Nuevo y viejo uso del órgano en la liturgia
Aquel día celebramos las segundas vísperas del Segundo Domingo de Pascua cantadas en gregoriano, según el rito ordinario, con sus antífonas y entonaciones propias, tal y como aparecen en la versión oficial preparada por los monjes de Solesmes, el Antiphonale Romanum (II) publicado en 2009. Otra novedad fue que se recuperó una muy antigua tradición musical-litúrgica de la Iglesia: los versos de órgano que alternan con el canto.
A diferencia de lo que puede parecer hoy en día, la función principal del órgano desde los primeros momentos de su introducción en la liturgia de la Iglesia y durante muchos siglos después no fue tanto acompañar el canto como dialogar con él, además de intervenir como “solista” en diversos momentos de las celebraciones.
Para comprender mejor esto hay que conocer en qué consiste una práctica musical muy antigua en la liturgia de la Iglesia, que suele recibir el nombre de alternatim, según la cual muchos himnos, salmos y otros cantos son cantados alternativamente por un coro al unísono (canto gregoriano) y por otro coro polifónico (a tres, cuatro o más voces). A día de hoy esta práctica litúrgica sigue plenamente vigente en las celebraciones de San Pedro de Roma: un versículo es cantado en gregoriano (unísono, a una sola voz), el siguiente se canta en polifonía (a varias voces), y así sucesivamente.
No sabemos gran cosa de cómo se usaba el órgano en los primeros años de su introducción en las celebraciones litúrgicas, allá por los siglos IX-X. Pero sí conservamos testimonios de varios siglos más tarde sobre la intervención del órgano en la práctica alternatim como sustituto del coro vocal en las secciones polifónicas en aquellas ocasiones en que el coro polifónico vocal no podía estar presente, quizá por falta de medios para pagar a los cantores. En tales casos el órgano hacía sonar una breve pieza llamada verso o versillo, compuesta o improvisada de tal modo que encajase a la perfección con la melodía gregoriana cantada en ese momento.
El primer ejemplo conservado de música de órgano para la práctica alternatim se encuentra en el códice de Faenza, de comienzos del siglo XV, donde aparecen dos juegos o series de versos de órgano para ser alternados con el Kyrie y el Gloria de la misa gregoriana Cunctipotens genitor Deus. A lo largo de los siglos posteriores este uso del órgano fue detallado en diversos ceremoniales, siendo el principal de ellos el Caeremoniale Episcoporum promulgado por Clemente VIII en 1600.
Los detalles concretos variaban según los lugares y tradiciones locales, aunque había aspectos comunes. Por ejemplo, el Credo nunca se cantaba alternado con órgano, sino que su texto debía ser proclamado íntegro y claro con el canto.
Era habitual que en los cantos comunes y bien conocidos (como los del Ordinario de la Misa) el primer verso corriese a cargo del órgano. Sin embargo en lo que respecta a los himnos un ceremonial castellano establece que el primer verso debe ser cantado por el coro, para que el pueblo eche de ver quando se comiençan. En la Misa el órgano intervenía alternatim en los kyries, el Gloria, el Sanctus y el Agnus Dei. En cuanto a la Liturgia de las Horas, se usaba sobre todo en el himno y el Magníficat de las Vísperas. El repertorio conservado en España atestigua también un uso frecuente en los salmos.
En algunos lugares -Roma entre ellos- el órgano sonaba en lugar de la repetición de la antífona al final del salmo o cántico. Tenemos un bellísimo y reciente ejemplo de esta práctica en las Vêpres du commun des fêtes de la Sainte Vierge del gran organista francés Marcel Dupré (1886-1971), donde el órgano glosa magistralmente la melodía gregoriana de cada una de las antífonas de las Vísperas del Común de la Virgen.
El hecho de que el órgano supliese el canto del coro en ciertos versos del texto litúrgico no significaba ni mucho menos que tales versos desaparecieran de la celebración. El objetivo de la música del órgano era ayudar a la oración en esos momentos. Así dice la Declaración de las Rúbricas Generales del Breviario y del Ceremonial Romano publicada por el franciscano Andrés Guerrero en 1629:
Mas se ha de advertir, que siempre que el Organo tañere alguna cosa, o respondiere alternativamente a los Versos de los Hymnos, o de los Canticos, alguno del Coro pronuncie con voz intelligible aquello que ha de leer el Organo.
Al parecer esta práctica alternatim con órgano también sufrió un grado notable de abusos y decadencia en el siglo XIX, y S. Pío X se vio obligado a recordar la norma tradicional en el nº 8 de su famoso motu proprio Tra le Sollecitudini:
Las rúbricas no consienten que se suplan con el órgano ciertos versículos, sino que éstos han de recitarse sencillamente en el coro.
Este aspecto de los versos de órgano como ayuda para la oración con el texto litúrgico es ilustrado por el esfuerzo de los organistas franceses de los siglos XVII-XVIII para que el carácter de la música ilustrase el sentido del versículo correspondiente. Esto era posible sobre todo en los textos que se repetían con más frecuencia, como el Magníficat de las Vísperas, donde el órgano intervenía siempre ilustrando los mismos versos. Por ello el esfuerzo de componer versillos de órgano para ilustrar con música adecuada, pongamos por caso, el Quia fecit mihi magna qui potens est o el Suscepit Israel, se veía compensado por la posibilidad de emplearlos con frecuencia.
En los siguientes enlaces pueden ver dos ejemplos de canto alternatim con órgano, ambos a cargo de la Capilla de Música de la Notre-Dame de Paris, con Pierre Cochereau al órgano.
Aquí aparece la secuencia Veni Sancte Spiritus, de la fiesta de Pentecostés:
Y aquí el Te Deum:
La práctica alternatim con órgano fue abandonada en casi todos los lugares después del Vaticano II, lo que añade una pérdida más de belleza a las muchas sufridas por la liturgia católica en estos años. No hay que olvidar que, si existen órganos tan hermosos en nuestras iglesias y catedrales, ello se debe a que su función no se limitaba, como ahora, a sostener tenuemente el canto de melodías populares, sino que toda la belleza y caudal de su sonido se integraba armónicamente y, en cierta manera, “por derecho propio” en el culto divino.
Pues bien, esta venerable práctica litúrgica fue recuperada en el acto de presentación del nuestro órgano. Naturalmente, las circunstancias de hoy en día son muy diferentes a las de siglos pasados:
En el plano litúrgico y espiritual, porque desde el Concilio Vaticano II la Liturgia de las Horas ya no se considera como algo propio y casi exclusivo de los clérigos y religiosos, sino que los laicos son invitados vivamente a sumarse a ella, y las parroquias a celebrarla sobre todo las Vísperas en la tarde de los domingos.
En el plano musical-acústico, porque la distribución de los espacios y los elementos tampoco es igual: en el clásico coro de cualquier iglesia española los participantes en el Oficio Divino -casi siempre clérigos o miembros de una congregación religiosa- estaban sentados todos juntos en la sillería, con el órgano muy cerca o directamente sobre sus cabezas. En esa situación resultaba totalmente factible la indicación de garantizar la presencia del texto litúrgico durante las intervenciones del órgano mediante su lectura con voz audible. Hoy en día, dado que los asistentes se sientan por toda la nave de la iglesia, esa lectura ya no sería tan audible, y la megafonía pocas veces se lleva bien con el equilibrio acústico de la música “en directo”.
Para solucionar este problema tomamos esta vez apoyo en un recurso tecnológico muy conocido: las presentaciones de diapositivas en pantalla. Es verdad que los famosos power-point tienen ganada una mala fama por el uso que demasiadas veces se les da: llenos de colorines, fotografías, efectos y animaciones que desdicen por completo del contexto litúrgico. Pero es perfectamente posible preparar la presentación de las diapositivas de modo que la atención se centre sobria y naturalmente en el texto, como si fuese un gran breviario, o uno de aquellos grandes libros de coro que se colocaban sobre el facistol en medio de los cantores. Así se intentó hacer, mostrando el texto latino de los cantos gregorianos junto con su traducción, de modo que el uso del latín en los momentos que así lo requerían no supuso dificultad alguna.
La experiencia fue muy buena. Muchas personas se sorprendieron al ver unidas tan íntimamente la belleza de la música y la riqueza de la oración litúrgica. Por desgracia lo que fue norma durante tantos siglos ahora es excepción.
Los versos del órgano fueron tomados de compositores desde el siglo XVI hasta el XX, y, además del efecto que la buena música siempre tiene en el espíritu humano, proporcionaron un mayor tiempo para la meditación de los textos, lo cual no suele ocurrir en la celebración meramente leída o cantada “de seguido”, donde todo va más rápido.
Creo que celebraciones de este tipo pueden ser un camino de cara a superar la lamentable ruptura que padecemos hoy en día en materia de música litúrgica. Ciertamente las prácticas musicales tradicionales del Oficio Divino, llenas de profundidad y belleza, tal y como se usaron en la Iglesia durante tanto tiempo resultaban inaccesibles para la mayoría de personas dado el general desconocimiento de la lengua latina. Por ello han desaparecido de la Iglesia, quedando únicamente como sucedáneo las reconstrucciones musicológicas en formato de concierto. Por su parte las celebraciones actuales, en la búsqueda de una mayor inteligibilidad, se han dejado demasiadas cosas por el camino.
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8 comentarios
Excelente su artículo. Y felicitaciones por el Nuevo Órgano.
Por cierto, una consulta. ¿No fue San Pio X, en su Motu Proprio Tra le sollicitudini, quien buscó eliminar la práctica del alternatim (la más moderna, que constaba en reemplazar el canto polifónico por órgano en solitario), de modo de privilegiar el canto del texto completo?.
Finalmente, creo que son cosas que debemos recuperar cuanto antes. En especial ahora, que la tecnología nos permite poner en manos de cualquier feligrés una hojtia con la letra y su traducción (y a veces incluso la música, cuando es gregoriano!).
Saludos desde la larga y angosta faja de tierra del sur de América.
Me ha gustado conocer el origen de esos "Versos" que a veces escuchamos en conciertos, sobre todo los del Pange Lingua "More Hispano", que tanto han inspirado a nuestros compositores barrocos.
Y por supuesto, tras conocer el origen de muchas de esas maravillas que oímos en conciertos y en discos compactos, pero pocas veces ya en los templos, uno no deja de sentir un regusto amargo. De sentirse expoliado de una riqueza que, sin ningún sentido, hemos dejado de disfrutar... salvo que pongamos un disco compacto en nuestro equipo de música o asistamos a un concierto, que en todo caso no deja de ser como ir a un zoológico para disfrutar de la naturaleza.
El tema de las presentaciones para seguir la música me parece interesante. Pero no sé si la Iglesia lo tolera, lo fomenta o puede llegar a prohibirlo. Supongo que igual fue una cosa pensada para los sordos y puede tener utilidades en otros apartados. Saludos y gracias por divulgar estos conocimientos.
P.D. En mi último viaje a Valencia, le pedí a una tía mía un misal, del que recordaba tenía música en pentagrama. No sé si es un tema que se pueda hacer, pero al menos en aquel misal ahora en mis manos, que se editó en el año 1943 aparece en solfeo moderno la Misa Gregoriana "De Angelis", y algunos himnos. Creo que se podría intentar hacer más transcripciones y a ser posible tener las XVIII misas del Kyriale.
Como puede verse en el punto nº 8 que reproduzco en el artículo, S. Pío X no pretendía dictar una nueva norma respecto a los versos de órgano, sino recordar lo establecido desde antes en las rúbricas. Esto es: que alguien leyese de modo audible el texto del versículo. El mismo Pío X dice " que se recite sencillamente en el coro".
Deducir de esto que pretendía acabar con la tradición de los de órgano significaría asumir que lo que estaba pidiendo es algo así como una alternancia entre canto y lectura, algo que no tiene mucho sentido en la tradición del canto de los himnos y salmos.
Además, los versos para órgano siguieron componiéndose y tocándose hasta el Concilio Vaticano II, incluso entre el grupo de compositores más fieles y entusiastas en la aplicación de las directrices del motu proprio. Eso sí, por lo que he podido averiguar, la prácticas concretas variaban de un lugar a otro.
Y estoy de acuerdo también en lo del expolio, aunque entiendo también la necesidad que había de buscar una solución al alejamiento de los fieles respecto de la liturgia.
Por otra parte, no creo que nadie se oponga al uso de un determinado tipo de música, si con ella se consigue acercar el mensaje del Evangelio a un determinado colectivo. Pero recuerdo haber leído cómo una pastora luterana, hija y nieta de pastores, se había acercado a la Iglesia Católica, debido justamente a las posturas a favor del control de natalidad que se habían adoptado en su congregación, y como la mala música del templo católico al que acudió, estuvo a punto de hacerla desistir de su conversión. Y es que ella, en su formación cultural, no podía avenirse a que se descuidaran música y sermones. Por fortuna, el sacerdote católico supo enviarla a un templo donde estos "detalles" se cuidaban y pudo convertirse al catolicismo.
En todo caso, creo que todos deberían tener la posibilidad de participar en una misa con un tipo u otro de música. Y esto en muchas zonas, es "misión imposible". Y ya digo, no estaría mal que otras músicas estuvieran presentes, si al final esto no resultara una forzada ausencia de las que han acompañado por mil años a las misas católicas en todo el mundo.
“Por su parte las celebraciones actuales, en la búsqueda de una mayor inteligibilidad, se han dejado demasiadas cosas por el camino” (Del Toro Sola, Raúl)
Exclusivamente humano es desear entender lo que pasa a nuestro alrededor y aquello en que participamos: intentar leer dentro de la realidad. Entender no es algo espontáneo, ni respuesta automática a impulsos externos: no es instintivo. Requiere un expreso tender hacia el objeto, desear captarlo para como si introducirlo en nuestro yo. Es imprescindible una ininterrumpida voluntad para que el proceso traspase la mera impresión sensorial y se convierta así en personalísimo entendimiento.
La inteligibilidad de la realidad no depende de ésta sino del sujeto que quiere leer hacia dentro de ella: de mi constante “querer” entenderla y de mis capacidades intelectivas que, como tales, no surgen de mi voluntad sino de mis características orgánicas recibidas sin mi obrar. A través de mis actos voluntarios, puedo desarrollarlas, con un ejercicio tal que me permita un mayor grado de entendimiento. No es la realidad la que busca ser entendida, sino los humanos los que, por nuestra naturaleza, tendemos a entender-la. La realidad existe independientemente de los sujetos capaces de captarla y desplegar así otras realidades a partir de unas iniciales.
Si quiero entender “A” tengo que centrar mis potencias racionales en “A” y no en “B”. Si quiero entender “A” no tengo que transformar “A” en “B”, porque entonces ya no tengo “A” sino “B”; y si quiero entender “B” tengo que introducirme en (leer dentro de) “B” y no en “A”. Luego, la inteligibilidad de “A” depende de que yo deje intacto “A”.
Si quiero que me resulte inteligible el “Parsifal” de R. Wagner, por ejemplo, debo acudir a la obra tal como ella es, no puedo modificarla, porque entonces ya no estaría intentando entrar en ella, sino crear otra, quizás a partir de ella, de donde el objeto ya no sería el “Parsifal” sino algo concebido por mí: yo, como sujeto, estaría elaborando un nuevo objeto de entendimiento. Si continúo interesado en entender la obra, debo partir del libreto en lengua alemana, o, en su caso, de una fiel traducción del original; no puedo basarme en un texto diferente escrito por quien considere que con ese cambio la obra es más inteligible, pues entonces ya no sería el “Parsifal” (que debe ser el objeto de mi entendimiento), sino un sucedáneo fabricado por otro.
En una celebración eucarística. Si ante mi ignorancia litúrgica o musical, en lugar de centrarme exclusivamente en el objeto, en la específica manera como se desarrolla el acto litúrgico en lo concerniente a sus manifestaciones musicales (vocales o instrumentales), pretendo convertirme en el centro y transformar tal exteriorización a la medida de mi intención de entender el objeto y/o a la medida de mi capacidad intelectiva o estética para la comprensión del objeto, entonces ya no se trata de un problema de inteligibilidad sino de transformación de la realidad.
Inteligibilidad no tiene que ver con transformación de la realidad. Para transformarla intencionalmente hace falta entenderla, pero no al revés. Cuando transformamos la realidad, no intentamos su comprensión sino más bien la consecución de una nueva realidad. En una celebración litúrgica, si ante determinadas maneras de llevar a cabo su realización, alguien piensa que no será entendida, y desea que sea entendida, el recurso es conseguir los medios para que los sujetos estén mejor dispuestos para intentar comprenderla, como por ejemplo, lo que nos menciona Raúl del Toro Sola: traducciones al castellano del texto en latín, pero sin cambiarlo, porque de modificarlo, ya no sería traducción, sino transformación del contenido del lenguaje articulado inicial, para convertirlo en otro contenido, con otro significado.
Para un mayor grado de inteligibilidad, el sujeto debe conservar el orden establecido en la naturaleza humana. La realidad puede gustar más o menos, pero esto no influye en su inteligibilidad; con menor apetencia, quizás menor intencionalidad de entenderla, pero no que la realidad sea, por sí, ininteligible; con mayor apetencia, quizás mayor intención de entenderla y el sujeto se esforzará más para ello. Tratándose de un objeto que tiene que ver directamente con el culto a Dios, es el sujeto quien debe intentar llegar hacia dentro de esta realidad: no es algo opcional para él, por cuanto en la naturaleza humana está escrito íntimamente este culto; pero éste no es posible cuando el hombre intenta transformar el objeto según sus apetencias; en todo momento tiene que amoldarse a la realidad para cumplir con su deber de entenderla.
Aborda la práctica del Alternatim. Ciertamente, su realización se puede seguir escuchando en la Catedral de Notre-Dame de París. Aquí se trata de una "recuperación" del gran tesoro histórico de la Capilla musical de la Catedral gala: Concretamente, renace de sus cenizas, en el año 1955, cuando tres personas se "encontraron" en aquella Catedral y llegaron a plasmar una nueva estética que diera su belleza a la liturgia de los Domingos y de las grandes Solemnidades: El Canónigo Berrar, el admirable y santo sacerdote, Canónigo Jehan Revert - gran músico, compositor, cantor excepcional y presentador de las audiciones de los Domingos en Notre-Dame, y el organista de antología Pierre Cochereau, fallecido tempranamente en el año 1982, en el cenit de su arte (un "maestro" único e irrepetible en el mundo de la Improvisación al órgano).
Dichas tres personas llegaron a una verdadera ósmosis, hasta el punto de llegar a configurar unas celebraciones dignísimas de un altísimo nivel tanto litúrgico, como bíblico, así como musical y organístico.
Quedan patentes dichos episodios realmente fascinantes en las grabaciones de François Carbou, ingeniero de sonido de Pierre Cochereau durante toda su "carrera" en la codiciada tribuna de París, además de asistente de registros y páginas.
Menciona Usted, Raúl, el pulcrísimo Te Deum, así como la Prosa de Pentecostés, "Veni, Sancte Spiritus". Son multas las demás demostraciones de dicho Alternatim en momentos como Pascua de Resurrección: "Victimae Paschali Laudes" (también Alternatim) cuya peculiaridad es la de seguir un ritmo "parisino" muy particular), "copiado" - por así decirlo - por no pocos grandes organistas (me atreveré a usar aquí el título de discípulo de Cochereau del actual titular de la tribuna Cavaillé-Coll de la Basílica de Saint-Denis, Pierre Marie Pincemaille, quien cuando fuera titular de Saint-Eugène/Sainte-Cécile de París, practicaba dicha prosa (o mejor, dicho ritmo) con el Alternatim, unido al rito "parisino" con una exquisitez y una delicadeza litúrgica excepcionales.
Pero, ciertamente, son muchísimos más los ejemplos de grandes diálogos entre Schola, Asamblea y órgano en numerosas grabaciones de Pierre Cochereau, en las Ediciones FY, bajo la dirección técnica del susodicho François Carbou y su esposa, en Notre-Dame.
Caben destacar aquí, de modo especial, las Liturgias de las Segundas Vísperas del Domingo y las de Natividad de Nuestro Señor, así como Pascua de Resurrección y Pentecostés, y las "Grandes Heures Liturgiques á Notre-Dame" que reúne las dos grabaciones aparecidas en YouTube que menciona, Usted.
Las joyas del gran Marcel Dupré no tienen parangón: Organista de un talento superlativo, Católico capaz de traducir en música sus meditaciones sobre la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, Dupré ha marcado toda una generación de organistas: Cochereau, Gavoty, Jehan Alain, Suzanne Chaisemartin, Marie Claire Alain, Pierre Marie Pincemaille, y muchísimos otros grandes nombres del órgano francés que no pocas veces supieron prestarse al ejercicio siempre difícil del acompañamiento de la Liturgia, unido al de dialogar con la Schola: Otro ejemplo de ello es el trabajo realizado por Pierre Pincemaille, en Saint Denis, siguiendo la tradición del órgano francés, adquirida de Cochereau, pero como bien lo señalaba Usted, muy anterior al año 1955/58.
Por último: Señalarle el Rito de Bendición "galicana" del Organo - aunque su mención me parece inútil, ya que estoy convencido de que la conoce con sus variantes - en el que el instrumento que es bendecido por el Obispo o Sacerdote delegado por el Ordinario del lugar, "responde" dentro del marco de la bendición a cinco "interpelaciones" del Sacerdos.
Magnífico ejemplo de diálogo entre Clero y Tribuna. Poco usado hoy en día (se le prefiere el Rito Romano, más sobrio, pero quizá algo empobrecido), aún fue elegido por el Padre Abad del Monasterio Benedictino de Montserrat para la inauguración del instrumento del hijo de Albert Blancafort, el Organero Gabriel Blancafort, en el marco de una celebración de Segundas Vísperas realmente impresionante si se considera desde el marco litúrgico-estético-musical.
Es posible existan fragmentos de dicha bendición siguiendo el Rituale Galicanum en Montserrat en el Canal de YouTube. Allí "colaboran" cinco organistas ordinarios del Monasterio para la Bendición "in se", para luego añadir a dos organistas más en la parte Concierto, si no me falla mi memoria.
Ruego me perdone la longitud del texto, pero su post era, desde luego, de lo más interesante visto el alto nivel litúrgico así como teológico. Gracias mil por esos tesoros de historia, que son historia viva, llamada a ser no solo conocida sino dada a conocer a las generaciones venideras.
En primer lugar, el motu proprio Tra le sollecitudini de san Pío X, resulta un tanto ambiguo en lo relativo a la práctica del alternatim con el órgano. Sin embargo, la interpretación del punto 8 que usted hace parece la más lógica. Por otra parte, el punto 11 a) dice:
"El Kyrie, Gloria, Credo, etc., de la misa deben conservar la unidad de composición que corresponde a su texto. No es, por tanto, lícito componerlos en piezas separadas, de manera que cada una de ellas forme una composición musical completa, y tal que pueda separarse de las restantes y reemplazarse con otra."
Se entiende, por tanto, que en el ordinario de la misa no es lícito la práctica del alternatim con el órgano (como en las misas de François Couperin, por ejemplo). Me pregunto si puede estar permitido el usar versos de órgano para el ordinario de la misa, pero de una duración adecuada, de tal manera que no formen piezas independientes; es decir, en el mismo estilo que se hace en los vídeos de Notre-Dame de París. En ese caso, ¿podría ser admisible?
En segundo lugar, dice en el artículo:
"en lo que respecta a los himnos un ceremonial castellano establece que el primer verso debe ser cantado por el coro, para que el pueblo eche de ver quando se comiençan."
Por tanto, si ejecutamos, por ejemplo, un Pange lingua alternando el canto llano (more hispano) con los versos de los grandes compositores españoles (Cabezón, Bruna, Aguilera, etc.), el primer verso (Pange lingua) sería cantado, mientras el segundo (Nobis datus) correría a cargo del órgano. ¿Correcto?
Finalmente, quisiera preguntar, en las vísperas de Dupré, ¿cuándo se toca la antífona del órgano? ¿Se toca después de la antífona cantada, la suple después del salmo...?
Muchas gracias.
¡Saludos!
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Estimado Daniel:
Lo establecido por Pío X sobre el alternatim es ambiguo sobre todo cuando no se parte de las rúbricas en las que él mismo se apoya, esto es, el Caeremoniale Episcoporum. En él, incluso en su última edición de 1886, se describe claramente el uso del órgano alternatim en el Kyrie, Gloria, Sanctus y Agnus de la Misa, y se dice claramente que el órgano se toca alternatim en el Oficio Divino en los himnos, en los cánticos (Magnificat, Benedictus) y al terminar cada salmo, entre otros momentos. Y la indicación de pronunciar en clara voz el texto mientras el órgano "canta" su versículo aparece también en el citado Caeremoniale. Es claro que Pío X bajo ningún concepto prohibió el uso alternatim del órgano, sino que prohibió la supresión de versículos por causa de la intervención del órgano, que es algo distinto. La práctica correcta es pronunciarlos con clara voz mientras suena el órgano.
De hecho, ni siquiera el moderno Ceremonial de Obispos, de 1984, realiza una derogación expresa de la práctica tradicional. Se limita a decir que "el himno es entonado por el cantor y continuado por los cantores o por el pueblo". No cita al órgano para nada, ni para afirmar ni para negar.
En cuanto al alternatim en el Ordinario de la Misa, creo que no hay objeción normativa para recuperar la práctica alternatim con la música de Couperin etc, si los textos no dejan de pronunciarse con clara voz. El problema es más del espíritu de nuestra época, tan impaciente, y tan incapaz -por su miopía antropocéntrica- de comprender el significado y valor de la belleza musical en la liturgia, que no sé si sería capaz de aguantar de pie toda la duración de un Ordinario así. Lo de estar de pie sí que es una norma expresa actual, aunque no en épocas pasadas.
Sobre el orden en la alternancia, efectivamente el primer verso debe ser cantado, como vd. dice.
En cuanto a la repetición de las antífonas con música de Dupré etc, el Caeremoniale tradicional sólo dice que "el órgano suena al final de cada salmo". Una fuente antigua que no tengo a mano ahora -y que utilicé para redactar el artículo- decía que era práctica romana sustituir el canto de la repetición de la antífona por el órgano. El Caeremoniale moderno sí que dice expresamente que la antífona ha de repetirse. Pero no prohibe que, como indica el Caeremoniale tradicional, se toque el órgano después de cada salmo.
Espero publicar en fechas próximas un artículo para concretar todo esto un poco más.
saludos
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