El Pontificio Consejo de Nueva Evangelización toma la Sagrada Familia como emblema

Está visto que el templo de la Sagrada Familia ni es una cosa doméstica, ni se quedará como icono exclusivo de Barcelona-capital-de-Cataluña, sino que tiene una decidida vocación de universalidad católica. Acaba de proclamarlo el presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella.

Esto significa que en la medida en que el desarrollo de la Nueva Evangelización se visualice en actividades concretas de gran envergadura, el templo de la Sagrada Familia será el epicentro de estos actos. Está visto que el Papa no vino a Barcelona a rendir homenaje y pleitesía a nadie ni a nada, sino a tomar posesión del templo en nombre de la Iglesia universal y a consagrarla para el culto divino.

Y está bien claro que esta decisión del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización es una primera consecuencia de esa consagración. Como muy bien dijo Su Eminencia el Cardenal Sistach, la visita del Papa no iba a quedar en “ foc d’encenalls ” (fuego de virutas). Y acertó de lleno. A los dos meses justos de la consagración, el Vaticano anuncia que la Iglesia considera suyo este templo, y que estará en el centro de una tarea tan grandiosa como lo fue en milenios anteriores la Evangelización. Y que elige como emblema de esa tarea, una obra tan grandiosa y emblemática como la Sagrada familia.

El templo de la sagrada Familia –dijo Mons. Fisichella-, que despunta en el corazón de la ciudad secularizada, representa un mensaje muy concreto: invita a usar un lenguaje nuevo para llenar el enorme espacio que sin la Iglesia quedaría como un vacío en el corazón de la ciudad” . Del mismo modo que eliminar de Barcelona el templo de la Sagrada Familia -viene a decirnos el Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización- sería dejarle un enorme vacío a la ciudad, del mismo modo si eliminásemos tanto de la ciudad como del templo el mensaje cristiano, dejaríamos en ambos un vacío tal que los desnaturalizaría. Ni Barcelona es Barcelona sin la Sagrada Familia, Ni la Sagrada Familia es la Sagrada Familia sin su dedicación al culto y a la defensa de los valores cristianos; es decir si no es el símbolo más imponente de la presencia y de la acción de la Iglesia en la ciudad.

Felicitémonos, porque la decisión del arzobispo Fisichella augura días de gloria para el templo de la Sagrada familia y para la representación en él del impulso católico de toda la Iglesia, empezando por la de Barcelona; que tiene el privilegio de albergar este gran templo, esta nueva catedral del tercer milenio, símbolo de la inagotable capacidad de la Iglesia de transmitir su mensaje en el lenguaje que marcan los tiempos.

Hemos de felicitarnos asimismo porque esta venturosa decisión moverá sin duda a Su Eminencia el Cardenal Sistach a ofrecerle al Consejo para la Nueva Evangelización un templo al que le den plenitud de vida el culto religioso y las actividades encaminadas a defender y promover la doctrina de la Iglesia, especialmente en la defensa de la Familia y de la Vida.

Estamos seguros de que esta decisión del Consejo Pontificio será determinante para que el señor Cardenal dé un giro de muchos grados en la actual línea de gestión del templo. Una celebración del día de la Sagrada Familia solapado en la misa de acción de gracias por la visita del Papa, dejó mal sabor de boca por su planteamiento y por su ejecución. Los que esperaban que aunque modestamente se iniciase en la nueva basílica la gran celebración del formato barcelonés del Día de la Familia en torno al incomparable icono del templo de Gaudí, quedaron hondamente decepcionados. Buena parte de los que acudieron a la celebración y se encontraron con las puertas cerradas porque se había completado el aforo, sucumbieron a la indignación. El parche de los cuatro sábados de enero de puertas abiertas, ha generado más desorden y descontento: porque lo que desean los fieles no es ir de turismo a la iglesia, sino asistir en ella al culto divino, a ser posible en consonancia con la majestuosidad del templo.

Hasta el momento, la basílica de la Sagrada Familia está siendo administrada como un bien civil, y no como un bien religioso y eclesiástico. Hasta el momento sigue relegado el culto a la sacristía, sin que se conozca ningún proyecto de trasladarlo al templo y de dignificarlo en consonancia con su magnificencia. Han pasado las grandes solemnidades de la Natividad del Señor, de la Sagrada Familia y de la Epifanía sin pena ni gloria, No sabe nadie nada de los designios del señor Cardenal ni en cuanto al culto, ni en cuanto a la irradiación de doctrina y de actividad desde este templo, en defensa de la Familia y de la Vida.

Pero la Sagrada Familia es un tesoro en manos de la Iglesia, que no está dispuesta a tenerlo enterrado en la ciudad secularizada de Barcelona, sino que está empeñada en convertirla en la gran catedral moderna de la cristiandad; una catedral que irradia modernidad no sólo por su arquitectura, sino también porque su titularidad y por tanto la que ha de ser su dedicación doctrinal y propagandística prioritaria, incide en el mayor reto que le ha planteado a la sociedad el progreso contra Dios: la Familia y la Vida.

Estamos seguros de que nuestro Cardenal se enrolará en este impresionante movimiento de potenciación católica de la Sagrada Familia emprendido por el Vaticano y que hará méritos para ser, como le corresponde por su posición jerárquica, el abanderado de la conversión de nuestra grandiosa basílica en el icono de la Nueva Evangelización (en su caso, la de la archidiócesis), con especial incidencia en los valores cristianos de la familia y de la Vida.

Virtelius Temerarius