Cienciología, protagonista de la película del año
La Fiscalía belga acaba de acusar a la Iglesia de la Cienciología de ser una organización criminal sospechosa de fraude, extorsión, práctica ilegal de la medicina y violación de la privacidad, tal como hemos informado en este blog. La organización estadounidense, que tiene en Bruselas su sede europea, fue condenada recientemente en Francia por estafa, tal como recuerda Oskar L. Belategui en el diario Sur.
En España sufrió en 1988 el arresto de 71 de sus miembros por un delito de asociación ilícita y coacciones. Sin embargo, en 2007 la Audiencia Nacional reconoció su derecho a figurar en el registro de asociaciones religiosas del Ministerio de Justicia. El cienciólogo más famoso del mundo, Tom Cruise, inauguró hace ocho años la sede central en Madrid, un edificio a dos calles del Congreso de los Diputados cuya adquisición y rehabilitación costó 12 millones de euros.
La película The Master
Cruise es un buen amigo del director Paul Thomas Anderson, que en Magnolia brindó al actor uno de los mejores papeles de su carrera, saldada con su última nominación al Oscar hasta la fecha. Anderson reconoce que Cruise ha visto The Master, pero no especifica qué le ha parecido. «Le pedí que la viera. Seguimos siendo amigos, el resto queda entre nosotros», zanjó en la rueda de prensa del Festival de Venecia. En la última obra maestra del autor de Boogie Nights no se dice el término “Cienciología” en ningún momento: la secta del iluminado Lancaster Dodd, encarnado por Philip Seymour Hoffman, se llama La Causa. Claro que en El padrino de Coppola tampoco se escucha la palabra “mafia” en ningún momento.
The Master, en los cines españoles desde el próximo viernes, ha roto el tabú por el que Hollywood no abordaba el funcionamiento de una organización trufada de celebridades que parece vivir malos tiempos. La pérdida drástica de fieles se atribuye a Internet, que ha desvelado muchos de sus misterios y revelado confesiones de seguidores que se salieron. El divorcio de Tom Cruise, con Katie Holmes huyendo del hogar como si fuera Mia Farrow en La semilla del diablo, ha sido la gota que ha colmado el vaso.
La primera vez que vemos a Lancaster Dodd en The Master aparece como anfitrión de una fiesta en un barco que navega por la bahía de San Francisco. A mediados de los 60, el fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard, también impartía su labor espiritual en alta mar a bordo de yates como el ‘Freewinds’ y el ‘Apollo’, con una pulcra e inquietante tripulación formada por adolescentes que habían firmado un contrato por mil millones de años. Y es que el autor del best-seller Dianética: la ciencia moderna de la salud mental no contemplaba la muerte en sentido físico. Las dolencias se sanan con técnicas de curación espiritual, el origen de nuestros males proviene de una civilización extraterrestre y la psiquiatría es el demonio.
The Master no es un filme de denuncia de la Cienciología stricto sensu, aunque revele los mecanismos que pueden llevar a alguien a ingresar en una secta. El personaje de Joaquin Phoenix ha quedado tan tocado tras servir en la Marina durante la II Guerra Mundial que su incorporación a la vida civil parece imposible. Se mueve por impulsos primitivos -beber, comer, fornicar- y alberga tanta violencia que explota a la menor ocasión.
¿Qué ve en este desecho humano el carismático líder de La Causa? ¿Por qué le acoge en una organización en plena expansión? Sus tácticas pasan por rodearse de gente rica y recurrir a la hipnosis y a supercherías psicológicas para ’sanar’ a débiles de espíritu. Sin embargo, Lancaster Dodd también es un hombre con problemas. El mayor de todos, su mujer (Amy Adams), el personaje más escalofriante de la cinta, una Lady Macbeth capaz de masturbarle a modo de adoctrinamiento-alivio en una escena inolvidable.
Rodaje en 70 mm.
Pocas veces una película contiene un duelo actoral como el que mantienen Phoenix y Seymour Hoffman en The Master, León de Plata a la mejor dirección y premio de interpretación para ambos actores en la Mostra de Venecia. Duele contemplar a Phoenix -encorvado, doliente, siempre a punto de explotar como un animal encerrado-, quien en una secuencia electrizante destroza una celda a patadas con tal verismo que temes por la integridad física del actor. El siempre fascinante Seymour Hoffman, actor fetiche de Anderson, también tiene asegurada la candidatura al Oscar.
«Tras la II Guerra Mundial, surgió un nuevo tejido de familia en Estados Unidos: el de las facciones espirituales y las nuevas religiones establecidas, del ascetismo oriental a la Dianética», explica el director. «La gente miraba hacia el futuro con optimismo, pero al mismo tiempo tenía que lidiar con el dolor y la muerte, tan recientes. Mi padre se alistó en la Marina durante la guerra. Y estuvo inquieto toda su vida».
Paul Thomas Anderson mostró a Joaquin Phoenix un documental de John Huston rodado en 1946 con soldados afectados de estrés postraumático. A la hora de recrear la América de los años 50 optó por rodar en celuloide de 70 milímetros, un formato que obliga a usar enormes y ruidosas cámaras y que no se empleaba en una gran producción desde el Hamlet de Kenneth Branagh en 1996. «Filmé en 70 mm. porque me pareció que se adecuaba muy bien al amplio perfil de la historia. Quería que la película tuviera un aspecto muy fiel a la época, con los tonos vibrantes y las texturas de los clásicos de los años 50 como ‘Vértigo’ y ‘Con la muerte en los talones’».
La película del año
El fundador de La Causa se define en el filme como «escritor, médico y físico nuclear». Lafayette Ronald Hubbard también escribió decenas de novelas pulp antes de establecer su base doctrinal en Dianética (1950). «Hubbard era un hombre lleno de vida y de energía, que escribió un montón de libros y que evidentemente tenía muchísimas ideas y me atrevería a añadir que mucha compasión», reconoce Anderson. «Pero no puedo especular mucho respecto a él, en último término no es mas que un punto de partida».
Clásica y moderna, épica e intimista al mismo tiempo, The Master ha puesto de acuerdo a algunos de los críticos más reputados de todo el mundo. El Village Voice, Sight & Sound o el diario británico The Guardian lo tienen claro: es la mejor película del año.
Edificios y estrellas en Hollywood
La sede de la Cienciología en Los Ángeles está en la avenida Franklin, a poca distancia del Teatro Dolby, donde se entregan los Oscar. El Château Élysée se construyó en 1928 y en sus habitaciones durmieron Katharine Hepburn, Errol Flynn, Cary Grant y Humphrey Bogart. Desde 1973 quedó rebautizado como Celebrity Centre. La relación de la organización con Hollywood es tan antigua como la propia secta, que fundó su primer centro en la ciudad en 1954. Desde entonces ha establecido su presencia allí en base a dos postulados: comprar y restaurar edificios emblemáticos hasta hacerse con un patrimonio inmobiliario multimillonario y fichar a la mayor cantidad de estrellas posible.
Tom Cruise es, sin duda, su ‘apóstol’ más preeminente. El actor destapó sus creencias en 1992 durante una entrevista con Barbara Walters, cuando confesó que la Cienciología le había ayudado a superar su dislexia. Después ha defendido su fe a pesar de resultar impopular, como cuando atacó a Brooke Shields por usar medicación para superar su depresión postparto. Valga como prueba de su poder en la organización que el padrino de su boda fue David Miscavige, el líder supremo que sustituyó a Hubbard tras su muerte en 1986. Miscavige fue también el que organizó un casting para buscarle nueva novia a Cruise tras romper con Penélope Cruz, si creemos a Andrew Morton en la biografía del actor.
Kirstie Alley, Isaac Hayes, Giovanni Ribisi, Elizabeth Moss (la Peggy Olson de Mad Men), Jason Lee, Lisa Marie Presley y Juliette Lewis -que asegura haberse desintoxicado de las drogas gracias al programa Narconon-, son algunos de los más célebres cienciólogos.
En una industria donde los contactos personales son vitales para medrar profesionalmente, muchos atribuyen el éxito de sus carreras a la Cienciología. Como John Travolta, que asegura deber su resurrección a las enseñanzas de Hubbard y no al Tarantino de Pulp Fiction. Su entrega a la causa es tal que llegó a adaptar una novela de su maestro, Campo de batalla: la Tierra, en una superproducción calificada por los Razzie o antiOscar como la peor película en 25 años de historia de los premios.
Otro militante ilustre era el director Paul Haggis, que tras 35 años abandonó la secta por su condena a la homosexualidad -sus dos hijas son lesbianas- y por la llamada ‘desconexión’, la obligación de todo miembro a cortar los lazos con su familia si es considerada una mala influencia.
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