El ángel, la mujer y el hombre
El ángel, la mujer y el hombre
Corría el año 1 de la aparición del hombre sobre la tierra cuando el ángel Luzbel, caído porque su corazón se había ensoberbecido a causa de su hermosura (Ez 28,17) que le llevó a pretender tener su propio trono en el cielo (Is 14,13-14), tuvo a bien tentar a Eva, que habría ser madre de todos los hombres. Seducida por el ángel, Eva transgredió el único mandato que Dios había dado a esa primera pareja de seres creados a su imagen y semejanza. Adán cometió la necedad de hacer caso a su mujer, de tal forma que el pecado entró en el mundo (Rom 5,12). Mas Dios no podía permitir que todo quedara así y prometió un salvador que habría de nacer de la estirpe de Eva.
Corría el año 0 de nuestra era cuando el arcángel San Gabriel, que había permanecido fiel a Dios tras la caída de Luzbel, fue enviado por el Creador a visitar a la más bella de las criaturas que había creado: María. Esta vez el ángel no venía con un mensaje que animaba a rebelarse contra Dios. Muy al contrario, anunciaba que había llegado la hora de que naciera el nuevo Adán que habría de restaurar lo que el primero había desecho. Esta vez Eva no sería tomada de Adán sino Adán sería el que nacería de Eva (1ª Cor 11, 11). Y si el pecado se había enseñoreado de los primeros padres, su derrota estaba garantizada por la acción de los segundos. De la misma manera que Eva había sido creada sin pecado, quiso Dios preservar del mismo, desde su misma concepción, a la que habría de ser la segunda Eva. De lo contrario, Satanás habría tenido dominio sobre ella. No era posible que la Madre del Salvador, la que habría de dar a luz a la Luz, fuera por naturaleza hija de la ira y estuviera muerta espiritualmente a merced del príncipe de la potestad del aire (Ef 2,1-3).
La desobediencia de Adán y Eva trajo la muerte. La obediencia de Cristo y María trajo la vida. Mas no pensemos que les fue fácil obedecer. Cristo, siendo Dios, sudó sangre en el huerto de Getsemaní y pidió que pasara de Él ese cáliz. No en vano sabía lo que le esperaba pocas horas después. María, siendo criatura, tuvo su Getsemaní en el momento de la Anunciación. Siendo virgen, el quedarse embarazada suponía un verdadero peligro para ella, pues la Ley indicaba que las adúlteras habrían de morir por su pecado. Y la Virgen era consciente de que no sería fácil que José aceptara sin más su embarazo. Su Fiat al ángel precedió al "hágase tu voluntad y no la mía" de Cristo antes de la cruz. El Fiat de María introduce al Salvador en el mundo. El Fiat de Cristo nos consigue la salvación. Bendita la madre, bendito el Hijo.
Corre el año 2006 de nuestra era. En nuestros belenes vemos la estampa de la Madre junto al Hijo. Adán ha nacido de Eva para que los hijos de Adán y Eva seamos de nuevo hijos de Dios. ¿A qué esperamos para dar nuestro Fiat al Señor? ¿a qué esperamos para decir "hágase tu voluntad y no la mía"? Seamos pastores que van a adorar al Niño. Seamos reyes que le entreguemos el oro de una vida rendida a sus pies, el incienso de nuestra alabanza y la mirra de nuestro amor. Es Navidad. Es tiempo de alegría y celebración. Es tiempo de compromiso. Es tiempo de ser cristianos para mayor gloria de Dios.
Paz y bien
Luis Fernando Pérez Bustamante
6 comentarios
Que el Niño Dios reine en vuestros corazones, con su madre a su diestra.
Feliz Navidad.
Aprovecho para daros la dirección de mi blog,el cual espero de muchos frutos para la Iglesia del Señor.
Dios te guarde y te bendiga.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.