El hondo enquistamiento del progresismo

En pie: Mn. Joaquim Cervera, responsable de Formación de los agentes de Pastoral-CEP. Sentado: Mn. Jordi Espí, párroco de María Auxiliadora de Mataró

Muchos de los más jóvenes y fieles lectores de nuestra página (que no seguidores y mucho menos secuaces), tanto laicos como sacerdotes, están convencidos en su inexperiencia, de que la tarea de desenquistamiento del progresismo aun representando una ardua tarea, no es cosa que pueda resolverse en un abrir y cerrar de ojos, en un “querer es poder”. Piensan que basta sólo un obispo valiente que ponga orden y disponga resolver el entuerto. Pero la cuestión es mucho más laboriosa.

Es ciertamente de capital importancia contar con un Pastor diocesano que comprenda el problema, detecte sus raíces, distinga el tejido sano del enfermo y esté dispuesto a llevar a cabo la operación quirúrgica por dolorosa o costosa que ésta sea.

Dotarse de un buen Seminario, con un rector y un equipo competente y fiel al espíritu de la Iglesia, de unos espléndidos y bien preparados docentes de filosofía y teología, de unos liturgistas que enseñen a los jóvenes a amar la Liturgia, es fundamental.

Resulta básico que todos los delegados diocesanos de cada una de las comisiones y delegaciones actúen como una orquesta bien armónica, sintiendo “ cum Ecclesia ” en cada una de las áreas de ejecución.

Es vital que las parroquias de referencia estén servidas por sacerdotes jóvenes y bien preparados, operarios entusiastas de la mies del Señor, y no respondiendo a la vieja política de escalafón que no hace sino inundar de tedio a las comunidades.

Es más que decisivo que esos colaboradores de primera línea de los Pastores en la regeneración de las diócesis, gocen del apoyo y la confianza absoluta de su obispo frente a los omnipotentes Consejos Parroquiales, cuyo sentido no sólo se ha sobredimensionado, sino que además se ha desviado de su misión inicial: de ser el consejo asesor y consultivo del párroco en la misión pastoral encomendada a éste, han pasado a ser el comité de depuración y el comisariado político de las parroquias.

Pero ningún fruto aportarán esos esfuerzos sin una labor pedagógica para formar y construir una sana eclesiología, alejada de todas las desviaciones en las que ha incurrido el progresismo en este medio siglo. Véanse por orden de edad en las fotos: Rovira Belloso, Pié y Fontbona.

A excepción de poquísimas parroquias que no se han visto infectadas por el virus progresista en el cuadro de mandos intermedios (catequistas, grupos de liturgia, religiosos/as con presencia en las parroquias, pastoral de la salud y Cáritas parroquiales, etc.), la amplia mayoría de las parroquias de nuestra Archidiócesis de Barcelona están controladas por el progresismo. Desde la formación bíblica a la litúrgica: por lo que creen y por lo que leen. La mayoría de “retiros espirituales” y grupos de formación permanente están copados por una docena, y no más, de “expertos eclesiales” que se reiteran a turno y pululan por los arciprestazgos.

Oponerse a ello y presentar alternativas requiere inteligencia, trabajo, dedicación y paciencia. Algo que es un lujo suponer en un clero cuyos miembros tristemente tienden por definición al arribismo o a políticas acomodaticias. Gracias a Dios, los nuevos movimientos no están contaminados de ese espíritu.

Es cierto, sin embargo, que la inmensa mayoría de los fieles que pueblan nuestras parroquias constituyen un colectivo fiel, probado y muy purificado a lo largo de estos decenios. Cierto es también que las parroquias en las que el progresismo usó de instrumentos más radicales orientados hacia fines más extremos, quedaron arruinadas y todo ha quedado arrasado. Ni siquiera oposición tuvieron. Pero son las menos, y por cierto, las más anheladas por muchos.

Los sacerdotes y laicos entregados a la regeneración de la Iglesia, prefieren partir de cero en la obra de reconstrucción, que ir encontrando escombros entre las ruinas que se convierten en estorbos. Especialmente ante un obispo amedrentado y vacilante o, no se sabe si es peor, manifacero y metomentodo.

Uno de los escollos más determinantes lo constituyen en nuestro país la mayoría de comunidades religiosas de vida activa, sean masculinas o femeninas. Sus colegios suelen ser una rémora en la formación religiosa y humana de los jóvenes. Y no hablemos de los institutos religiosos o sociedades de vida apostólica sitas en pisos “encarnados en la realidad viva de los barrios”: echados a perder la mayoría. Muchas buenas personas han caído, enredadas espiritualmente y sometidas a unos superiores que los mantienen engañados en ideologías fenecidas y en formas caducas.

A ese progresismo enquistado nos enfrentamos: conocerlo y ser conscientes de sus ramificaciones, así como asumir los costes humanos de la labor de saneamiento, es tener los pies en el suelo y estar cimentado sobre roca. Es así como nos hemos propuesto preparar el futuro.

Prudentius de Bárcino