Crece el clamor contra Oriol Domingo

En los últimos días se han multiplicado las protestas contra la orientación de las páginas religiosas de La Vanguardia, a cargo de Oriol Domingo. Ya no es solo Germinans, ni e-cristians (que desató las iras del periodista, cuando logró que el Cardenal Rodé interviniera en el affaire Forcades), sino que el último domingo se publicó una airada carta al director de una lectora indignada por el tratamiento que había dado a la Balmesiana. También se ha unido a ellos, un artículo demoledor del sacerdote Joan A. Mateo García, miembro de la curia de la diócesis de Urgel y arcipreste del Pallars Jussà. Añádase a ello que los pocos comentarios que recibe su blog no suelen ser precisamente laudatorios.

Pero como Oriol Domingo es terco como una mula, acaba de rizar el rizo con un artículo en el que no solo defiende la astracanada de las consultas independentistas del 13-D, sino que se permite defenderlas a la luz del magisterio de la Iglesia. Dejando aparte que su forzada interpretación se nutre de un cúmulo de falsedades, convendría preguntarle al periodista sí no resulta más cristiano promover las tesis de quienes abogan por lo compartido, por mantener los lazos de unión entre los ciudadanos, en lugar de resaltar unas mínimas diferencias, para elevarlas a la máxima categoría. ¿A qué viene incentivar la división entre hermanos, en base a una pretendida quimera nacional? ¿Es justo que se aproveche la esplendida plataforma que le otorga La Vanguardia para lanzar estas soflamas? ¿Cómo puede calificarse a quien se aprovecha de la pátina de una página de religión, pretendiendo apoyarse en una distorsionada interpretación de la doctrina eclesial? ¿Por qué no nos habla Domingo de esos precedentes segregacionistas católicos, cuyo recuerdo nos retrotrae a la Croacia de los Ustachis o a la Irlanda del IRA? ¿Ha perdido el sentido de la proporción? Mejor no meneallo.

Ahora bien, la tesis de Domingo se incardina en la ofensiva nacionalista que se ha desatado particularmente en la diócesis de Barcelona. Se inició con las palabras del cardenal Martínez Sistach en el Consell Pastoral en defensa del Estatut. Era una posición típicamente sistachiana que no iba a contentar a nadie. Pero para ello ya estaba La Vanguardia y l’amiguet Matabosch para publicar el domingo siguiente un artículo, mucho más preciso y concreto, en el que venía a defender el nacionalismo catalán, a la luz de la doctrina del Papa Juan Pablo II, si bien con la poca delicadeza de no citar al autor de esta peculiar tesis que no es otro que el sacerdote opusdeísta Joan Costa Bou. Para culminar las tres patas del banco se agregó al grupo Aymar, otro de los Sistach-macoutes, publicando el editorial conjunto contra el Tribunal Constitucional en Catalunya Cristiana. La misma Catalunya Cristiana, por cierto, en la que sigue escribiendo el Doctor Joan Antoni Mateo. La misma Catalunya Cristiana que se ha convertido ya en una marca de clara división entre los cristianos catalanes, una vez ha quedado claro que se ha desmarcado por el desfiladero progre, mientras Radio Estel fenece en la más absoluta de las miserias, sin que ni tan siquiera sus programas puedan contar con una mínima producción propia. Potenciar Catalunya Cristiana y dejar morir a Radio Estel es el objetivo de Sistach y Aymar.

Sistach no ha sido nunca un nacionalista. El porqué se ha decidido a liderar (con los paños calientes al uso) esta deriva supone un arcano indescifrable. No se me ocurre otro motivo que hallar el calor y el cariño de esa parte de su feligresía, sabedor que la otra inmensa parte le ha girado definitivamente la espalda. Probablemente ha encontrado la manera de auparse en un cierto liderazgo, habida cuenta que la absoluta totalidad de los demás prelados catalanes (incluido Vives) se han negado a secundar estas aventuras. Incluso con el riesgo de ser criticados de forma desaforada, cual le ha ocurrido al excelente obispo de Gerona, que ha visto como se ha desenterrado el hacha de guerra mediante la publicación de un artículo en El Punt, por la subdirectora General de bibliotecas de la Generalitat. Se le ha acabado la pax olímpica al bueno de Monseñor Pardo. A partir de ahora va a saber como las gastan.

Obviamente los periódicos de papel –y de forma destacada La Vanguardia- no pasan por su mejor momento, pero el papel de los periódicos (sea en forma impresa o digital) sigue vigente. Puede que para La Vanguardia carezca de utilidad su página religiosa, pero desconozco que beneficio le puede reportar tenerla en manos de un periodista que crea división. En el último ERE alguien le salvo al último momento. Siempre están a tiempo. Después de 35 años en la empresa se iría con el riñón bien forrado.

Oriolt