InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: General

9.06.22

¿Dónde va el Sínodo sobre la Sinodalidad? (2)

En el anterior artículo de esta serie, hablamos acerca de un rasgo específico del Sínodo, que era, paradójicamente, la falta de especificidad. En un Sínodo sobre la Sinodalidad cabe todo, porque, pese a los esfuerzos de la propaganda piadosilla, nadie ignora que la sinodalidad es poco más que reuniones, más reuniones, confusión y lío. Todo ello, como ya dijimos, dando por supuesta la buena fe de tanta gente que pueda participar en las reuniones sinodales.

Hoy, en cambio, vamos a hablar de una característica de este Sínodo que, desgraciadamente, es común a los sínodos anteriores celebrados durante este pontificado (aunque desconocida anteriormente). Me refiero al hecho de que, en el Sínodo, se aceptan todas las “aportaciones”, incluidas las abiertamente heterodoxas.

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19.05.22

¿Existe Dios? Preparativos para el viaje

La tecnología, que tantas cosas buenas nos ofrece, tiene también peligros considerables. Uno de ellos es el de las prisas. Nos hemos acostumbrado a tenerlo todo inmediatamente, a la satisfacción inmediata, a no esperar. Sería muy difícil encontrar una costumbre más nociva para pensar en las cuestiones importantes, que exigen esfuerzo, concentración y contemplación tranquila. Antes de empezar a considerar la existencia de Dios, en vez de lanzarnos a decir lo primero que se nos ocurra, hay que pararse a pensar, porque, de otro modo, no diremos más que tonterías.

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2.05.22

Ateos, agnósticos y cameleopardos: empieza la aventura

Confieso que me fascinan los ateos y los agnósticos. Cuando hablo con ellos, me siento en presencia de seres fantásticos y maravillosos, como debían sentirse los antiguos cuando oían relatos de tierras lejanas en las que aparecían rinocerontes, hipopótamos o cameleopardos. Solo esos nombres griegos o latinos ya resultaban exóticos y evocadores y las descripciones de los viajeros debían de parecerles casi increíbles.

Lo mismo me sucede a mí al encontrarme con un ateo o un agnóstico, solo que con el asombro añadido de tener el prodigio ante mis propios ojos y estar escuchando sus extrañas palabras: un auténtico cameleopardo sentado tan campante en el asiento de al lado del metro o de visita en el salón de mi casa. Quizá a otras personas los ateos y agnósticos no les resulten sorprendentes debido a la fuerza de la costumbre, del mismo modo que, presumiblemente, a los indígenas de Kenia o Namibia los rinocerontes y otras bestias les parecerían lo más normal del mundo. A mí, sin embargo, siguen dejándome con la boca abierta.

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15.04.22

Cinco soles

Pies crucificadoHoy, Viernes Santo de la Pasión del Señor, sigo la tradición de traer al blog un soneto que ayude a contemplar este gran Misterio, con el que Dios hizo saltar por los aires todas nuestras ideas, expectativas y medidas. Qué cortas se quedan las palabras para hablar de ello. ¿Quién habría podido nunca imaginar algo así?

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9.04.22

Niño chico, milagro grande

Hace unos días mi hijo menor hizo su primera confesión, así que estuvimos hablándole sobre ese tema. Primero, para asegurarnos de que había entendido bien la mecánica, claro, y evitar que le contara al sacerdote los pecados de sus hermanos o algo así, pero ante todo para que comprendiera la importancia del sacramento, lo que era el perdón de los pecados y por qué se perdonaban, entre otras muchas cosas.

Mientras su madre y yo le estábamos explicando todo esto, pasó algo muy curioso: me quedé admirado de lo que decíamos. Ya sé que parece que no tiene sentido admirarse de algo que uno mismo está diciendo, pero el lenguaje sencillo que se usa con los niños tiene la virtud de ir al grano, a la realidad de las cosas, que es la que suscita la admiración.

El perdón de los pecados, como le decíamos a Tomás, es un milagro. Pero un milagro de los grandes, de los que quitan el hipo y son requetemilagrosos, no un milagrito como dar la vista a un ciego o convertir el agua en vino. A fin de cuentas, la medicina podría avanzar lo suficiente para curar a un ciego de nacimiento y en las viñas se convierte todos los años en vino el agua de la lluvia. En cambio, el perdón de los pecados es algo que está reservado únicamente a Dios.

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