Artículo herético de Manuel de Unciti
No deja de ser sorprendente que, una y otra vez, podamos leer en los periódicos artículos de sacerdotes y religiosos en los que se defienden de forma clara y directa herejías frontalmente opuestas a la doctrina de la Iglesia. Hoy parece ser el turno de D. Manuel de Unciti, sacerdote donostiarra, que ha escrito un artículo en El Correo, en el que defiende la eliminación del orden sacerdotal.
¿Qué idea de su propio sacerdocio tendrá alguien que piensa así? Y, lo que es más grave, ¿qué habrá enseñado durante años desde ese púlpito mediático que sus obispos le han permitido ocupar al escribir en los periódicos? ¿Cómo es posible que a alguien que lleva años y años diciendo cosas así le premie la propia Conferencia Episcopal con el Premio Bravo? Mis comentarios, como siempre en color rojo.
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(Manuel de Unciti, El Correo) Hasta un ’sabio distraído’ como Rafael Sánchez Ferlosio lo ha advertido y lo ha proclamado, con total desparpajo según su costumbre, a los cuatro vientos: «Su problema más grave es la desesperación porque no tiene vocaciones». Se refería -fácil es de entender- a la Iglesia. Y hay que añadir que son muchos los católicos que, con mayor o menor acierto, comparten este juicio o esta aprensión. «La Iglesia, dicen, se queda sin curas, sin sacerdotes». [Parte todo el artículo de este juicio, incorrecto por dos razones principales. En primer lugar, no es cierto que no haya vocaciones, sino que en algunas zonas de la Iglesia, en general en Europa y Norteamérica, el número de nuevos sacerdotes y religiosos ha bajado mucho, mientras que en otras zonas de la Iglesia la tendencia es la contraria. Y dentro de cada zona, varían mucho también unas diócesis de otras, por razones que cada vez se hacen más evidentes. En segundo lugar, la falta de vocaciones no es ni puede ser el “problema más grave” de la Iglesia, sino más bien una consecuencia del verdadero problema: la pérdida de la fe o su sustitución por ideologías en muchos o muchísimos católicos y, por desgracia, también sacerdotes, como muestra este artículo].
Tal vez sería bueno recordar a estos temerosos y preocupados por el futuro de la fe que el término ’sacerdote’ no aparece en los textos del Nuevo Testamento y que solo a partir del siglo III las comunidades cristianas le conceden carta de ciudadanía ¡y de qué manera, válganos Dios! Durante los doscientos primeros años de la Iglesia nadie habló de sacerdotes ni de curas. [La ignorancia es atrevida. La Iglesia primitiva no usaba el término “sacerdotes”, pero sí hablaba de “presbíteros”, para distinguir a sus sacerdotes del sacerdocio hereditario hebreo y sólo cuando ya no hubo posibilidad de confusión se pudo utilizar sin ambigüedad el término “sacerdote”, equivalente en la doctrina cristiana al de presbítero. El artículo omite además, convenientemente, la existencia de obispos y diáconos, que también son grados del orden sacerdotal y se mencionan numerosísimas veces en el Nuevo Testamento].
La denominada ‘Carta a los hebreos’ es el primer documento cristiano en que se habla de ’sacerdocio’; lo hace, como es sabido, con referencia explícita a Cristo. Pero este importantísimo documento canónico no tiene al apóstol Pablo como autor -según se ha creído durante siglos- sino que es de una época posterior, redactado por cristianos admiradores del ‘Apóstol de las gentes’ y entre los que figuraban, por lo que parece, levitas y sacerdotes de la Antigua Alianza llegados al cristianismo con una exagerada añoranza del esplendor que tuvo en su día el templo de Jerusalén… [De nuevo, una ignorancia abrumadora. Ya en los primeros siglos se discutía sobre el autor de la Carta a los Hebreos, puesto que la propia carta no indica su autor. Algunos pensaban que fue escrita por San Pablo, mientras que otros, como Cayo Romano, Tertuliano, Orígenes, etc. la atribuían a otros autores, sin que eso afectara a su calidad de Escritura inspirada. Por otra parte, decir que la Palabra de Dios tiene una “exagerada añoranza del esplendor… del templo de Jerusalén” muestra que la cuestión se está considerando fuera del ámbito de la fe y dentro de una ideología no cristiana] Y no son obra de Pablo, igualmente, las cartas a Tito y a Timoteo, documentos canónicos que suelen citarse en apoyo del ‘orden sacerdotal’. [Más ignorancia. La mayoría de los autores actuales acepta que San Pablo fue el autor de estas cartas y es fundamentalmente el protestantismo liberal el que niega esta autoría, como parte de su desconfianza fundamental hacia la Revelación. En cualquier caso, y esto es lo más importante, la cuestión del autor de estas cartas es irrelevante para el tema del artículo, porque son parte de la Escritura y están inspiradas por Dios. Su autoridad viene del hecho de ser Palabra de Dios y no de quién fuese su autor. Es increíble que un sacerdote no sepa o niegue estas cosas].
Las comunidades cristianas contaban, como es natural, con personas que las presidían y ordenaban -que celebraban la Eucaristía del Señor- pero que no eran ministros consagrados. [Afirmación ridícula, que muestra una ignorancia total del Nuevo Testamento, en el que se habla de la “imposición de manos” para la consagración de obispos, presbíteros y diáconos]. Tertuliano afirma resueltamente, a la altura del siglo III, que cualquier bautizado bien visto por la comunidad de los hermanos solía presidir la ‘Cena del Señor’ o Eucaristía. Y de hecho, el diccionario de uso corriente en las comunidades de los primeros siglos echa mano de términos de la vida civil para designar los diferentes cargos que dirigían y servían a los seguidores de Jesús. [Claro, ¿qué palabras iba a utilizar? Las que había. Eso sí, dándoles nuevos significados en el contexto de la fe y del culto cristiano].
El bien conocido [herético, ex-jesuita y totalmente desprestigiado] teólogo José María Castillo enumera no menos de diez cargos y servicios habituales en el seno de las comunidades cristianas; y todos ellos con nomenclatura profana o civil. Más aún: hasta el mismo término ‘orden’ -que con el adjetivo de ’sacerdotal’ ha llegado hasta hoy- tiene su origen y uso en la esfera social romana. [El autor olvida o nunca se ha planteado que todo el latín tiene origen profano, ya que los romanos eran paganos hasta que llegó el cristianismo. Por lo tanto, hablando en latín era inevitable utilizar palabras del orden civil, adaptándolas al cristianismo y dándoles un nuevo significado]. Se hablaba así del orden de los senadores y del orden de los caballeros; y tanto en un caso como en el otro, la pertenencia al ‘ordo’ comportaba prestigio, riqueza, boato, separación de la masa… Cuando las comunidades cristianas se apropiaban de este término, ¿eran conscientes de que estaban dejando a un lado la enseñanza de Jesús, «el que sea mayor entre vosotros, muéstrese como el menor», o se estaban contagiando de las pompas y vanidades de este mundo? [¿Por qué ya no se estudia lógica en los seminarios? Para que se cumplan las palabras de Cristo y para que el mayor actúe como el menor, necesariamente tiene que haber un mayor y un menor. Es decir, tiene que haber personas con autoridad y con diversos ministerios en la Iglesia, que, desempeñando su misión específica, lo hagan como un servicio a los demás. Lejos de ser algo contrario a las palabras de Cristo, es una condición necesaria para que se cumplan. Jesús no dijo que todos los cristianos tuviesen la misma misión. En el Cuerpo de Cristo, cada miembro tiene su misión, pero todos somos el mismo cuerpo].
Estaba a un caer el reconocimiento del cristianismo en la esfera de lo civil con la llamada ‘paz constantiniana’ (año 313) y sabido es cómo son muchos los que sitúan en ese reconocimiento -en sí mismo positivo- el comienzo de una cierta mundanización de la Iglesia que con el tiempo le llevaría a más de un exceso. Es de toda justicia subrayar la inmensidad de bienes que ha reportado a las comunidades cristianas la fórmula del ‘orden sacral’; pero también es obligado subrayar el veneno que la dicha fórmula ha inoculado en el cuerpo de la Iglesia: el gran contingente de los laicos se ha ido configurando poco a poco como masa que oye y calla, obedece a lo que se le manda y espera cruzada de brazos hasta un nuevo mandato… [En primer lugar, en la Iglesia todos obedecen, no sólo los laicos. Desde el Papa hasta el último monaguillo, todos obedecemos a Dios, a la Tradición de la Iglesia, a la Escritura, al Magisterio de todos los tiempos y a las personas constituidas en autoridad. Obedecer no es algo malo, aunque a la mentalidad adolescente moderna le cueste aceptarlo. En segundo lugar, la fórmula no ha causado nada, todo lo bueno es susceptible de corrupción. El hecho de que haya padres que tratan cruelmente a sus hijos no implica que la familia sea algo malo, sino que, como todo lo humano, es posible abusar de ella. El clericalismo como el anticlericalismo son extremos que desvirtúan algo bueno, como es la distinción sacramental entre clérigos y laicos].
La participación activa de los seglares en la marcha de la Iglesia ocupa ya, por fortuna, un primer plano de actualidad en la literatura cristiana de nuestro tiempo, pero -por desgracia y salvo contadas excepciones- la tan traída y llevada participación laical no pasa de ser un pío desideratum. [Aquí se desliza un error sibilino: la idea de que un laico, para participar verdaderamente en la Iglesia, debe hacer lo mismo que un sacerdote. Esto no es cierto, cada uno debe cumplir su misión y no la misión de los demás. La idea de este sacerdote de que sólo la misión sacerdotal es importante y de que los laicos tienen que realizarla para ser importantes muestra, irónicamente, un clericalismo desbocado] . La fórmula del ‘ministerio sacro’ u ‘ordo sacerdotal’, por el contrario, se fue expandiendo y consolidando a lo largo de la historia; y ha llegado hasta el día de hoy imponiendo una nítida distinción entre clérigos y laicos. [La “fórmula” lingüística no impone esa distinción, sino que reconoce su existencia, como enseña la Iglesia con respecto al sacramento del orden sacerdotal] .
Persistirá, ay, esta distinción mientras las comunidades estén presididas día y noche por un ministro consagrado que tiene ‘la sartén por el mango y el mango también’. Y surge la pregunta: ¿no sería cosa de retornar al estilo de los primeros tiempos de la Iglesia en que los ‘liberados’ -sin más ’sacralidades’- se dedicaban a dar vida a nuevas comunidades, a ser testigos de la fe de unas comunidades ante otras, a servir de vínculos de caridad de todas las comunidades entre sí? A cuantos se sientan confundidos, perplejos y tal vez escandalizados ante estas propuestas, habrá que recordarles la magnífica expresión del jesuita padre Rhaner: «Jesús no es el fundador de la Iglesia sino su fundamento». Cada generación, cada tiempo tendrá que ver cómo organizarse al servicio del Reino de Dios. [En este párrafo y el anterior, D. Manuel de Unciti niega la distinción entre clérigos y laicos, considerándola como algo puramente circunstancial y que se puede cambiar. Esta negación es claramente herética, ya que rechaza frontalmente una doctrina dogmática de la Iglesia: la distinción cualitativa y no sólo de grado entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles, además de negar el carácter sacramental, con efectos ontológicos, del sacramento del orden. ("Si alguno dijere que en el Nuevo Testamento no existe un sacerdocio visible y externo …sea anatema” Dz 961; “Si alguno dijere que por la sagrada ordenación …no se imprime carácter …sea anatema", Dz. 964; “Si alguno dijere que el orden, o sea, la sagrada ordenación no es verdadera y propiamente sacramento, instituído por Cristo Señor, o que es una invención humana, …o que es sólo un rito para elegir a los ministros de la palabra, de Dios y de los sacramentos, sea anatema", Dz. 963, los tres del Concilio de Trento)].
41 comentarios
Te veo bastante inspirado, Bruno, pero te digo lo de tantas veces: tu forma de elegir lecturas es mejorable. ¿Lo haces por mortificación? ;-)
Ya sabes que yo soy más partidario de tus posts catequéticos. Es para gustos ...
Un saludo muy cordial.
Y estoy archiconvencido de que hay que retomar la filosofía tomista como centro de la formación filosófica de los seminarios. Y el latín...
:D
Si te fijas en los Padres de la Iglesia, verás que una gran proporción de sus escritos estaba dedicada a combatir y refutar errores. A todos nos encantaría escribir únicamente "en positivo", pero, puesto que hay gente que deforma el cristianismo, hay que refutar lo que dicen.
Lo cierto es que me han agradecido bastantes veces escribir este tipo de artículos. Yo creo que es porque hay muchos cristianos que se encuentran desprotegidos ante las falsedades que se hacen pasar como cristianismo y se alegran de que alguien saque a la luz los errores que, de otro modo, se cuelan hasta la cocina de parroquias y hogares.
Por cierto, muy bueno el "catequéticos" en cursiva. Cómo se nota que eres ya un comentarista experimentado.
Sin sacerdotes válidamente ordenados, no hay Eucaristía. Y sin Eucaristía, no hay Iglesia. ¿Es esto tan difícil de entender?
La visión que quiere transmitir, y de la que nos quiere liberar, del "sacerdote-déspota" es de pura caricatura de panfleto anti-católico y presupone que los laicos somos imbéciles. Como dices, todo el artículo es, en contra de lo que quiere afirmar, de un clericalismo rancio subido.
Así que, por el amor de Dios y por caridad hacia él, hagan que don Manuel no sea sacerdote más tiempo.
Bueno... siempre lo será porque el sacramento del orden no puede ser borrado, pero ya se me entiende.
Por cierto, Bruno, ¿la autoría del Libro de los Hechos de los Apostóles no se ha atribuido tradicionalmente al evangelista San Lucas?
como me gustaría leer tus comentarios al artículo publicado el pasado 19 de marzo en El Pais por Juan José Tamayo. Su título: "Ortodoxia frente a teología crítica". Su por qué: El nuevo libro del Papa sobre Jesucristo. Sin desperdicio. Es una lástima que al leerlo tanta gente se vea influenciada por esta opinión tan sesgada y politizada de la exégesis y la teología.
Y es el fuerte y marcado clericalismo de quienes quieren una Iglesia aplanada, homogénea y popular.
Vengo mirando esta lámina —cual las manchas del test de Rorschach— sin lograr descubrir qué recónditos hilos o engranajes de la cadena silogística les hace llegar a tan curioso no-pero-sí.
Cualquiera que hubiera proyectado los efectos a mediano alcance de los grandes leymotivs de los ’60, imaginaría un Tertio millennio desclericalizado, donde el cura habría perdido no sólo el mango de la sartén, sino la sartén también. Mas no: hoy se han adueñado de la cocina entera.
Tienen opinión para todo: desde el recalentamiento global, la extinción del oso panda, cómo combatir la inflación y qué hacer ante el atascamiento de las rutas en tiempo estival. (Ninguno de estos ejemplos es invención mía; el último, es un documento del episcopado belga de hace poco). Y no lo digo por el curita verborrágico, sino por episcopados enteros que entran a opinar con ceño muy adusto sobre estos tópicos, absolutamente ajenos si no a su métier, al menos a su pericia.
La progresía insiste en valores tales como la democratización interna y la nivelación fraterna de todo el grupo. Pero ay de que uno le sugiriera al cura —aprovechando los colores de su propia bandera— de celebrar “todos juntos” en el mismo sentido... Ya que somos todos iguales, ¿por qué Padre no se aviene a rezar en nuestra misma dirección en vez de enfrentarnos instalado desde el otro bando, el otro lado del altar?
Por caso, que Caritas —en Argentina al menos— no esté a cargo de un diácono con masters varios en economía emergente, sino en manos de un Obispo, es todo un marcador de esta rareza epocal. (Por no mencionar que el secretario de un Papa, por lustros, fuera un sucesor de los Apóstoles).
La Iglesia del 2300, al analizar esta curiosidad del posconcilio, seguramente insista en que se le ha perdido algo, algún eslabón, que no le permite captar bien este onírico saltum.
No he mencionado Hispanoamérica porque es un caso particular, creo yo. Sería un tema interesante, pero yo, desde fuera, diría que allí influyen:
- La teología de la liberación, que introdujo la idea de que el sacerdote era "otra cosa", un animador social, un liberador económico, un luchador por la justicia, etc.
- La "teología" indigenista, que ha sembrado de sal todos los lugares por donde ha pasado.
- El respeto social que todavía hay en muchas zonas por el sacerdote y que puede atraer a personas que no tienen verdadera vocación, con los consiguientes abandonos, pecados contra el celibato, escándalos, etc.
- La escasísima formación teológica que reciben muchos sacerdotes ordenados en algunos seminarios de Hispanoamérica (no en todos, gracias a Dios).
Quid vobis videtur?
Tienes razón en ser un apologeta, porque falta hace... Yo precisamente tuve una época hace unos meses (antes de venir por la Sana Infocatólica ;)) de crisis espiritual agudísima.
¿La causa? Leer Religión Digital.
Son un peligro para el cristianismo, y lo peor, es que lo que ellos denuncian de la Iglesia Católica son ellos al cubo por lo menos:
Son intransigentes con todo lo que no sea su pensamiento, se creen ellos el auténtico Magisterio y la auténtica jerarquía, piensan que su visión es la de Jesús, y muy bueno lo tuyo del clericalismo... Es cierto, son clericales a ultranza porque quieren que todos seamos sacerdotes.
En fin, yo ya he visto que toleran cualquier error, no solo que el sacerdocio ministerial no existe, sino que Cristo no es Dios y cosas de esas o yupi al aborto y demás.
¿Qué cristianismo es ese? Yo creo que no han leído la Biblia en su vida.
Además, ¡son tan simpáticos!, si intentas debatirles con cualquier versículo te dicen que "es falso y escrito posteriormente"... xD
He llegado hasta a oír que las únicas cartas de Pablo auténticas son: Corintios y Romanos...
Ahí lo dejo simplemente.
Que yo sepa, que Lucas es el autor de los Hechos no sólo es la postura tradicional desde San Ireneo, sino que además es difícilmente cuestionable. Está dedicado a Teófilo, igual que el Evangelio. Además, empieza hablando del "primer libro" dedicado a lo que "Jesús hizo y enseñó desde el principio, hasta el día que... fue levantado hacia lo alto". Por otra parte, los análisis lingüísticos confirman, más allá de cualquier duda razonable, que los Hechos y el tercer Evangelio son obra del mismo autor.
¿Lo preguntas por algo en especial?
Y el Señor no alabó la sagacidad de estos supuestos servidores. Verdaderos administradores infieles.
Buenísimo. Me he reído con ganas.
Bueno, en realidad es triste, pero è ben trovato.
Yo siempre he sido seguidor de este tipo de "teología liberal" y desde mi Conversión al Catolicismo pues todavía estoy estudiando mucho y me queda mucho por aprender.
Como ellos dicen mucho eso de que los laicos pueden hacer lo mismo que los sacerdotes una de mis dudas estrellas es, si alguien la sabe resolver o decirme adónde debo recurrir:
"Si Cristo cuando realizó la Eucaristía les dió el poder para realizarla a los asistentes... Cuando un sacerdote realiza el gesto de Cristo en la Santa Misa, ¿por qué los fieles (laicos) no adquieren el poder de realizar eso mismo?"
¡¡Muchas Gracias por contribuir a mi desintoxicación!!
"Tienen opinión para todo: desde el recalentamiento global, la extinción del oso panda, cómo combatir la inflación y qué hacer ante el atascamiento de las rutas en tiempo estival. (Ninguno de estos ejemplos es invención mía; el último, es un documento del episcopado belga de hace poco). Y no lo digo por el curita verborrágico, sino por episcopados enteros que entran a opinar con ceño muy adusto sobre estos tópicos, absolutamente ajenos si no a su métier, al menos a su pericia".
Completamente de acuerdo. Algo escribí sobre el tema:
http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1009031247-itenemos-que-ser-el-perejil-d
"La progresía insiste en valores tales como la democratización interna y la nivelación fraterna de todo el grupo. Pero ay de que uno le sugiriera al cura —aprovechando los colores de su propia bandera— de celebrar “todos juntos” en el mismo sentido... Ya que somos todos iguales, ¿por qué Padre no se aviene a rezar en nuestra misma dirección en vez de enfrentarnos instalado desde el otro bando, el otro lado del altar?"
Muy bueno. Nunca se me había ocurrido, pero es cierto: los "democratizadores" de la Iglesia, si lo fueran de verdad, deberían ser todos partidarios del ad orientem.
Saludos.
Ahora, Bruno, oyendo las barbaridades que son capaces de decir no pocos sacerdotes españoles, comienzo a creer que la formación de los seminarios hispanoamericanos es muy superior a la española.
Como podéis entender, la primera frase es en modo irónico... pero vamos, no sé dónde se forman estas criaturas de Dios, porque meten la pata hasta el fondo en cuestiones, como la Sagrada Escritura, que un niño que va a hacer la Primera Comunión comprende y es capaz de explicar. ¿Analfabetismo funcional? Pudiera ser...
Lo de las anatemas... pues creo que no les sirve mucho a estos sacerdotes por lo que la patada es el ilustre trasero, suspensión y a ganarse las habichuelas en la vida real les vendría bien. Porque oye, estoy harto de dar mi parte en la declaración de la renta, las colectas de la Misa, etc. para que se les pague el sueldo a quienes no hacen más que dinamitar la Iglesia desde dentro. Y creo que fue el Papa el que dijo que el báculo también debería hacerse valer para apacentar el rebaño... pues eso, que lo desempolven los Obispos.
Me intriga saber qué opine Higinio Fernández sobre el clericalismo, pues por diversas razones, sus preambula lo moverían simultáneamente a favor y en contra. No quisiera perderme la tupacamarización de su mollera...
En mi concepción teoantrópica, el sacerdote es la vanguardia del pueblo de Dios. Quien ha llegado a una hominización consciente que aguarda, al final del camino, a todo cristiano.
Ve más allá, entiende más, en realidad, es el único que entiende las cosas, y de allí surge su poder provisorio en nombre del pueblo. Se llame Martin Luther, Camilo Torres o Helder Camara. Esto lo constituye en un estado superior de lucidez, en la voz de los que no tienen voz, en el sherpa de los caminos de liberación. Para ello debe aliarse con los factores de poder en línea con la hominización, procurando la liberación de su grey para darle a ella el poder. Al final del camino, también debe liberarla de sí mismo.
Lo explico en mi folleto: "Una concepción finalista del sacerdocio: el sepukku", Edit. Nirvana, Tokio, 1968, prólogo del rever. James Jones.
Olvida algo muy importante: debe "procurar la liberación de su grey" quiera o no quiera la grey. Muchas veces, el mayor obstáculo para la liberación de los sin voz es que se empeñan obstinadamente en tener voz sobre su futuro y en no querer ser liberados de la Iglesia, la fe, la devoción a la Virgen...
¿O hay un modo probo de hacer (en la via inventiva) recurso argumentativo al sensus fidelium sin caer en una petitio principii?
El Sacerdocio diferenciado de los laicos se remonta al Antiguo Testamento. Aaron y la Tribu de Leví, que fueron designados y consagrados directamente por Dios para el culto divino y la atención del Templo.
De allí viene precisamente la palabra griega "clero" que designa al sacerdocio católico, y que signifca "porción", recordando que los Levitas fueron la única tribu que no recibieron su porción de la tierra prometida, ya que su porción era Dios y para ello debían estar alejados del mundo y de sus negocios.
Creo que te ha dejado en ridículo.
Tengo claro, además, que en determinadas miradas retrospectivas a la Iglesia primitiva lo que hay es una apertura enmascarada a la Iglesia sin normas, es decir, a la falsa iglesia seudoprofética del ánomos, el sin -norma (2 Ts 2,4)es decir, del Anticristo.
¡Qué diablillo!... Si es que esta gente no te pilla la ironía. ¿No ves que son unos cavernarios?
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