No cantar tanto, que se alarga la misa
Uno de los peores enemigos de la buena música litúrgica es la obsesión por la duración de la misa, que en España alcanza niveles llamativos. Este dato inmediato de la experiencia lo he visto recientemente confirmado en el encuentro con diversos sacerdotes venidos de fuera de nuestro país.
Vino hace unos meses un sacerdote francés a celebrar la misa dominical. Cantó casi todo lo que está previsto que cante el celebrante: diálogos con el pueblo, oraciones, prefacio, etc. Al terminar todavía observó en un tono suavemente recriminatorio que hubiésemos cantado tan poco. Él había echado en falta el Gloria, el Salmo responsorial, el Credo, el Padre nuestro… Pues bien, no faltó algún feligrés que ese mismo día manifestó su disgusto por lo larga que se había hecho la misa.
Tiempo después, un joven sacerdote venido de un lejano país, donde la Iglesia sufre cruda persecución y los católicos viven un heroísmo cotidiano, apuntaba la misma idea. Se lamentaba de que en España la gente está pendiente del reloj durante las celebraciones. Él, por ejemplo, echaba en falta poder cantar habitualmente, además de todos los diálogos y oraciones, el Ordinario según las bellísimas misas gregorianas del Kyriale. Decía que, en su país, si la misa dura menos de una hora la gente se queja. No es la primera vez que oigo esto mismo referido a un país no occidental. En una breve sentencia, este joven presbítero llegado de la Iglesia perseguida sentó con precisión el diagnóstico: no es lo mismo escuchar que vivir.
Qué gran verdad es ésta: vivir en vez de escuchar. Tomo ahora la comparación que agudamente manifestaba un párroco –este sí, español- bien curtido en la brega de la re-dignificación de la liturgia: nadie, normalmente, al terminar un partido o una película se fija principalmente en cuántos minutos ha durado. Lo que sí ocurre muy frecuentemente con la misa.
Si una misa dominical según el rito romano dura menos de una hora, es porque de un modo u otro ha sido abreviada. Recordemos las partes de la Misa que podrían o deberían hacerse con música:
- Antífona de entrada
- Todos los diálogos entre el celebrante y el pueblo
- Kyrie y Gloria (con el texto verdadero y completo, claro)
- Oración colecta
- Salmo responsorial
- Todas las lecturas
- Aleluya con su versículo
- Credo
- Ofertorio
- Oración sobre las ofrendas
- Prefacio
- Sanctus
- Padre Nuestro
- Agnus Dei
- Comunión
- Oración de postcomunión
- Bendición final
Si a esto se añade el uso del incienso, la duración de la misa difícilmente baja de los 80-90 minutos. Frente a esto, tenemos que en muchos lugares está tácitamente establecido el límite psicológico de los 45 minutos para la misa dominical. De lo contrario se hace esperar al vermut o la salida campestre. Ya me dirán ustedes.
Efectivamente, la diferencia está entre escuchar y vivir. Sigue casi sin estrenar la doctrina litúrgica de los papas del siglo XX, que fue recogida por el Vaticano II. Los textos escriturísticos y rituales siguen sin ser comprendidos como guía y vehículo de la oración litúrgica, y son todavía vistos como lo que el cura tiene que decir, y los fieles tienen que escuchar o recitar. Es decir, son cosas que hay que esperar a que pasen, primero una y luego otra, y otra, y otra… Claro, visto, así, cuanto antes pasen mejor. Como decía hace muchos años una piadosa mujer al salir de la misa diaria: ya me he quitado el quehacer.
Desde semejante perspectiva es normal que se perciba especialmente la dureza del banco cuando alguien accede al ambón para cantar, como está mandado, el salmo interleccional; o que aflore la impaciencia cuando el celebrante se arranca a entonar el prefacio completo –no sólo el diálogo inicial-, o cuando se canta el Gloria completo. No digamos cuando heroicamente se canta el tradicional Símbolo Niceno-Constantinopolitano en vez de acogerse por sistema a la opción más breve del Credo Apostólico recitado, que en principio está recomendado para tiempos concretos como la Cuaresma. Oí una vez decir con fina ironía que el Credo “largo", que especifica más la fe, era necesario antes, cuando había errores doctrinales, pero que ahora, como apenas existen errores ni herejías, nos basta el breve Credo Apostólico…
Pero el súmmum es la proclamación cantada de las lecturas. Esto es algo que poquísimas veces se hace. De hecho no me viene ningún caso actual a la memoria, salvo la cantilación del Evangelio en ocasiones escasas y solemnísimas. Hay quien piensa que la tradicional proclamación cantada de Palabra de Dios y de las palabras del oficiante se debía a la falta de micrófonos, y que desde la llegada de la megafonía basta con la lectura. Craso error. La proclamación cantada tiene que ver sobre todo con la altísima dignidad de las palabras proclamadas, para las que, con mucha razón, se juzgaba insuficiente la voz hablada.
Es cierto que hoy en día se percibe como una tendencia al cansancio entre los fieles cuando una celebración tiene largas partes cantadas o cantiladas, aunque sean en el idioma propio. En mi opinión, el error está nuevamente en escuchar frente a vivir. Un texto cantilado permite mejor la necesaria profundización espiritual, mientras que el texto leído tiende a reducir la atención a un nivel meramente comunicativo. Dado que los textos litúrgicos son con frecuencia conocidos, la falta de “novedad” exterior fácilmente hace decaer la atención… y la vista se dirige al reloj. Y claro, en esta desorientación básica la mayor parsimonia propia del canto añade unas enojosas gotas a la impaciencia.
Hay que recordar que la liturgia romana sigue disponiendo de las fórmulas tradicionales de cantilación para las diversas lecturas: existe una fórmula para la primera lectura, otra para la segunda y otra para el Evangelio. Pensadas originalmente para la lengua latina, nada impide utilizarlas en la lengua vernácula.
La solución a todo esto no se reduce al mero empeño de los párrocos y responsables musicales. Es innegable que en muchos fieles existe una fuerte resistencia a la amplitud de las celebraciones. Esta es la realidad con la que deben lidiar los párrocos. Un sacerdote me comentaba que “los curas hemos cedido demasiado en esto”, creando –o consolidando- malas costumbres entre la feligresía.
A este respecto leía yo hace un tiempo las conclusiones de un simposio europeo celebrado a mediados de los años 1960, sobre las implicaciones musicales de la reforma litúrgica, entonces en plena efervescencia. Los ponentes eran figuras relevantes en el panorama músico-litúrgico de aquellos años. Me dio gran pena leer los disparates que decían, y notable alivio comprobar que sus ocurrencias más destructivas no tuvieron éxito.
No querían dejar títere con cabeza. Entraban motosierra en mano, como búfalos en cristalería, dentro del terreno sagrado de la liturgia milenaria. Proponían mutilar el Gloria, eliminar gran parte del ritual, rehacer por completo la estructura y el orden de sus elementos, y por supuesto enviar al baúl de los recuerdos todo atisbo de canto gregoriano (que consiste mayormente en la proclamación cantada de versículos de la Escritura, en su forma original en prosa) para sustituirlo por himnos (canciones estróficas con textos rimados de nueva creación). Se repetía una idea: el rito de la Misa era largo y recargado. Ello a pesar de que la liturgia romana siempre ha ido muy concisa y austera en comparación con la magnificencia de la liturgia oriental.
Aunque muchas de las propuestas que con impúdica convicción se atrevieron a lanzar al Concilio no fueron recogidas en la letra de la reforma litúrgica, por desgracia aquel desviado y destructivo espíritu sí ha condicionado la aplicación real, concreta de esa letra. Hasta el punto de que se puede decir, sin temor a la exageración, que la letra de la normativa vigente en música litúrgica está en la práctica anulada o cuando menos forzada al extremo en su aplicación real por aquel espíritu deformador.
Lo que aquellos prohombres denotaban era una desconexión profunda con la naturaleza íntima de la liturgia cristiana tanto oriental como occidental, un indisimulado desprecio por la Tradición e incluso cierta sumisión mundana ante la moda asamblearia, dotada por entonces de notable vigor. En este panorama tan poco edificante fue donde la pereza y la impaciencia abrieron el camino a la obsesión por la brevedad, al precio de todas las mutilaciones y empobrecimientos que fueran necesarios.
Encuentro que todo esto denota una verdadera patología teológico-espiritual por cuanto oscurece y desnaturaliza la liturgia como cauce privilegiado de la Gracia. Queda claro una vez más que la llamativa deficiencia musical de la liturgia actual tiene sus raíces bastante más profundas de lo que parece, no reductibles a una mera cuestión estética o normativa. Y que desde luego, sobrepasan con mucho el campo de acción no sólo de los músicos, sino incluso el de los propios liturgistas.
Índice del blog Con arpa de diez cuerdas.
21 comentarios
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RdT: Naturalmente, en el artículo me refiero a la misa dominical, cuando se supone que no debe haber prisa. Las misas de los días laborables son una cuestión bien distinta.
Y también me refería a la duración o incremento "orgánico" que se deriva de la liturgia bien hecha, no al artificial hinchamiento "inorgánico" que se deriva de las pesadas moniciones, los cantos semilitúrgicos o paralitúrgicos -que a día de hoy son la mayoría- y las homilías desmesuradas.
Una, que no es cierto que "nadie, normalmente, al terminar un partido o una película se fija principalmente en cuántos minutos ha durado". De hecho, lo contrario es más común. Si el árbitro añade más de cuatro minutos al partido de fútbol, o la película dura más de 125 minutos, es usual que la gente se queje, sin importar qué tan agradable haya sido la experiencia.
Dos, que la preocupación del reloj cuando vienen los cantos no es tanto por la duración en sí, sino por la incertidumbre del tiempo. La gente hoy día tiene más ocupaciones que antes, algunas pías y otras no tanto, pero siempre tiene algo qué hacer. Si ha estimado que la Misa durará una hora y programó otra actividad más tarde, es natural que le entre ansiedad cuando una parte habitualmente rezada empieza a ser cantada. Chequear el reloj no necesariamente significa "esto no me gusta", es más bien un acto reflejo que dice "¿cuánto irá a durar?".
Se han hecho grandes avances en cuanto al aumento de horarios de Misas, pero lamentablemente no se ha hecho mucho para DEFINIR (no necesariamente limitar) la duración de las mismas. En ciertas congregaciones es común que los servicios dominicales duren varias horas y tengan gran asistencia, pero la gente se prepara para eso. Si la gente se prepara para 45 minutos y dura 46 es excesivo. Si se prepara para tres horas, dos horas y media le parecerán insuficientes.
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RdT: En lo de las películas, sigo creyendo que el dato principal es si ha gustado o no. Salvo que uno tenga prisa por salir antes de empezar, claro. Yo desde luego prefiero una buena película larga que una mala película corta. En lo de los partidos supongo que intervienen otros factores, como que el paso de los minutos tiene consecuencias buenas o malas para cada equipo. Aunque en esto no estoy muy ducho, la verdad.
Estoy de acuerdo con lo de estar preparado para la duración. Y si no se sabe cuánto va a durar el canto... mala cosa. La liturgia y sus cantos deben ser previsibles, y muy bien conocidos de antemano (en el caso de los cantos al menos el texto). El diluvio de creatividades y espontaneidades ciertamente desorienta y agota. A mí el primero.
Ahora, yo he tenido la suerte de poder ir sin hora a una misa cantada y reconozco que no hay color.
En las demás basta cantar las partes más comunes:
entrada, kiries, gloria, salmo r. aleluya, credo,
sanctus, agnus, comunión, final.
Uno, nuevo, que le felicita efusivamente por su gran post.
¡ Esa es la diferencia ! Vivir o escuchar. Si vives te deleitas, si sólo escuchas lo que otros quieren meter en "tus oidos" te cansas.
Magnífico artículo. Le seguiré más de cerca.
Saludos
Mi experiencia en cuanto a la liturgia eucarística es que desde que estoy preparandome en la casa invoco al Espíritu Santo. Si mis actividades van a cbocar con ls duración de la Misa entonces no asisto y busco un horario que no me complique mis actividades.
Es tan importante el canto en la eucaristia. El que canta ora dos veces.
Recordemos el libre albedrío. Si no te apetece el manjar que te ofrece la Iglesia, el mismísimo Jesucristo, no lo tomes con disgusto, no pongas triste al Pan de la Vida.
Por favor, no hagan las cosas por rutina, mecánica, sin sentido... es perder el tiempo y también la vida ésta y la eterna.
Con orden y detalle se toca el tema del canto conveniente en los diversos grados de solemnización de la Misa en la Instrucción "Musicam sacram" (5-III-1967) establecida por el "Consilium" para la aplicación de la Const. Sacrosanctum Concilium sobre la renovación de la Liturgia.
No sé, Raúl, si hay normas litúrgicas posteriores, más obligatorias que éstas.
Dicen así:
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8. Consérvese la distinción entre misa solemne, misa cantada y misa rezada, establecida en la Instrucción del año l958, según las leyes litúrgicas tradicionales y en vigor. Sin embargo, para la misa cantada, y por razones de utilidad pastoral, se proponen aquí varios grados de participación, a fin de que resulte más fácil, conforme a las posibilidades de cada asamblea, mejorar la celebración de la misa por medio del canto.
El uso de estos grados de participación se regulará de la manera siguiente:
el primer grado puede utilizarse solo; el segundo y el tercer grado no serán empleados, íntegra o parcialmente, sino con el primer grado. Así los fieles serán siempre orientados hacia una plena participación en el canto.
29. Pertenecen al primer grado:
a) En los ritos de entrada:
- El saludo del sacerdote con la respuesta del pueblo.
- La oración.
b) En la liturgia de la palabra:
- Las aclamaciones al Evangelio.
c) En la liturgia eucarística:
- La oración sobre las ofrendas.
- El prefacio con su diálogo y el Sanctus.
- La doxología final del canon.
- La oración del Señor - Padrenuestro - con su monición y embolismo.
- El Pax Domini.
- La oración después de la comunión.
- Las fórmulas de despedida.
30. Pertenecen al segundo grado:
a) Kyrie, Gloria y Agnus Dei.
b) El Credo.
c) La oración de los fieles.
31. Pertenecen al tercer grado:
a) Los cantos procesionales de entrada, y de comunión.
b) El canto después de la lectura o la epístola.
c) El Alleluia antes del Evangelio.
d) El canto del ofertorio.
e) Las lecturas de la Sagrada Escritura, a no ser que se juzgue más oportuno
proclamarlas sin canto.
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RdT: Efectivamente la OGMR da ciertas indicaciones no muy precisas. Es de observar que cita las posibilidades en un orden que indica prioridad. Para las antífonas de entrada, ofertorio y comunión se remite en primer lugar al Graduale Romanum y al Graduale Simplex (ambos en gregoriano) y somo opción alternativa a "otros cantos oportunos". Dado que el Graduale (los textos) no ha sido oficialmente ni oficiosamente musicalizado en español, tenemos que la liturgia romana a día de hoy sigue manifestando su máxima riqueza y profundidad cuando se utiliza el latín, pero la versión en lengua vernácula sigue siendo el pariente pobre, por incompleta. En lugar de estas antífonas propias se han acabado introduciendo esos "himnos" a los que me refería en el artículo. El elegante tecnicismo "himno" puede ser fácilmente traducido en nuestro contexto hispanohablante por "cancioncilla".
La institución Musicam Sacram es anterior a la promulgación del nuevo misal en 1970, pero ante la ausencia de documentos equivalentes posteriores parece que conserva su autoridad. Obsérvese que el orden de prioridades que establece es exactamente el opuesto al que se ha seguido en la realidad: primero los diálogos celebrante-pueblo, las oraciones, el prefacio, el Padre nuestro... y en último lugar los cantos de entrada ofertorio y comunión. La realidad es que en la mayoría de los sitios se viene haciendo exactamente al revés: cantar canciones en la entrada, el ofertorio y la comunión, y reservar lo del primer grado sólo para las grandísimas solemnidades. Es exacta y matemáticamente lo opuesto de lo mandado, una "desobediencia" refinadamente precisa. ¿No es para pensar sobre ello?
Obsérvese también que en el tercer grado se da por hecho que las lecturas se proclaman cantadas "salvo que se estime oportuno lo contrario". Aquí también, la excepción elevada a norma, y la norma eliminada sin llegar a ser siquiera excepción.
Es curioso que, ante la presentación de una obra musical que puede ser modelo de algo, el área de comentarios permanezca con muy pocas intervenciones. Y sin embargo, en temas más polémicos, podamos encontrarnos con bastantes comentarios. Creo que eso es señal de que estos artículos son más seguidos de lo que nos creemos.
Yendo al tema, una de las cosas que me ha causado más temor es la frase de don Raúl.
" A este respecto leía yo hace un tiempo las conclusiones de un simposio europeo celebrado a mediados de los años 1960, sobre las implicaciones musicales de la reforma litúrgica, entonces en plena efervescencia. Los ponentes eran figuras relevantes en el panorama músico-litúrgico de aquellos años. Me dio gran pena leer los disparates que decían, y notable alivio comprobar que sus ocurrencias más destructivas no tuvieron éxito."
Porque solo de pensar en aquello en lo que han tenido éxito, ya es como para ir a Marte sin opción al retorno.
Respecto a las misas, tal vez pequemos de querer misas de duración escasa. En culturas como la británica, no es descabellado el que uno pueda ir un día entre semana a una catedral anglicana, y pueda escuchar polifonía renacentista para acompañar los servicios religiosos de diario. Polifonía que, por cierto, incluye a compositores que dieron la espalda a la Reforma y que podrían ser utilizados, al menos en ocasiones solemnes, en mísas católicas en España.
Sin embargo, creo que no está de más saber, si la misa de las 8,30h dura media hora. Si la misa de las 12,30 se prolonga hasta las 14h, para que cada uno, según sus necesidades, pueda cumplir con el precepto dominical. Otra cosa es que haya opciones a poder escuchar una música dignamente interpretada y otra cosa que podamos llamar, siendo muy caritativos, música.
La respuesta, como en todo lo concerniente a la esencia de la verdadera religión, es LA FALTA DE AMOR. Como decía tan bien San Josémaría Escrivá en Camino: "Si la Misa te parece larga, es que tu amor es corto". Creo que el santo por pudor caritativo dijo corto, en vez de rácano o mezquino.
¿No hubo algo de esa cortedad en la elaboración del Novus Ordo de la Misa? Ya sabemos que Dios escribe derecho aun con renglones torcidos (que somos nosotros) y que no se deja arrebatar su gloria por nadie, y que las puertas del infierno no prevalecerán, etc., etc. Y, por supuesto, tan sagrada es la Misa del Vetus como del Novus Ordo (siempre que se haga con el espíritu e intención de la Iglesia y según las rúbricas, no con el espíritu de "creatividad" demoledora que menciona tu artículo). Pero, ¿no fue parte del humo de satanás del que hablaba el mismo Pablo VI el que hizo tantos recortes para adaptarse al mundo?
Como bien dices, Raúl, el problema de la deficiencia musical en la Liturgia actual es mucho más profundo. ¿No habría tal vez que atacar la raíz del problema? In capite et in membris, por supuesto. Por dentro (de donde vienen todas las impurezas, según nuestro Señor) y también por fuera, cómo no.
Que Santa Cecilia nos ayude.
Me atrevo a especular que la raíz del problema que plantea es que se nos ha vendido la Misa como una obligación penosa. A más de una persona que usted conoce seguramente hasta se la han ofrecido como castigo cuando era menor.
Sobre todo durante la adolescencia, se les ofrece a los chicos la alternativa entre "ir a la Misa o ir a la fiesta" y es obvio cuál van a escoger. Y entonces se les da el zarpazo diciendo "si no vas a la Misa no vas a la fiesta (o a la piscina, o al paseo)" y ya, queda fijado en la mente "Misa=castigo". Salir de allí es muy difícil.
Ningún chico se va a sentir ofendido si su banda favorita toca una canción más en el concierto -aunque sea una repetida-, pero muy pocos católicos se quedarán en el templo diez minutos más oyendo de nuevo el Ofertorio después de la bendición final.
Casi toda nuestra educación religiosa gira en torno a la "obligación" de ir a Misa. Casi nunca he oído a un catequista hablar sobre el "gusto" de ir a Misa. Se habla del gusto de hacer obras de caridad, del gusto de hacer la voluntad de Dios, pero casi nunca del gusto de ir a Misa, porque eso, es obligación.
Muy buena especulación sobre la raíz del problema en el orden práctico del día a día. Me parece que complementa la esencia medular ("¡metafísica!") del problema: EL AMOR.
¿Por qué se ha inculcado en no pocas ocasiones la Misa (la fe, la religión, en definitiva, las relaciones con Dios) como pura y dura obligación? Pues porque ha faltado el ingrediente principal de AMOR, de CARIÑO. Sólo así surge el gusto, el placer, el deleite.
Pero, OJO, ese gusto no quita para nada la OBLIGACIÓN. El AMOR convertirá esa OBLIGACIÓN en GUSTOSA y dejará de ser PENOSA o aburrida. No caigamos en el complejo de la moderna y desorientada psicología de denostar y desterrar las obligaciones. Porque recordemos que sin obligaciones (sin deberes) nunca se puede gozar de los correspondientes derechos. Además, no siempre podemos hacer todo con gusto, porque si bien el gusto o placer es un indicador de mayor perfección en una acción, no es siempre criterio de bondad moral. El fruto prohibido (el pecado) era apetitoso y deleitable a los ojos. Y la falta de gusto no es igual siempre a malo o rechazable. Por ejemplo, se puede perder el sentido del gusto en el paladar por alguna enfermedad, incluso sentir mal sabor a las comidas por esa misma enfermedad del paladar. Si a pesar de eso se come (para subsistir), en modo alguno se está haciendo nada malo, sino todo lo contrario, algo muy bueno y necesario.
Por tanto, la Verdad (=Jesús, Jn. 14,6) incluye obligaciones, deberes: el deber de la coherencia, de ser consecuentes, honestos y honrados. ¡O al menos luchar fielmente por vivirlo! Por eso Jesús (=la Verdad) nos decía (Jn. 14,15): "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos (=obligaciones)". Porque amar implica la OBLIGACIÓN del compromiso, la reciprocidad, el respeto, y entre otras muchas cualidades, la perennidad. Amar es OB-LIGARSE, i.e., atarse libre, generosa y voluntariamente ante alguien, con alguien, en reciprocidad, en respeto, etc. Es someterse amorosamente a hacer la voluntad del otro, no la nuestra. Es decir: OBEDECER. Por eso Dios, sin ningún empacho, nos dejó 10 Mandamientos, para obedecer amorosamente. Lamentablemente, desde la oscura sombra del pecado original, nos cuesta ver esta verdad.
El gran desafío es educar EN EL AMOR A LA VERDAD con todo lo que ella implica: compromiso, deberes, derechos, entrega, etc. No caigamos, pues, en el error de desterrar la palabra ni el concepto de OBLIGACIÓN; antes bien inculquémosla en lo más profundo de nuestra alma como una NECESIDAD DEL AMOR.
El Servicio más grande que Dios Nuestro Señor le ha hec ho al mundo: es la SANTISIMA MISA, perdonen las mayúsculas, son muy pobres las palabras para definir la inefalidad, que se vive en semejante, momento, todo lo que se hace para acortarlo esta mal.Para sacar Frutos de mejante misterio hay que ir con suficiente antelación, para vivir lo que va a pasar, y quedarse tanto tiempo como el señor se digne quedarse en nosotros.
Sigo a Santa Teresa y los tiempos son los que ella relata.
Las gracias más Grandes que tuvo Nuestra Madre estuvieron alrededor de la Misa.
Todo es insuficiente para Sacralizar Semejante Momento.
Que es funadamental para nuestro apostolado, sin Nuestro Señor incorporado a Nuestras Almas, no existe nada más que palmaditas, sonrie Dios te ama,no llevamos el amor del Señor a nadie, nuestro apostolado sin espiritu de oración es inútil, la coherencia etc.
Muchas Gracias por tanto conocimiento magisterial que no poseo,pero que es muy importante también para encontrarse con el Señor, diría esencial, sino uno sería un iluminado!Fidelidad es amarlo, obedecer su palabra.
A Cristo por Maria y con el Papa
Como lo comenté Luis Fernando, citando a un gran sacerdote argentino, manifiesta que el pecado contra el Espiritu Santo, es el fariseismo, estoy de acuerdo.
Si Digo que amo a Dios que no veo,pero no al prójimo que veo soy un mentiroso.
Rezo por sus almas pero el ateo ve, el sufrimiento fisico, con razón, la Salvivici Doloris, paso de largo?Defiendo a los débiles, en mi consultorio mis pacientes lo tienen claro, no son un número, ninguno,encuentro en la Ciencia los recursos para defenderlos?
Clarisamente en la Evangelium Vitae, que hay que leerla en todo su contecto, se halla, no sólo el aborto, sino habla de la explotación del hombre por el hombre.Mi Director que es un papolatra????que le debo con todo adherirme al Magisterio y ver en El a Cristo, le explique Padre existe la explotación del hombre por el hombre ,SI,se pude ser católico y liberal, NO.
No pongo el nombre de mi Director, pero es un Gran Sacerdote, seguramente el Padre Iraburu que estuvo en mi patría lo conoce, también le debo a EL, yo desconocía quién era el Padre,mi director lo conocía, y segui escribiendo mis comentarios, en su Blog.
Mi distinguida suegra fallecida de increibles ojos celestes, tiene la cultura de la Eficiencia en la evangeliun Vitae ,señalada, aparte de todo lo demás era papolatra?Y/o como siempre lo ví absolutamente
Escribió un libro sobre Cristologia según el Catecismo Universal de la Iglesia, la Evangeliun Vitae,todos los documentos magisteriales de la A a la Z, siempre lo llamaba por teléfono por dudas, en relación esté,también siempre le debo agradecer su orientación en todo momento, hombre letrado si los hay, de buen Espiritú.Está al tanto de todas mis luchas.Las hetedoxias de la Iglesia también las conociá leyendo a sus autores.
Yo siempre por años, por supuesto, le hacia caso,trato de estudiar mi campo.
A Cristo por Maria y con el Papa.
Que todos los sacerdotes pongán en sus Misas mis intenciones, absolutamente todos, los quiero a todos, es muy Grande su ministerio.
RdT: Tal y como usted mismo sugería, omito la publicación de su comentario. Por otra parte resultaba un tanto extraño de leer, y su sentido no quedaba muy comprensible.
Hoy en día los sacerdotes ni saben latín y ni saben música y no digamos cantar.
Tan solo la misa en latín (la misa cantada o solemne) mantiene viva la buena música litúrgica (cantada, con órgano, en latín y gregoriana etc).
Esta misa conserva toda la ortodoxia del rito liturgico que es una maravilla de ver, oir y escuchar.
Prueben a escucharla alguna vez.
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RdT: Bien. En principio el uso del latín no es requisito imprescindible. Por otra parte, es fundamental entender lo que se dice y escucha, sea en latín o castellano.
que los motivaba y se buscaba salir de la rutina de los mismos cantos;también dicha rutina permitía a la gente distraer la atención (existen muchísimos cantos y generalmente cantan los mismos)
Es importante que el clero motive los coros y contrate.
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