La huelga y el cura del bate de beisbol
La huelga del sector minoritario de transportistas a la que estamos asistiendo nos retrotrae a tiempos que creíamos pasados en este país. Todavía recuerdo una escena “peculiar” en mis tiempos de alumno en el colegio que los Escolapios tienen en Getafe. Debido al cierre de Kelvinator los sindicatos habían convocado un paro general en toda la ciudad. Siendo Getafe una parte importantísima del cinturón rojo al sur de Madrid (hoy menos cinturón y menos rojo), el poder de movilización de los sindicatos era considerable. El caso es que también quisieron que parasen los colegios, pero la dirección del mío decidió que “naranjas de la China” y que permanecería abierto. Los padres que quisieran enviar a sus hijos a clase, lo podrían hacer…. al menos en teoría.
Por supuesto, aparecieron los piquetes “informativos". Pero hete aquí que a la puerta del colegio se encontraron con un cura más bien canijo, pero con una mala leche poco común, que además tenía entre sus manos un bate de beisbol. Era el padre Villar, al que yo tenía por profesor de Física en 6º de EGB. Por más años que pasen, y si el Señor no permite que enferme de Alzheimer o algo similar, no se me olvidará la imagen del cura con el bate de beisbol en la puerta de entrada al colegio. Obviamente ningún piquete se acercó a menos de 100 metros para convencer a los críos de que no debían de entrar, pero no quiero pensar lo que habría ocurrido si algunos exaltados hubieran optado por ir a por “el cura del bate".
Fue la primera vez que fui consciente de que la lucha sindical y política no era cosa baladí. Pero ya con mis doce o trece años entendí que no es lógico que el derecho a la huelga de unos vaya en contra del derecho a trabajar de otros. Ahora lo tengo mucho más claro. La huelga pierde toda su legitimidad cuando son obligados a secundarla aquellos que no quieren llevarla a cabo. Y cuando se usa la violencia para forzar el “éxito” de la misma, estamos ante una intolerable violación del orden público, que debe provocar la intervención contundente de todo gobierno que se precie de defender el bien común de la sociedad.
No sé qué habrá sido del padre Villar. Al año siguiente le trasladaron a otro colegio, no sé si por lo del bate de beisbol o por alguna otra razón. No recomendaría yo a ningún cura que hiciera lo mismo, pero aquello sirvió para concienciar a un pre-adolescente de que el derecho de los unos acaba donde empieza el derecho de los otros.