26.08.11

Cuando Benedicto dijo que todos a Brasil

En el anterior artículo me quedaba en la consagración. Cuando en el silencio sepulcral, aunque parezca paradójico, se sentía con más fuerza que nunca la magnitud de los presentes. Al frente del rebaño, un anciano intelectual. El sucesor de Pedro. No es elocuente, no es dicharachero, ni próximo, ni espontáneo. Al menos en el sentido moderno. Aunque algunos se empeñen, las cosas como son. Su cercanía es sobre todo la de la claridad de la palabra, la intelectual, la virtud del que sabe llevar a la superficie la profundidad de la Doctrina. La del mejor profesor, que como nadie, sabe hacer comprensible la Doctrina al joven medio.

Benedicto XVI es con precisión el ejemplo del carisma que necesitamos hoy, el de la reflexión profunda. Su mensaje es racional en el mejor de lo sentidos. El Papa nos hace comprensible, lógico y natural un modelo de vida, el que propone la Iglesia, desgranando y evidenciando los contrasentidos que se nos imponen hoy como verdades indiscutibles.

Y acaba la Misa. Y el coro por última vez por todo lo alto. Enhorabuena. Y el sol, presente. Y los brasileños como descosidos. ¡Viva el Papa!, ¡viva el Papa!, ¡viva Brasil!

Lo que me cuenta Arnaldo, organizador de la JMJ en Rio de Janeiro

Le había visto en el escenario, saludando al Papa, saludando al mar humano que tenía delante y recogiendo con sus manos el testigo, la Cruz. Tiene el pelo canoso pero es joven. Poco después me lo cruzo y claro, le abordo.

Lo primero es felicitarle. Parabens. Vaya privilegio. Y la pregunta es obligada. ¿Qué se siente al recibir el testigo de las Jornadas, frente a tantísima gente y junto al Papa? Arnaldo se expresa de maravilla, tiene muy maduradas las impresiones de lo que ha vivido hace apenas unos segundos. Impresionante, impresionante. Desde el escenario se aprecia como nunca la inmensidad de la Jornada, y justo cuando te das cuenta, en ese momento, hemos recibido esta gran responsabilidad. La recibimos con alegría y sobre todo gratitud, mucha gratitud. Me dice. Sobre todo mucha gratitud y cercanía a la Virgen, que es la más cercana a Jesús, para que nos ayude en el trabajo que tenemos por delante.

Le pregunto el porqué cree que se ha escogido Brasil. ¿Es la proliferación de sectas y el crecimiento iglesias evangélicas milagreras, lo que lleva a la Iglesia a intentar reforzarse allí? Es una inquietud que le traslado, pero no acaba de verla como yo. Me dice que la Iglesia y el Papa saben las razones exactas, pero que la Iglesia en Brasil tiene mucho que aportar al mundo, es una Iglesia en crecimiento y organizar las JMJ va a ser categórico en un impulso que, según me cuenta, ya están viviendo.

Me quedo con su email (buen contacto), le vuelvo a felicitar, le doy mucho ánimo,y le digo que si todo va bien, allí nos veremos.

22.08.11

Los zombis de la Misa final

Hay que decirlo todo. Del millón y medio de jóvenes repartidos por todos los cuadrantes, la mitad no pescan absolutamente nada. Cientos de miles están a kilómetros no ya del Papa, sino de una pantalla y un altavoz desde el que seguirlo. Así que al llegar, el panorama entre los más atrasados con respecto al escenario es un poco desolador. No reprochable, desolador. Entre esterillas, mochilas y botellas, unos siguen durmiendo, otros, con la mirada perdida hacen ademán de mirar al horizonte. El que menos lleva una semana comiendo suelo, pasando calor, con pocas horas de sueño y caminando bastante.

Conforme se avanza hacia los cuadrantes más adelantados las caras de cansancio no mejoran. Mejoran las ganas, porque lógicamente algo se ve o se intuye, y eso basta para sacar fuerzas de alguna parte y hacer el esfuerzo titánico de levantarse.

La alegría no es una expresión facial. Ya sé que 13tv y muchos medios católicos (dejémoslo en afectos) no han parado de decirlo. Que si qué caras de alegría, que si qué felicidad rebosante entre tanta gente sonriente. Pues no, no sé si es por el empeño en demostrarnos lo bueno que es esto, pero la gente en la Misa final tiene una cara de zombi que da gusto. ¡Y eso es lo bueno! El gesto del sacrificio, del esfuerzo, del que aguanta allí porque lo que le mueve merece la pena.

Serpenteando por los pasillos organizados por los voluntarios, consigo llegar cerca del escenario. Justo detrás del mar de casullas blancas que ocupan los miles de sacerdotes concelebrantes. Son muchos y el sol refleja en sus gorritos oficiales, aunque un bonete rompe la uniformidad.

Y allí, en un sitio privilegiado, seguí la Misa. Volviendo a sentir en algunos momentos de la consagración el mismo silencio de la noche anterior. Ese silencio en el que uno cierra los ojos y pareciera estar solo. El mensaje es muy profundo. La homilía del Papa, para mí, refleja como nunca la principal virtud de Benedicto XVI, ser didáctico, doctrinal y muy comprensible. No sé puede seguir a Cristo por nuestra cuenta. Así es.

(continúa…)

21.08.11

Crónica de la vigilia tormenta

Miles de personas se agolpan frente a una barrera policial. Son órdenes de arriba, aquí no pasa nadie. ¿Por qué? Cuestión de seguridad. Una nube de tormenta cierra el cielo y oscurece la tarde. Se agradecería el viento si no levantase tanto polvo. La tensión crece, mucha gente ha venido de muy lejos y no piensan quedarse a las puertas. Con la tormenta se desata una avalancha humana, unas dos mil personas rompen el cordón de voluntarios quinceañeros que, acojonados por la situación, no han aguantado más. Y entonces el caos.

Llueve con violencia, de la que duele en la cara. Vuelan paraguas, gorros, tiendas de campaña. Hasta solideos papales. Llueve barro y no se ve un carajo, tampoco se oye nada. Sólo los truenos, que terminan de dar un aire de campo de batalla a Cuatro Vientos. Algunos gritan, otros intentan cantar. El panorama es tal, que pareciera que viene uno a hacer la crónica de la operación tormenta del desierto.

El miedo de todos es que caiga alguna estructura escénica, algún andamio de altavoces o alguna pantalla. En un recinto sobrepoblado de peregrinos, sería dramático. Y a todo esto, ¿el Papa?, pues sentado en el altar un paraguas le cubre la cara. La seguridad vaticana al borde del infarto y él que no, que no se mueve.

Y después de la tormenta, llegó la calma. Y con la calma un murmullo por todos los cuadrantes. Como si hubiera fuese posible una analogía más exacta de lo que espera fuera. La gente se ha crecido. Somos católicos contra viento y tormenta, que caigan chuzos de punta, que aquí estamos.

Las velitas volaron, así que la vigilia, sin discurso pronunciado, giró en torno a la exposición del Santísimo desde el altar principal. Y después del caos, el silencio aplastante de la multitud. Aplastante. Aplastante. Cerca de mí, no muy lejos del altar, una chica llora. Lo hace sin ostentación, sin pose, no está pendiente de que nadie le vea. Me gustaría saber qué le recorre por dentro.

20.08.11

Sudor peregrino

Las impresiones estéticas son eso. Impresiones. Es casi imposible que las cámaras recojan en un reporte de telediario el espíritu real de lo que se hace en una JMJ. El periodista, normalmente no integrado en la jornada y alejado de sus objetivos, busca la imagen llamativa. El que da la nota. Y los hay, y sí, es un poco lamentable. Pero hay que vivir una JMJ para darse cuenta de que esto es un evento extraordinario.

Fui a dar la bienvenida al Papa a la Puerta de Alcalá. El plan era ver como el Santo Padre la cruzaba con varios chicos y aplaudir su llegada. Supongo que eso haría Benedicto, la realidad es que yo no pude verlo ni de refilón. Tardé una hora en esquivar gente agolpada desde la boca de metro de Retiro hasta aproximadamente la cuarta fila frente a la Puerta de Alcalá (unos trescientos metros). Desde allí, entre banderas y grupos de jóvenes del mundo entero, se adivinaba toda la calle Gran Vía llena de peregrinos. La gente ocupaba más espacio que en ninguna de las manifestaciones multitudinarias que he vivido en Madrid. Y estábamos, os lo aseguro, como sardinas en lata. Sardinas calentándose en el microondas.

El ambiente era excelente. La actitud de interrelación entre la gente, hacía de una espera agobiante una experiencia muy enriquecedora. Maorís neozelandeses, chicos indonesios, libaneses. Blanquitas canadienses en el suelo al borde del golpe de calor abanicadas por caballerosos mexicanos, sudafricanos, keniatas, recios nórdicos, asfixiados franchutes, y mucho italiano. En medio te todo el sarao, un obispo ensotanado guiando a todos sus chicos.

Hablas con unos, con otros, y comprendes que en la dinámica de un mundo frenético necesitamos compartir la fe. Necesitamos la prueba material de que esto de la Iglesia de Cristo es una realidad universal. Así que allí estuvimos los cientos de miles, sudando como cerdos, sin ver absolutamente nada, pero compartiendo impresiones de forma espontánea.

Si algo es importante, es escuchar Benedicto XVI. Así que procuré alejarme de la masa en la que me había metido e ir hasta el paseo Recoletos para ver y oír, más holgado, lo que nos decía el Papa. Causalidades de la vida, me encuentro con mis primas francesas que están con un grupo atentas a la pantalla. Me cuentan que lo están pasando muy bien. Que los no hispanoparlantes no se enteran mucho de los actos porque las traducciones simultáneas no funcionan bien. Pero que bueno, que bien. Fue magnífico seguir con ese grupo la liturgia de la Palabra, emocionante recibir la bendición, y apoteósico, para un carca como yo, entonar juntos el Salve Regina.


Causalidades de la vida, por segunda vez en la tarde, me encuentro con un gran amigo argentino. ¡
Qué alegría! Besos y abrazos, como si no hiciese apenas un mes que nos veíamos. Es lo que tiene encontrarse aquí y ahora. Y claro, me lo llevé de cañas y tapas por el centro, que es lo que tocaba. Vimos pasar a la cofradía del Cristo de Mena por la calle Mayor portando su cruz orgullosos. Con los pelos de punta. Y allí me di cuenta que a mí también me invade la fiebre de los gritos. Que debo ser un friki más. ¡Viva el Cristo de la Buena Muerte!, ¡Viva su Santísima Madre!, ¡Viva la Legión!, ¡Viva España!. Y un abuelito, malagueño, con la lágrima apunto. Y yo, sentimentalón con estas cosas, también.

¡Hasta luego!

18.08.11

¿De dónde sale tanto friki?

Cuando Rouco recordó que nuestra historia, la de España, se une impepinablemente a la fe católica, se olvidó de la otra parte. El odio visceral y babeante hacia la Iglesia lleva tantos siglos inscrito (parcialmente) en nuestro ADN español, que ya atufa a rancio, viejo y casposo. Así que me dan absolutamente igual los “antis”. Que les den. Nada nuevo. No me importa ni su higiene, ni su número, ni sus ganas de llamar la atención. Lo que pasa estos días en Madrid va mucho más allá.

Sí me importan, obviamente, los de la mochila naranja. Y lo diré antes de echarlo, no soy el mejor cristiano, ni siquiera uno bueno. No soy un ejemplo, y sobre todo, no soy quién para juzgar. Pero esto va de sinceridad y de compartir lo que pienso. ¿De dónde co sale tanto friki?. Y dirán, friki tú, cabrón. Y será verdad. Pero esto no va de mí, sino de que estamos alejando la imagen del joven católico de la normalidad, y la estamos envolviendo de un genuino y particular folklore, digamos que peculiar.

Me cuesta, me cuesta, me cuesta, pero tengo que entender esto de los carismas. La gente puede vivir su fe bailando sardanas, el twist o un reaggeton, está perfecto. Pero insisto, me revienta esa imagen que estamos dando al televidente medio, y sobre todo, a los demás jóvenes de mi generación que miran esto desde fuera. Venimos labrando un estereotipo de joven católico coreógrafo, cantor y ridículo. Y no ridículo por casto y meapilas, ridículo al estilo fan de Lady Gaga a la puerta de un concierto.

Mis amigos, por ejemplo, que os aseguro que son gente sana y normal, ven al personal haciendo el gil por la tele, y deben pensar que soy un poco palurdo al venir aquí. Y no son del 15M ni anticlericales, son gente normal, con sus dudas de fe, con sus más y sus menos, y su menos práctica. No me lo dicen porque me quieren, pero no se les antoja bailar la macarena ni versionar los hits del verano con el nombre de un teólogo de 84 años. Normal.

¿Pero porqué gana de calle el carisma bailongo entre los millones de jóvenes católicos?. Los movimientos recientes de la Iglesia son los principales focos de movilización de juventud. Ya saben, Opus, Legionarios, Kikos y alguno más. Si algo tienen en común estos movimientos, es que se procura que sus jóvenes crezcan en círculos de amigos cerrados a su carisma y sus actividades, donde por cierto bailan mucho. Y hay que reconocer que tienen un gran éxito, y proliferan estupendas vocaciones y familias cristianas. Pero guste o no, hay un cierto alejamiento de la sociedad que acaba haciéndoles parecer extraños. Raritos. No normales.

Con todas estas inquietudes, salía hoy a pasear por el centro de Madrid y la realidad es muy positiva. Mientras por la tele da la sensación de que esto es una gran mitin de despistados y cantarines, la verdad es que predomina un gran ambiente. Muy normal. La gente se interrelaciona con los madrileños, y los madrileños con los peregrinos de una forma extraordinaria. La verdad es que la guía rebosa de planes excelentes y verlo de cerca es muy necesario para seguir creyendo que es posible. Que quizás, con un poco de ayuda, las armas para el futuro de los jóvenes católicos irán más allá del “oé, oé, oé…”

¡Hasta luego!

PD: en mi twitter @javiertebas, voy contando lo que veo.