El encuentro de Asís del 2002, según el testimonio de Joseph Ratzinger
Presentamos nuestra traducción de la reflexión, publicada en la revista 30Giorni en febrero de 2002, que el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió luego de haber participado, el 24 de enero de ese año, en Asís, de la Jornada de oración por la paz en el mundo convocada por el Papa Juan Pablo II.
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Cuando el jueves 24 de enero, bajo un cielo cargado de lluvia, se movió el tren que debía conducir a Asís a los representantes de un gran número de Iglesias cristianas y comunidades eclesiales junto a los representantes de muchas religiones mundiales, para testimoniar y rezar por la paz, este tren me pareció un símbolo de nuestra peregrinación en la historia. ¿No somos, de hecho, tal vez todos pasajeros de un mismo tren? El hecho de que el tren haya elegido como su destino la paz y la justicia, la reconciliación de los pueblos y de las religiones, ¿no es tal vez una gran ambición y, al mismo tiempo, una espléndida señal de esperanza? En todos lados, pasando por las estaciones, acudió una gran multitud para saludar a los peregrinos de la paz. En las calles de Asís y en la gran tienda, lugar del testimonio común, fuimos nuevamente rodeados por el entusiasmo y por la alegría llena de gratitud, en particular de un numeroso grupo de jóvenes. El saludo de la gente estaba dirigido principalmente al hombre anciano vestido de blanco que estaba en el tren. Hombres y mujeres, que en la vida cotidiana con demasiada frecuencia se enfrentan unos a otros con hostilidad y parecen divididos por barreras insuperables, saludaban al Papa, que, con la fuerza de su personalidad, la profundidad de su fe, la pasión de ella deriva para la paz y la reconciliación, ha casi logrado lo imposible desde el carisma de su oficio: convocar juntos, en una peregrinación por la paz, a representantes de la cristiandad dividida y representantes de diversas religiones.
Pero el aplauso, dirigido sobre todo al Papa, expresaba también un consenso espontáneo para todos aquellos que con él buscaban la paz y la justicia, y era una señal del profundo deseo de paz que sienten los individuos frente a las devastaciones que nos rodean, provocadas por el odio y por la violencia. Aunque a veces el odio parece invencible y se multiplica sin pausa el espiral de la violencia, aquí, por un momento, se percibió la presencia de la fuerza de Dios, de la fuerza de la paz. Me vienen a la mente las palabras del salmo: “Con mi Dios escalaré los muros” (Sal. 18, 30). Dios no nos pone unos contra otros sino que, en cambio, Él, que es Uno, que es el Padre de todos, nos ha ayudado, al menos por un momento, a escalar los muros que nos separan, haciéndonos reconocer que Él es la paz y que no podemos estar cerca de Dios si estamos lejos de la paz.
En su discurso, el Papa citó otra piedra angular de la Biblia, la frase de la Carta a los Efesios: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de los dos pueblos uno solo, derribando el muro de separación, la enemistad” (Ef. 2, 14). Paz y justicia son en el Nuevo Testamento nombres de Cristo (para “Cristo, nuestra justicia”, ver por ejemplo 1Cor 1, 30). Como cristianos no debemos esconder esta convicción: por parte del Papa y del Patriarca ecuménico la confesión de Cristo, nuestra paz, ha sido clara y solemne. Pero precisamente por esta razón hay algo que une más allá de las fronteras: la peregrinación por la paz y la justicia. Las palabras que un cristiano debe decir a aquel que se pone en camino hacia tales metas son las mismas usadas por el Señor en la respuesta al escriba que había reconocido en el doble mandamiento que exhorta a amar a Dios y al prójimo la síntesis del mensaje veterotestamentario: “Tú no estás lejos del reino de Dios” (Mc. 12, 34).
Para una comprensión del evento de Asís, me parece importante considerar que no se ha tratado de una auto-representación de religiones que serían intercambiables entre ellas. No se trató de afirmar una igualdad de las religiones, que no existe. Asís ha sido, más bien, la expresión de un camino, de una búsqueda, de la peregrinación por la paz que es tal sólo si va unida a la justicia. De hecho, allí donde falta la justicia, donde a los individuos se les niega su derecho, la ausencia de guerra puede ser sólo un velo detrás del cual se esconden injusticia y opresión.
Con su testimonio por la paz, con su compromiso por la paz en la justicia, los representantes de las religiones han emprendido, en el límite de sus posibilidades, un camino que debe ser para todos un camino de purificación. Esto vale también para nosotros, los cristianos. Hemos llegado realmente a Cristo sólo si hemos llegado a su paz y a su justicia. Asís, la ciudad de san Francisco, puede ser la mejor intérprete de este pensamiento. También antes de su conversión Francisco era cristiano, así como lo eran sus conciudadanos. Y también el victorioso ejército de Perugia, que lo envió prisionero y derrotado a la cárcel, estaba formado por cristianos. Fue sólo entonces, derrotado, prisionero, sufriente, que comenzó a pensar en el cristianismo de un modo nuevo. Y sólo después de esta experiencia le fue posible escuchar y comprender la voz del Crucificado que le habló en la pequeña iglesia en ruinas de san Damián, la cual, por eso, se convirtió en la imagen misma de la Iglesia de su época, profundamente dañada y en decadencia. Sólo entonces vio cómo la desnudez del Crucificado, su pobreza y su humillación extremas, estaban en contraste con el lujo y la violencia que antes le parecían normales. Y sólo entonces conoció verdaderamente a Cristo y entendió también que las cruzadas no eran la mejor manera de defender los derechos de los cristianos en Tierra Santa sino que, más bien, era necesario tomar a la letra el mensaje de la imitación del Crucificado.
De este hombre, de Francisco, que respondió plenamente a la llamada de Cristo crucificado, emana todavía hoy el esplendor de una paz que convenció al sultán y que puede abatir realmente los muros. Si nosotros, como cristianos, emprendemos el camino hacia la paz siguiendo el ejemplo de san Francisco, no debemos temer perder nuestra identidad: es precisamente entonces que la encontramos. Y si otros se unen a nosotros en la búsqueda de la paz y de la justicia, ni ellos ni nosotros debemos temer que la verdad pueda ser pisoteada por bellas frases hechas. No, si nosotros nos dirigimos seriamente hacia la paz, entonces estamos en el camino correcto porque estamos en el camino del Dios de la paz (Rom. 15, 32), cuyo rostro se ha hecho visible a nosotros, cristianos, por la fe en Cristo.
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Fuente: 30Giorni
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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12 comentarios
¿SS BXVI predicará el Evangelio a los muslmanes congregados en Asís? ¿Hará una llamada al arrepentimiento y a la conversión, a formar parte de la Iglesia Católica, fuera de la cual no hay salvación? Me temo que no. Por eso Asís III será una completa pérdida de tiempo, además de otras cosas peores.
El pobre santo debe estar sufriendo al ver el circo (por decir algo caritativo) que se ha montado en Asís. ¡Qué vergüenza, utilizar el nombre de este gran santo para blasfemar contra todo lo que es santo!
Fuerta de Cristo no hay Vida, ni Verdad, ni Camino.
Dios nos ha pensado mucho mejores de lo que realmente somos por lo que veo razonable que sea la Iglesia en quien está depositada la Revelación la que tome este tipo de iniciativas. Ella podrá conducirlas a feliz término ofreciéndoles la perspectiva justa.
Francesco
"Al que me reconozca delante de los hombres, yo lo reconoceré delante de mi Padre que está en los Cielos. Y al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los Cielos". San Mateo 10:32. Las religiones falsas no lo reconocen, El tampoco los reconocerá. 1+1= 2.
Oración por la paz?? "No piensen que vine a traer la paz a la tierra; no vine a traer la paz , sino la espada. Vine a poner al hijo en contra de su padre; a la hija en contra de su madre y a la nuera en contra de su suegra. Cada cual encontrará enemigos en su propia familia...." San Mateo 10:34 . 2+2= 4.
El que asista a Asís está rompiendo el primerísimo mandamiento, "No tendrás otros dioses delante de mí". Sólo que alguien haya derogado éste primer mandamiento, podrán los católicos asistir a Asís.
Si Jesús bajara a Asís, tomaría otro látigo y arremetería contra las religiones falsas en JUSTA IRA DIVINA, para expulsarlos de la casa de Dios. Y yo le seguiría.
LO QUE DICE LA PALABRA DE DIOS:
"Yo soy el Señor Dios tuyo...No tendrás otros dioses más que a Mí ...no los adorarás ni les prestarás culto" (Ex. 20,2-5; cfr. Mt. 4, 3-12; Jo, 17,3; 1 Tim. 2,5).
Ninguno va al Padre sino por medio de Él (Jo. 14,6) y no hay ningún otro Nombre bajo el Cielo en el cual el hombre pueda salvarse (Act. 4, 12). Él (Cristo) es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jo. 1, 9) y quien no lo sigue camina en las tinieblas (Jo. 8,12). Quien no está con Él está contra Él (Mt. 13,30); y quien no lo honra ultraja también al Padre que lo ha enviado (Jo. 5.23). A Él el Padre le ha entregado el juicio de los hombres (Jo. 5,22); quien no cree ya ha sido juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo Unigénito de Dios (Jo. 3,18). En Él y en el Padre que lo ha enviado (Jo. 17,3).
La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los ‘ídolos, oro y plata, obra de las manos de los hombres’, que ‘tienen boca y no hablan, ojos y no ven...’ Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: ‘Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza’ (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el ‘Dios vivo’ (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.
"No os juntéis en yugo desigual con los infieles; porque ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿Y qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿O qué concordia entre Cristo y Belial? "¿O qué parte tiene tiene el fiel con el infiel?
"¿O qué consonancia entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo de Dios vivo según aquello que dice Dios: Habitaré dentro de ellos, y en medio de ellos andaré y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
"Por lo cual salid vosotros de entre tales gentes y separaos de ellas, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo". (Esto es, evitando la idolatría).
(2a. Cor. 6, 14-17).
"¿Quién es mentiroso, sino aquel que que niega que Jesús es el Cristo? Este tal es un anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Cualquiera que niega al Hijo tampoco reconoce al Padre; quien confiesa al Hijo, también al Padre confiesa. Vosotros estad firmes en la doctrina que desde el principio habeís oído: Si os manteneís en lo que oísteis al principio, también os mantendreís en el Hijo, y en el Padre. Y esta es la promesa, que nos hizo Él mismo, la vida eterna" (1 San Juan 2,22-26).
‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).
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"No quieras adorar ningún dios extranjero. El Señor tiene por nombre Celoso. Dios quiere ser amado él solo" (Ex.34,14).
Provocaron al Señor (con adorar) dioses ajenos, e incitaron su cólera con sus abominaciones" (Deut. 32,16).
LOS FALSOS DIOSES SON DEMONIOS:
"Todos los dioses de los gentiles son demonios" (Salmo 95, 5).
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"Las cosas que sacrifican los gentiles, las sacrifican a los demonios y no a Dios. Y no quiero que tengáis ninguna sociedad con los demonios; no podéis beber el Cáliz del Señor y el cáliz de los demonios. No podéis tener tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios".
(I Cor. 10, 20 y 21).
"Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él rendirás culto" (Mt. 4, 3-12).
Tomsado de http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2011/01/tienen-eficacia-y-valor-las-oraciones-y.html
Lo único es que hay que hacerlo con cuidado para que los media no trasmitan un falso mensaje sincretico.
Nosotros, La Iglesia, debemos tomar estas iniciativas precisamente por seguir al verdadero Dios.
-No obtante si Benedicto XVI pretende disfrutar de la paz y el bienestar tan aludido para este mundo, está completamente equivocado.
-Antes bien lo ecrito: ...El que no está conmigo está contra mi,... quien no siembra desparrama,..
-Y de aquí contra cuerpo y alma: ..no vine a poner paz sino espada,..os digo que no, sino la disensión.
¿No reconoció en el Areópgo ateniense que, "señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y fronteras, para que busquen a Dios aunque sea a tientas y puedan encontrarlo" (Ibid. , 17, 26 - 27)?
¿Es, pues, tan ilícito apreciar aquello en que coincidimos, por diferentes que seamos?
El mismo Jesús admitió grados (no definitivos, por supuesto) en quienes se allegaban a él, por más que no abrazaran del todo a su comunidad: "No se lo impidáis, porque nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros" (Mc 9,39).
Se ha predicar el Evangelio a todo el mundo, pero se dan pasos previos a una adhesión total. S. Agustín se entregó a Dios, no leyendo los Evangelios, sino al "Hortensius" del pagano Cicerón (Confessionum, liber III, cap.4).
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