5.09.18

Tenacidad a prueba de bombas: otra vez el congreso de la Juan XXIII

Soy de muy frágil condición y hay cosas a las que no puedo resistirme, por ejemplo, a un buen sándwich de Rodilla, una cerveza bien fría y comentar cada año algo del congreso de la Juan XXIII. Otras cosas cada vez me tientan menos.

El congreso viene a ser siempre lo mismo. Un grupo de gente mayor, cada vez menos y más, menos gente y más mayor, que se saben portadores de valores eternos -los extremos se tocan- y se sienten constituidos en la nueva profecía del futuro igualitario, solidario, proletario, trinitario y fuera del armario, en contraposición de todo lo que pudiera ser cavernario y tenebrario e incluso supernumerario. Esto es la base y la altura, la cotangente y la línea matriz del asunto.

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4.09.18

Fiestas de pueblo. No somos un mozo más

Ahora que ando como los almendreros, de fiesta en fiesta, me preguntan, me pregunto, cómo debe estar un sacerdote en las fiestas de sus pueblos. Oigan que no es ninguna tontería.

Los hay, los ha habido, partidarios de ser algo así “como un mozo más”, ya saben que en el pueblo mozo es todo aquel que no ha contraído matrimonio, aunque tenga sesenta años. Ser un mozo más significa que sí, que uno hace las funciones religiosas, pero luego está en todas partes por la cosa de ser uno más del pueblo: comidas, bebidas, copas, baile (aunque no baile, que a veces también), diversión hasta las horas que toque, participar como uno más en absolutamente todo.

Otros hay para los que las fiestas no son nada, salvo sus estrictas funciones religiosas. Compañeros sacerdotes que no quieren saber nada de actividades que no sean estrictamente litúrgicas, cuando no aprovechan para soltar una soflama contra los excesos de esos días.

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1.09.18

Me apuesto una de trufas de La Aguilera

Me apuesto un agua del Carmen y una caja de trufas de La Aguilera a que en la homilía de este domingo el último versículo de la segunda lectura va a ser la estrella. Sí, ese que dice: “La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo”.

Es una tentación demasiado grande sobre todo en estos tiempos en los que hablar de Dios nos resulta incómodo, mientras que lo de ayudar a los pobres es gratificante, agradecido y además suscita los aplausos del mundo.

Yo pienso enfocar la homilía de otra manera. Mi punto de partida va a ser otro: el corazón del hombre. Todos los grandes problemas del hombre, de la Iglesia y del mundo tiene su origen en un interior emponzoñado, y mientras no cambie el corazón, la podredumbre interior seguirá marcando nuestra vida.

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29.08.18

Reflexiones desde La Serna del Monte en estos días tristes

Ayer tarde acabamos con las fiestas de La Serna, o las fiestas de La Serna acabaron con nosotros. Cinco días de encuentro, amistad, alegría… y fe, que de eso hubo y mucho.

Lo estrictamente religioso, el culto, podemos decir que se concentró especialmente en sábado, domingo y martes. El sábado, misa de acción de gracias por el año pasado, el domingo misa de la Virgen del Socorro, seguida de la procesión con la Virgen y San Agustín por las calles de la localidad, y el martes, solemnidad de San Agustín, patrón de la localidad, misa a las 13 h. y procesión por la tarde, también con las dos imágenes.

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27.08.18

No podemos seguir así. Hagan algo, por favor

No podemos seguir así. Llevamos semanas, meses, con las supuestas miserias de la Iglesia abriendo no ya portales de información religiosa, sino informativos de radio y televisión y todo tipo de prensa. Es agotador. He perdido la cuenta de los días, las semanas.

En las últimas semanas, toda la movida de Chile con la dimisión en bloque de todo su episcopado. Malos olores desde Honduras. La fetidez de Pensilvania. Ahora los catorce folios de Viganó. La sensación que le llega al pueblo de Dios y a la sociedad en general es que estamos viviendo en una enorme cloaca. Se mire por donde se mire no hay otra.

No sé lo que hay de cierto o no en cada cosa, aunque me temo que lo hay. Si la carta de Viganó es cierta, y los hay que dicen que sí, estaríamos cimentando el gobierno de la Iglesia en la peor de las podredumbres. Y si no lo es, o exagera, el mismo arzobispo y los que lo apoyan serían unos personajes siniestros dispuestos a todo con tal de socavar al mismo pontífice. En cualquier caso, un horror, un sinsentido, algo insufrible que quizá a muchos deje indiferentes, pero que está siendo causa de dolor en la Iglesia.

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