(206) Repudio al aborto clerical
Mientras tratamos de reponer fuerzas ante la náusea por el circo romano vivido anoche en el Congreso otorgando media sanción al infanticidio prenatal, comparto con los lectores lo que creo digno de ser difundido, mientras nos sentamos a esperar ‘alguna alusión’ a las penas canónicas para quienes promueven el aborto, como correspondería a quienes tienen a su cuidado el bien de las almas, más que el de las urnas. Hemos recibido muy complacidos, eso sí, los buenos augurios del papa para el Mundial de fútbol que comienza hoy.
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16 comentarios
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V.G.: Gringo, no se moleste en incordiar, porque no estamos para discutir ridiculeces.
Saludos en Cristo y María
Hay que seguir y continuar, cada uno desde el lugar en que estè o pueda. Dios siempre tiene la última palabra, aprendamos de los otros (de los malos), que estàn siempre e insisten siempre por ridìculos que sean sus slogans.
Ya sabemos que si El quiere hasta las piedras hablarán, y hemos visto que personas (ex artistas, modelos, economistas, etc) que no hubiéramos imaginado terminaron dando mejor testimonio PUBLICO que el clero en general.
Pero lo que es realmente ridìculo es actuar o esperar en base a que desde la Roma actual o de buena parte de la Jerarquìa salgan soluciones para esto. Eso es, sencillamente, negarse a ver la realidad que se tiene delante de los ojos, lo que es una grave perversiòn.
Se suma ahora Argentina.
Se acerca la Gran Apostasía de 2 Tesalonicenses 2.
Llega pronto nuestra liberación.
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V.G.:Plenamente de acuerdo, gracias.
«La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica... Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad» (nº 46).
Encíclica «Centesimus annus» de san Juan Pablo II.
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V.G.: Muy bien, ahora dígame HOY, en la práctica concreta, qué democracia hay viable en los países de América.
En segundo lugar, estimado "Ecclesiam", en la distinción que realiza entre democracia y democracia liberal Usted separa nocionalmente dos cosas que están unidas realmente. Nocionalmente, la anticoncepción no nos lleva de forma necesaria al aborto. Nocionalmente los lazos entre las cosas no son forzosos. En la realidad en cambio, como le dice Virginia, las cosas son distintas. La realidad es tozuda, los hechos son tozudos Ecclesiam. Por eso, en vez de argumentar y convertirse en el paragolpes de la democracia, haríamos un bien mucho más grande denunciando su perversidad. Saludo atento.
Muy buenas Virgina.
Hasta donde sé, ninguna es verdadera democracia. Todas son liberales.
''En segundo lugar, estimado "Ecclesiam", en la distinción que realiza entre democracia y democracia liberal Usted separa nocionalmente dos cosas que están unidas realmente. ''
Buenos días Juan Carlos.
Falso, la distinción no es nominal, sino esencial.
La democracia es entitativamente diversa de la «democracia liberal». La causa eficiente primera (y por ende, causa final) de la democracia es el Ser Subsistente por sí mismo, esto es: Dios. Y la soberanía de la misma radica en Él.
Empero, la causa eficiente, o mejor, deficiente, de la «democracia» liberal es el «pueblo» y su soberanía radica en él.
La causa formal de la democracia radica en la ley divina y natural; la causa formal de la «democracia» liberal radica en la voluntad del pueblo.
Cualquier constitución que ponga la soberanía en el pueblo, es una constitución liberal y, por consiguiente, antidemocratica.
En una democracia, el aborto no se debate, la eutanasia no se debate, etc, pues la democracia no puede ir contra aquél que la sostiene: Dios y las leyes divinas y naturales emanadas de Él.
La verdad, es la verdad. Hay que condenar el error, no la verdad.
El no hacer distinción de los conceptos -que no son nominales sino esenciales- es propio de sofistas y engañados.
La Iglesia no condena la democracia y sí condena la democracia liberal, hace la distinción. Si nosotros no hacemos la distinción y condenamos por igual la democracia y la «democracia» liberal, condenamos -aunque no queramos- lo que dicta la Iglesia y vamos contra la Iglesia, que es columna y fundamento de la verdad.
Hay que elegir: ir con la Iglesia, o contra la Iglesia.
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V.G.: Coincido plenamente con su última oración, Ecclesiam.
Los primeros que han ido contra Ella son los cientos de prelados liberales a ultranza, que pretendieron cambiar el primer mandamiento por el 'Ama al Diálogo por sobre todas las cosas'. La igleia a la que pertenecen ellos no es la mía, por cierto, que es la Esposa de Cristo.
Soy, pues, antidemocrática por amor a Cristo Rey y a su Iglesia -la que lleva dos mil años-. Dios lo guarde.
407 Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del «bien común» como fin y criterio regulador de la vida política. Si no existe un consenso general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia y se compromete su estabilidad.
(Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia)
«Nos hemos querido, amados hijos e hijas, aprovechar la ocasión de la fiesta de Navidad, para indicar por qué caminos una democracia, que sea conforme a la dignidad humana, puede, en armonía con la ley natural y con los designios de Dios manifestados en la revelación, llegar a resultados benéficos».
Radiomensaje «BenignItas et Humanitas» de Su Santidad Pío XII en la Víspera de Navidad, 24 de diciembre de 1944.
«Del hecho de que la autoridad proviene de Dios no debe en modo alguno deducirse quelos hombres no tengan derecho a elegir los gobernantes de la nación, establecer la forma de gobierno y determinar los procedimientos y los límites en el ejercicio de la autoridad. de aquí que la doctrina que acabamos de exponer pueda conciliarse con cualquier clase de gobierno auténticamente democrático». (San Juan XXIII, Pacem in terris, nº 52).
«Observé en mi carta encíclica Centesimus annus que «la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales» (n. 46) es una condición necesaria para la auténtica democracia. Sin una sana formación moral ningún ciudadano puede ser capaz de desempeñar bien sus funciones políticas. Sólo si las personas son justas, prudentes, moderadas y valientes, sus decisiones -tanto respecto a los líderes como a las políticas que deben escoger- conducirán verdaderamente al bienestar de la nación».
(San Juan Pablo II: Discurso a los obispos de Zambia en visita ad limina, 31.05.1993).
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V.G.: Me va dando la razón:
'Si no existe un consenso general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia'
'Sin una sana formación moral ningún ciudadano puede ser capaz de desempeñar bien sus funciones políticas.'
Creo que estos párrafos se comentan solos, a la luz de lo que vemos a diario.
c) La verdadera democracia es jerárquica y antiliberal, y el verdadero liberalismo es inorgánico y antidemocrático
Ya he indicado anteriormente que es menester no confundir democracia y liberalismo. La primera es una forma legítima de gobierno y el segundo es una concepción del mundo que, aplicada al orden político, genera lo que se ha dado en llamar la «democracia liberal». Al percibir que esta mezcla constante o confusión de esencias diferentes se agrava la equivo-cidad del tema; Pío XII aprovechó la Navidad de 1944 para hacer valiosas precisiones. Por un lado, como suele ocurrir en la experiencia histórica, actualmente los pueblos parecen exigir «un sistema de gobierno» más compatible con la dignidad y libertad, y de ahí la «tendencia democrática» que se advierte (Benignitas et huma-nitas, nº 7 y 9, radiomensaje del 23-12-44: AAS, 37, 1945).
No dice el Papa, naturalmente, que la democracia sea la única forma legítima de gobierno, sino que los pueblos adoptan la que mejor les conviene según la marcha de los tiempos. Por eso advierte, citando la Libertas de León XIII, que, salvada la doctrina católica del origen del poder y ejercicio del poder público, no reprueba ningún régimen con tal que sea apto para orientar la sociedad al bien común (Benignitas et humanitas, nº 10; cf. León XIII, Libertas, nº 32).
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V.G.: Agradezco su empeño, pero creo que sigue ud. dándome la razón:
'La verdadera democracia es jerárquica y antiliberal'. Muéstreme alguna así, hoy en día, y los medios internacionales se encargarán de estigmatizarla al unísono como una dictadura encubierta.
En lo que usted señala, nunca le he contra-dicho, al contrario. Hoy día no existe ninguna verdadera democracia en ningún país -al menos que yo conozca-.
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