La atonía monástica de Montserrat fruto de no parar los pies al nacional-progresismo interno


 

Diez años separan estas dos fotografías. La primera, tomada en Montserrat el 13 de agosto de 2000, corresponde a la foto de grupo de toda la comunidad con motivo de la elección de Josep Maria Soler i Canals (Santa Eugènia de Ter, 1946) como nuevo padre abad.

La segunda corresponde a la excursión anual, en este caso a Agramunt y Les Avellanes, que realizó la comunidad de monjes benedictinos el pasado 8 de abril de 2010 (algunos monjes no aparecen por estar estudiando en Roma).

Durante estos diez años, Montserrat ha sufrido la perdida de una treintena de sus monjes y el gozo de la profesión solemne de una decena. La comunidad, muy numerosa a la entrada de Soler, va adoptando una dimensión más pequeña y un tono de atonía que cada vez la hace más excéntrica a las realidades más dinámicas de la Nueva Evangelización en Cataluña. Solo hay que ver la agenda del abad Soler, invitado por toda la retahíla de micro-entitades eclesiales progres de nuestra tierra.

Es curioso constatar que, como sucede en los colegios católicos de escolapios, salesianos, maristas, jesuitas, vedrunas… donde no hay alumno que se sienta interpelado a entrar en la comunidad de religiosos respectiva, la “escolania” de Montserrat ha dejado de ser un plantel de futuros monjes.

(1) Monterrat, un Far West de vacas sagradas indomables.

Posicionarse en la centralidad del panorama interno de la abadía o de la Iglesia en Cataluña queda muy bonito y catalán, pero es un peligro en una tierra con un progresismo eclesial tan desbocado, pues te lleva al progresismo. El síndrome Sistach-Soler, caracterizado por una vocación falsamente “assenyada” (juiciosa) de Equidistancia geométrica o de Media estadística, acaba arrastrando al paciente al progresismo porque éste siempre tiende, por pura coherencia con su esencia, al progreso, y por tanto a desplazar el punto medio a una situación cada vez más lejana a la moderación y la coherencia con las enseñanzas de la Iglesia. Soler, de quien se esperaba lo contrario, ha sido víctima de ello.

No parar los pies a las vacas sagradas progresistas acaba provocando ser esclavo de ellas. Correr siempre detrás de ellas. Es por ello que Montserrat a menudo adopta esa imagen de parque temático donde unas determinadas vedettes tienen allí preparada su área de servicio, yendo cada una siempre a su bola. Los Hilari Raguer, Lluís Duch, Bernabé Dalmau y algún vejestorio más que van confundiendo a los feligreses y religiosas en Cataluña con sus conferencias, clases magistrales y publicaciones. A la trouppe circense se ha unido últimamente la Forcadas quien deja en la extrema derecha más ultra al más moderado de los buenos monjes.

(2) El relleno de un vacío espiritual. Todo vale en Montserrat mientras uno lleve las “Quatre barres” (bandera catalana)

Analizar qué pasa en Montserrat pediría una tesis doctoral y de unos sesudos conocimientos que un servidor no posee. Pese a ello, si uno visita el santuario y cenobio benedictino fundado el 1025 por el abad Oliba no le será difícil encontrarse con escenas como la de la fotografía: un grupo que renueva la adhesión a la lengua catalana yendo a Montserrat a celebrar el 40 aniversario de la institución de la llamada “llama de la lengua”. Tanta llama y tanto fuego patrio le recuerda a uno cierto movimiento vestal de la antigua Roma.

Ya se habrán dado cuenta nuestros sagaces lectores que la mayoría de los miembros de Germinans tenemos al catalán como lengua materna y que es la que mayoritariamente utilizamos, por el mismo motivo, como lengua “vehicular” en las bambalinas de la confección de la web. No es pues un ataque a la bella lengua de Llull o Verdaguer, sino la dificultad de comprender qué curioso y sincrético rol acaba tomando Montserrat en la vida religiosa católica catalana cuando el santuario es constantemente visitado por grupos donde lo estrictamente religioso católico es la última de las motivaciones, si es que existe.

Quinto Sertorius Crescens