Dos opciones para un católico ante la visita de un Testigo de Jehová
¿Quién no ha recibido alguna vez la visita de una pareja de Testigos de Jehová con las revistas Atalaya y Despertad en la mano? Es de justicia reconocer que se toman en serio su tarea, siquiera sea porque la “evangelización” puerta por puerta es una de las exigencias que la Watchtower pide a sus fieles. Y, no lo olvidemos, su expansión por todo el mundo ha venido precisamente de ese afán proselitista y del toque apocalíptico que, sobre todo antes de sus falsas profecías de fin del mundo finalmente incumplidas, daban a su mensaje.
En cualquier caso, este post no va dirigido a analizar la labor de los TJs sino a dar mi parecer sobre lo que un católico de a pie practicante debe de hacer cuando llaman a su puerta una pareja de testigos. No voy a ser muy original. Sólo caben dos posibilidades:
1- Recibirles con amabilidad incluso dejándoles entrar para charlar un rato.
2- Darles el adiós con la misma amabilidad, dejando claro que no nos interesa lo que nos digan. En este caso suelen intentar que al menos nos quedemos con las revistas que nos ofrecen. La cosa tiene su importancia porque luego ellos tienen que dar informes de su labor “misionera” y en ellos es importante el número de revistas que han colocado.
Mi recomendación es que, a menos que se tenga una cierta formación doctrinal, con un buen conocimiento de las Escrituras y el Catecismo, se opte por la opción 2. En la segunda, y brevísima, epístola de San Juan hay unos versículos -9 al 11- muy oportunos para justificar, incluso ante los propios TJs, esa negativa a recibirles:
“Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras".
Con esa simple cita matamos dos pájaros de un tiro. Sirve para afirmar la divinidad de Cristo, pues se identifica el no tener a Dios con no tener al Padre y al Hijo, y sirve para que vean que las razones que tenemos para no dejarles entrar son al menos tan “bíblicas” como las que ellos tienen para querer hacerlo.
Si se opta por entablar conversación con ellos, hay que hacerse a la idea de que se está ante personas que aunque parecen tener mucho conocimiento de la Escritura, por lo general están limitados a la repetición de una serie de versículos concretos que parecen apoyar sus tesis. Y para colmo, sus Biblias están manipuladas, aunque siempre argumentarán que otras versiones traducen de la misma manera que ellos sus versículos “polémicos". A pesar de ello, incluso con la Biblia de un TJ se le puede demostrar la falsedad de sus doctrinas. Pero para tal cosa hay que saber hacerlo y dudo mucho que la mayoría de los católicos sepa andar por esa vereda.
Mi experiencia con los TJs ha sido siempre de lo más interesante. Sé de sobra que algunos regresaron a casa no tanto para “convencerme” sino para oír una defensa bíblica de la Trinidad o de las doctrinas que nos diferencian de ellos. La razón es que en España no se suelen encontrar con católicos que debatan con ellos Biblia en mano. Aunque no sé todavía de ninguno que haya dejado de ser TJ tras debatir conmigo, tengo la absoluta seguridad de que en al menos dos de ellos quedó sembrada la semilla de la fe católica. Si luego fructifica o no, ya no depende de mí. Si la apologética no va acompañada de oración, el resultado no puede ser muy bueno. Es por ello que no debemos de olvidar que cuando estamos ante un TJ, no nos hayamos delante de una persona a la que Dios le tenga sin cuidado. Muy al contrario, son personas por lo general profundamente religiosas. Equivocadamente, pero religiosas. Debemos buscar la salvación de sus almas por medio de la predicación del evangelio conforme a la fe de la Iglesia. El que se crea capacitado para ello, adelante. El que no sepa o no pueda, que cierre la puerta.
Luis Fernando Pérez Bustamante