¿Qué podemos hacer los fieles ante un rector de una universidad católica jesuita heterodoxo?
El Papa Francisco es jesuita. San Ignacio de Loyola es uno de los más grandes santos de la historia. La Compañía de Jesús ha sido una de las grandes glorias de la Iglesia. Sin duda existen miles de jesuitas fieles a su carisma que no dan titulares de prensa. Pero desgraciadamente, los medios de comunicación recogen aquello que resulta extraño, escandaloso, raro, peculiar, gracioso, espectacular, etc.
La Universidad Católica de Córdoba (Argentina) es la primera universidad privada del país sudamericano. Y ha tenido como rector al P. Rafael Velasco, sj. En realidad todavía lo tiene, pero parece ser que va a dejar el cargo. En su web aparece todavía con ese cargo.
Pues bien, este es un extracto de unas declaraciones que hizo a un medio de comunicación de su país:
… Hay reformas importantísimas que hacer, por ejemplo que los divorciados puedan ser admitidos en la comunión; por ejemplo que si un homosexual vive establemente con su pareja pueda comulgar. Esos serían signos más comprensibles. Decimos que no debe haber diferencias entre el hombre y la mujer, decimos que la mujer es importante, pero la excluimos del ministerio del sacerdocio.
-Francisco dijo que eso de las mujeres sacerdotisas es imposible, que está absolutamente cerrado.
-Si, porque Juan Pablo II lo cerró de manera definitiva.
-¿Pero podría venir un Papa y abrir este tema?
-Y, si, lo podría abrir. No hay nada que no pueda abrir un Papa. Un Papa o un Concilio.
No voy a entrar a rebatir esas barbaridades, que demuestran entre otras cosas la ignorancia que tiene el P. Velasco sobre lo que los papas y los concilios pueden hacer. Pero yo me pregunto: ¿qué podemos hacer los fieles ante esto? Por favor, que alguien con autoridad en la Iglesia nos lo explique.
En estos días están proliferando diversas iniciativas de recogida de firmas para pedir a las autoridades eclesiales que intervengan ante las declaraciones contrarias al magisterio de determinadas personas consagradas. Aunque en el pasado he participado en algún acto similar, hoy digo que no me convence para nada ese sistema de hacer las cosas e incluso lo considero contraproducente. Los progre-eclesiales pueden organizar otra recogida de firmas para lo contrario. De hecho, suelen hacerlo. Y además, si hay abierto algún proceso contra esos consagrados y acaba en alguna amonestación o sanción canónica, acabarán diciendo que fue por la presión de los “sectores ultraconservadores". Eso no es bueno para la Iglesia.
Pero al mismo tiempo, entiendo que mucha gente esté tan harta, que piense que lo mejor es presionar a la jerarquía de alguna manera. El Concilio Vaticano II reconoció el siguiente derecho, e incluso deber, de los fieles:
Los laicos, al igual que todos los fieles cristianos, tienen el derecho de recibir con abundancia de los sagrados Pastores los auxilios de los bienes espirituales de la Iglesia, en particular la palabra de Dios y les sacramentos. Y manifiéstenles sus necesidades y sus deseos con aquella libertad y confianza que conviene a los hijos de Dios y a los hermanos en Cristo. Conforme a la ciencia, la competencia y el prestigio que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia. Esto hágase, si las circunstancias lo requieren, a través de instituciones establecidas para ello por la Iglesia, y siempre en veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia aquellos que, por razón de su sagrado ministerio, personifican a Cristo.
Lumen Gentium 37
Hasta donde yo sé, la Iglesia no ha establecido instituciones para que los fieles puedan ejercer ese derecho. Pero el derecho existe. Por tanto, si no se “organiza” desde la Iglesia, es normal que acabe ejerciéndose de forma desordenada e incontrolada. Y donde no hay orden ni control, todo se desmadra.
Muchos querrían una Iglesia en la que se admitieran todas las opiniones sobre asuntos que han sido definidos claramente por el Magisterio. Muchos querrían una Iglesia en la que los fieles que se sienten escandalizados por manifestaciones públicas contrarias a la fe católica por parte de teólogos, sacerdotes, religiosos e incluso obispos, deben optar por permanecer callados. Que se limiten solamente a rezar.
Es probable que hasta la llegada de internet, esa opción fuera factible, por la sencilla razón de que los seglares no teníamos apenas posibilidad de que nuestras opiniones, quejas y demandas alcanzaran relevancia pública. Pero la red de redes ha cambiado eso. Cada vez son más los católicos que usan el potencial de internet para oponerse a la acción de los heterodoxos dentro de la propia Iglesia. Lo cierto es que no les corresponde a ellos tomar medidas. No tienen autoridad para hacerlo. Pero conviene que la Iglesia entienda que este fenómeno de protestas, justificadas en el fondo independientemente de las formas, va a seguir creciendo. Despreciar esa realidad acudiendo al argumento de que “son los ultracatólicos talibanes de siempre” no ayudará en nada. Solo servirá para enconar más las posturas.
La comunión eclesial está gravemente herida. Y no precisamente por quienes denuncian a los causantes de esa herida. No son ellos los responsables del cisma evidente que amenaza la salud de toda la Iglesia. No se les puede acusar por pedir lo que el Concilio Vaticano II considera que deben pedir.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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