Las Candelas: Salir al encuentro de nuestros hermanos
La certeza de que Dios se acerca es motivo de reconocimiento, de júbilo y de anuncio agradecido. Dios, en Jesús, se ha aproximado a cada uno de nosotros.
Él viene y nosotros hemos de salir, también, a su encuentro: “Llevamos en nuestras manos – comenta san Sofronio – cirios encendidos, ya para significar el resplandor divino de aquel que viene a nosotros – el cual hace que todo resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abundancia de la luz eterna -, ya, sobre todo, para manifestar el resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo”.
“Salgamos al encuentro de Dios”, nos exhorta ese santo. Salir es un verbo que nos invita a conjugar el papa Francisco: “Todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (Evangelii gaudium, 20).
Salir significa “anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (Evangelii gaudium, 23).
Todo este éxodo misionero tiene como finalidad el encuentro: “Haz que también nosotros salgamos al encuentro en la persona de nuestros hermanos”, pide la liturgia de la Iglesia en la fiesta de la Presentación del Señor.
Como explica el papa Francisco: “La acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales” (Evangelii gaudium, 67).
La fe, la celebración y la vivencia de la fe, si son auténticas, jamás carecen de consecuencias. Como María acudió presurosa a asistir a Isabel (Lc 1,39), así nosotros, si profundizamos en el sentido de la Presentación del Señor en el templo, no nos dejaremos guiar por la inercia de la comodidad, sino que estaremos dispuestos a salir para que la luz de Dios, que nos transforma, sea motivo de alegría para todos.
Guillermo Juan Morado.
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