Abad Escarré: "Quaesivi bona sibi" o cómo sólo buscó su propio interés
El pasado 21 de octubre, y en conmemoración del centenario del nacimiento y cuadragésimo aniversario del fallecimiento del Abad Escarré, tuvieron lugar dos parlamentos en el Auditorio del “Palau de la Generalitat”. Nos vemos obligados a dejar de lado la alocución del entonces Vicepresidente de la Generalitat Josep-Lluís Carod-Rovira , de marcado tono panfletario y sin más documentación histórica de referencia que los estudios de Montserrat Minobis y Jordi Vila-Abadal y una cita verbal indocumentada del P. Oleguer Porcel, monje desterrado en Cuixà. Porque la alocución que realmente nos interesa fue la del actual abad de Montserrat Dom Josep M. Soler que afirmó que la frase que mejor resumiría la intensa trayectoria del P. Abad Escarré es dejar claro que fue “discípulo de Jesús y que amó a Montserrat y que por ese motivo vivió y trabajó propter domum Domini, para la casa del Señor, como rezaba su lema abacial” (sic)
Desafortunadamente todos los perfiles biográficos publicados en prensa con motivo de esas efemérides siguen coincidiendo injustamente en considerar a Francisco Escarré y Jané, de profesión monástica Aurelio María, como la panacea universal de la bondad humana y cristiana, del espíritu monástico de acogida, del patriotismo catalanista y de la paternidad abacial encarnada…
Pero todo esto se encuentra muy lejos de la realidad histórica del personaje, convertido en mito al servicio de otros intereses, del que llegara a ser abad de Montserrat Dom Aureli Maria Escarré.
Quién en tres diversas publicaciones (“Confessions d´un exmonjo de Montserrat”, “Montserrat 1936” y “L´abat Escarré: historia i mite”) nos da cuenta de ello es un ex monje de Montserrat, el gerundense Mn. Narcís Xifra Riera, que vivió intensamente todos los acontecimientos vividos en la abadía desde su entrada en ella con apenas nueve años hasta que los sucesos históricos de 1936 y las maniobras del futuro abad Escarré lo condujeran al exilio junto con otros muchos compañeros de profesión monástica.
Mn. Xifra estuvo siempre, hasta su muerte, disponible para el diálogo y el encuentro personal en su muy querido santuario de Santa Afra, cerca de Sant Gregori. Nunca entendió la popularidad y el sostenimiento del mito Escarré. En sus libros presenta documentos evidentes de la filiación falangista del mitificado abad. Escarré era inculto, según los parámetros benedictinos de la abadía, no sabía nada de música ni de latín y griego. Excusaba su ausencia en los exámenes con enfermedades inventadas. Únicamente conspiraba. Con otros monjes “de su cuerda”, entre ellos Oleguer Porcel evidentemente, decidieron hacerse con el control de la abadía. En 1936 tuvieron su oportunidad y se deshicieron de los monjes más preparados que como Xifra, no pudieron volver después de 1939 a la comunidad. En enero, al llegar las tropas nacionales a tomar control del monasterio presuntamente sin autoridad legítima constituida, Escarré exhibió un albarán por la compra de unos pollos en las que se intitulaba como “Prior”, mostrando su firma.
Escarré gozó de la connivencia de los militares franquistas con los que compartía ideología y muchos “tics” autoritaristas que le llevaban a continuas violaciones de la regla de San Benito, especialmente en el trato durísimo con los monjes a los que disciplinaba personalmente con crueldad.
La megalomanía de Escarré estuvo muy lejos del voto monástico de pobreza, megalomanía que le llevó a forrar la abadía con lujos más propios de una monarquía absolutista.
Después de una entrevista en el diario “Le Monde” en los años sesenta, Escarré se convirtió en un mito del catalanismo al denunciar el régimen político y optar por el exilio. Mosén Xifra era de los que sabían que sólo era una argucia. Los monjes expulsados de la abadía y algunos sectores del catalanismo clandestino lo querían echar de Montserrat y Escarré, amigo personal de Franco, encontró una salida digna e inteligente inmolándose como mártir del sistema.
Centenares de calles y plazas de Cataluña conservan injustamente su memoria. Como tantos políticos y eclesiásticos que, por encima del rigor histórico, prefieren servirse y aprovecharse del mito, ensuciando la auténtica memoria histórica del Monasterio y de sus monjes. Y como no, de la auténtica “Casa del Señor y Camarín de su Santísima Madre”, la Moreneta, cuyo insigne patronazgo sobre nuestras diócesis celebramos, en este día 27 de abril, los catalanes.
Prudentius de Bárcino