Como niño destetado está mi alma
Salmo 130
Señor, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron. Ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí.
En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre. Como un niño destetado está mi alma.
Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre.
Señor, hago mío ese salmo. Mas no como una afirmación sino como una oración, una confesión y un propósito de enmienda. Pues bien sabes que en mi corazón ha anidado a veces el orgullo. Bien sabes que mis ojos han mirado por encima del hombro a quienes deberían haber encontrado en mi mirada el reflejo de tu amor misericordioso. Bien sabes que he corrido por caminos que no has dispuesto todavía para mí. Bien sabes que demasiadas veces he hablado y escrito sobre lo que apenas sé.
Tú, que nos dijiste que "si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos", pon tu mano en mi boca y hazme callar. Aquieta mi alma y adormece mi espíritu. Que vuelva a ser como cuando era niño, cuando todo lo que sabía era que tú existías y me amabas.
Anhelo ese gran silencio en el que sólo se oye el clamor del alma que calladamente te adora. Concédeme reposar siquiera unas horas en el oasis de tu presencia, verdadera fuente de vida en medio de este desierto de preocupaciones, discusiones, afanes y temores. Que tu Espíritu Santo sea brisa fresca que refresque mi rostro, cuarteado por el viento abrasador de ese Sinaí por el que voy dando tumbos, pues no me atrevo a entrar en la tierra donde mana la leche y la miel de la santidad. Tú ya sabes que hasta ahora no he sido como Josué ni Caleb, valientes en medio de un pueblo cobarde, así que ¿me ayudarás a ser como ellos?
Hale, ya me callo.
Luis Fernando