"Hay cosas que ni Francisco podrá cambiar de la noche a la mañana"

El título del post va entrecomillado porque es una frase literal que aparece en el último artículo del periodista Jesús Bastante. Está dedicado a elucubrar sobre el posible destino de Mons. Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española. Este cargo lo abandonará en la próxima asamblea plenaria del mes de noviembre. El señor Bastante le sitúa como futuro obispo de Segovia, cosa que puede que ocurra o puede que no. Es lo de menos. Entra dentro de lo posible que don Juan Antonio acabe siendo el obispo titular de alguna diócesis española, dado que de aquí a cuatro-cinco años son muchos los prelados que se retirarán por razones de edad.

En realidad, da la sensación de que el señor Bastante busca una excusa cualquiera para mostrar de nuevo su conocida inquina al todavía portavoz de los obispos españoles. Tanto él como el director de Religión Digital le detestan. Y quieren que se note mucho que le detestan. Algo bueno tendrá Mons. Martínez Camino cuando despierta semejantes odios en semejantes personas.

Con todo, lo que más me llama la atención es el siguiente párrafo del artículo de marras (negritas mías):

En la Iglesia institución, especialmente entre el Episcopado, prácticamente no se dan casos de “desapariciones". Tiene que haber sucedido algún escándalo delictivo para que un obispo que no haya cumplido la edad reglamentaria abandone el orden episcopal. Suelen funcionar, ya lo saben, las “patadas hacia arriba". Una dinámica que habría que cambiar, interpretando el ministerio como lo hacen los consagrados. Esto es: una vez concluya el mandato -por un sexenio, trienio o demás- volvemos dentro de la organización, pero a otra función. Un cuerpo vivo, sin una “aristocracia”. Pero en fin: hay cosas que ni Francisco podrá cambiar de la noche a la mañana.

Es decir, para este señor, eso de ser obispo es simplemente desempeñar una función. No es un sacramento. Uno es obispo durante unos años y luego, a otra cosa mariposa. Lo que propone es que los obispos sean como los priores generales de las órdenes y congregaciones religiosas. O sea, a tomar viento fresco la sucesión apostólica. Cierto que en la Compañía de Jesús el Prepósito General lo es para siempre, pero eso debe ser también una rémora del pasado de la que conviene deshacerse, ¿verdad que sí?

Obviamente es complicado que el Papa Francisco pueda cambiar la cuestión del episcopado de la noche a la mañana. Es más, por lo que le hemos oído en varias ocasiones, su idea va más encaminada a dar una mayor estabilidad al gobierno de las diócesis. El Santo Padre ha advertido de los peligros del carrerismo episcopal. Es decir, que un obispo esté más pendiente de que le manden a una diócesis o archidiócesis más grande que de atender bien a la que se le ha encomendado. Esa especie de poligamia eclesial tiene sus peligros.

Para evitar tal cosa, no sería mala solución disponer que los obispos permanezcan un tiempo mínimo importante en sus diócesis. Podrían ser 10-15 años. Es más, tampoco estaría mal hacer que un obispo sea pastor de una sola diócesis hasta que le llegue la hora de retirarse. Les aseguro que a los fieles de diócesis pequeñas no les hace especial gracia saber que son “lugar de paso” para los obispos que les llegan. Y para las archidiócesis, se puede optar por poner como arzobispos de las mismas a los que han sido obispos auxiliares del arzobispo saliente. Así nos aseguraríamos arzobispos que conocen muy bien la iglesia local en la que van a desempeñar su servicio.

En todo caso, no creo que este Papa vaya a cambiar en demasía la forma de nombrar obispos, de manera que veremos a prelados que cambian de diócesis. Basta comprobar lo que está haciendo en Argentina.

Creo que la inmensa mayoría de los fieles entienden que su obispo no es un señor que está cumpliendo una función temporal tras la cual puede volver a ser vicario, párroco, rector, ecónomo o cualquier otro puesto. Para comprender eso basta con ser católico. Quien no lo es, propone cosas absurdas, que chocan contra los más elementales principios de la doctrina católica sobre el sacramento del orden y la sucesión apostólica. Y eso, evidentemente, no lo puede cambiar ni este Papa ni ningún otro. Los papas no son amos y señores de la fe de la Iglesia. Son sus custodios.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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Luis Fernando
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05/09/13 12:03 PM

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