que no es Dios, y donde se vacía completamente la casita de nuestra alma para dejar todo el sitio a Dios solo. (…) Es un tiempo de gracia. Es un período por el que tiene que pasar necesariamente toda alma que quiera dar fruto; es necesario este silencio, este recogimiento, este olvido de todo lo creado, para que Dios establezca en el alma su Reino, y forme en el alma el espíritu interior, la vida íntima con Dios, la conversación del alma con Dios en la fe, la esperanza y la caridad (…) es en la soledad, en esta vida sólo con solo Dios, en el recogimiento profundo del alma que olvida todo lo creado para vivir sólo en unión con Dios, donde Dios se da todo entero a quien se da todo entero a Él

El 31 de enero llegaron buenas noticias. Pío X autorizaba a que pudiese celebrar la Misa él solo. Desde entonces, su preocupación principal sería amar en vez de convertir, decidiendo fundar una asociación de laicos que le ayudasen en esa tarea. Partió para Francia en febrero de 1909. Volvió a ver a Huvelin, quien poco después moriría. Consiguió la aprobación de la “Unión de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús” por parte del Obispo de Viviers y volvió a Argelia, donde también sería aprobada la asociación.

Los años siguientes los dedicó a la asistencia a los más necesitados y al intento de desarrollo de la asociación con poco fruto. Ocasionalmente acompañaba a Laperrine en sus reconocimientos. Construyó una ermita en la meseta de Assekrem para retirarse. En 1911 comenzó a sentir un gran deterioro de salud; le decidió a  redactar su testamento. Carlos se repuso de su enfermedad y seguió adelante con su misión. Se apasionó por el proyecto del ferrocarril transahariano, en el que colaboraría activamente, incluso viajando a Francia. En 1913 los miembros de la asociación eran ya 26.

La Primera Guerra Mundial supuso un parón en la actividad en Francia. Carlos decidió permanecer junto a los tuareg, fortificando su ermita para protegerlos de la creciente inestabilidad en la zona, fruto de la ocupación italiana en Tripolitana. Carlos decidió no marcharse del Hoggar viendo cómo progresivamente aumentaba la rebelión en el Sahara. Las alteraciones propiciaron el surgimiento de bandas de forajidos, una de las cuales asaltó la ermita de Carlos el 1 de diciembre de 1916. Fue asesinado por un descuido del ladrón que lo custodiaba.

La vida de Carlos de Foucauld no dio fruto aparentemente, no consiguió convertir a nadie. Sólo después de su muerte su vida sería valorada y comenzaría a germinar su legado. En la actualidad, su carisma está extensamente ramificado en el mundo. Su proceso de canonización, iniciado en 1927, culminó el 13 de noviembre de 2005 cuando fue proclamado beato. 

6 comentarios

  
Tamara
Beato Charles, te ruego por mis hijos.
12/12/14 5:15 PM
  
Alonso Gracián
Impresionante, desde luego. Y qué importante el abandono en Dios, la confianza en sus planes. Me ha gustado sobre todo cómo su obra apostólica está plenamente desprendida de cantidades y éxitos numéricos.

Muchas gracias por el post.

Un abrazo en Cristo con su Madre.

13/12/14 6:56 PM
  
antonio
Sigue el ejemplo más grande que existió y existé en el Universo, el de Dios Nuestro Señor, el tremendo abandono, la soledad,la Cruz, misterio que se actualiza en cada RESANTISIMA MISA.
22/12/14 11:43 AM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Beato Carlos de Foucauld: Ruega por la Iglesia.
01/12/16 12:12 PM
  
María
Beato Charles, te pido tu intercesión por la conversión de mi hija Agustina y la unión de mi familia en Cristo y su Iglesia Católica.
Amén
01/12/16 12:31 PM
  
José Ignacio
Conocer su vida me ha hecho mucho bien.
03/12/16 4:39 AM

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