¿Es el canto popular la única forma de participación activa en la liturgia?
Hoy he podido seguir una parte de la misa celebrada por el Papa en el Vaticano con motivo de la solemnidad de San Pedro y San Pablo. Me ha llamado la atención que el Credo ha sido cantado de principio a fin por el coro o schola, concretamente según la magnífica versión polifónica que elaboró Giovanni Pierluigi da Palestrina dentro de su Missa Papae Marcelli. Esto me ha traído al pensamiento el cambio que respecto a la tradición de siempre se ha ido introducido sutil pero radicalmente en la liturgia a lo largo de las últimas décadas: la oposición entre el canto popular y el canto del coro o schola a cuenta de la expresión actuosa participatio que aparece repetidamente en la constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II.
Realmente, para alguien acostumbrado a los usos litúrgicos actuales, resultaba novedoso ver al Papa Francisco junto a todos los demás participantes en la celebración recogidos en profundo silencio, sumándose desde lo hondo del corazón a la grandiosa proclamación polifónica del Símbolo niceno-constantinopolitano. ¿Acaso no puede ser calificado esto como actuosa participatio, como una participación consciente, activa y fructuosa?
Seamos claros: según los tópicos vigentes, no. La opinión predominante respecto al papel de la música y el canto en las celebraciones puede resumirse así: el que no canta no participa. Para apoyar tal sofisma se suele traer a colación una frase atribuida a San Agustín: “el que canta ora dos veces”. Pero la versión original del famoso adagio es bis orat qui bene cantat, es decir: el que reza dos veces no es “el que canta”, sino el que canta “bien”. Ya se ve que el sentido cambia totalmente.
Pero hay más: la famosa frase no aparece en las obras conservadas de San Agustín. El pasaje más próximo que suele citarse pertenece al comentario al salmo 72. Como explica muy bien Fr. John Zuhlsdorf (aquí pueden ver su explicación completa, en inglés), el sentido original de la idea agustiniana remite en último término a que tanto la expresión “cantar” como “cantar bien” se refieren más a un acto del corazón que de la laringe. Y este el quid de la cuestión.
En contra de lo que suele creerse, el canto popular no parece haber estado presente en la liturgia cristiana primitiva, al menos en Occidente. San Agustín relata como una novedad debida a circunstancias especiales la incorporación parcial de esta práctica en tiempos de San Ambrosio. El canto litúrgico venía siendo algo similar a la proclamación de la Sagrada Escritura (si no la misma cosa, muchas veces). Por eso corría a cargo de un cantor, es decir, de una persona especialmente capacitada y encargada de cantar, mientras los demás escuchaban en silencio con una participación a la que nadie podría negar la calificación de actuosa.
El problema llegó con la separación entre clero celebrante y pueblo asistente que fue acentuándose conforme pasaban los siglos. La lengua latina dejaba de ser usada y comprendida por la mayor parte de los fieles, y se llegó a una desconexión casi total en la que el pueblo permanecía mudo e incapaz de comprender la mayoría de las cosas que sucedían en el altar. La parte musical de la liturgia llegó a repartirse entre celebrante y coro dejando al pueblo en completo silencio.
Para mejorar este estado de cosas surgió hacia comienzos del siglo XX, dentro del movimiento de restauración de la música litúrgica, un gran deseo de que el pueblo participase cantando en las celebraciones. Este es el origen del canto popular litúrgico de la época moderna, con la difusión de la Misa de Angelis, etc. En este sentido puede decirse que el impulso del Vaticano II a favor del canto popular es la continuación natural del motu proprio Tra le sollecitudini promulgado por San Pío X en 1903 y que catalizó aquel movimiento litúrgico-musical.
Ahora bien, en el postconcilio se produjo una notable desviación. La introducción del canto popular litúrgico a comienzos del s. XX respetaba toda la riqueza litúrgica. Era norma intocable que ni el canto popular ni el canto del coro podían modificar ni una coma de los textos litúrgicos: ni de los fijos, ni de los propios de cada día cuyo texto era cambiante. Estos últimos (introito, gradual, ofertorio, comunión, etc.) eran cantados por el coro o por algún cantor o pequeño grupo de cantores capaz de ello. En el caso de las misas rezadas, a falta de cantores sonaba la música del órgano mientras los fieles podían leer el texto en su misal. Así, el canto popular en la Misa se centraba en los textos comunes, fáciles de conocer y recordar: Kyries, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus Dei, etc.
Pero en los años posteriores al Vaticano II fue apareciendo en materia de música litúrgica una normativa bastante ambigua que, unida a los fuertes vientos que soplaban por entonces -de clara tendencia protestante-, propició en la práctica no sólo la omisión de los textos variables del Propio de la Misa, sino también la frecuente alteración de los textos fijos u Ordinario de la Misa.
Siguiendo esa idea errónea de que la buena participación litúrgica ha de ser siempre y necesariamente gutural y audible, y ante la imposibilidad obvia que siempre se ha dado, se da y se dará de que todo el mundo pueda cantar en todos los momentos todos los textos propios, se favoreció una copiosa producción de cantos-comodín “de entrada”, “de ofertorio”, “de comunión”, etc., que en la práctica vinieron a arrumbar toda la riqueza de las antífonas del Propio de la Misa. La deformación llegó al extremo de que, en total y abierta oposición a lo establecido por las indicaciones litúrgicas, se suele dar preferencia al canto popular en las partes de la Misa con textos propios y cambiantes (entrada, ofertorio y comunión) sobre las de texto fijo (Ordinario de la Misa), más fáciles de asignar al pueblo sin traicionar la riqueza de los textos .
Ahora bien, el canto que verdaderamente sube a Dios no es el de la garganta sino el del corazón. Y es muy posible que tantos cantos populares con textos anodinos, tópicos, vagos, antropocéntricos, deudores de las modas propias de determinadas circunstancias históricas y sociales, cuando no de dudosa doctrina, no supongan ni fomenten una participación demasiado “actuosa”, “consciente” y “fructuosa”, por muy sonora y audible que pueda llegar a ser (que no suele serlo, dada la cada vez menor afición a cantar que se detecta en la sociedad en general y en las personas que acuden a las celebraciones).
Por el contrario, una participación muchísimo mejor, más activa, consciente y fructuosa puede consistir en sumarse silenciosamente, desde el corazón, al canto de un coro que proclame bien musicalizados los textos recios y sustanciosos que la liturgia tiene dispuestos para cada momento. O que, cuando no hay nadie que los pueda cantar, se fomente y facilite su meditación pausada mientras la música del órgano, libre de texto alternativo que estorbe al entendimiento, viene en auxilio del alma para ello. En este sentido me llama la atención que algunos sacerdotes, puestos a elegir un organista para su parroquia, prefieren al que no sabe apenas tocar pero sí entonar al micrófono las canciones habituales, frente al que quizá no tiene tanta habilidad con su voz pero sí podría aportar un buen hacer musical a la celebración. Esto no hace sino ahondar en el error que vengo tratando en estas líneas.
En fin, el comienzo de este artículo era ciertamente provocador, puesto que el Credo (“yo creo”) es una de las partes de la Misa en las que más sentido tiene la participación clara y audible de todos con el canto. Sin embargo, el modo en que se ha proclamado la fe hoy, solemnidad de San Pedro, a quien se prometió que su fe no desfallecería pese a ser cribada como trigo, y que recibió el encargo de confirmar en la fe a sus hermanos, sobre su tumba y bajo la presidencia de su sucesor, puede despejar no poco la reflexión sobre la verdadera dimensión musical de la sciens, actuosa et fructuosa participatio.
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30 comentarios
Solo un detalle, la restauracion de la practica del canto solemne del Credo en version polifonica no es una novedad, sino que fue recuperada por Benedicto XVI y su cereminiero Marini (el Bueno, claro) desde hace por lo menos 6 años.
(perdon por los acentos)
D. Raúl: nuestros tatarabuelos no eran tan ignorantes. Por ejemplo, eran capaces de interpretar la iconografía de los templos, que transmitía una catequesis plástica, de lo cual nosotros seríamos incapaces.
Felicidades por el post!
Sobre estos temas hay unos libritos muy buenos del sacerdote argentino Lombardi. En scribd hay fragmentos.
Saludos.
Habrá posibilidades de volver..?
Bendiciones!
:)
Yo dudo MUCHO que nuestros tatarabuelos (o los españoles del S. XVIII) no entendieran la misa. Dudo que conocieran la gran parte de las declinaciones del latín, pero hay que pensar que llevaban escuchando las mismas misas, cada año, y había 52 misas (una por semana). Había INTERÉS, catecismo, la Iglesia era un polo social como hoy lo sería Internet.
Y me cuesta creer que personas como los vandeanos se resistieran como se resistieron por una Misa que no entendían...
Y está claro que existía la posibilidad de crear nuevas composiciones para estos himnos y estas partes de las misas. Y estaba claro que San Pío X había declarado que estas composiciones de nueva creación, tenían que tener unas características, para que no tuvieran un carácter operístico y por el contrario, facilitaran la oración.
Por contra, se decidió que como empezaba a manifestarse un distanciamiento entre el pueblo y la iglesia (pese a que los seminarios acogían una ingente cantidad de seminaristas, muchos de los cuales acababan siendo sacerdotes, que ya quisiéramos en nuestros días), la solución era que la gente era tonta y había que tratarla como tal. Y que los niños eran todos ñoños, y lo que antes podían aprender con más o menos dificultad, ahora les era imposible aprender a los chavales. La solución aportada (que no ha sido otra que impedir que cualquier tema gregoriano o polifónico al estilo de Palestrina pueda sonar; y la de poner cancioncitas folk adaptadas a la misa; y la de anatemizar el uso del latín, siquiera en algunas partes de la misa), no parece haber amortiguado este alejamiento del pueblo de las misas, sino que siendo suaves, no ha logrado que el problema se fuera agravando cada vez más.
El pasado sábado, por razones laborales, asistí a la Misa dominical en la catedral de santa Eduvigis de Berlín.
Me llamaron la atención varias cosas, sobre todo porque no me esperaba nada bueno de una Misa en Alemania. Me impresionó, por un lado, y muy positivamente, la devoción y actitud orante y adorante de los feligreses ("hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación", por cierto). Pésima impresión fue, por otro lado, la que me produjo no sólo la clase de exégesis escriturística que se nos ofreció (en lugar de homilía) sino también la coreografía que monaguillos treintaañeros de ambos sexos y el cura representaban sobre el presbiterio.
El caso es que no hubo ni Kyrie, ni Gloria ni Credo, ni en latín ni en alemán. El Sanctus no lo recuerdo porque para entonces ya desatendía. Se cantaron cantos "inspirados" en esos textos, pero ni mucho menos esos textos.
Tenemos, de facto, y es éste sólo un ejemplo entre cientos, la abolición de la estructura ritual, tradicional y bíblica, y su sustitución por cantos ad hoc de pésima calidad ya no sólo musical (es lo secundario) sino textual incluso.
Me daba pena por el feligrés común y corriente, de a pie, que lleva cuarenta años siendo engañado y tratado como un tonto por parte de obispos, sacerdotes, comisiones de liturgia y por la propia Roma.
Pero bueno, no desesperen: la Iglesia, socialmente hablando, se está pulverizando en todo Occidente y ha caminado ya mucho en la vía de la extinción. Así, todas estas tonterías tendrán un fin, están llamadas a la muerte biológica en cuanto pase esta generación de obispos. Lo malo es las miríadas y miríadas de hombres y mujeres a los que se les ha negado la Luz del Rostro de Cristo.
canto humilde de su pueblo tanto como lo hacen algunas personas tan criticas. Aca donde muchos no saben leer ni escribir.....latín. Hay que caminar por el suelo no por las nuves.
Y en el caso de traducir textos, pues tenemos dos problemas: El primero, una traducción literal, aparte de destrozar la métrica de una obra, aparte de llevarnos a textos con ninguna o poca musicalidad, puede llevar a giros o expresiones que suenen mal en el idioma al que se ha volcado la traducción. Ejemplo, ya que estoy con los Beatles, traducir una de las estrofas de "Yesterdey" como "De repente, ya no soy la mitad de hombre de lo que era" puede tener como consecuencia que dejemos de tomar en serio al cantante que se atreva a cantarlo (por muy literal que sea la traducción). Otro de los problemas de una traducción adaptaba a nuestra métrica, es que se pierda gran parte del significado de lo que se ha traducido. Traducir en estos casos nos puede llevar del "Padre Nuestro que estás en los Cielos/Santificado sea Tú Nombre" a un chocante "Padre Nuestro tu que estás/ Entre los que ama la Verdad". En fin, que traducir es una tarea que hay que dejar a gente muy versada en ambos idiomas, en métrica, y en este caso en conocimientos teológicos, y aquí las traducciones las ha hecho el primero que pasaba.
Con todo, me quedo con la devoción con la que personas de diferentes razas y nacionalidades acudían al templo de Berlín. Personas para las que se podría aplicar aquella frase dedicada al Cid "¡Qué buen vasallo, si tuviera buen señor" siendo en este caso señor, el intermediario entre el pueblo y aquel otro Señor que ponemos con mayúsculas. Un intermediario que poco se preocupa por mostrar el debido respeto, realizando la liturgia conforme tiene ordenado.
Pobreza, no, en todo caso carencia, pero, no, ausencia de cultura musical; por que no se trata, a mi entender, de copiar el modus celebrandi musical europeo, sino que con órgano o con zampoña la liturgia sea liturgia y no festival.
http://www.youtube.com/watch?v=63sKnm-WJPE
Con razón lo subtituló Beethoven "vom Herzen, möge es wieder zum Herzen gehen". Nunca se ha compuesto NADA igual.
Hubo momentos en los que la Iglesia era el pan de los pobres, la escuela de los pobres, el palacio de los pobres...
Ahora... ya lo ves.
Eduardo: no, sin duda no. Con pocos meses de distancia he asistido a Misa en la catedral de Berlin y en la de Washington. Los libros de canciones, disponibles para los feligreses, son remedos de los himnarios protestantes: mismo estilo y en muchos casos mismas canciones.
Queda muy poco sitio para los cantos gregorianos populares.
Que el beato Anton Bruckner ore pro nobis.
Hace un par de años, ante la maravillosa altura de la música en la Jornada Mundial de la Juventud, don Juan Antonio Espinosa, en su blog, no podía dejar de mostrar su indignación ante una música que en su opinión, impedía participar al resto de asistentes con sus cantos(http://blogs.periodistadigital.com/juan-antonio-espinosa.php/2011/08/28/ique-cante-la-asamblea-de-la-jmj-ipor-qu). Hay que aclarar que entre los comentaristas había gente que afirmaba que si cantaban muchos de los fieles que acudieron a los diversos actos de la JMJ, por mucho que la megafonía o los micrófonos de los medios de comunicación, fueran incapaces de captar esas voces.
Por otra parte, no parece que en aquellos templos en los que se cantan esas misas con guitarra, muchas de ellas con canciones que rondan el medio siglo, el pueblo acompañe mucho a los cantores. A este respecto, otro blog, esta vez de un sacerdote, muestra cómo en un templo en el que había un hermoso coro con guitarras, y en el que el párroco titular se quejaba de que el pueblo no cantaba, el sacerdote-bloguero consiguió que los feligreses arrancasen a cantar. Esto sucedió cuando el sacerdote autor del blog, con el debido permiso del otro párroco, presidió la eucaristía, y en su momento pidió al coro que dejara de cantar, entonó el "Señor Ten Piedad" y consiguió que casi todos los presentes se arrancasen a cantar. El sacerdote en cuestión era don José Fernando Rey Ballesteros, y la experiencia la cuenta en la entrada de su blog http://www.jfernandorey.com/blog/musica-liturgica-ruido-de-guitarras-y-el-pobre-san-pio-x/ en la que sólo tenemos un pero que decir: La polifonía no fue prohibida por San Pio X, sino que el santo padre pidió que ésta tenía que seguir el modelo de Palestrina.
Igual al final las soluciones a algunos problemas están más cercanas de lo que pensamos. Eso si, igual tenemos que tirar por la borda mucho lastre inútil. Si en época de San Pío X hubo que prescindir en las Iglesias de una Música con Mayúsculas, simplemente porque recordaba demasiado a la ópera y no conseguía el objetivo de llevar al creyente al lugar donde se supone le tiene que llevar la música religiosa, con mayor razón se puede prescindir de "clásicos de los años 60", que poco o nada dicen a la gran mayoría de los fieles, y que no les llevan a ninguna parte.
Algo mínimo, ojo, en lo cuantitativo. En lo cualitativo eso que afirmas tiene una oportunidad, una validez y una eficacia muy grandes (aunque esto último quizá a largo plazo).
Afirmar la verdad, sobre todo aquella que es ignorada-negada sistemáticamente, es uno de los actos más potentes y transcendentales que pueden realizarse en este mundo. Es la verdad de Dios lo que sostiene al mundo. Y aunque sea afirmada por un Resto mínimo, que quizá en su tiempo sea rechazada por la inmensa mayoría, siempre Dios hace prevalecer la verdad en su Iglesia, quizá después de largos eclipses. Por eso, sin hacer cálculos oportunistas ni exigirle a Dios que haga cambios YA, hemos de "dar testimonio de la verdad" en el mundo, y también en la Iglesia, con una certísima esperanza. Cristo vino al mundo "para dar testimonio de la verdad". Y ese testimonio SIEMPRE da fruto, es absolutamente necesario.
Muchos de los artículos de "Reforma o apostasía" son igualmente "voz que clama en el desierto". Los tuyos llevan con frecuencia el mismo talante.
Era un testimonio de un protestante norteamericano del siglo XVIII que por casualidad visito una iglesia católica ("romanista") y venía a responder a la pregunta que planteas.
Pero claro, darse de bruces con la realidad duele.
"Hay centros de formación diocesanos o religiosos que, antes que aceptar las orientaciones de la Iglesia, prefieren quedarse sin vocaciones. Ellos ya saben que otras diócesis o institutos, que se identifican con la doctrina y la disciplina de la Iglesia, tienen vocaciones, y a veces muchas. Pero no por este dato de experiencia abandonan su obstinación suicida"
Lo que significa que tal vez las soluciones sean conocidas por todos, pero que no hay voluntad de aplicarlas. Y uno no puede dejar de pensar que tal vez estas soluciones no solo sean conocidas para el problema de la falta de vocaciones, sino que puedan ser conocidas para los otros problemas que nos aquejan.
Siguiendo con el tema de la música, tal vez la solución al páramo musical esté más cerca de lo que nos pensamos. Eso si, una solución "todo gratis":
Creo que la creación de scholas cantorum debe partir de fieles instruidos, que ofrezcan su trabajo a las parroquias sin recibir nada a cambio. En Alberic (Valencia), hace unos pocos años, un grupo de personas, hartas ya de la situación musical de los templos, decidió agruparse en una schola cantorum, constituida fuera de la Iglesia, pero que ofrecía sus servicios a la misma. No participan en todas las misas ni todos los festivos, pero puede que lo hagan unas 15 ó 20 veces al año. En algunas festividades y en algunos funerales son llamados a participar. Entre las cosas que han logrado una de las más notables, ha sido un órgano inglés (no tan grande como el del Salvador de Pamplona), que hace las funciones de órgano de coro. El instrumento pertenece a la agrupación, que llegó a un acuerdo con la Iglesia de San Lorenzo para albergarlo allí, por lo que nadie ha podido hacer la menor crítica ante la llegada del órgano. Fuera de San Lorenzo, han participado en diversas misas en poblaciones vecinas, llamados por algunos feligreses para celebrar alguna festividad especial, por mucho que en estas ocasiones, no haya quedado otro remedio que un órgano eléctrico, sucedáneo del real.
Siguen sonando las guitarras los domingos a mediodía, pero la gente ahora tiene donde comparar: hay una alternativa, que esperamos pueda estar cada vez más presente. Creo que el modelo que he citado puede ser válido y puede exportarse, por mucho que nadie puede pretender que más de 40 años de inadecuación musical, se puedan resolver en menos de cuatro.
Puedo traer en un momento varias páginas en las que enseñan gramática y vocabulario quenya, el idioma élfico creado por Tolkien. Y lo mismo puedo decir del klingon, idioma de Star Trek.
Muchos jóvenes gustan de ver series de animación japonesas en original con subtítulos, y más de uno se anima a aprender el japonés.
Al parecer, la tan cacareada generación mejor preparada de la historia de España, capaz de manejarse con soltura en las nuevas tecnologías, es absolutamente incapaz de seguir el latín.
Y así podríamos seguir dando ejemplos tras ejemplos de cómo se nos mantiene a los seglares en esa abierta contradicción de que, supuestamente, hemos alcanzado ya la madurez en la fe, y por otro lado se nos trata como críos, con cantos ñoños que no tienen ni la décima parte de la profundidad de los antiguos himnos y composiciones, y liturgias en los que más parece un acto de "lucimiento" del cura que el mayor acto de adoración que la Iglesia puede tributar a la Santísima Trinidad.
Y para terminar estas contradicciones: se puede enviar un cargamento de armas al corazón de África con instrucciones en ruso, y no habrá problemas para usar esas armas; diga "Dominus vobiscum" y la locura estallará porque nadie entenderá ni ahora ni nunca los arcanos que envuelven esas dos palabras.
Nosotros tenemos nuestra liturgia, así como la Iglesia Ortodoxa la suya y Uds. la vuestra y si bien no considero pertinente modificar la estructura de cualquier liturgia, pues estas estructuras tienen su fundamento doctrinal en cada religión, no es malo que la gente cante en su lengua y mediante ese canto no solo participe de una liturgia, sino que también entienda el mensaje que la Iglesia quiera dar, es más importante la substancia que la forma.
En America Latina, incluso durante la "conquista", los pueblos originarios entendían más la fe por el canto en sus lenguas que la liturgia en latín y en el siglo XX despues del Concilio Vaticano II se comenzó a cantar y hablar en el lenguaje local, o sino vean la hermosa Misa Criolla escrita por el Argentino Ariel Ramirez, o los villancicos latinoamericanos, que con simpleza y sencillez transmiten su fe y su sentir, salgan un poco de la vieja Europa, no es mi afan que la Iglesia Catolica se quede sin fieles, sino que existan mejores y más buenos Cristianos, estén donde estén, con respeto y misericordia.-
bendiciones
Parece que hubo un tiempo en que se confiaba en la capacidad intelectual del ser humano y se contaba con ella para elevar la altura de sus gustos y pensamientos con exigentes enseñanzas. Pero es cierto que, desde hace unas cuantas décadas, hay un cierto consenso en todas las áreas de enseñanza, en la predicación, en la catequesis, en meditaciones, etc. en pensar que el ser humano se ha entontecido y necesita que se aligeren fondo y forma de todo lo que se pretenda meter en su entendimiento.
Se trata a los niños como a tontos y un ejemplo claro y patético son los libros de catequesis.
Se trata a los feligreses como a tontos y eso se sufre muchísimas veces en las homilías que no pasan de ser discursitos ligeros y bienintencionados sin fundamento teológico recio que es lo que ayuda cuando el sentimiento se esfuma y debemos vivir de la pura fe. Se habla como si se tratara con tontos cuando, tantas veces, en conferencias, charlas o meditaciones se musita un "lo siento, me voy a poner un poco profundo" cuando se va a citar una encíclica, un texto de los Padres o cualquier otro documento que el conferenciante considera demasiado elevado para su auditorio que, al parecer, está compuesto de tontos de remate.
Así se ha conseguido que abunde el atontamiento espiritual e intelectual concretado en seres muy sentimentales que no saben dónde apoyan los pies y que son pasto fácil para los lobos que tan frecuentemente los despistan.
Todo esto se concreta en lo musical creyendo que la gran música que Dios ha querido dar a su Iglesia era demasiado elevada, que separaba de Dios porque nadie la entendía. Que era necesario utilizar textos más emocionantes y menos elevados que los que propone la liturgia, que se iba a entender mejor un "juntos como hermanos" que la Palabra de Dios que un domingo concreto se propone para el introito.
Así nos va. Nos viene un testigo de Jehová a casa con un discurso en torno a la colocación de una coma aquí o allá en el pasaje de "Tú eres Pedro y sobre esta piedra" etc. y no sólo no sabemos qué argumento oponer,sino que además empezamos a dudar de la veracidad del catolicismo. Esta anécdota es trágicamente verídica.
Sin embargo, el Kyriale dispone de XVIII misas, aunque curiosamente solo aparecen cinco credos (en Valencia, es digno de ser reseñado que, al menos en los últimos años, se prefiere rezar el credo antes que cantarlo, incluso en las grandes solemnidades). En el misal del año 1943 he podido hallar, efectivamente la "Misa de Angelis" gregoriana, pero ni rastro de las otras misas, que se podrían emplear en los domingos de cuaresma, en las fiestas marianas, y en otras ocasiones.
Mucho es lo que me gustaría saber de este tema y espero que en futuras entregas pueda conocer más sobre él. Creo que tal vez dar demasiada preponderancia a una de las misas no fuera bueno, por mucho que por lógica siempre habrá unas misas que se repetirán más y otras que serán más propias de algunas celebraciones.
Sigo pensando que, si se pudo poner una de las misas en solfeo moderno, se podría hacer lo propio con las otras, y con ello remarcar ciertas celebraciones. Me gustaría que gente que sepa más del tema diera su opinión sobre lo que acabo de exponer. Muchas gracias de antemano.
También otros cantos de uso frecuente como el Asperges me, el Vidi aquam, Tantum ergo, la Salve...
Hubo lugares donde la gente, por iniciativa de los párrocos locales, llegó a aprender bastantes de estos cantos.
Además está el hecho de que nadie se llevaba las manos a la cabeza por el hecho de que hubiese coros parroquiales compuestos por gente normal, del pueblo, que en las solemnidades cantaban el Ordinario de la misa en las versiones polifónicas sencillas pero muy dignas que se prepararon en los años posteriores al motu proprio: Perosi, Reffice, Ravanello, etc.
También había personas que sabían leer la notación gregoriana con agilidad, por haber pasado por algún seminario, y así podían afrontar el Propio gregoriano.
A mi juicio, el problema era la falta de comprensión de la lengua latina por parte de la mayoría de la gente. A diferencia de lo que han dicho algunos comentaristas, yo sí creo que esto era una carencia grave. Una cosa es saber qué significa Dominus vobiscum y otra muy distinta es entender de oído las oraciones colectas o las epístolas de San Pablo.
Yo he conocido a alguna persona mayor que era capaz de recitar de memoria pasajes completos de epístolas de San Pablo. Eso sí, sin entender ni palabra.
Que la cultura cristiana fuese muy elevada en aquellos tiempos nadie lo duda, pero desde luego no era gracias a la comprensión y participación en la liturgia, sino, como se ha dicho, por la cultura iconográfica, simbólica, etc.
Conste que yo soy un grandísimo amante del latín y defensor de su recuperación habitual en la liturgia en cuanto lengua universal de la Iglesia, pero hay que buscar la manera de que la inmensa riqueza doctrinal y espiritual de los textos litúrgicos no quede oculta a la mayoría de personas que no conoce esta lengua.
Los animales, por el solo existir, implican un culto a Dios. No son ellos quienes rinden el culto a Dios, porque al no tener “yo" sus actos no les son predicables en forma individual: actúa “un” animal pero no porque él, en cuanto ente concreto, se dirija hacia algo, sino porque es atraído desde el mundo exterior y entonces re-acciona.
Los seres humanos, por nuestra naturaleza racional, tenemos “yo”, somos “individuos”, “personas”; obramos nosotros-mismos, no somos “atraídos-desde” sino que “nos- dirigimos-hacia” a través de nuestro actuar que se predica de un “yo”: no soy un ente re-acciono sino que encamino mi “yo” hacia un objetivo: moviéndo-me “yo-mismo”.
Por naturaleza estoy llamado a dar culto a Dios-Creador. Puedo escoger, con mi actuar personal, a mí imputable en forma individual (exclusiva-excluyente), rendir culto a Dios o no, pretendiendo rendirme culto a mí mismo, dejándome esclavizar por las cosas creadas como si fuesen éstas objeto de culto.
El culto que una criatura racional puede rendir a su Creador parte de un desequilibrio natural, dada la infinita diferencia entre éste y aquélla. Pero como el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, debe procurar dar lo más que pueda de sí mismo para, desarrollando con su obrar tal semejanza, actualizar un asemejar-se cada vez más intenso.
Los actos humanos de culto a Dios a través de la celebración litúrgica no consisten en un obrar para dominar la naturaleza que el Creador ha puesto a su disposición. Estos actos de culto tienen como única finalidad dirigir la integridad personal hacia Dios, ofreciéndole todo lo que uno tiene en un acto expreso de adoración. Ésta cuenta con un anonadamiento, el de la criatura ante su Creador; pero como éste es un Padre, se modela en una acción de gracias, en actos de reparación (restablecimiento del equilibrio) y de petición.
Un niño recién nacido emite sonidos en forma de llanto: hay un mensaje, una exteriorización personal del “yo” que comunica un “algo”; como si el “yo-total” encontrara y utilizara ese único canal disponible para manifestar-se a través de la emisión de sonidos. El llanto, los gritos, los sonidos fuertes se vuelven inanes cuando el contenido a manifestar es mayor; surge, pues, el lenguaje articulado oral. Todos hemos experimentado que en determinados momentos éste es también insuficiente y comenzamos a modular-entonar sonidos, pasando del simple “manifestar un qué” que está muy dentro de nuestro “yo”, a otro “qué” superior, a una especie de producción de belleza sonora, a través, por supuesto, de nuestra emisión de sonidos: el canto.
El canto, constituye un grado más sublime de actualización del culto a Dios, porque entonces el hombre está produciendo belleza sonora, no limitándose a manifestar-LE un qué, sino a manifestár-SE-lo en forma más elaborada, con belleza adicional (siempre que sea capaz de ello). De la misma manera que es más sublime la producción de belleza plástica en un sagrario o en unos objetos litúrgicos más logrados, que no una caja, sin más, o un recipiente, sin más, para guardar o contener el cuerpo y la sangre de Cristo (siempre que el hombre sea capaz de ello).
Que el culto a Dios no exige, sin más, el canto o la belleza plástica de los objetos litúrgicos: por supuesto, no lo exige; lo fundamental es el corazón, “yo” que me doy sin reserva alguna a ÉL. Pero tal como cuando quiero dar hospedaje a quien amo y venero, procuro dar lo mejor de mí, lo mejor que poseo (Génesis 18, 1-10: lectura de la misa de hoy domingo), así también, si tengo habilidad para cantar y está permitido en el acto litúrgico, entonces debo rendir un culto total a Dios y no a medias.
La celebración eucarística es un acto público de culto a Dios, no privado: es toda la Iglesia la que se encuentra allí, todo el Cuerpo de Cristo; luego, no valen las improvisaciones ni las singularidades de cada uno, sino que ese culto se tiene que llevar a cabo según unas directrices que están marcadas por la Iglesia jerárquica (en sus funciones típicas-exclusivas) y no por los fieles. Que sin en medio de la celebración me viene un subjetivo arrebato como para entonar una melodía, entonces tengo que callarme y no dar paso a mi personal emoción; debo someterme al culto público, esto es, a la manera como está regulado. De lo contrario, no rindo culto a Dios, sino a mis pretendidas habilidades artísticas o a mi inusitada emotividad.
Al respecto, debo disentir con Raúl en su articulo, cuando menciona que es imposible cantar los textos propios. Los invito a mirar nuestro proyecto en el sitio web "www.corosanclemente.com.ar" en donde Domingo a Domingo intentamos armar un repertorio que respete los propios y la idea fuerza de cada celebración dominical, así como la participación activa de la asamblea en las aclamaciones y diálogos con el celebrante (y todo esto no necesariamente en latín, sino en castellano). Creemos y comprobamos ya desde hace más de tres años que ES POSIBLE cantar lo que el Magisterio pide, sin caer necesariamente en el canto gregoriano o el canto popular de la Misa Preconciliar ni la chavacanería barata de los cantos posconciliares. Y la asamblea participa! (cantando y escuchando polifonía). Pero hace falta que muchos obispos y sacerdotes se despojen de preconceptos ideologicos y que de una vez por todas se de importancia al canto en la Liturgia Romana y a la formación de músicos que lo hagan posible con decoro e idoneidad, principalmente en los seminarios diocesanos.
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