(183) Lo que nos separa es mayor que lo que nos une -NO a la invitación “pastoral” a la apostasía-
“Guarda el depósito de la fe que te ha sido confiado. No hagas caso de la estéril y mundana palabrería ni de las contradicciones de una falsa ciencia…” (I Tim.6,20)
“Algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema (Gal. 1,8)
Es penoso que algunos lectores crean a veces que estamos “contra el diálogo” o contra la tan preciada unidad, así que para dar una respuesta más clara de lo que cabría en un comentario, va este post, buscando la unidad, en primer lugar, con los propios católicos, porque hay muchos confundidos…
Hace unos días, un Cardenal estadounidense ha hecho un pedido a los fieles en el marco de una charla (“El diálogo en clave Francisco”) con la Unión Teológica Católica. Y parece que hay que prestarle atención, pues no es lo mismo que un pedido de Doña Rafaela, sino de un Señor Cardenal que goza de gran estima del papa reinante, miembro de la Congregación para los Obispos, y que es el mismo que ha salido en defensa de James Martin (ese jesuita hereje que niega la virginidad de María Santísima, y que insiste en “tender puentes” con las personas LGBT), invitándolo a dar las reflexiones de Cuaresma en la Catedral de su diócesis. También es el mismo que prohibió a sus sacerdotes rezar ante las clínicas abortistas, en 2014…
Por eso, cuando leemos el pedido del Card. Cupich de que abandonemos las creencias más preciadas si queremos participar en el “discernimiento”, es obligado hacer algunas reflexiones sobre sus propias expresiones, que no deben tomarse irresponsablemente a la ligera.
La preparación de la apostasía, una auténtica batalla:
Hablando del necesario “Discernimiento” para un mayor “Diálogo” (palabrita mágica y todopoderosa), señala:
«Es nuestro trabajo llevar a cabo ese discernimiento. Toma tiempo. Implica disciplina…”
Aquí es claro que se refiere al tiempo de entibiamiento necesario, logrado por convicción a fuerza de propaganda incisiva sobre los fieles. Saben que deben insistir en una suerte de “agere contra” ignaciano pervertido; no dirigido hacia las propias pasiones, sino hacia la fe y tradición genuina, promoviendo escrúpulos en quienes guardan celosamente la fe “que nos gloriamos de profesar”. Saben que se han empeñado hace rato en una guerra sin tiempo. “Implica disciplina” porque es lo imprescindible en toda batalla: método, tesón inquebrantable y disciplina.
Inmediatamente, suelta la frase principal que es eje de este post:
“Y lo que es más importante, requiere que estemos preparados para abandonar las creencias preciadas y los prejuicios arraigados desde hace mucho tiempo»,
A esto hay que responder con nuevas preguntas: ¿Cuáles son esas creencias más preciadas? Para el católico, lo más preciado es el Credo, la Eucaristía, Nuestra Señora.
¿A qué le llama prejuicios? ¿A las prevenciones contra el pecado, contra el mundo, demonio y carne como enemigos del alma? ¿A la búsqueda de la salvación “con temor y temblor” (Filip.2,12)?
Y si se trata de diálogo, ¿por qué no le pedimos esto mismo a nuestros interlocutores, para que se determinen a volver a la Iglesia de Cristo, en lugar de pedírselo a los católicos?
¿Cuál es el propósito de este diálogo? ¿Estar juntos simplemente, o compartir la Verdad?
Si esto no se clarifica, no tiene caso seguir escuchando este tipo de pedidos “pastorales”. Preferimos una y otra vez, seguir repsando atentamente las palabras de Mons. J.C. Sanahuja (+), pastor fiel, cuando señala que
“Dios espera de nosotros un testimonio de fe íntegra y no un dialoguismo, que de la pérdida de identidad católica se convierte fácilmente en apostasía.” (Mons. J.C.Sanahuja: Poder global y religión universal, Bs.As., 2016)
En cuanto a nuestras creencias, viene aquí a propósito citar el párrafo de la Declaración firmada por Francisco y el presidente de la Federación Luterana Mundial el 31/10, y a lo que se refiere el título del post:
“…hemos aprendido que lo que nos une es más de lo que nos divide.”
Todo parecería indicar, entonces, que “lo que nos divide” son esas creencias preciadas que deberíamos abandonar para “quitar obstáculos” -como de hecho lo son- la presencia real de Cristo en la Eucaristía (ante Quien me gustaría ver a nuestro Papa más arrodillado que ante los musulmanes), la filiación mariana, el inmenso bien que se hace en sufragio por los difuntos y la apelación a la intercesión de los santos (¿no habría que dialogar un poco más con ellos?…); la certeza del perdón de nuestros pecados; la indisolubilidad matrimonial; el reconocimiento de que Dios nos hizo “varón y mujer”…
Pues me perdonarán, pero con la conciencia muy tranquila, muchos nos quedaremos con estos “obstáculos” (sic). Y por más unidos que estemos alrededor de una “mesa común”, NADA será más grande que esas verdades. Pretender la renuncia de los católicos a ellas, es demencial, y la demencia no puede obligar en conciencia.
Por el contrario, es tiempo de andar con mucho cuidado con el canto de sirenas, pues ya hace rato que
“…un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo.” (San Pío X, Pascendi Dominici Gregis, n.1)
Sonará muy “bonito” decir que “es más grande lo que nos une que lo que nos divide”, como también suena bonito decir que las vacas revolotean por los aires en primavera, pero lisa y llanamente no es verdad. Y con términos “bonitos” no se construye el reinado de Cristo.
Está completamente vigente aquello que señalaba el p. Julio Meinvielle al referirse al “Progresismo como camino de la Iglesia Católica a la religión universal:
“La Iglesia se presenta como un organismo con una osamenta, con unos huesos que le dan resistencia a todo intento de mezclarla con otras religiones y cultos. Habría que romper primeramente esa osatura y convertir a la Iglesia en un molusco para hacerla luego confluir con otras religiones, o falta de religión, y con las filosofías. Esta transformación (…) va a ser intentado por el Poder Oculto Mundial, y no por una acción desde fuera de la Iglesia, sino por una acción interna de disgregación.” (cf. El progresismo cristiano, Cruz y Fierro editores, Bs.As. 1983, p 107).
La guía hacia “las aguas desconocidas” (??).
Volviendo a la charla de Cupich, señala que
«Se trata de dejar ir lo innecesario y explorar aguas desconocidas que le dan libertad interna, aunque inquieta a algunos».
¿Y quién determina qué es lo “innecesario”?… ¿Y la inquietud no es acaso el llamado de la propia conciencia, a la que se supone que debemos oír?
Desde tiempos muy remotos, la pugna entre el Ser –siempre fiel a sí mismo- y el “eterno fluir”, ha sido una alternativa para las conciencias humanas. La estabilidad, la permanencia, claro que a veces es dolorosa! Porque “el mundo gira…” pero la Cruz permanece. La estabilidad es lo propio de Dios, mientras el cambio es propio de la creatura y lo terreno.
Los herejes y apóstatas de todos los tiempos siempre han optado por el cambio, disfrazándolo de mil nombres atractivos para arrastrar a las almas: coraje, osadía, madurez, atrevimiento, etc.etc. Magistralmente los ha definido el tan querido papa San Pío X, y su descripción debe estar en nuestro corazón como advertencia permanente:
“Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos. Por otra parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. (…) sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.” (Pascendi Dominici Gregis, n.2)
Hoy la apostasía se llama diálogo y apertura. No importa a qué, ¿para qué indagar? Todos los caminos –y todos los abismos- se extienden ante los corazones inquietos con promesas tentadoras…
En el origen, esa tentación era el lenguaje serpentino del “seréis como dioses”, y la siembra de sospecha acerca de la “esclavitud” que significaba la fidelidad a la palabra empeñada al mismísimo Dios.
Una y otra vez la herida de aquella traición, a veces provoca comezón en el corazón del hombre, y éste vuelve a “picar el anzuelo”, torpemente, como un joven advertido que prueba la droga: “¿y si no pasa nada…?”; ”¿y si me pierdo algo interesante…?”; “¿y si….?” Que en el fondo, no es más que un “¿Y si Dios se equivocó?”…La serpiente de hoy no es tan grosera, no. No se refiere directamente a Dios, sino que apunta a la Iglesia “antigua”, y disfraza de inspiración lo que no es sino sugestión del mono de Dios.
Y no se dirige a la Iglesia “desde fuera”, sino desde su propio seno, porque
“…ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida…” (Ibid, n. 1-2)
El diálogo y el nuevo vocabulario, ¿requisitos fundamentales para una “nueva iglesia”?:
Sostiene Cupich lo que considera por lo visto requisito “imprescindible” para la plenitud eclesial:
“la Iglesia no es plenamente la Iglesia si carece del diálogo”.
«El diálogo no es una mala palabra, es nuestra palabra»
Señaló también que el papado del Papa Francisco se define por el «diálogo», que según dijo, equivale a «construir puentes» (justamente este es el nombre del libro del hereje James Martin..).
Digamos ante todo que nos parece muy interesante dialogar, escuchar, y sobre todo, procurar la unidad en la Verdad. Pero todo diálogo descansa sobre un fundamento elemental: partir de presupuestos comunes, y sobre todo, hablar un mismo idioma. Pues aunque concuerden en mil cosas, es difícil que un chino y un francés se entiendan sin tratar de incorporar un vocabulario común.
Y esto puede tener tres formas: a) que el chino aprenda francés, b) que el francés aprenda chino, c) que ambos se muevan en un territorio lingüístico nuevo, como podría ser el inglés compartido.
Ahora bien: el diálogo ecuménico e interreligioso tiene como objeto que todos los hombres –según el querer de Cristo- se unan en un solo rebaño y bajo una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor.
El rebaño es inequívocamente, la Iglesia, la fe es la católica, el Señor es Jesucristo. Y los católicos naturalmente queremos, pues, que todos los hombres suban a la Barca, contemplen la Belleza de la verdad católica, y gocen de sus infinitas gracias a través de los sacramentos y el seguimiento de la Ley Evangélica, de la cual “no pasará ni una iota” (Mt.5,18). Queremos que todos “Vengan y vean..”(Jn.1,39), en nuestra casa, que es la Iglesia, cómo los esperamos con los brazos abiertos para ir juntos al Padre.
Pero resulta que cierta jerarquía –representada aquí por el discurso de Cupich- piensa que lo más favorable al diálogo es esconder la Verdad y asumir alegremente el “lenguaje” de nuestros “invitados”, con todas sus implicancias, incluidos sus errores y falsedades. Para esta gente no se trata de invitados (¡eso sería proselitismo!…) sino de meros interlocutores.
No hay pues, que invitarlos a nuestra casa sino fingir que nos iremos juntos de campamento, e incluso que no tenemos Casa, o que ésta es “la casa del Pueblo”, y por tanto está muy bien que los demás hagan añicos “el jarrón de la abuela”, o que desprecien a Nuestra Madre. Y que reneguemos de nuestro apellido, que cortemos la Luz y el Teléfono, resignándonos a vivir sin Alimento…
La consigna para “esa” unidad -si así puede llamarse- es incorporar con brazos abiertos las “venerables” tradiciones y raíces de los alejados, renegando de las propias. Y éstas, cuanto más sepultadas, mejor.
No se trata de que nuestro “invitado” se haga a las formas del anfitrión, sino que éste deje de ser tal, para formar otra cosa en otra Casa. Y para eso hay que conquistar nuevos “líderes”, no ya discípulos:
“Hemos de continuar desarrollando los recursos espirituales y los de otra índole que hagan falta para que sean líderes en una Iglesia sinodal que se está reimaginando“.
Esto no se trata un diálogo normal, no. No se trata de ser ni más ni menos católicos, ni de invitar a los alejados, sino simplemente de sentenciar a los más cercanos al exterminio, y es a la verdadera Iglesia a la que pretenden exterminar.
No es misión ni celo. Es sugestión diabólica a la traición. Dios los perdone…pero no sabemos si “no saben lo que hacen”.
Ese diálogo discernidor será clave para liberarnos de la tentación de conformarnos con la forma en que son las cosas, la manera familiar, cómoda, porque ofrece la esperanza de que es Dios quien está haciendo algo nuevo en nuestro tiempo».
Para desarraigarse, pues, opina que los católicos
«deben tener un cambio de corazón para que el diálogo sea exitoso y para que se encuentre un terreno común».
Por eso resulta lógico que Cupich (y sus amigos de arriba hacia abajo) hable de reinventar la Iglesia. Otra Iglesia, no la de Cristo:
«No somos una Iglesia de preservación, sino más bien una Iglesia de proclamación. Para lograr este fin, debemos estar abiertos a cambios significativos, si no revolucionarios..”
Para dialogar, pues, el vocabulario es imprescindible. Por eso el juego con las palabras para su re-significación, es fundamental. El marxismo cultural viene estudiando largamente este tema. Por eso Cupich señala que
«los procesos de renovación tienen su propio vocabulario».
Recordemos aquí una interesante reflexión de Rafael Gambra (El lenguaje y los mitos, Ed. Nueva Hispanidad, Bs.As., 2001, p.125) a propósito de esta trillada palabreja:
“…Observemos que Cristo mismo, que predicó el amor al prójimo por amor a Dios, no habló nunca de diálogo, sino más bien de testimonio. No envió a sus discípulos a dialogar con todos los pueblos, sino a dar testimonio de la verdad. Guardó silencio ante el diálogo hipócrita con los Príncipes de los Sacerdotes y con Pilatos, y habló a menudo de ‘el testimonio que os dí’”.
La insistencia en la novedad, y el deber de resistencia:
No hay que abundar mucho en lo que significa la veneración de lo nuevo para el modernismo, pero es evidente que este culto está hoy recrudecido como nunca, resucitando su antagonismo irreconciliable con “lo antiguo” como sinónimo de vetusto, y que habría que descartar de plano. Al respecto hay que recordar que esto se halla enmarcado en uno de los principios fundamentales del modernismo:
“…en toda religión que viva, nada existe que no sea variable y que, por lo tanto, no deba variarse. De donde pasan a lo que en su doctrina es casi lo capital, a saber: la evolución. Si, pues, no queremos que el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, los libros que como santos reverenciamos y aun la misma fe languidezcan con el frío de la muerte, deben sujetarse a las leyes de la evolución.” (Pascendi, n. 25)
Por ello Cupich –y tantos obispos y sacerdotes!- apelan a la recurrente falacia:
«Jesucristo está siempre haciendo algo nuevo en la Iglesia»,
y en otro momento insiste en que
“…Dios quien está haciendo algo nuevo en nuestro tiempo».
Sabemos por fe, que la Revelación está consumada y completa en Cristo, pero la idea del progreso indefinido tiene como consecuencia esta permanente expectación a todo lo que lleve el apelativo de “nuevo”, asimilándolo falsamente a la virtud de la esperanza, y a lo que debemos responder, con León Bloy, que “cuando quiero saber las últimas noticias, leo el Apocalipsis….”
Por eso cuando Cupich sugiere, a propósito de las reservas que obtiene en su propia arquidiócesis:
“A los laicos les estamos pidiendo que caminen donde nunca han caminado”,
Nosotros sabemos, en cambio, que
“Esta fe que hemos recibido de la Iglesia, la guardamos con cuidado, porque sin cesar, bajo la acción del Espíritu de Dios, como un contenido de gran valor encerrado en un vaso excelente, rejuvenece y hace rejuvenecer el vaso mismo que la contiene” (San Ireneo, Adversus Haereses., 3,24,1).
Es significativo que el Card. Cupich señale que la mayor resistencia a sus “propuestas pastorales” las esté encontrando entre los laicos…¿entre los “pequeños", tal vez?
Bendito sea Dios. Los laicos últimamente padecemos una profunda sensación de orfandad, pero al menos no estamos paralizados por el miedo, como tantos obispos y sacerdotes fieles que se saben vigilados, percibiendo la amenaza de una jerarquía que bajo la proclama de la misericordia, se perfila como una de las tiranías más siniestras de los últimos tiempos. Y así, temen levantar la cabeza para que no se la corten.
A los laicos, acostumbrados a la intemperie y a los pastos secos del modernismo, tal vez el Buen Pastor nos esté dando la gracia de una especial parresía para lo que nos toca en esta hora del Calvario de la Iglesia.
No hay que ser muy agudo para ver que ya se están formando dos ejércitos espirituales para la Batalla Final, y no sirve de mucho, aunque nos duela, seguir negándolo.
Es hora de alistarse, confiadamente, preparando como nunca el buen combate de la fe, que hoy se llama RESISTENCIA.
Resistencia en el Ser, contra la fiebre de cambio y revolución apóstata;
Resistencia en la fidelidad, contra la traición programada;
Resistencia en la fortaleza para no desfallecer, ante “el escándalo nuestro de cada día",
Resistiremos con la gracia de Dios, serenos y seguros, bajo el manto de María Santísima, que sola ha vencido todas las herejías.
Para ello,
Pidamos, pidamos, pidamos sin cansancio, que cuantos menos y más pobres seamos, más gozaremos de la predilección del Padre de la Misericordia.
Pidamos lucidez, coraje y fidelidad hasta la muerte, y la conversión de los enemigos de la Iglesia, de fuera y de dentro.
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23 comentarios
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V.G.:Dios te conserve siempre la gracia de la fidelidad, Santiago!
Pero los consagrados al Inmaculado Corazón de María permaneceremos junto a la Cruz, como un nuevo San Juan, por pura gracia de Dios.
María Santísima, ora pro nobis en esta hora oscura de lucha contra el falso profeta y el Anticristo, que aparecerá cuando quiten el katejon (la Eucaristía).
Tú ya has vencido. Terrible eres como un ejército en formación, y terribles son tus hijos más miserables, tu talón, en pie de guerra.
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V.G.: Muchísimas gracias por el dato, ya lo incorporo.
"estemos preparados para abandonar las creencias preciadas y los prejuicios arraigados desde hace mucho tiempo"
Y suponer que las creencias preciadas significa el Credo, la Eucaristía, Nuestra Señora....etc.
Lo cual es como si uno toma la frase: "Lo que nos separa es mayor que lo que une" y de allí concluye, lo que nos separa es el demonio y lo que nos une es Cristo. ¿ Están diciendo que el demonio es mayor que Cristo? ¿ Nos quieren llevar a la blasfemia? Es abusivo e injusto.
Es un problema del método de interpretación sobre el cual nos advirtió San Pablo, aunque debemos tener siempre confianza sobre la buena fe, sobre las buenas intenciones del interlocutor, lo cual es la base fundamental de cualquier diálogo, en cualquier circunstancia en que se produzca. El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. Uno de los más preciados bienes es el de buen nombre y honor que merece cada persona y más un obispo.
Bendiciones en el Amor de los Dos Corazones.
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V.G.: Estimada Inés, no se trata de interpretaciones forzadas fuera de contexto, sino precisamente poniéndolas en contexto: un contexto histórico y social, que no podemos hacer a un lado. Un Cardenal que defiende y ampara a un hereje público, escandaloso y pertinaz como J. Martin (según el Catecismo, para incurrir en herejía con negar un dogma es suficiente, y él reniega entre otras muchas cosas, por ej. de la Virginidad de María Sma...), invitándolo a predicar en su catedral...pues le está dando el "contexto" de adónde apunta cuando habla de "abandonar las creencias más preciadas". Yo no empaño el "buen nombre" del obispo Cupich, pero en lo que me cabe, es mi deber alertar públicamente a mis hermanos cuando públicamente ese pastor en vez de apacentar a las ovejas, las envenena.
En cuanto a "lo que nos separa", el contexto es claro también: una declaración conjunta con herejes, a quienes no se insta a volver sino simplemente a caminar juntos ¿hacia dónde?¿Para quedarnos aquí, donde estamos sólo de paso?.. Claro que por detrás de muchas divisiones está el demonio, pero también sabemos por el Evangelio que el mismo Cristo será causa de división (entre madre e hija, nuera y suegra...¿recuerda?)cuando una parte no admite lo que El nos ha legado: su Iglesia, su Madre, la Eucaristía...En este caso, lo que nos divide de muchos herejes, es lo más grande e importante, que como cualquiera advierte, se trata de "disimular" cada vez más en nuestra pobre Iglesia. ¿Qué es, si no, hablar del proselitismo como "pecado contra el ecumenismo"?...Y lo que se designa aquí como proselitismo es llanamente predicación apostólica, testimonio de la fe, como lo ha entendido la Iglesia durante 2000 años. ¿Comprende por qué hablamos de "otra" iglesia que no es la de Cristo?
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V.G.: No me cabe duda, Inés, de que la fidelidad es pura gracia de Dios, pero debemos ser dóciles a ella. Precisamente porque no me fío ni de mí misma, ni de las "novedades", no me muevo de la Fe y Tradición recibida. Gracias por su comentario, y también, que María Reina la bendiga mucho.
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He aquí una acertadísima síntesis de lo que se intenta desde las alturas (jerárquicas, que no celestiales, faltaba más).
He aquí la muestra del espantoso maltrato doctrinal que se propina a la feligresía católica.
He aquí un lema magnífico para enarbolar a tiempo y a destiempo.
sea una sonda para medir las reacciones. Y que Cupich sea sólo el vocero, pero la autoría sea romana. Para ver hasta donde pueden llegar... Porque la frase se las trae... Creo que es la primera invitación explícita a la apostasía, porque es evidente que entre nuestras "creencias más preciadas" está la presencia real de Cristo por transustanciación en la Eucaristía y otros dogmas. El ataque va por ahí, no porque les importe un comino el diálogo, sino porque la Eucaristía es el katejón que cierra el paso al A. y están histéricos por no haber podido removerlo todavía..
Muy buen artículo, Mª Virginia.
" «No somos una Iglesia de preservación, sino más bien una Iglesia de proclamación. Para lograr este fin, debemos estar abiertos a cambios significativos, si no revolucionarios, en cómo se organiza la archidiócesis con sus parroquias y ministerios, cómo se proveen de recursos y cómo está dotada de personal », «Es un proceso que estará marcado por el discernimiento. Ese discernimiento implica un diálogo con Dios y el que mantenemos unos con otros ... Ese diálogo discernidor será clave para liberarnos de la tentación de conformarnos con la forma en que son las cosas, la manera familiar, cómoda, porque ofrece la esperanza de que es Dios quien está haciendo algo nuevo en nuestro tiempo».
¿Me podría explicar como puedo suponer que para reorganizar la archidiocesis con sus parroquias y ministerios, y como está dotada de personal, y a fin de proclamar el evangelio, el cardenal pide a los católicos de la archidiocesis abandonar las tres devociones blancas:¡¡¡¡ la Eucaristía, la Virgen Santísima y el Papa?!!!!
Por más que lo intento no veo como suponerlo ni inferirlo de sus palabras citadas. Es más, no entiendo como podría llegar hacerlo en un proceso de discernimiento, a través del diálogo con Dios y entre los mismos fieles bajo su gobierno, o sea católicos.
Para mi entender está diciendo que son una iglesia misionera que proclama a Cristo y no de las que se quedan puertas adentro, van a dialogar con Dios y con todos los fieles para DISCERNIR si la organización actual es la adecuada para esa misión. Por ahí abren otras parroquias o las unen, aumentan el personal o crean ministerios nuevos como el de la escucha, o ya sabremos oportunamente cuales innovaciones para cumplir la misión.
Bendiciones.
El señor Cupich y digo señor, para empezar quitando aquello que nos separa. El colega Cupich, para ecumenizar también con los protestantes liberales. Cupich, digo, siendo un fiel seguidor del Salvador en todo aquello que no contradiga la modernidad, no va a pretender acabar con los dogmas católicos, al contrario, quiere conservarlos. Quiere conservarlos tanto que los quiere meter en formol. Así, la doctrina quedará intacta en los libros mientras que la práctica cada uno podrá hacer lo que quiera dentro de las iglesias.
Y aún así sigue siendo letal para la fe."
Le transcribo este pequeño párrafo de Benedicto XVI hablando sobre el ecumenismo, que creo viene al caso.
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V.G:Ya lo creo, muchas gracias!
Ahora si se trata de evangelización mediten sobre Medjugorje y otras apariciones marianas y aprendan de la Maestra de la Evangelización. O miren hacia Rusia, de las 900 iglesias que había en Moscú antes de la revolución bolchevique, en 1990 quedaban 9. Ahora visiten Rusia y sus monasterios repletos. Pero claro, hubo mucho sacrificio y virtudes heroicas de los "cismáticos":
"El Padre Anatoli Shurakovski escribe desde el campo de trabajo el 31 de mayo de 1932: "El Señor me ha quitado lo más querido para mi: mi actividad sacerdotal y el altar. Por cuanto tiempo no podría decirlo, pero sé y confieso: es digno y justo. "Justo eres tu, señor, y justos son tus juicios" ( ..) .al no haber aquí apenas intereses externos a los que pueda apegarse el corazón, aparece tanto mas claramente el mundo interior, con sus tesoros y sus cuestiones. Durante mi vida he leído y meditado tanto que, según la palabra de Dios, lo que ahora que me parece mas entrañablemente y necesario es lo que antes leía (...) "el altar del corazón", "la oración perpetua", "que el nombre de Jesús se confunda con tu respiración" , "estés donde estés y con quien estés se siempre el ultimo" (...) esto es ahora para mi lo esencial. Me viene a la mente San Ignacio (...) escribía durante su marcha a Roma: "ahora, por fin, empiezo a ser discípulo. Como me gustaría empezar a aprender internamente (...) poder decir con él: empiezo a ser discípulo. creo en el fondo de mi corazón que entonces se realizara el milagro y llegará a consumarse el doloroso pero magnifico don del sufrimiento. Y entonces quizá el se digne aceptar de mi como sacerdote suyo, aunque sólo fuera una única vez en mi vida, las palabras de la sagrada elevación del cordero. así sea, así sea." El sacerdote murió de tuberculosis estando preso en 1939.
¡Ecclesia revivirá!
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V.G.: Perdón, Inés, pero no me parece que deba meter "en la misma bolsa" a los ortodoxos que permanecieron fidelísimamente cristianos en medio de la persecución bolchevique y a quienes niegan pertinazmente la Presencia real de NSJC en la Eucaristía o la Virginidad de María, o incluso al lobby GLBT, que hacen alarde de la antinatura. ¿Ud. cree que hay que "abrirse" a reconocer las "virtudes heroicas" de estos últimos, por ejemplo, tomándolos como perseguidos?... Creo que entre ambos grupos, pasa un tren...
¿Y cuáles son los "grupos e instituciones que consumen gente y dinero en acciones que no evangelizan" a los que ud. se referiría? El cambio que propone Mons. Novell puede tomarse en muchas direcciones, sin necesidad de caer en la apostasía.
Comprendo su buena fe, pero creo que es muy necesario acostumbrarse a hacer distingos, y tener en cuenta un poco más el contexto de cada situación y expresión para interpretarlas correctamente.
Y sí, claro que la Iglesia revivirá, pero como su Cabeza, esto será luego de su Pasión. Estamos subiendo el Monte Calvario...
Que María Reina la bendiga abundantemente.
Insisto: en la nota del cardenal de USA no hay forma de inferir que cuando dice que hay que renunciar a las creencias preciadas para evangelizar eso supone abandonar la santa Eucaristía, la devoción a María Santísima o la obediencia al Papa. Aunque el cardenal fuera el mal personificado no lo dice en el texto.
En cuanto a la frase del obispo de Solsona y sobre la cual usted pregunta ¿Y cuáles son los "grupos e instituciones que consumen gente y dinero en acciones que no evangelizan" a los que ud. se referiría?
No puedo decirle cuales son para ese obispo, debería preguntarle para no adjudicarle algo que no dijo y no tengo acceso.
Ahora si me pregunta a mi, le cuento un caso en mi parroquia. Varias cofradías, todas con señoras de años de estar allí. Rezaban el rosario antes de la misa, un poco automáticamente. Vino un nuevo párroco que comenzó a decir que los grupos de la parroquia debían trabajar juntos en a parroquia, no ser como un montón de islas, cada uno en la suya, ir a misionar por el barrio, visitar a los que estaban solos y alejados. Propuso varios opciones, y hasta un día en una homilia, fue hasta una de las señoras de las cofradías y con una voz suave le pregunto: ¿usted sabe cuantos años tenía Moisés cuando Dios lo llamó a cruzar el mar rojo y ir al desierto con todo el pueblo de Israel? Pero nada, siguieron cada cofradía en su horario, en sus bancos establecidos y defendiendo su derecho a arreglar los floreros del altar que le correspondía a cada una. Bueno, para ser breve, pasó el tiempo, el párroco fue trasladado y ellas comenzaron a morir por razones naturales. Ya no quedan mas que dos o tres. Pero Dios tiene sus caminos propios de realizar Sus Planes, una persona de la parroquia logró el permiso de rezar el rosario según los mensajes de la Virgen en una de sus apariciones, y comenzaron a venir de todas partes personas nuevas, que rezan el rosario cantado y delante del Santísimo expuesto. Personas que invitan a otras personas alejadas de la Iglesia a consagrarse a la Virgen..
Las virtudes heroicas de los sacerdotes en los campos lo fueron pq no es posible atribuirles ni una palabra en contra de nadie salvo de sí mismos. Y un deseo profundo de acompañar a Su Señor en la Cruz. con un espíritu de agradecimiento.
Y le agradezco haberme permitido dar mi parecer sobre su post. Qué la Virgen la cuide.
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Virginia, lejos de mí caer en el ditirambo, pero debo reconocer y manifestar que esa frase del título de este artículo, referida a quienes abandonaron a la Barca de Pedro, ¡es para el bronce!. No sólo porque encierra una verdad grande como una casa, sino que es una verdad importantísima y oportunísima.
Lamentablemente, es una creencia muy difundida entre católicos que con los protestantes somos algo así como primos hermanos. O "hermanos separados". Yo no lo creo así, pues cinco siglos de experiencia demuestran que con ellos hay algo más que una separación circunstancial entre hermanos en la fe.
Es más, si tenemos en cuenta que el "acercamiento" a los supuestos "hermanos" se está ensayando en una época en la cual la Iglesia se presenta ampliamente infiltrada por quienes "no son de los nuestros", los cuales han escalado altas jerarquías, entonces es sensato suponer que detrás de tan impropio acercamiento se esconde, larvada, una gran traición, un intento de protestantizar a la Iglesia.
Porque la Falsa Iglesia -y esto es algo que se sabe sin necesidad de ser perito o teólogo- es protestante hasta el caracú.
Muchas gracias por tu artículo. Claro, directo, oportuno. Adhiero a todo lo que dices de principio a fin, aunque he de confesarte que el simple dato -que no por simple es menor- de que este señor Cupich prohibió que se rece frente a los abortorios, me resulta suficiente para saber para quién trabaja y hacia qué terrenos "nuevos" quiere llevar a sus feligreses. Y que, ¡con razón y gracia! esos feligreses se resisten a sus "consejos".
Sin duda que el mal tiene métodos y sin duda, también, que odia la oración. Ergo...
La verdad duele, pero es liberadora. La mentira anestesia, pero mata.
Un saludo afectuoso desde Mendoza.
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V.G.:Igualmente, Marisa, muchas gracias por tu comentario.
Otrosí digo, que es de mucho provecho la lectura de la "Mortalium Ánimos" de Pío XI, y comparar el contenido de esta encíclica con los discursos actuales sobre la "unidad" de los cristianos. La diferencia es abismal.
Saludos.
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V.G.: Agradezco su comentario, desde ya muy pertinente, y con el cual coincido.
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