¿Estaba Dios en Haití?
Estos días estamos todos conmovidos por la catástrofe de Haití. Una vez más la naturaleza parece que se ensaña contra la vida de los hombres. Nos hablan de más de 200.000 muertos y tres millones de afectados. Uno de cada cuatro habitantes del país. Las televisiones nos han mostrado imágenes terribles. Hemos visto personas semienterradas pidiendo auxilio, madres afligidas llorando sobre sus hijos muertos, cadáveres amontonados en las calles.
Ante el sufrimiento de tanta gente inocente, no puede faltar quien plantea la pregunta de la audacia humana: ¿Cómo Dios puede permitir esto? Si es verdad que el mundo fue creado y está regido por un Dios bueno, ¿cómo es posible que ocurran estas calamidades? Algunos, con apariencia de una radical honestidad, dan un paso más: Ante estos hechos, vale más pensar que no hay ningún Dios en el Cielo. Si lo hubiera sería un ser muy cruel y muy injusto. El sufrimiento de los inocentes ha sido y está siendo argumento, aparentemente insuperable, para muchos ateos. Recordemos las novelas y el teatro de Albert Camus. Estos cuestionamientos parecen intelectualmente honestos y humanamente solidarios. En el fondo, por lo menos objetivamente, son bastante hipócritas, tirando a impíos, pues culpan a Dios de nuestros males sin preguntarnos por nuestra propia culpabilidad. ¿Podemos culpar a Dios de estas desgracias?”.
La reflexión y la revelación divina nos dicen que Dios creó todas las cosas existentes sabiamente y por amor. La Biblia nos dice hermosamente que Dios, después de haberlo creado, vio que el mundo, su mundo, era bueno y hermoso. Y luego nos creó a nosotros y puso el mundo en nuestras manos. Que el mundo es bueno y está creado para el hombre, a la vista está. En él encontramos con abundancia todo lo que necesitamos para vivir. A medida que lo conocemos mejor, encontramos más maravillas, más recursos, más posibilidades para una vida cada vez más amplia y más agradable. Otra cosa es cómo utilizamos nosotros las posibilidades que Dios ha puesto en el mundo para nuestra vida. El conocimiento y la utilización de los recursos del mundo responden a los deseos dominantes de los hombres y al estilo de vida imperante en las naciones más poderosas. Es curioso que los mayores adelantos técnicos aparezcan frecuentemente con ocasión de las guerras.
La verdad es que los hombres no utilizamos bien los abundantes recursos que Dios ha puesto en el mundo. La creación es limitada, vivir en el mundo tiene muchos riesgos. Pero los hombres tenemos capacidad para prevenirlos, para remediarlos, para defendernos de las agresiones de la naturaleza. Lo que ocurre es que somos egoístas, insensatos, queremos disfrutar del mundo sin compartirlo, investigamos y producimos lo que nos interesa para vivir bien unos pocos y dejamos a los demás abandonados a su suerte, abandonados a lo que pueda ocurrirles en su pobreza y en su indefensión. Luego tenemos la osadía de atribuir a Dios el sufrimiento de nuestros hermanos. Si los hombres fuéramos más justos y más sensatos buscaríamos siempre el bien de todos, no dejaríamos a nadie fuera de los bienes de Dios, no habría “primer mundo” y “tercer mundo”. Habría un mundo de hermanos, un mundo que progresaría junto y disfrutaría de manera parecida de los bienes y las ayudas de Dios. Somos nosotros, con nuestro egoísmo, hecho ciencia y hecho política, los responsables de la vulnerabilidad de nuestros hermanos.
Dios conoce nuestras limitaciones. Conoce incluso nuestros pecados. Y ha hecho todo lo que podía hacer para librarnos de su poder y de sus consecuencias. “A los suyos vino y los suyos no le recibieron”. Rechazamos, y muchos siguen rechazando, la ayuda de Dios. Estamos muy satisfechos de nosotros mismos. No queremos ayuda de nadie. Aun así El vino, sufrió el rechazo de sus hermanos, pagó su amor y su fidelidad con el sacrificio de su vida, entró él mismo en el catálogo de los rechazados, de las víctimas, de los abandonados. Nadie puede decir que Dios se haya mostrado insensible al dolor de los hombres. El mismo ha entrado en el mundo de la pobreza y del sufrimiento. El descendió hasta el fondo de la postración y del sufrimiento, en una muerte injusta, a manos de la injusticia y de las ambiciones de los hombres. Desde el abismo de su muerte nos sigue mostrando la verdad de su amor para que creamos en El, para que nos dejemos guiar por El, para lleguemos a construir, con su ayuda, un mundo de hermanos en donde el dolor sea vencido por el amor. Y nosotros seguimos satisfechos de nosotros mismos, orgullosos de nuestros pecados a pesar de los sufrimientos materiales y espirituales que oprimen a los hombres por todas partes. No debemos hablar de los castigos de Dios. Tenemos que hablar de la obstinación de nuestra soberbia, de las consecuencias de nuestros pecados.
En la providencia ordinaria Dios mantiene la estabilidad de las leyes de la naturaleza, pues de otra manera nosotros no podríamos vivir razonablemente, no podríamos proyectar ni construir nada. Necesitamos vivir en un mundo estable, de otro modo no podría haber ciencia ni construcciones técnicas de ninguna clase. La regularidad de las leyes del mundo tiene una ventaja, y es que nos permite calcular, prever, colaborar con la naturaleza. Pero tiene también un precio, quien las ignora o las vulnera lo paga. En nosotros está actuar con la prudencia necesaria para no desafiar las leyes de la naturaleza a las cuales también nosotros estamos sometidos. Si alguien por avaricia, o por cualquier otro motivo pecaminoso, hace una carretera mal, o no revisa adecuadamente los motores de un avión, o construye mal un puente, no podemos culpar a Dios de las consecuencias. En la mayoría de los casos, la causa de las desgracias naturales, son nuestro pecados, y en otros casos nuestras imprudencias, nuestras limitaciones.
El espíritu, la vida espiritual, tiene también sus leyes, que nosotros no valoramos en lo que se merecen, y quien va contra ellas, a la corta o a la larga, sufre también las consecuencias. Se cumple en nosotros el dicho popular “En el pecado lleva la penitencia”. La mayoría de los desastres que parecen naturales son consecuencia de nuestros pecados. Si, por avaricia, se monta un camping o se construye una barriada de casas en el lecho de un barranco, el día que llueva más de lo normal, el agua se llevará todo por delante. ¿Vamos a culpar a Dios? Si los hombres, con nuestras injusticias, dejamos a un pueblo aislado en la pobreza, con sus casas frágiles y sin las previsiones necesarias, el día que llega un terremoto ocurren calamidades como la que estamos lamentando. ¿Es Dios culpable o somos culpables quienes hemos dejado abandonados a su suerte a unos cuantos millones de hermanos? La causa, o la ocasión, de estas desgracias es la pobreza, y la pobreza no es obra de Dios sino de nuestros egoísmos. ¿Cuándo entenderemos que somos una familia de hermanos y que el mundo es de todos y para todos? Discutimos teorías sutiles sobre la autonomía de los gobiernos y la soberanía de los pueblos, hacemos leyes injustas, gastamos mucho dinero en cosas innecesarias, todo ello en vez de centrarnos en las cuestiones fundamentales de la justicia, la solidaridad y la fraternidad en el mundo. Si nuestro mundo fuera justo, si los hombres fuéramos justos y quisiéramos construir, entre todos y para todos, un mundo justo, sin bolsas de pobreza ni de analfabetismo, sin tantas diferencias y tantos abandonos, podríamos hacer frente a estas calamidades, no habría hambre, ni sida, ni tuberculosis, ni tantas otras cosas que afligen a nuestros hermanos más pobres y que nosotros podríamos evitar con el esfuerzo sostenido y compartido de todos.
Dios ha hecho todo lo que tenía que hacer. Nos toca a nosotros actuar según su sabiduría y sus mandatos. Se puede decir que ahora pagan justos por pecadores. Unos disfrutan de las riquezas del mundo y se protegen de sus amenazas. Otros quedan al margen de los bienes del mundo y tiene que vivir bajo la amenaza de las fuerzas de la naturaleza. Y es verdad. La respuesta definitiva, el argumento definitivo a favor de la justicia y la bondad de Dios es doble. Dios no desconoce el sufrimiento de sus hijos. Jesús, el Hijo de Dios, fue el primero que pagó, el justo por los pecadores. Es un riesgo de nuestro mundo y Dios quiso pasar por ese sufrimiento para poder comprender y consolar a todos los justos injustamente tratados en la vida. Jesús, el Hijo de Dios, también sufrió una muerte injusta, precoz, dolorosísima. Quiso compartir la suerte y la desgracia de los más pobres. Por encima de eso, Dios se ha comprometido a glorificar a todos los justos que sufren la injusticia del mundo, la injusticia del pecado. En Jesús, por la bondad de Dios, la muerte injusta quedó convertida en salto para la vida. Desde la muerte de Jesús nadie muere solo. Jesús nos espera en el momento justo de la muerte para darnos la victoria de la vida. El sufrimiento de los inocentes es el camino para llegar a la resurrección. Aquí vemos la fuerza cósmica de la resurrección de Jesús. Dios, Padre de todas sus criaturas, con su poder creador, con la fuerza de su Espíritu, levanta hasta la gloria de la vida eterna a los cuerpos inocentes destrozados por la fuerza ciega de la naturaleza y por la ceguera culpable de los muchos pecados de los hombres. El mal, la injusticia, el sufrimiento de los inocentes o de los pecadores arrepentidos, nunca tiene la última palabra. La muerte ha quedado vencida para siempre por la bondad del Dios de la vida. En la resurrección de Jesús, y en la promesa de la resurrección de los muertos se manifiesta para siempre la bondad y la justicia de Dios con todas sus criaturas.
¿Estaba Dios en Haití? Por supuesto que sí. Estaba recogiendo las almas de sus hijos atropellados por las fuerzas ciegas de la naturaleza por culpa de un mundo egoísta e inhumano. Estaba saliendo a su encuentro desde el dolor de su propia muerte. Estaba abriendo las puestas de la vida eterna a todos los inocentes privados injustamente de la vida que El mismo les había dado y que nosotros no hemos protegido. Y está ahora consolando, fortaleciendo, sosteniendo la esperanza de los que han quedado con vida, moviendo nuestros corazones para que les ayudemos ahora, ya que no fuimos capaces de ayudarles antes de manera preventiva. Los haitianos supervivientes que se reúnen en grupos para rezar y pedir la ayuda de Dios son más sabios que nosotros. Saben mejor que nosotros que Dios es siempre fuente de vida y de amor, también en los momentos de tribulación y de muerte. Sólo podremos librarnos de nuestras culpas aprendiendo la lección y cambiando de conducta en el futuro: Vivamos la fraternidad universal como Dios la quiere, levantemos ahora entre todos un Haití nuevo sobre bases de justicia y de fraternidad, construyamos un mundo justo en el que todos vivamos de una forma semejante, y en el que nadie quede desamparado al alcance de los zarpazos de una muerte prematura e injusta. Este tiene que ser por lo menos el compromiso sincero de los cristianos.
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¿Por qué ciertas almas ante el mal de sus hermanos ni siquiera se conmueven y su egoismo les lleva a intentar "aprovechar" la tragedia y robar cuanto puedan?
A los bomberos voluntarios de Castilla y León que rescataron el jueves al niño Regi les ocurrió este sábado una de las peores cosas que le puede suceder a un bombero en una catástrofe. Igual que el día en que rescataron al chiquillo de cuatro años, llevaban más de dos horas de trabajo e un hotel derrumbado de la zona centro. Habían logrado despejar el camino para salvar a una adolescente que llevaba seis días atrapada.
-"Tranquila princesa, tranquila, ahora mismo te sacamos de aquí".
Daba igual que ella no entendiera el español. Apreciaba el calor de sus palabras igualmente. En la calle se iban apelotonando la gente con la esperanza de verla salir. Varias decenas de haitianos con el alma en vilo. Pero de pronto se oyeron ráfagas de disparos en la calle de al lado.
El jefe de la expedición, Francisco Rivas, de 50 años, notablemente abatido, relataba el suceso: "Apenas nos faltaba media hora para sacarla de allí. Era una cría de 14 o9 15 años. Yo estaba dentro del edificio, no oí los tiros. Pero los escoltas de la ONU que llevábamos sí que los oyeron. Eran canadienses, pakistaníes y jordanos. En total, 16 hombres con tres vehículos. Cortaron la calle y yo pensé que todo estaba tranquilo pero los tiros debieron seguir y ellos nos dijeron que teníamos que irnos ya: '¿Qué preferís, que muera ella o morir vosotros?'. Llegado este momento del relato Rivas se excusa: "me vas a perdonar, pero me resulta muy difícil seguir hablando".
-Apagad los cigarros y no miréis a nadie-, pidieron los escoltas a los bomberos y a las dos periodistas españolas que les acompañaban.
Otro bombero continúa el relato del jefe de la expedición. "Dentro no éramos conscientes del follón que había fuera", añadió Óscar Vega, quien rescató al niño Regis el miércoles. Había otro muerto con ella. Y sacando el muerto lograríamos sacar a la chica. Un médico nos dijo que abriéramos más espacio para meterle una vía en la carótida y mantenerla consciente. Cuando dijeron que no contábamos con mucho tiempo, decidimos sacar todo el escombro posible sin miramientos para extraerla de allí.
Pero los escoltas insistieron en que seguían los tiros afuera. Y entonces no nos dio tiempo ni a sacar algunas de nuestras herramientas. La chica se me quedó mirando. ¿Pero qué le dices? No le puedes decir nada, porque no le vas a decir "ahí te dejo". Mi compañero Raúl Rodríguez y yo, que fuimos los últimos en salir del edificio, dijimos que estaba muerta. Era la única forma de evitar altercados, porque la gente no habría aceptado que nos fuéramos. Aún así, se resistían a dejarnos marchar. El jefe de seguridad, que era canadiense, estuvo muy expeditivo y eficaz al apartar a la gente para que pudiera salir nuestro camión de entre la multitud. Si no, no sé qué podría haber pasado.
Luego, regresó a su hogar junto a su mujer y su hija de 11 años, y los cuatro decidieron dormir en el coche porque lo sentían más seguro. Al día siguiente, partieron por sus propios medios hacia Santo Domingo, donde se encuentran actualmente. Durante el trayecto vio la destrucción causada por el sismo. “Había gente muerta en las calles, edificios destruidos, era espantoso”.
Ferrer dijo que su hija menor le preguntó cuándo regresaran “a casa”. Es que para esta familia misionera del Camino Neocatecumenal, enviada a Haití en 2001 por el Papa Juan Pablo II, el país más pobre y abatido de América es su hogar.
“En nuestro corazón está el deseo de volver a Haití, pero primero voy a cuidar a mi familia”, dijo Ferrer, quien vivió como un haitiano más durante estos ocho años. No tenía una casa de lujo y su estilo de vida no era como el de los blancos que pertenecen a la comunidad internacional. Sus hijas iban a la escuela pública, hablan creole y allí tienen sus amigos, contó.
“Al principio pensaron que éramos como los demás blancos. Pero luego fuimos aceptados como uno más”, dijo Ferrer. Como tal, conoce de cerca el sufrimiento de los haitianos y aseguró que confía en ellos porque han desarrollado una enorme capacidad de supervivencia a lo largo de su historia.
Voanoticias.com lo entrevistó para conocer su opinión sobre los enormes desafíos que enfrentará Haití de ahora en más.
Por lo que conoce de Haití y por la dimensión de esta tragedia, ¿cuál es el mayor obstáculo para la recuperación del país?
Creo que lo peor es la falta de instituciones. El problema de Haití es que era un Estado casi inexistente, simbólico, y esto acabó de desbaratarlo todo. La policía desapareció, la comunidad internacional se queja de que la ayuda no llega. Me dijeron que hay alimentos disponibles para 1 millón de personas y sólo llegaron para 3 mil. No hay quién coordine, no hay nada. Alguien tiene que tomar el liderazgo porque creo que este es un momento crítico a nivel de derecho internacional.
¿Cuál ha sido el rol del presidente René Preval en esta catástrofe?
Preval está fuera de juego. Está bloqueado. Nunca tuvo una autoridad reconocida, nunca fue líder y esto lo ha descolocado.
Son muchas las decisiones a tomar: si reconstruir la ciudad y dónde, buscar un nuevo terreno donde edificar, montar un campamento mientras se construyen las viviendas. Pero todos los edificios de gobierno se vinieron abajo, los ministros no aparecen, nadie responde, esa es la desesperación del pueblo haitiano y de la comunidad internacional, que creo que deberá tomar las riendas del asunto para que haya liderazgo.
¿Cuál será el impacto del sismo en la celebración de las elecciones legislativas, previstas para febrero, y en los comicios generales de noviembre?
Dudo mucho que haya elecciones este año. El proceso electoral ya estaba gravemente dañado en origen, viciado. Ya antes del terremoto les faltaba $ 25 millones de dólares para celebrar los comicios, imagínate ahora, que no existe el Estado. El drama es que esta tragedia supera a todo el mundo.
¿Cómo cree que ha sido la respuesta de la comunidad internacional?
Espectacular, creo que la gente se está volcando. Pero lo que más me emociona de ver, y esto no se menciona tanto en los medios, es la respuesta de República Dominicana. Si uno conoce un poco esta isla, venías hace unos meses aquí y te dabas cuenta que eran países muy distintos en cuanto a su historia, cultura, lengua, economía. Se daban las espaldas. El gran miedo del dominicano es que los haitianos se fueran para allá, había un discurso nacionalista y xenófobo utilizado por las élites dominicanas.
Ahora eso se ha desvanecido. Están dispuestos a ayudar. Hubo una ruptura de la mentalidad dominicana, no por la cantidad que puedan dar, sino por la actitud que tomaron ante la tragedia y eso me parece alucinante.
Haití, como usted dice, es un país que sufre tragedia tras tragedia. ¿Qué efecto cree que tendrá este terremoto sobre el ánimo de la población haitiana?
Es una situación desesperante. Pero el pueblo haitiano está entrenado por la historia al sufrimiento. Así como los demás países en Occidente no están acostumbrados a eso, ellos lo están, y creo que van a salir adelante y vamos a ver milagros y ejemplos de civismo espectaculares. La población nos va a sorprender.
Ya me sorprendió el día después del terremoto, en un campo de fútbol donde la gente se reunía para pasar la noche, escuchar sus cánticos. Miraban al cielo y le pedían a Dios que tuviera misericordia con ellos.
Habrá tensión y saqueos, eso es seguro y previsible, porque si eres padre de familia y tu mujer y tus hijos se mueren de hambre, estás dispuesto a hacer cualquier cosa y eso lo entiendo perfectamente, es lógico y humano. Pero yo confío en el pueblo haitiano. No en las élites ni en el Estado, pero confío en el pueblo.
¿Ser testigo de tanto sufrimiento afectó de alguna manera su fe?
No dudo en el amor de Dios. Muchas veces me entran dudas y cuestionamientos, pero no digo que Dios no quiera al pueblo haitiano. No los ha castigado para nada. Pero es un misterio y me reconozco criatura ante estos acontecimientos, y lo único que me queda es rezar por esta gente y por tantos amigos que han caído. La fe un combate hasta el día que te mueres.
Lo de Haití es un mal humano terrible, pero como dice Monseñor Munilla, hay males mayores, faltaría más. ¿Cuántas serán las víctimas de Haití? ¿50.000, 100.000, 200.000? Pues en España las víctimas inocentísimas del aborto se acercan al millón, lo que ocurre es que en Haití están las cadenas de televisión pero en los mataderos humanos de los abortorios se hace ocultamente, en silencio y se tritura a los niños.
Por supuesto que males mayores que Haití.
La globalización hace que los proveedores de cereales si saben que en Europa les pagan mejor optan por eso aunque saben que condenan al hambre y sufrimiento a millones de personas en países demasiados pobres como para comprarles el trigo a precios europeos.
Por supuesto que hay males mayores que los de Haití.
Veo a la Naturaleza imputada de tantas muertes provocadas por las fuerzas naturales (terremotos, monzones, etc), pero al mismo tiempo acusando al hombre diciéndole: "De acuerdo yo mato pero ¿acaso tú no has matado y matas más que yo? ¿Por qué no te has acordado de los haitianos estos años pasados y les has construido viviendas antisísimicas como en Japón? ¿Por qué no le has procurado una vida digna?. Cuando seas justo con tus hermanos pobres entonces podrás acusarme a mí también."
Dios es Todopoderoso y rezo para que de este mal de Haiti salga un bien, el bien de que el mundo se vuelque con esa gente que muere y sufre sin perder la sonrisa. Que este terremoto provoque otro pero en nuestros corazones.
Personalmente, sin embargo, no considero a Dios ni culpable ni inocente de esto, pues no considero que Dios esté obligado a velar por cada uno de nosotros para darnos toda la felicidad que nosotros le pidamos. Alguien dijo algo que me parece coherente: hay que dar gracias a Dios, por lo bueno y por lo malo, por la felicidad y por el sufrimiento. Porque Dios está presente en ambos, según creemos los catolicos (al menos yo)
Un saludo.
Con esa argumentación, sí podría culparse a Dios de infinidad de tragedias como el terremoto y maremoto de Lisboa o la desaparición de Pompeya, por citar dos del mismo origen que la actual, en épocas en las que era técnicamente imposible enfrentarse eficazmente a ellas.
¿Hay alguna explicación realmente satisfactoria a la coexistencia de Dios con el dolor (con el mal, en sentido amplio)?.
Cabria preguntar si todas las erupciones volcanicas, todos los movimientos sismcos, los tifones y tormentas, las seguias e inundaciones y todos los ataques de fieras (tiburones, serpientes, tigres y leones...) por cuya causa mueren miles de personas todos los años, son tambien "culpa" del egoismo humano. Sorprendente.
Hoy, co todo, sabemos que la naturaleza en este atribuldo planeta Tierra esta "manifestando" que comienza a estar cansada de las agregaciones humanas, sobre todo de los ultimos tres siglos de industrializacion. Sin embargo, los cientificos siguen explicando que en realidad las desgracias naturales suceden como suceden porque la naturleza es "asi". No culpamos a Dios, no podemos ni debemos, solo que culpar al hombre de que haya habido en Haiti un terrible terremoto es como pretender culpar al hombre de los miles y miles de desgracias naturales (en verdad, incalculables, innumeras) que deben haber asolado a la humanidad desde los primeros tiempos o fases de la hominizacion.
Por lo demas, cierto que si hubiese un reparto mas justo de las riquezas, si Haiti no fuese esa especie de isla desampadada... Si no fuesen las cosas como son el terremoto habria hcho muchisimo menos daño a las personas y a lo construido por la manodel hombre. Sin embargo, no habria podido el hombre impedir el terremoto, pues ese es el curso de la naturaleza. Y asimismo, no es menos cierto que gracias a Dios en la acualidad las medidas de seguridad en la prevension y en la misma construccion de los edificios y las casas, garantizan una notable seguridad en las poblaciones mas de riesgo. Sin embargo, en los pueblos afectados por desgracias naturales de todo tipo, debian morir "como moscas" las personas, pues apenas si se contaban con medios de seguridad...
Pienso yo.
Gracias al testimonio de Jesús, sabemos que Dios es un verdadero Padre para nosotros, un Padre que nos quiere personalmente y cuida de nosotros. Lo podemos ver en el capítulo sexto del evangelio de San Mateo, y en el capítulo 12 del de San Lucas. Dios cuida de nosotros, uno por uno, y sabe lo que necesitamos. Siempre es bueno con nosotros.
¿Cómo comprender entonces la existencia del sufrimiento de los inocentes? El hecho innregable del sufrimiento de los inocentes, ¿es compatible con la fe en un Dios bueno? Sí, Dios ha manifestado su bondad con nosotros definitivamente entregándonos a su Hijo, prometiéndonos la resurrección, abriéndonos las puertas de su Reino, de la vida eterna.
La creación es necesariamente limitada, caduca, el hecho de ser criaturas hace inevitable algún sufrimiento, enfermedades, muerte.
Aun así, sabemos que la situación original del hombre, en el Paraíso, antes del pecado original, era una situación mucho más reconciliada con la naturaleza de como estamos ahora. La muerte entró en el mundo por el pecado. Por haber roto la situación original, tal como Dios lo quería. No sabemos muy concretamente cómo hubieran sido las cosas, pero sí sabemos que en la situación original, la vida humana tal como Dios la quería, era mucho más armoniosa, mucho más feliz, sin el temor ni el horror de la muerte.
Aun en esta situación de pecado original, Dios no se desentendió de nosotros. Roto el equilibrio por nuestros pecados, Dios envió a su Hijo, el Hijo se hizo hombre y renunciando voluntariamente, por amor a nosotros, renunciando a cualquier situación privilegiada, El Hijo hecho hombre se sometió al dolor de la traición y de la muerte. Muriendo destruyó el poder destructor de la muerte, y la convirtió en paso para la vida. Dios lo resucitó y resucitándolo a El manifestó su promesa y su voluntad de resucitarnos a todos los que le invoquemos con fe, amor y esperanza.
Insisto, el argumento definitivo para mostrar la bondad de Dios con nosotros, y para superar el escándalo del mal en el mundo, es la muerte de Jesús en la cruz, como prueba suprema de su amor y del amor de Dios hacia nosotros, y su resurrección como garantía de nuestra propia resurección.
Sí, Dios quiere que seamos felices, pero no como a nosotros nos parezca, porque nosotros no sabemos en qué consiste nuestra propia felicidad, sino según El lo ha organizado y lo ha hecho posible, a pesar de nuestros pecados. Su providencia es más sabia y más bondadosa que nuestros propios deseos, Dios sabe mejor que nosotros cual es el camino verdadero para que nosotros lleguemos a alcanzar la felicidad verdadera y eterna. En esa felicidad definitiva Dios acoge a sus hijos y los consuela generaosamente de todo dolor.
Todo lo que usted dice está muy bien, pero no responde a la pregunta. O si la responde nos lleva a un Dios bueno y sabio que sorpresivamente desde toda la eternidad ha destinado al hombre a horribles sufrimientos sin culpa previa alguna. Es muy difícil comprender un Dios de amor así.
La Fe y la Razón deben ir de camino, y no es racional el Dios que se nos plantea así.
La discusión está aquí:
http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1001161117-ipor-que-permite-dios-las-cat
Dios le bendiga Monseñor.
Para entender qué es la dignidad humana, venid a Haití."
"Las cosas mejoran, pero las comunicaciones telefónicas siguen siendo complejas.
Ayer descargábamos uno de los tres camiones que hemos recibido desde República Dominicana, con colchones, sábanas, suero, tiendas y utensilios de cocina para las personas que estamos acogiendo en Cité Soleil y Martissant, en Puerto Príncipe. En estos dos barrios donde ya trabajábamos hemos creado campamentos de damnificados para atender las necesidades básicas de los niños y sus familias (alimentación, agua, primeros auxilios), a su reagrupación, apoyo psico-social y la organización de tejido comunitario.
Dejé a los demás preparando el material y me fui a dejar a los voluntarios de la Cruz Roja de nuevo a Petion Ville, donde seguimos llevando heridos graves hasta la noche. Nunca había visto en ningún desastre tantos heridos graves. Ésta es la prioridad en Haití ahora, atender los heridos graves, niños, mujeres embarazadas, salvar vidas.
Las calles están tomadas por miles de camiones de ayuda, coches de bomberos, ambulancias, bulldozers. La MINUSTAH es muy visible y la policía, en general, también. La percepción es que, excepto casos aislados, las acciones de emergencia se están llevando a cabo sin problemas de seguridad. Esta tarde ya se ven marines americanos.
El agua se encuentra sin demasiado problema. La gente sólo tiene que romper las tuberías que pasan por la calle y ya está. Lo están haciendo. También se ven muchos camiones cisternas, con colas organizadas.
La comida está peor, pero, aunque hay mucha hambre, se van apañando. Se ayudan entre ellos, y también los Marines están llevando galletes y el PAM (Programa Alimentario Mundial, ndr.) reparte algo que, claro, es insuficiente. Nadie se va a morir de hambre o sed. Sí se están muriendo los heridos graves sin atención. Si llega un camión lleno de comida, la gente se abalanza en un primer momento pero después el reparto suele ser tranquilo. Deberíais ver el ejemplo de solidaridad, orden y apoyo moral que la gente se está dando.
Ya están trayendo letrinas. En algunos campos de refugiados, el olor es terrible, todo lleno de basuras. La gente duerme mal, encima de plásticos, sin mantas, pero es lo que hay. No me han informado de ningún problema de orden en ningún campo de los que he estado.
Un niño en un campo de refugiados, sucio, mal vestido, que viene de un barrio de chabolas o Bidon Ville, me dice que no ha comido en el día y me pide comida, le digo que yo tampoco he comido. Se saca del bolsillo 2 monedas de 5 gourdes y me las pone en mi mano y me la cierra. Dice que es para que coma algo, con una sonrisa. No he parado de ver cosas así todo el día.
Por favor, contad los millones de cosas positivas que están pasando, millones de gestos de solidaridad, en vez de las decenas de casos de violencia. No es justo tratar a todos los haitianos como ladrones y vándalos. La mayoría de los haitianos han demostrado sufrir algo de tal magnitud con una dignidad que nos ha tocado para siempre a todos los que lo hemos visto. Con cada cooperante que hablo (socorristas, bomberos, de tantos países, que nunca habían estado aquí) se sorprenden y están maravillados de la colaboración, el trato, de ver cómo la gente lleva las cosas. Si alguien quiere entender lo que es la dignidad humana, que venga a Haití. En la televisión haitiana están pasando muchos testimonios bellos, acabo de ver cómo los bomberos sacan a gente viva de los escombros y, mientras lo hacen, los haitianos cantan como ellos saben hacer, desde dentro, y rezan alabando a Dios, agradeciéndole que están vivos. Ningún lloro, ni grito, cantan bellas canciones y rezan con su cuerpo herido y lleno de dolor.
Para mí la prioridad es salvar vidas, estamos todavía en esta etapa. Luego vendrá la acomodación de la gente en los campos y el apoyo psicosocial. Ahora somos personas salvando las vidas de otras personas.
Me acaba de llamar la Cruz Roja, son las 6:11 am, me dice que vaya a la base que tiene heridos graves para llevar al hospital, ¡ya estoy saliendo pitando!"
Jordi Bach es Director de CESAL Haití. Más información en www.cesal.org
Saludos
Acabo de salir de la conferencia que ha pronunciado en Pamplona ("Tiempo de evangelización: tiempo de santos"). ¿Podría publicarla en su blog? Tiene que llevarnos a una reflexión sobre cómo llevarla a la práctica.
La bondad de Dios puede ser dificil (y aun imposible) de entender, lo que no significa que no exista, sino todo lo contrario. Por eso, me atrevo a afirmar que el terremoto de Haiti ha sucedido desde su bondad, pero no puedo ni deseo comprender desde mi mente limitada, como puede sucer tal cosa, pues tal intento me llevaría a un terreno de duda y confusion.
Esto puede parecer extraño, pero la bondad de Dios se manifiesta de ese modo constántemente en la naturaleza, y si un leon caza una gacela, tanto el leon como la gacela actuan tal y como Dios concibió desde su bondad, pues la biblia afirma en cierto momento que Dios miró su creación y vio que era buena. Era buena tal como era, con sus terremotos y catastrofes naturales, las cuales no pueden de ningun modo achacarse a la maldad humana (tampoco a su bondad, desde luego)
Por tanto, yo no tengo dudas de la bondad de Dios, aun cuando no la entienda.
Un saludo fraternal en Cristo.
EL MAL EXISTE PARA QUE EL HOMBRE SE SALVE.
El relación con una eternidad feliz, para tantos inocentes, su desgracia y muerte en este mundo es NADA. Y eternamente darán gracias a Dios por su desgracia humana producida estando en el mundo el día de la tragedia.
El que no se haya ARREPENTIDO DE SUS PECADOS , ante tanto mal, y no haya prestado ayuda a sus semejantes, es el que lo tiene más crudo y muchas posibilidades de eterna condenación.
Así de claro lo veo.
Saludos cordiales Don Fernando y colegas.
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