Cinco celtas cortos.

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Cinco textos sobre los pueblos de origen celta.

Ya que estamos en Halloween, he aquí un texto sobre el culto en los pueblos celtas, y cuatro más sobre los pueblos de origen celta en la Península Ibérica.



Orígenes, dominio y migraciones de los pueblos celtas.

1. El culto celta.


“Los celtas, rama occidental de los pueblos indoeuropeos, tomaron Europa central, según se desprende de las investigaciones, como punto de partida de una rápida expansión que alcanzó hacia el siglo X o el IX a. C. la Galia y las Islas Británicas, y entre los siglos VI y V a. C. a Italia y España, con diversas líneas de penetración por los Balcanes y Grecia hasta llegar a Asia Menor, dejando tras de sí toda una serie de ciudades y reinos. A partir de los “Tumultus gallicus”, la toma de Roma en el 390 a. C. y el saqueo de Delfos en el 279 a. C., empieza no obstante para ellos un lento retroceso que viene marcado por las etapas de la conquista romana de un lado y de la expansión germánica por otro. El punto final de su existencia independiente en el continente queda señalado por la derrota de Alesia en el 52 a. C.; toda su existencia posterior está marcada por el sello de la “romanitas”, que tras hacerles perder su lengua y su independencia, los llevó a la cristianización. Al final de la Antigüedad, los celtas continentales puede decirse que habían desaparecido por completo de la escena europea, quedando los insulares, mejor protegidos por la geografía de los embates exteriores, relegados a unos pocos refugios precarios del extremo oeste europeo: Irlanda, Escocia, el País de Gales y la Bretaña armoricana.

En cuanto a su religión, parece a primera vista vano intentar reconstruirla a partir de lo poco que se sabe de ella después de su desaparición. Sin embargo, hay que confesar que nuestra ignorancia de la misma se debe, más que a la falta de documentos, a nuestra incapacidad para comprenderlos en lo que son y utilizarlos de manera metódica: además de las fuentes antiguas, tenemos a nuestra disposición toda la literatura medieval irlandesa y galesa, increíblemente rica y arcaica. Esto hace que tengamos que recurrir obligatoriamente al método comparativo, consistente en este caso en una confrontación y análisis conjuntos de las fuentes directas irlandesas, que son medievales, y las fuentes antiguas, contemporáneas de la religión céltica pero indirectas. Contra este método, que nos parece ser el único válido, se ha llevantado a menudo el argumento de la fecha tardía de la literatura insular. Pero tenemos buenas razones para afirmar que el inconveniente cronológico no debe ser tenido en cuenta: la religión de los celtas está ligada a una tradición que resulta irreductible a las contingencias del tiempo y de la historia…

Los celtas no eran un pueblo primitivo, y su religión estaba vinculada a una clase sacerdotal instruida y poderosa que mantenía bajo su control a una rica aristocracia guerrera…

En toda la literatura irlandesa, los “ogam” [signos celtas] sólo son empleados para la adivinación, para la magia guerrera o, en casos excepcionales, para la inscripción del nombre del difunto sobre la estela funeraria: los vivos asignan al difunto un determinado rincón de la tierra y le prohíben moverse de él…

Recientemente se ha descubierto en Libenice (Moravia) un templo céltico de la época [final] de Hallstatt-la Tène [20 a. C.]. Se trata de una construcción de madera. Las excavaciones han sacado a la luz un cierto número de osamentas de hombres y animales que revelan la existencia de sepulturas o tal vez de prácticas sacrificiales. Si los templos galorromanos son en general los continuadores del temploo céltico, tanto por su emplazamiento como por su plano cuadrado, rectangular, circular o poligonal, el bosque fue sin duda el “nemeton” o santuario ideal. El mundo céltico, de todos modos, vivió siempre bajo el signo del bosque, siendo el árbol sagrado un soporte habitual del culto o un tema de leyenda: la encina en la Galia, el avellano, el serbal, el fresno, el abedul en Irlanda [Gallaecia, Lusitania y la Meseta Peninsular], y en todas partes el árbol funerario, el tejo. El santuario perfecto fue siempre, no obstante, la isla, fuera ésta la del Sena o alguna de las de la costa armoricana, [o la de Anglesey o la de La Toja] o una tan importante como la misma Gran Bretaña. El “centro” [que César llama “locus consecratus”, cfr. De Bell. Gall. VI:13], pues, ya se trate de un templo, un “omphalos” [bosque sagrado] o una isla, es siempre una parcela o símbolo del otro mundo.

A pesar de la existencia de un calendario (es el texto más largo conocido en lengua gala) descubierto en 1897 en Coligny, Ain, y cuyo estudio lingüístico y matemático aún no ha sido completado, el mejor medio de acceso para la comprensión de la religión céltica sigue siendo Irlanda. Son cuatro las fiestas principales del calendario celta, de las que tres son fundamentales: “Samain” (el galo “Samonios” de Coligny), celebrada el 1 de noviembre (“Samhain” es todavía el nombre del mes de noviembre en irlandés moderno); “Beltaine”, el 1 de mayo, y “Lugnasad”, el 1 de agosto. La cuarta fiesta, “Imbolc”, “purificación”, celebrada el 1 de febrero, debió de estar muy poco extendida. Las dos grandes solemnidades, que dividían el año en dos partes iguales, eran “Samain”, “mitad oscura”, y “Beltaine”, “mitad clara”.

Etimológicamente “Samain” quiere decir “reunión", pero por un juego de apalabras los irlandeses lo reconvirtieron en “fin o recapitulación del estío” ("sam"). Comienzo de la estación sombria, la fiesta se situaba en el punto de unión de dos años consecutivos, en unos días que, propiamente hablando, no pertenecían ni a uno ni a otro, y que, por tanto, estaban fuera del tiempo. El “primero de año” céltico era por encima de todo, bajo el control de los druidas, la fiesta de la clase guerrera y el pretexto para borracheras y festines. Durante ella los “sidhe” estaban abiertos, permitiendo así al otro mundo invadir el tiempo humano. Todos los relatos míticos irlandeses ocurren durante “Samain", es decir, fuera del tiempo y del mundo “reales". La embriaguez y la bebida eran a veces la causa de que esta fiesta gozosa terminara en sangre y destrucción o con la muerte violenta de algún héroe o del rey. El cristianismo la transformó en la fiesta de Todos los Santos y el Día de los [fieles] Difuntos, dándole una nota de melancolía y de tristeza que en un principio no tenía.

El otro gran momento festivo del calendario es “Beltaine", “fuego de Bel", principio de la estación clara, fiesta del fuego y de los druidas. Sabemos por algunos textos que durante esta fiesta se encendían dos grandes fuegos entre los que se hacía pasar el ganado con fines profilácticos. Esto es poco más o menos todo lo que sabemos sobre ella. Ni conocemos ninguna divinidad céltica cuyo nombre sea Bel ni, a pesar del dudoso pasaje de César, anteriormente citado [De bello Gallico, VI:13], disponemos de ninguna indicación ritual o litúrgica al respecto. Puede incluso parecer una paradoja que esta fiesta sacerdotal, que durante tanto tiempo ha sobrevivido en el folklore asociada a los cultos del Árbol de Mayo, se haya convertido en nuestros días en la “fiesta del trabajo".

En cuanto a “Lugnasad", “asamblea de Lug", situada en el calendario el 1 de agosto, las fuentes son, por el contrario, asombrosamente prolijas: es la fiesta de la cosecha, de la tierra rica en frutos, y por encima de todo la fiesta del rey en ejercicio, generoso distribuidor de riquezas; fiesta pacífica también, llena de juegos, de carreras, de concursos de elocuencia, música y poesía. La Galia celebraba en la misma fecha [la fiesta de] Lugdunum ["el fortín, la fortaleza de Lug"] y tenía festejos similares. El nombre latino resulta significativo: “Concilium Galliarum", “asamblea de los galos". Con muy buen sentido, desde casi el principio de la ocupación romana, Augusto incluyó la fiesta en el culto imperial.

La organización interna del calendario resulta, pues, homóloga de la del panteón, colocado bajo el patrocinio de Lug: la fiesta del 1 de mayo honra al dios supremo en su aspecto claro y apolíneo, sacerdotal. La del 1 de noviembre lo honra bajo su aspecto sombrío y guerrero. La del 1 de agosto, en su aspecto “real". Dicho de otra manera, reencontramos aquí la tríada Dagda-Ogme-Nuada. Esto explica la costumbre celta de contar el tiempo por noches y la división del calendario en días fastos y nefastos.”

François Le Roux: “IV. La religión de los celtas",en Henri-Charles Puech (ed.): “Las religiones antiguas, III", Madrid: Siglo XXI Editores, 1984, ISBN: 84-323-0261-9, pp. 109-110, 137, 146-147 y 151-153, en VV.AA.: “Historia de las Religiones", Madrid: Siglo XXI Editores, 1984 (1970), 12 vols., ISBN: 84-323-0253-8



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2. La presencia celta en la Península Ibérica.


“La historia de nuestra Península antes de la conquista romana encierra un cúmulo de problemas aún distantes de ser esclarecidos. Los investigadores tienen que construir sus teorías apoyándose en datos heterogéneos y ambíguos: restos humanos, instrumental y testimonios artísticos de tiempos remotos; …indicaciones -imprecisas muchas veces, contradictorias otras- de autores griegos y romanos; monedas e inscripciones en lenguas ignoradas; nombres de multitud de pueblos y tribus de diverso origen que pulularon en abigarrada promiscuidad; designaciones geográficas, también de varia procedencia. Combinando noticias y conjeturas, etnógrafos, arqueólogos, y lingüistas se esfuerzan por arrancar espacio a la nebulosa que defiende paso a paso su secreto…

Respecto al Centro y Oeste de la Península, las primeras noticias claras de los historiadores antiguos y los hallazgos de la moderna arqueología atestiguan inmigraciones indoeuropeas que, procedentes de Europa central, comenzaron con el primer milenio antes de nuestra era y se sucedieron durante varios siglos. Parece ser que las primeras corresponden a la cultura de los campos de urnas funerarias. En el siglo VI [a. C.] pueblos célticos habían llegado hasta Portugal y la Baja Andalucía, y estaban ya instalados allí; a ellos se refiere, hacia el año 445, Herodoto de Halicarnaso en dos pasajes donde por primera vez consta de manera fidedigna el nombre de celtas. Es posible que hubiera otras oleadas célticas posteriores…

Muchas ciudades fundadas por celtas tienen nombres guerreros, compuestos con “-briga” (fortaleza) o “sego-” (victoria): “Conimbriga” > Coimbra, “Mirobriga” > Ciudad Rodrigo, “Mundobriga” > Munébrega (junto a Calatayud), “Nemetobriga” (Puebla de Trives), “Lacobriga” (Carrión), “Brigantium” (Betanzos), “Brigaetium” (Benavente), “Segontia” > Sigüenza, “Segovia” > Segovia y Sigüeya (León). Otros nombres célticos que contienen en vez de “-briga” su sinónimo “-dunum” se encuentran todos en en el Pirineo central y oriental: Navardún (Zaragoza), Berdún (Huesca), Verdú y Salardú (Lérida), “Bisuldunum” > Besalú (Gerona). De otros tipos tenemos “Uxama” > Osma, que es probablemente un superlativo celta equivalente a “muy alta"; formaciones análogas a parecen en “Segisamo” > Sasamón (Burgos) y Ledesma. Céltico es el sufijo “-acu” superviviente en Luzaga, Buitrago, Sayago y otros. Una ciudad antigua, donde ahora está La Bañeza (León), se llamaba Bedunia, como hoy Bedoña (Guipúzcoa), Begoña (Vizcaya), Bedoya (Santander), Bedoja (Coruña); derivan todos del celta “bedus” (zanja, arroyo). Los celtas adoraban los ríos; recuerdo de ese culto son los nombres Deva (Guipúzcoa y Santander) y Ríodeva (Teruel), cuya raíz indoeuropea es la misma del latín “divvs", “devs". Coruña y Coruña del Conde (Burgos) son resultado del celta “Clunia". Más al sur, se atribuye origen celta a Alcobendas, topónimo hermano del nombre personal “Alcovindos” (corzo blanco); Coslada de coslo, cosla (avellana); Arganda, Argandoña, Argance de “arganto” (metal brillante, plata); Yebra de “Aebura", y algunos más de la antigua Carpetania. En el Occidente abundan célticos; aparte de algunos de los ya mencionados, hay un Évora, procedente de otro “Aebura", Braga de “Bracana” o “Bracala", variantes de “Bracara", el río Támela de “Tagama", etc. Peculiar de los ártabros, que habitaban hacia la actual provincia de La Coruña, es la terminación “-obre” de Fiobre, Illobre, Tiobre y unos treinta pueblos más, todos situados en Galicia

No son prerromanos muchos celtismos que, tomados de los galos, adquirieron carta de naturaleza en latín y pasaron a todas o gran parte de las lenguas romances. Así ocurrió con un nombre característico del vestido celta, “camisia” (camisa). La vivienda dejó al latín “capanna” (cabaña); la bebida típica de los galos se llamaba “cerevisia” (cerveza). Medidas agrarias de igual procedencia son “arepennis” (arpende: aprox. 36,22 m²) y “leuca” (legua). Los romanos aprendieron de los galos nombres de árboles, plantas y animales: “alauda” y “salmo” son en español alondra y salmón. La habilidad de los galos como constructores de vehículos hizo que los romanos se apropiaran los celtismos “carrus” (carro) y “carpentum” (carro de dos ruedas); “carpentarius” (carretero) amplió su sentido hasta hacerse equivalente de “tignarius", y es el origen de nuestra palabra carpintero. Dos términos celtas que lograron gran difusión en el Occidente de la romania son *"brigos” (fuerza), en español brío, y “vassallus” (vasallo), que sirvió para designar una relación social que los romanos desconocían…

“Juliobriga” (cerca de Reinosa), “Caesarobriga” (Talavera), “Augustobriga” (Ciudad Rodrigo), “Flaviobriga” (Bilbao o Portugalete), …y otros [topónimos], demuestran que en tiempos de César, de Augusto o de los Flavios el celta “-briga"… [todavía guardaba] su valor significativo… Más tarde, [el] tratado “De similitudine carnis peccati", atribuido a San Paciano, obispo barcinonense del siglo IV, o a Eutropio, que lo fue de Valencia en el VI, alaba la caridad de una dama que hablaba en lengua vernácula a desvalidos paganos que no sabían latín. Es de suponer que en el Centro Oeste y Norte la latinización no se generalizaría sino más tarde aún.”

Rafael Lapesa Melgar: “Historia de la lengua española", Madrid: Gredos, 1981 (9ª edición corregida y aumentada), ISBN: 84-249-0073-1, pp. 13, 16, 19, 50-51, y 57-58.



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3. Los pueblos celtas peninsulares.


“Toda la zona central y occidental de nuestra península estaba habitada por pueblos de cultura y lengua indoeuropeas, vinculadas con el área indoeuropea occidental (básicamente celta), y que habían quedado al margen de las grandes influencias culturales mediterráneas.

Se trataba de pueblos fundamentalmente ganaderos, que mantenían marcados hábitos de nomadismo, de ahí la escasez de los núcleos urbanos, aunque por su dominio de la técnica metalúrgica del hierro consiguieron también un importante desarrollo de la agricultura cerealística, sobre todo los vacceos en la Meseta occidental. Se organizaban en “gentilitates” en la Meseta, y en “castella” en la zona galaica (grupos intermedios entre la organización tribal o “gens” y la familiar). Su gobierno corría a cargo de una aristocracia y una asamblea popular [encargada de aclamar los “acuerdos” ya tomados].

En el sector oriental de la Meseta, próxima al Ebro, se extendían los pueblos conocidos por los romanos como celtíberos, probablemente porque, a pesar de pertenecer cultural y lingüísticamente al grupo celta peninsular, adoptaron los signos gráficos de sus vecinos ibéricos. Los demás pueblos de la Meseta no conocieron la escritura hasta después de la conquista romana.

Los grupos más importantes eran: en la Meseta occidental, los ya mencionados vacceos, y los vettones desde el Duero hasta el sur del Tajo. Éstos últimos [son conocidos] por los numerosos verracos que encontramos en esa zona: se trata de esculturas de animales relacionadas probablemente con [los] cultos propios de estos pueblos ganaderos. En la Meseta Sur destacan los carpetanos, que se extendían por las tierras situadas al sur del Tajo y llegaban hasta La Mancha; los oretanos de los cursos superiores del Guadalquivir y del Segura, que establecieron importantes contactos culturales con el área iberotartésica (el rey tarteso Argantonio, citado en los textos clásicos [de Herodoto], presenta un nombre de indudables reminiscencias célticas[1]); y los lusitanos, en Extremadura y zona central de Portugal… [Éstos últimos estaban acostumbrados al] bandidaje del que nos hablan algunos autores clásicos: “la mayor parte de estas tribus han renunciado a vivir de la tierra para medrar con el bandidaje, en luchas continuas mantenidas entre ellas mismas […] o contra tribus vecinas” (Estrabón, III:3, C.154).

En el extremo noroccidental de la Península se desarrolló el grupo galaico, caracterizado por la importancia de la vida urbana, según se deduce de los numerosísimos poblados o castros existentes en la zona, rasgo que los distingue claramente del resto de pueblos indoeuropeos peninsulares. El área de los galaicos coincide con la anterior extensión de una cultura estrechamente relacionada con el mundo atlántico, con abundantes elementos culturales similares a los de la zona británica…

Mucho más activa fue la acción del elemento celta sobre el latín. El largo período de bilingüismo que se dio en la Lusitania y en las zonas de la Meseta ejerció una intensa influencia sobre el latín. Influencia que se manifesta… en la conservación de numerosos elementos léxicos en las distintas zonas del latín hispánico: … “lausia” (losa), “vroiceos” (brezo), “senara” (serna), “betulla” (abedul), “brincea” (brizna), “brinos” (brin), “brisca” (bresca), “braca” (braga), “gauta” (galta)…

Aparte de estos celtismos hispanos, el latín que introdujeron los romanos había ya incorporado desde los primeros tiempos de la historia de Roma, como consecuencia de los incesantes contactos con sus vecinos del Norte, un número considerable de términos de origen celta: “camisia” (camisa), “carrus” (carro), “cerevisia” (cerveza), “porcus” (cerdo: cat. porc), “taurus” (toro), “capanna” (cabaña), “brigo” (brío), “alauda” (alondra), “vassallus” (vasallo).

La importancia del sistema de las gentilitates en el mundo indoeuropeo contribuyó a la pervivencia del gentilicio *"-eku"(> -iego): pasiego, labriego, borrego… que encontramos profusamente documentado en textos que, por otra parte, por su carácter redundante, reflejan claramente la situación de bilingüismo de buena parte de la población hispana: “A. PENTOVIECI, PENTOVII FILII", donde la desinencia “-eci” significaba ‘hijo de’"…

… mientras en las regiones más pobladas del nordeste el elemento indoeuropeo se fundió con la población preexistente, en la Meseta, de escasa densidad demográfica, estos pueblos conservaron, sin grandes modificaciones, sus rasgos culturales originarios (organización tribal en “gentilitates", propiedad comunal de la tierra), así como su lengua. Sólo la franja costera mediterránea, al sur de Sagunto, se mantuvo al margen de esa influencia.

La presencia o ausencia de este conjunto de rasgos de influencia celta permitió a Von Wartburg establecer una división entre dos grandes áreas de la Romania: la Romania occidental (Norte de Italia, Retia, Galia, Hispania), en la que actuó el sustrato celta, y la Romania oriental (Centro y Sur de Italia, Dalmacia, Dacia), ajena a esa influencia. Cuando posteriormente, a partir de los siglos IV-V, una nueva oleada de población nórdica se estableció en las tierras del Imperio, su acción lingüística supuso, en la Romania occidental, la potenciación de una serie de tendencias que venían dándose desde antiguo…

Aunque desde el siglo I se venían produciendo intentos de penetración de diversos pueblos del Norte de Europa a través de los “limes", en el siglo II tuvo lugar una oleada invasora de francos y alamanes que afectó a amplios territorios, sobre todo de la pars occidentalis (en Hispania, numerosas ciudades amuralladas corresponden a este período y surgieron como consecuencia de las nuevas necesidades defensivas ante el el peligro “bárbaro"). Los invasores contribuyeron con su pillaje a incrementar la inseguridad y la crisis, y a la decadencia de la vida urbana.

A partir del siglo III, se produjo una profunda modificación de las formas de vida, que se venía anunciando desde el siglo anterior. Las transformaciones de la estructura socioeconómica llevaron emparejada una intensa alteración de los sistemas de valores, con el consiguiente… enaltecimiento de todo aquello que hasta entonces se había mantenido ignorado, oculto o prohibido. Frente a la hegemonía de Roma sobre las colonias, se impuso la revalorización de los elementos indígenas. Frente a la sujeción a las normas lingüísticas clásicas en aras de un ideal de corrección, se aceptó sin vacilación todo tipo de vulgarismos [localismos] y neologismos. Frente a la religión tradicional grecorrromana, se difundieron [los cultos locales],los misterios orientales, la astrología, la magia y la hechicería (piénsese, por ejemplo, en las abundantes “tablillas de maldición” [defixionum tabellae]: ‘TE ROGO QVI INFERNALES PARTES TENES…’”

Coloma Lleal Galcerán: “La formación de las lenguas romances peninsulares", Barcelona, Barcanova, 1990, Colección Temas Universitarios, ISBN: 978-84-753-3556-8, pp. 26-28, 41-42.57, y 55-56.
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[1] Probablemente relacionado con los topónimos Arganda, Argandoña, Argance del celta “arganto", metal brillante, plata.



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4. El culto en los pueblos celtas peninsulares.


“El panteón hispano es bastante parecido al de la Galia. El carácter de los dioses es el mismo, aunque varíen los nombres. La triada de deidades celtas señaladas por Lucano (Farsalia I:444,446) también se veneraba en Hispania, donde recibía culto un dios indígena… asimilado a Marte que, a juzgar por el gran número de inscripciones encontradas ("Mars Cariociecus", en Tuy; “Coronus", en Castro, etc.), era muy venerado entre los pueblos del norte. Era, como en la Galia, una divinidad de carácter astral, a la que se ofrecían sacrificios de caballos, machos cabríos y prisioneros. Junto a esos dioses, como en la Galia y Germania, recibía culto un dios infernal y nocturno, “Endovellicus", y una deidad protectora de los herreros, cuya existencia se conoce, pero se ignora su nombre (Cicerón: De natura deorum, I:84)…

La inscripción más reciente con nombres de dioses indígenas, fechada con seguridad, es del año 399; está dedicada a “Erudinus” y se ha hallado en Ongayo (Santander)…

El Concilio de Elvira [¿324?] indica claramente que el cristianismo se propagaba principalmente entre las clases pudientes de las ciudades con posesiones en el campo.”

Antonio Tovar Llorente y José María Blázquez Martínez: “Historia de la Hispania Romana. La Península Ibérica desde 218 a. C. hasta el siglo V", Barcelona: Altaya, 1997, colección Grandes Obras de la Historia, nº 39, ISBN: 84-487-0735-4, pp. 169-171, 172, 190.



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5. Detalles sobre el culto de los pueblos celtas peninsulares.


“Para una mejor comprensión vamos a dividir el área [peninsular] en tres zonas: pueblos del centro (entre los que se incluyen los celtíberos y sus vecinos de los valles del Duero y Tajo), pueblos del oeste (básicamente los lusitanos) y pueblos del norte (básicamente los situados en torno a la Cordillera Cantábrica -al Norte y al Sur-, con inclusión de los galaicos), siguiendo los numerosos trabajos de Blázquez sobre el tema.

Pueblos del Centro

En lo referente a los cultos hay dos aspectos especiales a resaltar, por un lado los sacrificios colectivos que se celebraban entre estas poblaciones y por otro los ritos de adivinación.

Sabemos que en fechas determinadas del año celebraban sacrificios especiales colectivos. Según noticias de Frontino (3, 2, 4), Viriato atacó a los segobriguenses en el año 145 a. C. mientras celebraban una de estas ceremonias. Probablemente los sacrificios colectivos iban precedidos de comidas, de lo que tenemos noticias en Floro (1, 34, 12) para los numantinos. Estas comidas rituales también se celebraban entre los celtas (Plinio: Historia Natural, 116, 250) y entre los germanos…

Pueblos del Oeste

Parece ser que los sacrificios humanos eran muy corrientes entre los lusitanos pues, según noticia de Plutarco, Craso, procónsul de la Ulterior entre el 95 y el 94 a. C. los prohibió. Apiano nos da noticia de que en los funerales de Viriato se sacrificaron muchas víctimas, que Maluquer cree que eran humanas. La existencia de sacrificios humanos es confirmada por Estrabón (3, 3, 6) y sin duda hay que poner en relación estos sacrificios humanos con ritos de adivinación, pues la manera ordinaria de los lusitanos de hacer vaticinios requería sacrificios humanos.

Por otra parte, el citado texto de Estrabón es el único en el que un escritor clásico habla de sacerdotes refiriéndose a pueblos de la Península Ibérica. Blázquez piensa que seguramente no había un sacerdocio organizado como el de los druidas, sino miembros aislados que serían encargados de ls vaticinios.

Pueblos del Norte

Por Estrabón (3, 3, 7) sabemos de la existencia de un dios guerrero asimilado a Marte, a quien se sacrifican machos cabríos, caballos y también prisioneros[1]…

Es frecuente también entre los galaicos y otras poblaciones del norte el culto a las aguas, a los árboles y a las piedras, cultos típicamente celtas que estaban extendidos por toda Europa. Sin duda es el culto a las aguas del que conocemos más documentación, tanto en la Península como fuera de ella.

Finalmente, es muy posible que la serpiente, animal representado frecuentemente en el noroeste de la Península, sea una especie de tótem para estas poblaciones.

En los referente a los cultos, Horacio y Silio Itálico confirman la existencia de sacrificios de caballos entre los cántabros, sacrificios que ya conocíamos por Estrabón. Según Horacio esos sacrificios incluían la bebida de la sangre de los caballos, lo que presupone que estos animales eran sagrados.”

Juan Santos Yanguas: “Los pueblos de la España antigua", Madrid: Historia 16, 1999, colección Biblioteca de Historia, ISBN: 978-84-7679-151-6, pp. 158-162.

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[1] “Los lusitanos hacen sacrificios y examinan las vísceras sin separarlas del cuerpo; observan así mismo las venas del pecho y adivinan palpando. También auscultan las vísceras de los prisioneros… Cuando la víctima cae por mano del “hieroskopos", hacen una primera predicción por la caída del cadáver. Amputan las manos derechas de los cautivos y las consagran a los dioses.” (Estrabón 3, 3, 6). cfr. ib. id. p. 203



Cristo se ha hecho hombre para redimirnos de nuestros pecados salvándonos de las supersticiones mágicas. Tanto a nosotros como a los que ha estado antes que nosotros: los santos y los fieles difuntos.

Pidamos la intercesión de los primeros e intercedamos por los segundos.



Inicio addenda de 3 de enero de 2010@00:00:


Con fecha 16 de noviembre de 2009 fue reconocida en España la Federación de las Antiguas Religiones Hispánicas, con el número 1773 G/D, como entidad religiosa federativa representante de las religiones paganas con representación legal, entre las que se incluye la Wicca.

http://es.wikipedia.org/wiki/Wicca

Fin addenda de 3 de enero de 2010@00:00



ADVENIAT REGNVM TVVM.

3 comentarios

  
Foix
Fue Herodoto en su Historia (Gredos, tomo I, 209, 4) el que puso en boca de Ciro estas palabras: "Los dioses velan por mí y me predicen todo lo que contra mí se cierne". Y en el tomo II dirá que "cabe deducir que, cuando sobre una ciudad o nación van a abatirse grandes calamidades, la divinidad suele presagiarlas con antelación". Y luego será Esquilo, en Prometeo encadenado, el que nos dé cuenta de las varias supercherías y recursos adivinatorios al uso por aquellos pagos: el vuelo de las rapaces, la tersura de sus entrañas, el color de la bilis o la varia belleza del glóbulo hepático. Y añade: "Encaminé a los mortales a un arte en el que es difícil formular presagios, cuando puse al fuego los miembros cubiertos de grasa y el largo lomo. Hice que vieran con claridad las señales que encierran las llamas, que antes estaban sin luz para ellos. Tal fue mi obra"

Estamos hablando de la adivinación, de la magia y del fascinante mundo de las supercherías al que este mundo nuestro, tan ilustrado, tan moderno, vuelve hipnóticamente su mirada. Halloween es sólo la expresión de cómo la sociedad contemporánea ha retrocedido miles de años, hasta la caverna más bronca. Aunque la razón esté en todas las bocas.

Ha retrocedido [la laica, ilustrada y moderna sociedad contemporánea] incluso mucho más atrás del estadio que, con elegancia poética y mítica, describían Herodoto y Esquilo. Mucho más atrás. Los astrólogos babilonios de los que habla Isaías 47, 13, la embajada que el rey Ocozías de Israel envía al dios Belzebú de Ecrón , las cosas que nos cuentan Hesíodo o Lucano, o los relatos que leemos en 1 Sam 6, 7-9 o en 2 Sam 5, 24 son formas muy civilizadas y evolucionadas en relación con el escenario al que se dirige la feliz, postmoderna, pastueña y progresista ciudadanía. Halloween y el universo gótico reivindicado por la presidencial pareja y sus jóvenes polluelas, es el espejo en el que se reflexiona el futuro de nuestro tiempo. Cleronomancia, orinomancia, hidromancia, hepatoscopia, lecanomancia, aruspicina, astrología, aeromancia, belomancia, ornitomancia, capnomancia, libanomancia, todas ellas, culminan en el más acabado arte de nuestro tiempo: la necromancia, esto es, el arte de sonsacar a los muertos alguna clase de información.

Este gusto por la muerte [comprendida en su aspecto más gótico, macabro, irreal e inhumano] no deja de llamar la atención en una sociedad que ha suprimido enteramente la muerte real de su horizonte. El luto y el duelo han sido proscritos y la muerte banalizada ad nauseam. Como quiera que la tele nos da cuenta de los muertos que, a carretadas, día sí y día también, se pasean por los telediarios, hemos terminado por pensar que la pasarela de muertos es como una pasarela de Armani. Otra de gambas, por favor. Educados para la eterna juventud, proliferan ahora cremas y atuendos para que los ancianos de setenta parezcan imberbes adolescentes y las ajadas octogenarias lustrosas ninfas quinceañeras. Los hospitales, tan pulcros y aseados, una simple ITV para ponerse a punto y seguir circulando más deprisa. Y hasta la costumbre santa del enterramiento va desapareciendo pues ahora, por arte de magia, el fallecido se convierte en un saquito de polvos mágicos que, luego de meter en un jarroncito hortera, arrojaremos, tras animada excursión, a las marismas del Guadalquivir.

Y fuése y no hubo nada.

Y en éstas estamos, regresando al pozo del tiempo. A los sacrificios humanos, propiamente, como bien prueba la matanza de inocentes que, ejecutados en el vientre de sus madres, se ha erigido en el icono que los nuevos, alianzados y progresistas augures han convertido, bajo los fuegos de Halloween, en un derecho de la ciudadanía.

31/10/09 8:50 PM
  
Juanjo Romero
Miguel, brillante compendio de "casi" todo lo que se sabe sobre los Celtas.

Sobre el calendario, un tema que me apasiona (no sólo el celta, todos los calendarios y las formas de contar), seguiré investigando. Quizá tenga que matizar alguna de mis tajantes afirmaciones sobre el 1 de noviembre, pero más por el argumento de la mayoría absoluta que por evidencias.

A raiz de tu comentario del otro día he seguido buscando, y dado que los celtas dividían los meses en periodos de 15 días, me vuelve a salir que las fiestas del Samain debían acabar sobre el 11, ya que el mes lunar del Samain empieza en torno al 27-28 de octubre. De todas formas intentaré hablar con un especialista sobre que sea el punto medio entre equinocio y solsticio, lo que nos llevaría la fecha al 5 de noviembre.

La unica explicación que dan para el 1 de noviembre es que son 40 días después del equinocio, pero se sabe nada sobre si el número 40 era "algo" para los celtas.

Lo dicho, en cuanto consiga enterarme un poco más lo comparto contigo.

02/11/09 1:19 PM
  
Miguel Serrano Cabeza
Juanjo:

Es muy posible que en el caso del "moderno" Halloween haya un doble sincretismo: el de los folklores cristiano y celta en Irlanda ("Samain" y "Todos los santos"), unido al de los folklores cristiano y germánico en Islandia ("Jôl" y "Navidad").

Como curiosidad, Islandia no se convirtió oficialmente al cristianismo hasta el s. XI.

Foix:

Estoy totalmente de acuerdo contigo. En esta nuestra sociedad pagana pronto llegará la rehabilitación de los mitos germánicos, especialmente el de Wotan/Odín, que dejará en mantillas el culto de los augures y arúspices en Roma:

"El dios Wotan, en escandinavo antiguo Odín (Ôdhinn), tiene un carácter por completo opuesto al de *Tiwaz. Su nombre, según nos dice Adam de Bremen, significa "furor", lo que no solamente concuerda con la etimología de la palabra, sino también con su función o, mejor dicho, con sus funciones, que son variadas pero estrechamente relacionadas entre sí. Como dios de la guerra se manifiesta en la sangrienta carnicería de la batalla; es turbulento, cruel e, incluso, caprichoso e inquietante. Pero ejerce su influencia en muchos otros terrenos, ya que es a la vez un mago, un experto en escritura rúnica [superstición típica de las culturas mágicas que asignan valores sobrenaturales a los símbolos] y el dios inspirador de los poetas. Muestra, por lo demás, un carácter ambivalente, ya que si bien se le venera como protector de los que le son devotos, se le teme también como dios de acciones imprevisibles y nefastas. Es el tipo del "tremendum" del poder divino, comparable a Varupa, es decir, al aspecto turbulento y mágico de la primera de las funciones de la soberanía. La mitología escandinava subraya su carácter guerrero... Según esta concepción, se le representa como jefe de un séquito de guerreros que forman una especie de comitiva militar en torno a él. Cuando Tácito habla del "comitatus" que rodea a un príncipe aventurero, alaba su fidelidad absoluta: sobrevivir al jefe es una ignominia que no dejará jamás de manchar su honor. Semejane devoción tiene una carácter sagrado y encuentra su justificación en el estrecho lazo que vincula a los fieles con Odín... así como los jefes terrestres se rodean de una comitiva, de la misma manera el dios reúne en su morada celeste (Valhalla) a los Einherjar, los grandes campeones terrestres, que continúan guerreando en el cielo...

Dentro de la comitiva [militar de los grandes guerreros germanos] se distingue un grupo de guerreros especialmente sanguinarios. Se les llama los "piel de oso" o "piel de lobo", lo que indica que van recubiertos con las pieles de estos animales, disfraz éste que los transforma y les da la fiereza de las bestias. Estos "berserkir" tienen una cierta similitud con los hombres-lobo de la leyenda popular: por ejemplo, son invulnerables en el combate, marchan sobre carbones encendidos sin quemarse y manifiestan una especie de trance similar al de los chamanes y faquires. El "furor" de Wotan, como el de Varupa, es de naturaleza extática.

Los "berserkir" no sólamente formaban bandas, es probable que fueran también miembros de una especie de comunidad a la vez social y religiosa. Tácito nos dice, por ejemplo, que la tribu de los "harii", a los que él compara a un "exercitus feralis", combatía sólamente de noche, con las caras tiznadas de negro y llevando escudos igualmente negros. El nombre recuerda de tal forma a la comitiva celeste de los Einherjar, que parece legítimo pensar en un culto de los muertos, entendiendo por éstos, claramente, los caídos en el campo de batalla. El Valhalla no es en realidad más que la heroización del "valr" o montón de cadáveres de los muertos en el campo de batalla. En la superstición popular encontramos igualmente el nombre de Wotan (en alemán "Wotes" o "Wutanes her"). En Francia se habla de la "Maisnie [mesnada] Hellequin" o "Maisnie Hennequin" (Cortejo de Hellequin), cuyo jefe era Hellequin, nombre que tiene el mismo origen que los "harii" de Tácito. Entre las costumbres del tiempo de Navidad, así como en la fiesta pagana de Jôl[1] , existe la de que bandas de muchachos enmascarados con rostros de animales o seres fantásticos [émulos festivos de los "berserkir"] recorran la aldea o las casas de sus familiares para garantizar la fertilidad del siguiente año. Se podrían acumular muchos más ejemplos que mostrarían que Wotan era, ante todo, un dios de muertos. Su carácter de divinidad guerrera lo explica sin dificultad...

Nuestro conocimientos sobre las formas del culto [germánico] están llenos de lagunas. En su "Germania", Tácito nos habla con su estilo pintoresco de que los germanos no querían "encerrar" a sus dioses entre cuatro paredes, ni representarlos como seres humanos, a causa de su concepción de la sublimidad del cielo. Lo que el autor hace aquí es expresar ideas "filosóficas" de su tiempo como una forma de crítica a la extravagancia de las estatuas y los templos romanos. Pero cuando añade que el culto tenía lugar en los bosques, su afirmación concuerda perfectamente con las noticias que tenemos sobre la forma más antigua del culto indoeuropeo, en el que las cimas de las montañas, las fuentes y los bosques eran los sitios elegidos para sacrificar a los dioses.

Las restantes fuentes nos dan a conocer más tarde los nombres de una serie de santuarios, pero no podemos hacernos más que una leve idea de su forma, ya que las excavaciones arqueológicas apenas si han revelado nada. Evidentemente, los templos debían tener una estructura muy primitiva, tratándose en principio de refugios temporales para protegerse de las inclemencias atmosféricas del Norte de Europa, que después se habrían convertido en permanentes. Las mejores informaciones de que disponemos a este respecto hacen referencia principalmente a los pueblos escandinavos durante los últimos siglos del paganismo. Las descripciones de las sagas y las excavaciones realizadas en Islandia nos permiten hacernos una idea de los templos de esta época. Se trataba de construcciones de tamaño considerable, compuestas de una gran sala en cuyo centro se situaba un gran hogar, y a uno de sus lados, separada por una pared, una pequeña habitación donde había un altar y las estatuas de los dioses. En esta habitación era donde tenía lugar el banquete sacrificial.

El altar estaba destinado a los sacrificios, que eran principalmente de caballos. Una parte de las víctimas se dedicaba a los dioses, mientras que el resto se cocía y se consumía en un banquete común. Los cuernos rebosantes de cerveza pasaban de mano en mano alrededor del altar, según la rotación propicia del curso solar, mientras se hacían libaciones [en honor] a los dioses. Se instituía así una comunión entre los dioses y sus adoradores, que era en realidad el elemento principal del sacrificio.

En la época romana [hasta s. V y quizá después] se efectuaban también sacrificios humanos, que eran dedicados a Mercurio o a Wotan. Después de cada batalla se destruía el botín y se mataba a todos los prisioneros, sin duda también como ofrenda al dios de la guerra [Odín/Wotan]. Después del desastre de Varo, los oficiales superiores fueron sacrificados en los altares y, muchos de los soldados, colgados de los árboles. También en Escandinavia existía el sacrificio por ahorcamiento, como ofrenda dedicada especialmente a Odín. Y no sólo se sacrificaba a los cautivos de guerra, sino que también en tiempo de paz se ofrecían sacrificios humanos, consitentes principalmente en esclavos [como quien sacrifica un par de tórtolas o de pichones] y, a veces, también en malhechores, constituyendo más bien esto último una "atenuación" tardía [eran víctimas de "segunda"]...

El culto incluía también determinados ritos, entre los que destaca el que describe una de las sagas, consistente en la aspersión que sobre los asistentes al sacrificio y las paredes del recinto efectuaba el sacerdote tras haber previamente sumergido una varilla en forma de hisopo en la copa en que se había recogido la sangre de la víctima. La descripción parece "contaminada" de cristianismo pero no resulta del todo inverosímil, ya que la varilla y la sangre jugaban también un papel en el vaticinio que acompañaba al sacrificio: en aquel momento sagrado, según se creía, los dioses podían entrar en contacto con los hombres para instruirles sobre el porvenir.

Tácito nos describe una forma de adivinación con varillas que tenía lugar entre los germanos: se tomaban ramas de un árbol frutal y, después de hacerles ciertas incisiones, se las arrojaba sobre un paño blanco; el sacerdote tomaba tres de ellas e interpretaba el provenir a partir de los signos grabados en ellas. El mismo fin, como ya hemos visto, cumplían en Escandinavia las varillas mojadas en la sangre del sacrificio."

cfr. Jan de Vries: "III. La religión de los germanos",en Henri-Charles Puech (ed.): "Las religiones antiguas, III", Madrid: Siglo XXI Editores, 1984, ISBN: 84-323-0261-9, pp. 74-76 y 101-104 en VV.AA.: "Historia de las Religiones", Madrid: Siglo XXI Editores, 1984 (1970), 12 vols., ISBN: 84-323-0253-8

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[1] Fiesta del soslticio de invierno en la que la Diosa Sol, también conocida como "Sol Invictus" por los romanos, "Yule" por los anglosajones, o "Jiuleis" por los visigodos, vence a la oscuridad y, tras su victoria, las puertas del Hel se cierran y las almas en pena dejan de vagar por la tierra hasta el año siguiente.


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03/11/09 12:16 AM

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