Ya sabemos que el P. Llano es un hereje. ¿Y ahora qué?

Mons. José Miguel Gómez, obispo de Líbano-Honda (Colombia), ha asegurado que las afirmaciones vertidas por el jesuita Alfonso Llano en su primer artículo sobre el último libro del Papa, son heréticas. A decir verdad, y aunque debemos estarle agradecido por ello, no hace falta que un obispo diga lo que es evidente. Si un sacerdote afirma que Jesús fue concebido tras una relación sexual entre la Virgen María y José, se está cargando varios dogmas de fe. No solo el de la virginidad de María. En las afirmaciones del jesuita se pueden apreciar errores cristológicos severos.

Si el Código de Derecho Canónico se usara para poner freno a la herejía -es evidente que son contados los casos en que así ocurre-, ese religioso quizás se lo habría pensado dos veces antes de escribir contra la virginidad de la Madre de Dios. Dice el CIC:

751 Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos.

Y:

1364 § 1. El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae, quedando firme lo prescrito en el ⇒ c. 194
§ 1, 2; el clérigo puede ser castigado además con las penas enumeradas en el ⇒ c. 1336 § 1, 1 , 2 y 3.

§ 2. Si lo requiere la contumacia prolongada o la gravedad del escándalo, se pueden añadir otras penas, sin exceptuar la expulsión del estado clerical.

En el caso del P. Llano faltaría por ver si es pertinaz en el error. Pero basta con exigirle que se retracte públicamente del mismo. Si no lo hace, queda excomulgado automáticamente. Y no tiene sentido que un excomulgado no sea suspendido a divinis.

El obispo colombiano va más allá y señala algo evidente. A saber, que ese sacerdote jesuita está bajo la autoridad del Arzobispo de Bogotá, cardenal Rubén Salazar, y de su provincial en Colombia y su padre general en Roma. Todos ellos han permanecido en silencio. Ante lo cual, uno se pregunta: ¿qué tiene que decir un jesuita para que el cardenal de la archidiócesis donde reside, el provincial y el Prepósito General de la Compañía respondan algo? ¿Alguien nos puede explicar por qué ha tenido que salir a la palestra el obispo de una diócesis que ni siquiera es metropolitana de Bogotá? ¿es que el cardenal Salazar no tiene nada que objetar a las herejías de ese jesuita? ¿Es que el P. Adolfo Nicolás, Prepósito General de la Compañía de Jesús, cree compatible el ser miembro de su orden con la negación pública y escandalosa de dogmas de fe?

El obispo de Líbano-Honda asegura que “hay varios católicos, no necesariamente obispos, algunos jesuitas también, han pedido al padre provincial (de la Compañía de Jesús) una intervención positiva para que esta clase de propuestas termine, y para que no se desoriente más a los fieles de Colombia“. Para ser sinceros, creo que el jesuita solo desorienta a quien quiere ser desorientado. Desorienta MUCHO MÁS el hecho de que se le permita ser sacerdote y religioso diciendo lo que dice. Los fieles católicos saben bien que María concibió siendo virgen. Lo que no saben, al menos yo no lo sé, es a cuento de qué se puede negar eso y seguir celebrando Misa y formando parte de la orden que fundó un santo de la categoría de San Ignacio de Loyola.

La pregunta que nos hacemos muchos es cómo es posible que la Iglesia haya llegado al extremo de que en su seno existan herejes que no solo presumen de su herejía sino que además tienen a su cargo responsabilidades importantes. Por ejemplo, el P. Llano es director del Centro Nacional de Bioética CENALBE, de la Pontificia Universidad Javeriana. ¿Y piensan ustedes que es el único jesuita de esa universidad católica que causa escándalo con sus declaraciones? Pues no. Ahí tenemos también al P. Carlos Novoa, sj, que cada vez que abre la boca arremete contras las enseñanzas de la Iglesia en materia del derecho a la vida. Que luego no se quejen si nos preguntamos qué tiene de católica una universidad que cuenta con semejantes ejemplos de heterodoxia.

Mucho pedir a la PUCP de Lima que adecúe sus estatutos a lo que quiere la Iglesia y mucho mirar para otro lado cuando desde otras universidades pontificias se cuenta con profesores herejes. Algo no encaja, señores. Algo huele muy mal en esta Iglesia que tanto amamos.

Luis Fernando Pérez Bustamante