Malditos objetores
Dos historias y una adenda.
Siglo II a.C. Antíoco de regreso a casa, con el rabo entre las piernas por su encontronazo con el cónsul romano Popilio, saquea cruelmente Jerusalén. Deja a Geronte, uno de sus generales, para obligar a los judíos a abandonar el culto de sus padres. Profana el templo consagrándolo a Zeus Olímpico
El Santuario estaba lleno de desenfrenos y orgías de los paganos que se entretenían con prostitutas, que hacían el amor con mujeres en los portales sagrados y que además llevaban allí cosas prohibidas.
Procura con su laicismo tolerante, extender derechos: que todos los judíos coman carne de cerdo. Van desfilando uno a uno ante el tribunal que certifica que se es un buen paganito. Le toca el turno a Eleazar, doctor de la ley y bastante mayor. Le abren la boca y le introducen carne del animal impuro.
Escupió lo que tenía en la boca, tal como deben hacerlo los que tienen la valentía de rechazar lo que está prohibido, antes de comérselo por apego a la vida.
Los que presidían esa comida ritual, prohibida por la ley, lo llamaron aparte, porque conocían a ese hombre desde hacía mucho tiempo. Lo invitaron a que simulara comer la carne ofrecida en sacrificio según la orden del rey, pero que en realidad fueran carnes autorizadas por la Ley y que él mismo hubiera preparado.
Al actuar así, y gracias a esa vieja amistad que los unía, se libraría de la muerte.
Respondió que mejor lo enviaran al lugar de los muertos, y añadió:
«A nuestra edad no es conveniente hacer tal cosa; muchos jóvenes podrían pensar que Eleazar, con sus noventa años, se dejó conquistar por los extranjeros.
Y así ellos se descarriarían junto conmigo debido a mi doble juego, en un momento en que me queda tan poco para vivir. De esa manera atraería sobre mi vejez la vergüenza y la deshonra.
Y si por ahora escapara al castigo de los hombres, no escaparé vivo o muerto de las manos del Todopoderoso.
Al abandonar ahora la vida valientemente, me mostraré digno de mi vejez, y dejaré a los jóvenes el noble ejemplo de una muerte voluntaria y generosa en defensa de las venerables y santas leyes». Y así hablando, caminó derecho al suplicio de la rueda.
Para los que lo llevaban, las palabras que acababa de pronunciar no eran más que locura, y la generosidad que hacía poco habían tenido con él se trocó en maldad.
El resto es conocido, su ejemplo es seguido por una madre con sus siete hijos. Y luego los Macabeos.
Avanzamos tres siglos. Año 64 d.C., Gran Incendio de Roma y comienza una pauta repetida exitosamente desde entonces: Nerón echa la culpa a los cristianos y ordena que sean alimento de las fieras. Entre ellos estaban un tal Pedro y un tal Pablo. Dicen las malas lenguas que Nerón decía, no es un incendio, es una «reacción química exotérmica de un combustible con un comburente en estos momentos especialmente intensa», pero seguro que no es más que un rumor. Hasta el siglo IV se suceden otras nueve grandes persecuciones —Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano— por un motivo más «prosaico»: resistirse a ser normal, a ser uno más del plural y políticamente correcto Olimpo. Esos cristianos eran unos intolerantes, con lo sencillo que era quemar un poco de incienso ante una estatua, o sacrificar un animalillo, aunque no se creyese en lo que se hacía.
Daba igual la condición, hombre, mujer, anciano, niño, legionario amante orgulloso del Imperio o esclavo. Reconocían la dignidad del Emperador, pero no le daban culto. No todos fueron mártires, los hubo que sucumbieron a los tormentos y cedieron, y también los hubo que cedieron directamente al ver el Edicto. Fueron los lapsi. De todos estos, que muchas veces arrepentidos dieron testimonio en la siguiente persecución, destacaban dos grupos especialmente repugnantes a sus hermanos:
- los traditori, que entregaron a las autoridades objetos sagrados o escrituras, o que delataron a otros cristianos
- y los libellaciti, que obtuvieron la papela —el libelo— de buen pagano, normalmente mediante soborno, así no tenían que apostatar y salvaban la cara y sobre todo la hacienda.
Hasta aquí mi homenaje a los primeros objetores, a veces ser leal con la propia conciencia, que se sabe juzgada por Dios, tiene estas cosas. No quiero desperdiciar tiempo identificando a los modernos «amigos» de Eleazar, a los traditori o a los libellaciti, creo que es fácil. Que después no vengan dando lecciones de solidaridad, preocupación por los demás, unidad de vida o dar la cara.
Hoy como ayer, un objetor ante una ley o situación injusta es una bofetada. Es un espejo que nos muestra a la vez cómo somos y cómo nos deberíamos ver. Lógico que muchos intenten ocultarlo, ridiculizarlo o atacarlo. Los listos y honrados, aunque no estén de acuerdo, suelen respetarlos.
Estos últimos días somos testigos de las dos posturas en el caso de la objeción a cursar EpC con el alcance actual. Una asignatura que incluye unos contenidos y un modo de evaluarlos que suponen un hurto al derecho universal de los padres para elegir la educación moral —y también política— de los hijos, y que en el caso de un cristiano no sólo es un derecho, es un deber del sacramento matrimonial como lo es la fidelidad al cónyuge.
No se pueden buscar componendas con la adaptación de los contenidos, se está luchando por la libertad, porque no se impongan —ni aunque fuesen el Catecismo, recordaba Martínez Camino—. Y la solución es sencilla, que se eliminen o se hagan optativos, dejen que los padres puedan elegir. ¿Por qué tanto miedo?
No objetan los obispos, ni lo centros. No pueden hacerlo, lo hacemos los padres, con responsabilidad. Todavía hay quien, con una casposa mentalidad clerical, cree que para que un cristiano ejerza sus derechos civiles necesita una tutela eclesiástica. Dicho esto, agradecemos el cuidado de nuestros pastores, que pese a lo que se está diciendo, es de apoyo expreso. Y respecto a los centros, pues decir que tienen la obligación de impartir la asignatura, pero también la de respetar el derecho de los padres a objetar. Es especialmente doloroso que se pueda objetar en un colegio público sin problemas —no podía ser de otra manera— y que los haya en uno de la FERE.
¿La objeción es la única alternativa? Pues sí y no. Desde el punto de vista del fuero interno, la objeción es una opción personal, y creo que es imprudente juzgar la conciencia ajena sin tener todos —o muchos— elementos. La ley ya está, ¿se pudo hacer más antes?, que cada palo aguante su vela. Respecto a los contenidos, que a mí no me gustan, y que en lo que se refieren al propósito ideológico y moral, son el fundamento de la violación de mi derecho como padre a elegir la formación de mis hijos, se pueden hacer más cosas. De hecho, alguien puede estar de acuerdo con los contenidos y también objetar (conozco a varios), porque nada impediría que estos cambien con otro gobierno. Caben muchas iniciativas, pero todas ellas, no solo compatibles y complementarias con la objeción, si no que se potencian con ella.
Me explico. Desde el punto de vista del fuero externo, mi objetivo es que los contenidos que no están de acuerdo a lo que quiero para mis hijos, o desaparezcan o sean optativos. Si consigo esto, la objeción deja de tener sentido, y el movimiento objetor habrá cosechado un éxito. Si se mantienen optativos, centraré mi acción en explicar, informar y compartir mis razones para hacer ver por qué pienso así, pero ese es otro tema.
Algunos comentan ahora que habrá modificaciones a la ley, y que eso es fruto de la política de cesión llevada a cabo por la FERE (aunque no en exclusiva). ¿Qué ha cambiado en la FERE para que se vuelva supuestamente a negociar? , si lo que se negoció era lo mejor —lo único, decían— posible, ¿por qué ahora se vuelve a hacerlo? Por el momento, esa supuesta negociación, no deja de ser un deseo, y que de producirse será fruto de los objetores.
Otros tenemos la certeza, que sin descartar el punto anterior, sea «justicia» la que obligue a modificar la ley, que muestre que esa asignatura es incompatible con los Derechos Humanos, y además, secundariamente, el sectarismo de esa operación de ingeniería social. Y ese camino, que ya está empezado, es imparable, es fruto de los objetores.
De ahí el miedo y rechazo que provocan. Puff, vaya rollo me ha salido, lo siento, como diría Mr. Jinks: ¡malditos objetores!
16 comentarios
Creo que os he contestado personalmente a casi todos. Si me he dejado a alguien (muy probablemente, érais tantos), pues también gracias y perdón. Como pudísteis oir, algo nerviosillo sí que estaba. Y el apoyo era necesario.
Excelente artículo, Juanjo. Por cierto, es el primero, de los publicados últimamente en RL, con el que estoy de acuerdo.
De todas formas, la "negociación" y posibles modificaciones en la Ley que cita no será la única victoria de los padres objetores. Ya tenemos otras victorias menos "vistosas": la cantidad de charlas informativas y lo que se ha escrito sobre ello, ha supuesto que muchos padres sean ahora más conscientes de sus derechos y de su responsabilidad en la formación moral de sus hijos, y que conozcan más profundamente temas como los límites del poder político, el laicismo, el relativismo moral, o la ideología de género.
Y, sobre todo, lo que han aprendido nuestros hijos con nuestro ejemplo.
Muchos padres han "salido del armario", otros han dedicado tiempo a fundamentar lo que piensan. Y lo que comentas del ejemplo es importante. Es un buen precedente para otras batallas.
Anda, si esta es la explicación de tu blog, Juanjo! Gracias!
estoy de acuerdo con blogall en que ya ha sido un éxito ayudar a ver a otros padres el atropello y por supuesto el ejemplo
Me parece absurdo que un programa de la COPE esté siendo dirigido por un señor que publica libros, y vierte opiniones en Libertad Digital y en otras páginas de internet atacando la doctrina católica y defendiendo la religión protestante. Es evidente que se aprovecha de la popularidad de la Cadena de José María García, Encarna Sánchez, Antonio Herrero y Federico Jiménez Losantos para hacer negocio y difundir la doctrina de la iglesia evangélica. Ese modesto regalo te lo metió en la boca para que lo masticaras.
Imaginemos que en un centro de enseñanza de titularidad católica nombran como director, jefe de estudios o tutor de quinto a un predicador protestante. Un colegio no concede la popularidad que una emisora de radio, pero supongamos que este predicador te llama como padre católico, que publica posts en internet, para entrevistarte ante padres y alumnos y rematar la faena regalándote ante todos un libro sobre sus creencias religiosas. ¿Encuentras aceptable la situación?
Porque como dice la cadena COPE, su origen y titularidad marcan su identidad y sus propósitos. Como cadena radiofónica surgida de las Iglesias diocesanas y de dos órdenes religiosas en España, y asumida después por su Conferencia Episcopal, la Cadena se considera a sí misma como confesionalmente católica y se sitúa, de partida, en el marco de los fines generales de la Iglesia y, más en concreto, de su presencia evangelizadora en el ámbito de la opinión pública.
El primero de sus objetivos es difundir la doctrina y actividades de la Iglesia Católica.
Yo considero normal que en sus programas intervengan o aun sean directores personas agnósticas o ateas, siempre que respeten la fe y la cultura católica de quienes crearon y dirigen la COPE, porque es una emisora comercial que busca la calidad de los profesionales. Ahora bien, que se le encomiende la misión de dirigir “La Linterna” a quien se pronuncia en noveluchas de letra grande, libros sobre Jesús o artículos en revistas e internet contra los dogmas católicos y llega a conceder a los protestantes superioridad moral sobre los católicos... es disparatado.
Aunque me puedo equivocar, pienso que la "Verdad", al menos, en parte, la compartimos con protestantes, judíos, ortodoxos, musulmanes, agnósticos, ateos... Y aunque no coincido con muchas de las cosas que dice César Vidal, no estoy en contra de que tenga un programa en la COPE.
Respeto mucho la opinión de mi tocayo, pero no la comparto. Prefiero unir y buscar puntos en común antes que dividir.
Lo deprimente de la situación es que después de tanto esfuerzo, después de que los niños objetores hayan tenido que pasar por salir del aula (con la vergüenza que les suponía, a los pobrecitos) para que les impartieran unas enseñanzas alternativas, después de las charlas y ponencias en las que se exponía lo pernicioso de esta imposición, después de las amenazas recibidas por muchos padres, después de los obstáculos y molestias sufridas, todo quede en una ADAPTACIÓN. Y que sea el propio centro el que se dirija a los padres de los alumnos objetores indicándoles que ya no es precisa la objeción, que sería una actitud “quijotesca”. El mismo centro que, en reuniones previas, alentaba a la objeción y a la lucha por la eliminación de la asignatura.
Lo siento, me parece poco, muy poco en comparación con el esfuerzo invertido y que no iba en esa dirección. Como siempre, nos conformamos y ¡así vamos!
¿noto un tonillo de resignación? Nada, mujer, que esta batalla la vamos a ganar. Ahora, eso sí, tenemos que aprender en manos de quién ponemos a nuestros hijos al llevarlos a centros concertados. Sus directores ejercitan el despotismo adaptado: "todo para los padres, pero sin contar con los padres".
Un padre objetor.
Tras la denegación de las medidas cautelares solicitadas consistentes en la eliminación de la asignatura por parte del TSJ Cataluña, se emitió auto mediante el cual se dejaba vía libre para la impartición de la asignatura adaptada al ideario del centro. Y así es.
Las objeciones han sido devueltas a los padres, respetando a aquéllos que quieran seguir manteniendo su postura, que ha sido O PELOTERO, menos una.
Y no es resignación, es……decepción.
podría contarte experiencias decepcionantes -ayer, sin ir más lejos- y no terminaríamos nunca ni haríamos ningún favor a la causa objetora (y te aseguro que me cuesta, que se me calienta la boca...). Yo estoy aprendiendo muchas cosas y, entre otras,
a) que la titularidad del centro no garantiza que se gestione bien
b) que hay muuuucha cobardía disfrazada (muy mal disfrazada) de "prudencia"
c) que la mala conciencia de algunos, encima, les mueve a criticarnos.
Un saludo y venga p'alante, Azahar!
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