In Memoriam: El P. Pierre Blet S.I., gran historiador de Pío XII

HOMENAJE AL GRAN HISTORIADOR Y DEFENSOR VERAZ DE LA MEMORIA DE PÍO XII

RODOLFO VARGAS RUBIO

A la edad de 91 recién cumplidos falleció en Roma 29 de noviembre pasado, en el Hospital del Espíritu Santo, el R.P. Pierre Blet, S.I., a consecuencia de un fallo cardíaco. Hacía ya algún tiempo que la salud del hoy llorado Padre Blet se hallaba resentida, lo cual había motivado su traslado de la Pontificia Universidad Gregoriana (donde residió durante largos años) a la Curia Generalicia de la Compañía de Jesús. Aquí pasó los últimos meses de su vida bajo atentos cuidados médicos y sanitarios. Tuve el privilegio, en 2008, de servirle la Santa Misa, que celebraba con gran unción en el rito romano clásico, el de su ordenación, al que siempre se mantuvo fiel. Fue amigo del Sodalitium Internationale Pastor Angelicus, al que siempre animó en su empeño por defender la santa memoria de Pío XII, tarea que este gran jesuita hizo suya desde que Pablo VI lo llamó a colaborar en la edición de los documentos vaticanos de la época de la Segunda Guerra Mundial, hace ya cuarenta y cinco años.

Pierre Blet nació en Thaon (Calvados), en la Baja Normandía, el 20 de noviembre de 1918, pocos días después del Armisticio que puso fin a la Gran Guerra. Después de cursar la escuela elemental, realizó sus estudios secundarios en Caen (a cuyo distrito pertenece su pueblo natal) entre 1927 y 1937. El 7 de septiembre de este último año, sintiendo la vocación religiosa, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Laval. Desde entonces fue siempre un fiel hijo de San Ignacio de Loyola, llegando a cumplir 72 años como jesuita. Cumplió servicio militar (imperativo por entonces en Francia para los clérigos) desde septiembre de 1939 a diciembre de 1941, en plena época de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación de Francia por los alemanes.

Cursó la licenciatura en Letras (Historia) en Clermont y Lyon (1941-1942), y la licenciatura en Filosofía en el Escolasticado jesuita de Vals-près-le-Puy (Auvernia), entre 1943 y 1946. Simultáneamente, obtuvo en 1946 la diplomatura en Estudios superiores de Filosofía por la Sorbona. En el curso 1946-1947 fue maestrillo (una de las etapas de la formación jesuítica), ejerciendo como profesor de primera enseñanza en el colegio Bon Secours de Brest (Bretaña). De 1947 a 1951 estudió Teología en las facultades de Lyon, Bühren (Westfalia) e Innsbrück, siendo ordenado sacerdote en Lyon el 31 de julio (festividad de San Ignacio) del año santo 1950. El último curso lo hizo en Münster (Westfalia) entre septiembre de 1951 y junio de 1952, obteniendo la licenciatura. Más tarde, el 21 de junio (festividad de San Luis Gonzaga) de 1958, recibió el título de Doctor en Letras por la Sorbona.

Al año siguiente fue llamado a Roma por sus superiores para enseñar en la Pontificia Universidad Gregoriana como profesor de Metodología histórica e Historia Moderna, compartiendo cátedra con otro insigne historiador jesuita: el P. Ricardo García Villoslada (1900-1991). Al comenzar el año 1960, el beato Juan XXIII, impresionado por la edición de la correspondencia del nuncio apostólico en Francia Mons. Ranuccio Scotti (1639-1641) presentada por Blet a la Sorbona como tesis complementaria, le encargó la de la correspondencia del antecesor de aquél, Mons. Girolamo Ragazzoni, obispo de Bérgamo (nuncio en la corte de Enrique III entre 1583 y 1586). El trabajo quedó terminado y fue publicado por la Gregoriana en 1962, como parte de las Acta Nuntiaturae gallicae (Actas de la Nunciatura en Francia), obra monumental querida y subvencionada por el papa Roncalli, el cual, habiendo sido él mismo nuncio apostólico en Francia entre 1944 y 1953, se interesaba mucho en el tema. A continuación, el Pontífice le encomendó preparar la edición de la correspondencia de Ranuccio Scotti (que ya le era familiar como hemos visto) para la misma colección, tarea que acabó en 1964. El P. Blet se convertiría en una gran autoridad en el tema de las representaciones pontificias, por el que le gustaba ser conocido.

Por esta época estalló una campaña denigratoria contra Pío XII originada en la pieza teatral Die Stellvertreter (El Vicario) del dramaturgo alemán Rolf Hochhuth, estrenada en Berlín el 20 de febrero de 1963 con la puesta en escena del comunista Erwin Piscator. En ella se presentaba a aquel papa como cómplice del holocausto contra los judíos por un silencio culpable debido a una secreta afinidad del Pontífice con el nazismo. Pablo VI, que había servido en la Curia durante veinte años bajo las órdenes de Eugenio Pacelli (primero como secretario de Estado y más tarde como Pío XII) y había aprendido a ser papa a su lado, quiso contrarrestar las calumnias contra su predecesor, haciendo abrir los archivos vaticanos del período bélico (1939-1945) para publicar los documentos relativos a la acción de la Santa Sede durante el conflicto. En diciembre de 1964, el ingente e ímprobo trabajo fue encomendado a cuatro historiadores jesuitas: los RR.PP. Angelo Martini (Italia), Burkhart Schneider (Alemania), Robert A. Graham (Estados Unidos) y Pierre Blet (Francia). Como dato ameno y anecdótico cabe consignar que en el mundillo romano se les conocía como “los cuatro mosqueteros”.

Entre 1965 y 1982 fueron publicados los once volúmenes en doce tomos de Actes et Documents du Saint Siège rélatifs à la Seconde Guerre Mondiale (Actas y Documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial). Los Padres Schneider y Martini murieron en plena labor sin llegar a ver la culminación de sus esfuerzos. El P. Graham siguió ocupándose de Pío XII y llegó a recopilar un importante archivo que obra actualmente en poder de la Compañía de Jesús. El P. Blet trabajó desde el principio hasta el final en el proyecto de Pablo VI, simultaneando esta actividad con sus clases en la Pontificia Universidad Gregoriana y en la Pontificia Academia Eclesiástica. En esta última, entre 1969 y 1984, enseñó Historia de la Diplomacia de la Santa Sede. Sus lecciones se convirtieron en un libro que es hoy un clásico de obligada consulta: Histoire de la Représentation Diplomatique du Saint Siège des origines à l’aube du XIXe siècle (Historia de la Representación Diplomática de la Santa Sede desde sus orígenes hasta comienzos del siglo XIX), publicada por el Archivio Vaticano en 1982, con prefacio del cardenal Agostino Casaroli.

El 28 de enero de 1976 recibió la Legión de Honor en Roma, de manos del embajador Georges Galichon en nombre de la República Francesa. El 11 de marzo de 1985 fue elegido miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas del Instituto de Francia en la Sección de Historia y Geografía, ocupando el sitial del fallecido André Latreille. El P. Blet escribió numerosos artículos para prestigiosas publicaciones que reclamaban la autoridad de su pluma: Revue d’Histoire de l’Eglise de France, Revue d’Histoire moderne et contemporaine, Archivum Historiae Pontificiae, Archivum Historicum Societatis Jesu, Revue d’Histoire diplomatique. Entre sus últimos trabajos están: su contribución a la importante obra colectiva Dictionnaire de l’Ancien Régime bajo la dirección de Lucien Bély (Presses Universitaires de France, 1996) y su libro Richelieu et l’Église (Via Romana, 2007). En éste último aborda el poco conocido tema de la actividad propiamente religiosa del cardenal, en quien el cargo de ministro de Luis XIII ha ocultado al obispo católico y preocupado por la observancia de la disciplina de la Iglesia.

Cuando la corriente antipacelliana volvió a manifestarse con fuerza (debido al progreso de la causa de beatificación de Pío XII) a finales de los noventa del siglo pasado, a raíz de la publicación de un libro difamatorio y tendencioso del británico John Cornwell con un título sensacionalista e injurioso, el P. Blet, único superviviente de los cuatro jesuitas responsables de la edición de las Actes et documents, fue objeto de entrevistas y artículos, en los que apareció siempre su firme convicción no sólo de la inocencia de Pío XII, sino de su extraordinaria labor caritativa para con los judíos perseguidos. Su autoridad en la materia quedó corroborada por las palabras de Juan Pablo II, quien en 1998, durante uno de sus viajes apostólicos, a las preguntas insistentes de los periodistas, sobre la cuestión respondió con un elocuente: “Leed a Blet”. De hecho, se había publicado el año anterior un resumen que el sabio jesuita hizo de los doce tomos de la obra antes mencionada bajo el título Pie XII et la Seconde Guerre Mondiale d’après les Archives du Vatican (Pío XII y la Segunda Guerra Mundial según los Archivos del Vaticano) y que se tradujo a varias lenguas.

Desde el punto de vista humano, Pierre Blet era una persona de gran cortesía, verdaderamente noble y sin artificio. Le gustaba el reconocimiento, pero huía de los grandes homenajes. Era más bien tímido y reservado, pero nunca evasivo ni poco cordial. Acogía con sencillez y afabilidad a sus visitantes. Fue un jesuita cabal, a lo San Ignacio: santo y sabio (eruditio cum pietate). El reverendo Claude Barthe recuerda la última vez que lo vio en París: rezando su rosario en la iglesia de Santo Tomás de Aquino. Pasaba temporadas en la casa que los Jesuitas tienen en la parisina rue de Grenelle. Y es que el P. Blet, a pesar de su larga estancia en Roma, seguía siendo muy francés y gustaba de visitar Francia, a donde acudía de buen grado cada vez que le llamaban para una conferencia, una charla o una mesa redonda. Como colofón de esta nota no quiero dejar de consignar una anécdota que habla de su devoción por Pío XII. Un 9 de octubre, visitándolo en Roma, hablamos de la misa del día y le pregunté cuál había celebrado. Él, con una chispa de esprit tout français, me respondió: “La de San Dionisio, claro. Si por mí fuera, habría oficiado de buena gana en memoria de Pío XII, pero no la misa de réquiem, sino de blanco, la de papa y confesor, porque estoy seguro de que está en el cielo, pero parece que eso por ahora no es prudente”.

Que Dios haya premiado a este religioso modelo y sacerdote ejemplar, una de las modernas glorias de la Compañía de Jesús. Estemos seguros que desde el cielo su gran defendido Pío XII habrá, a su vez, intercedido por esta intención. Que descanse en paz y de Dios goce.

1 comentario

  
Snolkocevic
Benditos sean los Jesuitas, los que al estilo de S. Ignacio, S. Francisco Javier, S. Francisco de Borja, S. Luis Gonzaga y el largo rosario de Santos Jesuitas, se han dedicado al señalar al Señor y a hacer su voluntad. Vamos, que benditos sean los verdaderos Jesuitas, como el Padre Blet
10/12/09 10:53 AM

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