¿Cuántos de vosotros sabíais que San Josemaría era profeta además de santo? (II)


Seguimos paladeando la primera campanada de San José María Escrivá de Balaguer, profeta. Recordad. Lo que importa de este post es lo que él dijo, no lo que yo comento:

Considerad, hijos míos, que la lucha interior no es una simple ascesis de rigor humano. Es la consecuencia lógica de la verdad que Dios nos ha revelado acerca de Él mismo, acerca de nuestra condición y acerca de nuestra misión en la tierra. Sin esa batalla interior, sin participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro

Muchos hemos querido, o queremos, el gozo del evangelio sin cruz. Muchos queremos la resurrección sin el Calvario, sin la angustia del huerto de Getsemaní. Pero ya dijo Cristo que “el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mt 10,38) y “no es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20).

Quizá por esto participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro. Quizá por esto contemplamos una dolorosa desbandada: muchos pretenden componer una vida según las categorías mundanas, con el seguimiento de Jesucristo sin Cruz y sin dolor

Ay de los que quieren aguar el evangelio, presentándolo como una donación de perdón sin arrepentimiento, como un camino de rosas sin espinas, como una santidad sin santificación y transformación del alma, que pasa de estar presa del pecado a la libertad gloriosa de la gracia en la que viven los verdaderos hijos de Dios.

La lucha interior —en lo poco de cada día— es asiento firme que nos prepara para esta otra vertiente del combate cristiano, que implica el cumplimiento en la tierra del mandato divino de ir y enseñar su verdad a todas las gentes y bautizarlas (cfr. Matth.XXVIII, 19), con el único bautismo en el que se nos confiere la nueva vida de hijos de Dios por la gracia.

Yerran todos aquellos que piensan que pueden combatir la batalla de la fe sin haber forjado el alma en el crisol de la voluntad de Dios. No basta con conocer la sana doctrina. Hay que ser santos, cada uno en la medida que Dios le da.

Mi dolor es que esta lucha en estos años se hace más dura, precisamente por la confusión y por el deslizamiento que se tolera dentro de la Iglesia, al haberse cedido ante planteamientos y actitudes incompatibles con la enseñanza que ha predicado Jesucristo, y que la Iglesia ha custodiado durante siglos. 

¿Qué no diría San Josemaría hoy, cuando vemos como se atenta contra la doctrina católica que emana de las palabras de Cristo y los apóstoles, y que ha sido mantenida por Papas y concilios acerca del matrimonio, la eucaristía y la confesión? ¿qué no diría si además eso se pretende hacer en nombre de una misericordia engañosa, hecha a imagen y semejante de los deseos tanto del mundo como de los cristianos mundanos? Esa tolerancia de la que habló el santo y profeta, ¿dejó de darse en los últimos 40 años? ¿Tenemos que dar una lista de los herejes que se han mantenido dentro de la Iglesia, difundiendo su veneno, con apenas alguna censura eclesiástica menor? ¿hablamos de la tolerancia con determinados pecados, que han causado tal escándalo que ha habido que recurir, tarde, al principio de “tolerancia cero"? ¿acaso creemos que son menos graves los pecados contra la fe, contra la doctrina que hemos heredado de nuestros padres, de santos, doctores, padres de la Iglesia y papas? ¿Piensa alguien que Dios no castigará, de hecho castiga, a su Iglesia ante tanta dejación irresponsable de su ministerio?

Éste, hijos míos, es el gran dolor de vuestro Padre. Éste, el peso del que yo deseo que todos participéis, como hijos de Dios que sois. Resulta muy cómodo —y muy cobarde— ausentarse, callarse, diluidos en una ambigua actitud, alimentada por silencios culpables, para no complicarse la vida. Estos momentos son ocasión de urgente santidad, llamada al humilde heroísmo para perseverar en la buena doctrina, conscientes de nuestra responsabilidad de ser sal y luz.

¿Y todavía acusarán de fariseos, fundamentalistas y malos cristianos a los que se niegan a ser cobardes y combaten la buena batalla de la fe? ¿habrán de permanecer de brazos cruzados mientras los nuevos cambistas del Templo venden nuestra fe al mundo a cambio de recibir aplausos y vítores? Hay una riqueza mundana que no consiste en el dinero que viene de la corrupción, sino reconocimiento, fama y apoyo por parte de los que viven sometidos al príncipe de este mundo, al príncipe de la potestad del aire. 

Considerad que hay muy pocas voces que se alcen con valentía, para frenar esta disgregación. Se habla de unidad y se deja que los lobos dispersen el rebaño.

Como predicó el Cardenal Ratzinger en la Misa pro eligendo pontífice previa al cónclave en el que le eligieron Papa “¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro“. ¿Alguien puede dudar que esa pequeña barca sigue siendo hoy zarandeada? Sí, se alzan las voces de algunos cardenales y obispos, de unos cuantos sacerdotes y de algún que otro laico, pero tal parece que hay mucha más complaciencia con los lobos que energía para combatirles.

… se habla de espiritualizar la vida cristiana y se permite desacralizar el culto y la administración de los Sacramentos, sin que ninguna autoridad corte firmemente los abusos - a veces auténticos sacrilegios- en materia litúrgica; se habla de respetar la dignidad de la persona humana, y se discrimina a los fieles, con criterios utilizados para las divisiones políticas.

¿Estarán muy lejos de la verdad los que piensen que esa palabras describen no solo la realidad del tiempo en que fueron escritas sino lo que tenemos delante de nuestros ojos hoy en día?

No se puede imponer por la fuerza la verdad de Cristo, pero tampoco podemos permitir que, con la violencia de los hechos, nos dominen como ciertos y justos, criterios que son una patente deserción del mensaje de Jesucristo: esta violencia se comete por algunos, impunemente, dentro de la Iglesia. Sería una deslealtad y una falta de fraternidad con el pueblo fiel, no resistir al presuntuoso orgullo de unos pocos que han maleado ya a tantos, sobre todo en el ambiente eclesiástico y religioso.

No es que nosotros no podamos permitir la deserción del mensaje de Cristo, que también. Es que Dios mismo no permitirá que se pisotee la fe de su Iglesia. Y tiene muchas maneras de impedirlo. Bien harán algunos en no “probarle” para ver lo que puede o no puede hacer.

Comprended que no exagero. Pensad en la violencia que sufren los niños: desde negarles o retrasarles el bautismo arbitrariamente, hasta ofrecerles como pan del alma catecismos llenos de herejías o de diabólicas omisiones; o en la que se actúa con la juventud, cuando —¡para atraerla!— se presentan principios morales equivocados, que destrozan las conciencias y pudren las costumbres

No, no exagera el santo y profeta. 

Resistir, a esta campaña continuada y nefanda, forma parte de nuestro deber de luchar por ser fieles. Es una obligación de conciencia, ante Dios y ante tantísimas almas. Pensad que abunda una muchedumbre silenciosa, por amor a la Iglesia, que no protesta, que no habla a grandes voces, que no organiza manifestaciones tumultuosas. Pero que sufre por la buena causa y que, con confianza en la Providencia, espera, pasmada y muda, orando sin cesar y sin ruido de palabras, para que la Iglesia de Dios recobre su autenticidad. 

La muchedumbre silenciosa que no protestaba hace 40 años quizás ya no es tanta, pero ya empieza a protestar. 

Los herejes lo saben: así se explica que ni siquiera se ha intentado demostrar que los católicos desean esos cambios, que están variando el rostro de la Esposa de Cristo. 

Bien, hoy ya no disimulan. Dicen claramente que desean esos cambios.

Ni existe ninguno capaz de confundir al pueblo fiel con la algarabía de los tumultuosos conventículos revolucionarios, patrocinadores de radicales modificaciones deformadoras e innecesarias, peligrosas e impías, que conducen sólo a rebajar la espiritualidad de la Iglesia, a despreciar los Sacramentos, a enturbiar la fe, cuando no a arrancarla de cuajo.

Efectivamente, al pueblo fiel no lo engañan. Pero, ¿cuánto pueblo fiel queda tras décadas de secularización interna?

Nos sentimos obligados a resistir a estos nuevos modernistas —progresistas se llaman ellos mismos, cuando de hecho son retrógrados, porque tratan de resucitar las herejías de los tiempos pasados—, que ponen todo en discusión, desde el punto de vista exegético, histórico, dogmático, defendiendo opiniones erróneas que tocan las verdades fundamentales de la fe, sin que nadie con autoridad pública pare y condene reciamente sus propagandas

El santo y profeta habla de condena recia de los herejes resucitadores de herejías antiguas. No de habla de buenas palabras, de buen rollo, de llamada al diálogo. Cuando se envenena al pueblo de Dios, el diálogo es complicidad con los criminales que introducen ese veneno en los pastos que come el rebaño de Cristo.

Y si algún pastor habla decididamente, se encuentra con la sorpresa -amarga sorpresa- de no ser suficientemente apoyado por quienes deberían sostenerlo: y esto provoca la indecisión, la tendencia a no comprometerse con determinaciones claras y sin equívocos.

En España conocemos unos cuantos de esos pastores que no callan. No son muchos, ciertamente. Pero se cumple en ellos lo que dijo San Josémaría. No reciben el suficiente apoyo. Al contrario, son objeto de campañas de calumnias y difamaciones por parte de medios de comunicación, cuyos responsables luego reciben el abrazo cariñoso y público de algunos colegas de episcopado. Así están las cosas. Así las contamos.

Parece como si algunos se empeñaran en no recordar que, a lo largo de toda la historia, los que guían el rebaño han tenido que asumir la defensa de la fe con entereza, pensando en el juicio de Dios y en el bien de las almas, y no en el halago de los hombres. No faltaría hoy quien tachara a San Pablo de extremista cuando decía a Tito cómo debería tratar a los que pervertían la verdad cristiana con falsad doctrinas: increpa illos dure, ut sani sint in fide (Tit. I, 13); repréndelos con dureza —le escribía el Apóstol—, para que se mantengan sanos en la fe. Es de justicia y de caridad, obrar así.

¡Amén!

Cada uno de nosotros ha de ser quasi lucerna lucens in caliginoso loco, como un farol encendido, lleno de la luz de Dios, en esas tinieblas que nos rodean. Agradezcamos con obras nuestra vocación de cristianos corrientes, pero con la luz de Dios dentro, para derrocharla y señalar el camino del Cielo. En todo nuestro apostolado, asume importancia primordial la tarea catequística, a todos los niveles. Ésta es la mejor defensa, ante la labor destructora de tantos: es el mejor modo de resistir, a la disolución que están sembrando.

Catequesis, difusión de la sana doctrina a todos los niveles. Esa es nuestra tarea.

No podemos dormirnos, ni tomarnos vacaciones, porque el diablo no tiene vacaciones nunca y ahora se demuestra bien activo. Satanás sigue su triste labor, incansable, induciendo al mal e invadiendo el mundo de indiferencia: de manera que muchas gentes que hubieran reaccionado, ya no reaccionan, se encogen de hombros o ni siquiera perciben la gravedad de la situación; poco a poco, se han ido acostumbrando.

¿Cuántos no se han acostumbrado a homilías penosas, a Misas con escándalos litúrgicos, a que sus hijos vengan de catequesis o clase de religión contando que les han enseñado barbaridades?

Tened presente que en los momentos de crisis profundas en la historia de la Iglesia, no han sido nunca muchos los que, permaneciendo fieles, han reunido además la preparación espiritual y doctrinal suficiente, los resortes morales e intelectuales, para oponer una decidida resistencia a los agentes de la maldad.

Señor, envía obreros, santos, a tu mies.

Pero esos pocos han colmado de luz, de nuevo, la Iglesia y el mundo. Hijos míos, sintamos el deber de ser leales a cuanto hemos recibido de Dios, para transmitirlo con fidelidad. No podemos, no queremos capitular.

Y, por gracia de Dios, no capitularemos.

No os dejéis arrastrar por el ambiente. Llevad vosotros el ambiente de Cristo a todos los lugares. Preocupaos de marcar la huella de Dios, con caridad, con cariño, con claridad de doctrina, en todas las criaturas que se crucen en vuestro camino. No permitáis que el espejismo de la novedad arranque, de vuestra alma, la piedad. La verdad de Dios es eternamente joven y nueva, Cristo no queda jamás anticuado: Iesus Christus heri et hodie, ipse et in saecula (Hebr. XIII, 8).

Por tanto: no os dejéis descaminar por doctrinas diversas y extrañas; lo que importa sobre todo es fortalecer el corazón con la gracia de Jesucristo (Hebr. XIII, 9).

Aunque no seamos miembros del Opus Dei, obedezcamos al mandato del santo y profeta.

Leales, aunque veamos a nuestro alrededor tanta gente que se tambalea, que vacila. Recordad la respuesta de Matatías a la intimación de prevaricar, cuando muchos de Israel se acomodaron a ese culto, sacrificando a los idolos (I Mac. I, 45), y a él y a sus hijos les ofrecían —a cambio de la infidelidad— toda clase de riquezas y de bienestar (hoy ofrecerían, además, una imagen simpática y atractiva, presentándolos quizá a la opinión pública como valientes profetas de nuevos tiempos): aunque todas las naciones que forman el imperio abandonen el culto de sus padres y se sometan a vuestros mandatos, yo y mis hijos y mis hermanos viviremos en la alianza de nuestros padres. Líbrenos Dios de abandonar la Ley y sus preceptos. No escucharemos las órdenes del rey para salirnos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda (I Mac. II, 19-22).

El profeta hablando de los falsos profetas de nuestro tiempo. Los hijos de Dios que andan en santidad saben discernir quién es el verdadero, que recibe el rechazo del mundo, y cuál el falso, que suele ser agasajado por la opinión pública.

Por los méritos infinitos de Jesucristo, con la intercesión de Santa María -Madre de Dios y Madre nuestra-, confiando en el amor de Dios Padre y en la gracia del Espíritu Santo, repetiremos aquella oración tradicional de la liturgia: ut inimicos Sanctae Ecclesiae humiliare digneris, te rogamus, audi nos!

Amén.

¡Santidad o muerte!

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pérez Bustamante

20 comentarios

  
voy
Y ¿ por qué, hoy, nuestros Pastores no hablan así de claro ?. Lees todo lo que aquí está y a uno le pica, le escuece el alma. Pero escuchas demasiadas homilías, y otros escritos pastorales y me quedo tan frío. Ni chicha ni limoná.
19/12/14 4:11 PM
  
Anibal
Aqui en Chile tenemos varios falsos profetas, pero hay uno que es el jefe, por decir un nombre a quien tiene más notoriedad: el cura Felipe Berrios. Hasta para algunos es un santo en vida. No desaprovecha ninguna oportunidad para atacar -más que criticar- con fuertes palabras a quienes tienen un pensamiento diferente a él en la Iglesia. Es un nuevo inquisidor, y no duda en tachar con fuertes epítetos al que piensa distinto. Claro, todo el que no comulgue con su pensamiento progre herético es lo peor. Incluso le dio una tarea a los medios (todos afines a él): encontrar a él o las personas que lo habían denunciado a él y otros discipulos a Roma.
¿Para qué? para recibir el castigo mediático del populacho en las redes antisociales. Una nueva inquisición moderna patrocinada por el cura tolerante y amante de las libertades...jajaja. Cómo se contradice.

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LF:
Es una lástima que no me encuentre entre los que le denunciaron oficialmente a Roma. Pero me sumo a esa denuncia. Se lo pueden decir claramente a ese traidor del carisma de San Ignacio. El director de InfoCatólica se suma con alegría a la denuncia que le hicieron. Con nombres y apellidos.
19/12/14 4:21 PM
  
Joaquín Simó Caballer
Gran labor haces Luis Fernando. Eres un tipo duro y arreas bien. Pero te sigo y la verdad, eres un crack en la defensa de la verdad y la fe. Y sí, las Campanadas es profecía pura y exacta. Supongo que cada día tienes más claro el tiempo que nos ha tocado vivir, dentro de un contexto claramente escatológico y sublime. Dios te conserve la lucidez y la precisión.
Un servidor.
19/12/14 4:44 PM
  
Luis E
Gracias por dar a conocer las campanadas, al menos yo no tenía idea su existencia.

Por otro lado es bastante mejor leer a San José María que a ti.

Saludos.

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LF:
Podría poner el texto del santo oscense sin más, pero ya aviso que lo que yo escribo vale nada a su lado.
19/12/14 7:39 PM
  
francisco
De las cartas conocidas como "las tres campanadas". yo solo he conseguido leer dos y han sido para mi una autentica manifestación de un autentico hombre de Dios, hombre de fe, que ha aclarado mis dudas sobre como enfrentarse a nuestro tiempo.

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LF:
Creo que solo se escribieron dos.
19/12/14 7:43 PM
  
jfp
Estimado LF,

Estoy de acuerdo con las palabras del San Jose María, pero veo en tu mensaje en vez de la esperanza del Sinodo un mensaje un poco apocalíptico, dejemos que ilumine el Espiritu Santo a los padre conciliares para que como dice San Jose María no se presenten principios morales equivocados, pero si dejemos florecer y evolucionar aquellos principios que la hacen más rica.

Recemos por el Santo Padre

Saludos,

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LF:
¿Esperanza del Sínodo tras lo que hemos visto en octubre?
Demasiado poco digo. Demasiado poco.

Pero sí, tengo esperanza en que el Señor intervendrá a su debido tiempo.
19/12/14 8:12 PM
  
Martina
Leo todas las homilias del Papa de la misa diaria que celebra en Santa Marta. En ellas todo lo que dice es de Dios cien por cien. Alguna basada en la lectura del Antiguo Testamento, como el Libro de Samuel, que palabra por palabra no tiene desperdicio. Para quienes dicen que Francisco no habla explicando las cosas ahí tienen lo que siente, lo que cree, lo que nos transmite de parte de Dios. Claro, clarísimo, auténtico, magistral... El que tenga oídos para oír que oiga, porque se entiende todo la mar de bien.
Habla de la Madre Iglesia estéril porque en lugar de ser madre es empresaria. Habla de que queremos seguir las modas en lugar de nuestra fe, de como queremos tener un rey como los otros pueblos cuando ya tenemos a Dios por Rey. Que tratamos conocer por nosotros mismos del bien y del mal sin contar con El...
Leer las homilias del Papa, se entiende clarísimo que piensa y que quiere para la Iglesia, por que esta llevando el Sínodo de esta manera, como piensa, dice que ante los problemas actuales que se plantean, si no somos capaces de resolverlos por fidelidad a su palabra, Dios actuará para sacarnos del atolladero como siempre ha hecho, habiéndonos probado primero para que conozcamos y aprendamos...
Este Papa es el que necesitamos aquí y ahora, de corazón doy gracias a Dios.

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LF:
Yo también me leo casi las homilías del Papa en Santa Marta. El problema es que, a lo que se ve, no todo el mundo ve tan claro como usted lo que dice en las mismas. Y es por ello que recibo todo tipo de emails, mensajes por Twitter y privado de Facebook quejándose y/o preguntándome qué pienso de tal o cual homilía. Y eso me llega de seglares, religiosos -pocos-, sacerdotes... Últimamente les digo a casi todos que no soy quién para andar interpretando lo que el Santo Padre dice o deja de decir.

Y sí, este Papa es el que le corresponde a la Iglesia en estos momentos concretos de la historia, tras los papados del Beato Pablo VI, Juan Pablo I -qué poquito duró-, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sin la menor duda Dios quiere decirnos muchas cosas por medio del pontificado del papa Francisco. De hecho, ya nos las está diciendo. Y lo que queda... que solo el Señor lo sabe.

En todo caso, el post va sobre la primera campanada de San Josemaría, no sobre el papa Francisco.

19/12/14 9:29 PM
  
Victor Somovilla
Saludos LF, impresionante. Perseveremos en buscar la santidad y recemos por la santidad del projimo ojala la alcancemos por que entonces la critica a los desvios tendra una autoridad moral al menos parecida a la del gran santo aragones.
19/12/14 10:54 PM
  
Rexjhs
Aunque ya las conocía, recordar las palabras de San José María, claras como el agua, proféticas y santas como el alma vieja y católica de España, me ha conmovido hasta las lágrimas. ¡Qué Dios te bendiga, Luis Fernando, que valor no te ha de faltar para la batalla escatológica que viene, pues llevas dos nombres de santos reyes, primos hermanos, uno hijo de madre española, y el otro español!

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LF:
Mis santos son San Luis Gonzaga -una perla preciosa de Dios- y San Fernando, Rey de Castilla, padre de Alfonso X el Sabio, que acabó su vida con estas palabras:
Señor: me diste reino que no tenía, y honra y poder que no merecí; dísteme vida, ésta no durable, cuanto fue tu voluntad. Señor, gracias te doy y te devuelvo el reino que me diste con aquel provecho que yo pude alcanzar y ofrézcote mi alma

Pero vamos, con sumo gusto desearía que hoy tuviéramos gobernantes como San Luis, Rey de Francia, un rey que hacía honor al nombre de cristiano.
19/12/14 11:03 PM
  
Damián
Ahora mismo llego de presenciar el espectáculo desolador de unas absoluciones colectivas. Ante tal abuso he reaccionado y he dicho al sacerdote, delante de la asamblea, que aquello es un engaño (tampoco he armao un pollo, ni he faltado el respeto a nadie, pero sí, lo he dicho, en pie, con voz alta y clara) Espero la "llamada de arriba" por falta de consideración, y tacto, y caridad, y bla bla bla. Pero, con todo, me alegro de sufrir la fe católica. Estoy vivo para Dios y para los hermanos. Un milagro inmerecido.

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LF:
¿Y qué ha dicho ese farsante de sacerdote?
Si llega la llamada de arriba, viene aquí y me dice la diócesis, que ya le llamaremos lo que tenemos que llamar al obispo que permite eso y arremete contra quien se opone a ello.
19/12/14 11:57 PM
  
Falstaff
"Estoy de acuerdo con las palabras del San Jose María, pero veo en tu mensaje en vez de la esperanza del Sinodo un mensaje un poco apocalíptico" (jfp)

Bueno, es que últimamente en algunos sitios andan en zig zag. Tan pronto sugieren ciertos reproches a ciertas autoridades, como condenan al infierno esas mismas reproches que dichos sitios no quieren hacer explícitamente. Andan entre la esperanza en una Iglesia que se muestra viva en sus príncipes -cosa poco habitual en el último siglo y pico- y el catastrofismo ante la vaga y errónea idea de que la autoridad acaba en la jerarquía terrenal, cuando no olvidemos que es delegada de la celestial.

Mi opinión personal, que no vale un comino porque para eso es personal, es que no debemos perder la esperanza en el triunfo del Inmaculado Corazón de María. Y en que los quiebros que la Providencia puede deparar sorprenden al más pintado, sea quien sea y ocupe el lugar que ocupe el más pintado. Lo que podemos ofrecer es, nada más y nada menos, que simple Confianza y oración, con la mayor sencillez de corazón que nos sea posible.
20/12/14 12:40 AM
  
Jordi
Las Tres Campanadas también pueden compaginarse con diversas profecías desde la que Juan Pablo II llamó la Reina de las profecías, La Salette.

A estas campanadas podrían complementarse los sueños de San Juan Bosco, en especial, las dos columnas con la Eucaristía y María.
20/12/14 1:14 AM
  
Antonio M.R.
Hay un Sacerdote, que después del Sinodo dijo que preferia morir antes que ver a la Iglesia dividida, ese Sacerdote era un campeon de la caridad, y un campeon de la Ortodoxia, murio poco después de decir esas palabras, ese Sacerdote era Don Miguel Conesa, un Santo de nuestro tiempo, que cada cual interprete sus palabras y lo que ocurrio justo despues como quiera.
20/12/14 1:30 AM
  
Luis Fernando
El tema del post no es ni el Papa ni sus homilías en Santa Marta. No más comentarios sobre ese asunto.
20/12/14 1:50 AM
  
Martina
Luis Fernando, esto que has puesto en un comentario anterior :

¿Esperanza del Sínodo tras lo que hemos visto en Octubre?
Demasiado poco digo. Demasiado poco.

Es lo que da motivo para decirte que lo que dicen los santos es de tener en cuenta, pero que mas importante es lo que nos enseña la Biblia, y el Papa predica muy bien sobre las Escrituras que corresponden a la misa diaria.
Por favor, no te molestes conmigo por esto. Me agradas como cristiano y al notar tu preocupación por lo que sucede en la iglesia quisiera acompañarte y decirte que además de venerar buenos ejemplos nos ayuda mucho conocer mejor lo que nos dice el Nuevo Testamento y el Viejo sobre lo que tenemos que hacer como pueblo de Dios. Hay matices muy importantes que se nos escapan a muchos buenos católicos.
Un abrazo y no insistiré mas. Os leeré en silencio,




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LF:
No, no me molesto contigo. No te preocupes. Me limito a decirte que hay multitud de católicos -seglares, sacerdotes e incluso obispos (que mayormente callan)- que no están de acuerdo con tu valoración sobre lo que predica el Papa. Eso es una realidad. Yo hace tiempo que decidí no leerme los resúmenes de sus homilías en Santa Marta -salvo cuando no me queda más remedio para hacer una noticia-, así que no opino. Pero insisto, no es ese el tema del post.

Respecto a lo que enseña la Biblia, la Iglesia lleva algo así como medio siglo desobedeciendo explícitamente a lo que, en el Nuevo Testamento, ordenaron los apóstoles que había que hacer respecto a los que se separan de la sana doctrina y llevan a otros por el camino de perdición. Toca ya que Dios haga recoger a la Iglesia la cosecha de tanta necedad pastoral. Y a fe que la vamos a recoger. Vamos a ver cosas muy duras en los próximos meses.

20/12/14 3:29 AM
  
Yo2
Muy buenas, alguien sabe algo sobre las profecias de las tres mareas de San Jose María?
Si no recuerdo mal la primera era roja, la segunda verde y la tercera negra...
Un saludo en la fe

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LF:
No eran mareas, eran olas. La roja era el comunismo, la verde el hedonismo y la negra la confusión doctrinal.
20/12/14 3:44 AM
  
Jesús Javier
Sin saberlo me crié eclesialmente hablando en un ambiente progresista . Por pura misericordia de Dios,vida interior y unos pocos buenos sacerdotes,fui despertando. Todos estos lobos vienen disfrazados de oveja o de buenos pastores. Nunca lo olvidéis, ningún lobo de verdad dice ¡¡Soy el lobo!! Se aprovechan de nuestra fe ciega en que por ser Iglesia van a decirnos la verdad. Y lógicamente dan la de cal y la de arena, así confunden mejor. En cambio quien te presenta la verdad lo hace claro y siempre lo ves en la misma línea.

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LF:
Bendito sea Dios, que te abrió los ojos.
20/12/14 8:56 AM
  
Blas de Murcia
Luis Fernando: He leído en algún comentario a alguien preguntar por la tercera campanada, yo la tengo en casa, Ediciones Rambla Media
20/12/14 11:55 AM
  
Ricardo de Argentina
La canonización de San Josemaría ha sido, por lo que veo, una verdadera bendición para la Iglesia. Porque estas profecías no tendrían la fuerza que tienen si quien las dijo no hubiese sido proclamado santo.

Ahora bien, parecería haber cierta contradicción entre el hecho de que la Iglesia eleve a los altares a este santazo, y no proceda a remediar los males que él tan certeramente denuncia.
Porque el poder que se requiere para ambos actos es exactamente el mismo, conferido por Dios.
Un misterio, ciertamente.
20/12/14 1:24 PM
  
Rafael
En octubre de 2012, vísperas de elecciones, Enrique de Diego publicó un libro con la "tercera campanada" de Escrivá. El Opus le demandó por violación de la propiedad intelectual, o algo así. Creo que no se sabe en qué acabo el asunto. Parece que hubo bastante teatro.

Editado

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LF:
Tengo entendido que el asunto acabó en que el libro se retiró.
Respecto a lo editado, tengo por norma no aceptar alusiones a personas enfermas.
22/12/14 2:35 AM

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