El Papa y los eruditos de la nada
Hace ya dos años y medio -¡cómo pasa el tiempo!- escribí un post al que titulé “El Jesús histórico y los eruditos de la nada”. Empezaba diciendo:
“Quien parte del apriorismo de que no existen los milagros difícilmente puede aceptar la historicidad de los que hizo Cristo, incluida su propia resurrección".
Y añadía:
“…si ustedes, señores eruditos de la nada, niegan que Cristo dio la vista a los ciegos, hizo hablar a los mudos, limpió la lepra a los leprosos, resucitó a los muertos y resucitó Él mismo, nieguen también que dio el Sermón del monte, que nos enseñó el padrenuestro, que habló por parábolas y que, en definitiva, predicó el evangelio. Eso de tomar sólo lo que les encaja en sus mentes racionalistas no es racional, no es serio, no es ciencia".
Pues bien, ayer el Papa Benedicto XVI les dio una soberana lección a los miembros de la Comisión Teológica Internacional. En una homilía dirigida no sólo a ellos, de hecho más bien creo que pensaba en teólogos de otro perfil, sino a todos los habidos y por haber en el mundo mundial, el Santo Padre puso los puntos sobre las íes. Por ejemplo, afirmó esto:
“Se pesca en las aguas de la Sagrada Escritura con una red que permite sólo una cierta medida para los peces, y todo aquello que está más allá de esta medida no entra en la red y, por lo tanto, no puede existir. Y así, el gran misterio de Jesús, del Hijo hecho hombre, se reduce a un Jesús histórico, realmente una figura trágica, un fantasma sin carne y hueso, uno que ha quedado en el sepulcro, está corrompido, es realmente un muerto. Se trata de un método que “sabe pescar ciertos peces pero excluye el gran misterio porque el hombre se hace él mismo la medida y tiene esta soberbia que, al mismo tiempo, es una gran necedad, que absolutiza ciertos métodos que no son aptos para las grandes realidades (…) Es la especialización que ve todo los detalles pero ya no ve la totalidad”.
Al leer las palabras del Papa no he podido por menos que acordarme de lo que dijo el teólogo Torres Queiruga en una entrevista concedida a Tempos Dixital este mismo año:
Levaríame unha alegría inmensa se aparecese a tumba co cadáver de Xesús. Teriamos a máis preciosa e prezada reliquia histórica. Con todo, é difícil que suceda, porque o máis probable é que, unha vez crucificado, levasen o seu cadáver a unha fosa común, que era daquela o destino dos condenados sen recursos.
No hace falta ni que lo traduzca. Pero es que el teólogo gallego no se quedó ahí. Demostró su soberbia asegurando que lo que él cree, lo creen todos:
¿Non hai milagre no que se di que ocorreu tres días despois da morte do Xesús histórico?
Que a resurrección da que falan as Escrituras non é un milagre, xa é admitido por todos. Sería milagre se o cadáver volvese á vida. Non foi así. Os textos son parabólicos, son simbólicos. A interpretación máis axustada é a que deron dous grandes teólogos, Hans King e Karl Rhaner: Xesús morreu cara ó interior de Deus. É polo que entendo que é necesario repensar a Resurrección (o título dunha das súas obras).
Ese es el tipo de teólogos a los que le cae como guante a la mano lo dicho por el Papa. Sus redes tienen unos agujeros tan enormes que son incapaces de pescar algo que merezca la pena. Están muertos para la fe. Son zombies que andan dando tumbos alrededor de la fosa de su incredulidad. Son la escoria de la teología. Son los teólogos que, pretendiendo presentar una fe madura, apartan por completo de la fe verdadera a los fieles incautos que se dejan enseñar por ellos.
Lo peculiar es que todavía haya quien dude de que la Iglesia no tiene que deshacerse de esta basura adherida a ella. Y ahí es donde mi optimismo ante lo dicho por el Papa se ahoga. A mí me parecen muy bien las buenas palabras, los discursos y las homilías denunciando todo este tipo de cosas. Pero gran parte de los eruditos de la nada, los teólogos de la apostasía siguen propagando su ponzoña sin que los pastores hagan gran cosa por evitarlo. El propio caso de Torres Queiruga es un ejemplo de ello: ¿a qué esperan nuestros obispos para desautorizarle públicamente? ¿A qué esperan para pedirle que se retracte de sus herejías y, en caso de no acceder a ellos, para aplicarle lo que los apóstoles pidieron que se aplicara a los que se alejan y alejan a otros de la fe? Y como Queiruga, tantos otros.
Menos palabras contra la heterodoxia y más acción contra los que la propagan. Eso es lo que necesita la Iglesia. Y mientras no lo haga, seguirá enferma del cáncer de la secularización interna. Ese que tan bien describieron los obispos españoles y que tan poco hace, en mi opinión, por combatir. Las excepciones, que haberlas hailas, confirman la regla.
Luis Fernando Pérez