"Imbuir la forma Ordinaria con la espiritualidad de la forma Extraordinaria" por Peter Kwaniewski
He tomado parte de la mañana en traducir este artículo encantador que podría ser un maravilloso aporte para los sacerdotes en su espiritualidad sacerdotal y eucarística lo que, como bien dice el autor, puede hacer “una verdadera diferencia en la devoción del celebrante y en la consiguiente fecundidad de la misa”.
Ruego que, de gustarles, lo primero que hagan es compartirlo con los sacerdotes que conozcan, particularmente, con aquellos en los que reconocen su anhelo por la continuidad de la tradición litúrgica de la Iglesia. Propongo que, de considerar el dar énfasis al gesto de compartirlo con ellos, no duden en imprimirlo bellamente y entregarlo en sus propias manos.
Sin más preámbulo los dejo con el articulito.
Imbuir la forma Ordinaria con la espiritualidad de la forma Extraordinaria
Por Peter Kwaniewski
Publicado en The New Liturgical Movement
Lunes 13 de abril del 2015
Traducido (sin autorización) por Maricruz Tasies
Para leer el artículo original con sus notas recurra a ESTE enlace
Ha sido ampliamente reconocido que la Misa celebrada bajo la forma ordinaria (FO) del rito romano sufre en muchos aspectos de una fuerte discontinuidad con la tradición litúrgica y que sus muchas simplificaciones, innovaciones y opciones, de forma alarmante, la han privado de la intensa atmósfera devocional característica de la forma extraordinaria (FE).
El Papa Benedicto XVI, habiendo reconocido el hecho con mayor claridad que la mayoría, expresó su deseo de un “enriquecimiento mutuo” de ambas formas del rito que tendría como resultado el que la asamblea sería capaz de hallar en la forma ordinaria la “sacralidad” que aman en la forma extraordinaria. Sin embargo, tal como hemos comprobado, un redescubrimiento y recuperación de sacralidad en el Novus Ordo no ocurrirá automáticamente; requerirá de la adopción de medidas definitivas dentro de los límites de la ley litúrgica existente. Con sobrada razón nos regocijamos por los beneficios eclesiales de la coexistencia de ambas formas, sin embargo, “en búsqueda de la reconciliación” también ha de buscarse una expresión interna ya que, de otra manera, la brecha entre ambas celebraciones (suponiendo la típica celebración parroquial de la FO en comparación con una celebración de la FE apegada a las rúbricas) continuará siendo sumamente vasta.
En consecuencia, hay ciertas medidas que los celebrantes voluntariamente pueden tomar para maximizar la continuidad por lo que, de la forma ordinaria, pueden derivar mayores frutos espirituales para el sacerdote y el pueblo. Dicho enriquecimiento puede ser guiado por tres principios:
1. El Principio de Continuidad
El “Principio de Continuidad” es el siguiente:
Cuando las rúbricas ofrezcan la opción uno siempre debe hacer lo que está en mayor continuidad con la tradición anterior. Sobre esta línea, ya que “la grandeza de la liturgia depende de su no-espontaneidad “(Ratzinger) uno debería, en principio, evitar la variedad en medio de la gran cantidad de opciones. Tal como C.S. Lewis dijo acertadamente “la variedad arruina el placer propio de la acción ritual”.
A continuación algunos ejemplos de cómo aplicar este principio:
- Lea o cante las Antífonas de Entrada y de Comunión (a menos que sean leídas o cantadas por un coro o por el pueblo).
- Utilice el saludo “El Señor esté con vosotros” con la mirada baja y, en general, realice todo saludo a la asamblea de esta manera para evitar el contacto visual cuyo efecto es llamar la atención sobre el sacerdote lo cual conduce a la liturgia a un nivel meramente horizontal o, tal vez, centrado en el hombre.
- Utilice el Rito Penitencial A, es decir, el “Yo pecador” y el Kyrie.
- Omita la Oración Universal entre semana y, cuando la utilice pida prestadas o diséñelas desde los modelos de la forma extraordinaria.
- Haga la preparación de las ofrendas en silencio en lugar de en voz alta.
- Diga “Orad, hermanos” en lugar de “Orad, hermanos y hermanas".
- Utilice el Canon Romano mencionando todos los santos y utilice las Conclusiones del tipo “por Cristo nuestro Señor".
- Inclínese notablemente ante la hostia y el cáliz, recite las palabras de la consagración lenta y deliberadamente, dándoles el debido peso y contenido metafísico.
- Mantenga el pulgar y el dedo índice juntos durante la consagración y hasta las abluciones.
- Omita el Saludo de la Paz, el que, como las rúbricas indican claramente, es opcional.
- Realice las abluciones profusamente con vino, agua, vino, colocando los dedos sobre el cáliz.
- Utilice la Despedida: “Podemos ir en paz, la misa ha terminado” (o mejor aún, “Ite, missa est")
- Como indican las rúbricas pero rara vez se sigue, incline la cabeza ante la mención de las tres Divinas Personas, el nombre de Jesús, el Nombre de la Santísima Virgen María y del santo en cuyo honor se celebra la Misa.
Incluidas en esta categoría están todas las prácticas permitidas explícitamente pero muy rara vez utilizadas y conocidas por los fieles: la celebración del sacrifico ad orientem (propuesto en las rúbricas del misal de la FO); el canto de los textos litúrgicos que tradicionalmente son cantados por el sacerdote; dar la bienvenida al silencio, sobre todo después de la Santa Comunión; utilizar abundantemente el incienso; el uso de hermosas vestimentas, ornamentos y vasos sagrados; la distribución de la Sagrada Comunión a los fieles que se ponen de rodillas. La mayoría de estos ejemplos dependen exclusivamente del celebrante y se pueden implementar de inmediato.
2. El Principio de Incremento
En segundo lugar, existe lo que podríamos llamar el “Principio de Incremento"; es decir, la búsqueda de maneras para que los elementos del rito antiguo lleguen (discretamente, por supuesto) a encontrar un hogar en el Novus Ordo buscando el acrecentamiento de la piedad y devoción del propio celebrante; lo que, como Santo Tomás nos recuerda, la eficacia de la misa afecta en la obtención de las gracias por las que se ora.
Algunos ejemplos de cómo aplicar este principio:
- Utilice el manípulo, el birrete y la capa pluvial para procesiones o las aspersiones/vidi aquam.
- En procesión hacia el altar o en la sacristía antes de la Misa, si la distancia al altar es demasiado corta, recite en silencio o en voz baja el Salmo 42.
- Mientras sube los escalones hasta altar y en preparación para besarlo, rece en silencio el “Aufer a nobis” y el “te Oramus, Domine".
- Si la distancia al sagrario o la longitud del Aleluya lo permiten, añada la versión completa de “Munda cor meum” del usus antiquior después de decir el de una línea “Limpio mi corazón.”
- Junto a la recitación de las oraciones en la preparación de las ofrendas, agregue algunas o todas las antiguas oraciones del Ofertorio como una devoción privada; una práctica que, en principio, no sería diferente a exclamar en silencio “Mi Señor y mi Dios” durante la elevación de la hostia.
- Diga el Canon romano en un tono más moderado de voz para invitar a los fieles a un tiempo de oración e intensa meditación; como fue anteriormente señalado, diga las palabras de la consagración con especial gravedad. Es un hecho curioso, y que he notado con frecuencia, cuán profundo es el silencio y concentración de la congregación cuando el propio sacerdote habla en voz baja!
- Antes de la comunión, digas ambas oraciones de preparación – una, según lo estipulado, la otra, como una devoción privada.
- Cuando realice la purificación de los vasos, además de rezar “Lo que ha pasado por mis labios", añada el “Corpus tuum” del antiguo misal como una devoción privada.
- Después de la bendición final, recite el “Placeat tibi” mientras se moviliza hacia el altar, besándolo y al salir del presbiterio.
- Recite el Prólogo del Evangelio de Juan, mientras que se dirige a la sacristía o cuando, ya en la sacristía, antes de bendecir al servidor (es).
- También puede pronunciar el “Placeat tibi” y el prólogo del Evangelio de Juan en voz alta después de Misa como una devoción en comunidad. De todos modos, hoy en día todos se sienten libres para añadir, tanto en medio como al final de la Misa, lo que sean oraciones que les gustan y existen un montón de razones para introducir éstas, habiéndonos santificado por tantos siglos de uso.
De este modo, un sacerdote que no está capacitado, según el caso, para celebrar el usus antiquior aún puede entrar en contacto con los elementos de su profunda piedad sacerdotal y eucarística. El sacerdote podrá respirar su propia atmósfera devocional y así comenzar - al menos dentro de su propia alma - a superar la ruptura entre ambas formas del rito.
En cuanto a esta segunda categoría, tanto en principio como en la práctica, se podría objetar que las anteriores sugerencias son contrarias a las rúbricas o de la Instrucción General del Misal Romano. Sin embargo –sencillamente- no es el caso debido a que las prácticas mencionadas son asuntos de devoción personal o adiciones permitidas por las propias rúbricas. Es cierto que existen pasajes en la revista Notitiae, especialmente desde la década de los 70, en contra de estas sugerencias, pero Notitiae parece desempeñar un papel consultivo por lo que es difícil considerar su contenido como parte de la autoridad magisterial. Sólo para reiterar un ejemplo, no existe prohibición de usar el manípulo o la birreta a pesar de su actual rareza dentro del Novus Ordo.
De vuelta en Austria, conocí a un sacerdote (por cierto, uno de los mejores predicadores que he escuchado) quien celebra ambas formas del rito romano quien, al utilizar el Misal de Pablo VI, realizó casi todas las cosas mencionadas en el presente artículo. Él las ejecutó con discreción y eficacia de tal manera que no hubo confusión o retraso. Me dijo que le resultaba mucho más fácil ofrecer el Novus Ordo reverentemente cuando ha sido enriquecido con elementos del rito tradicional romano. De especial valor, en su opinión, son las oraciones del Ofertorio tradicional.
3. El Principio Mnemotécnico
Por último, existe lo que podríamos llamar el “Principio Mnemotécnico” el cual consiste en recordar a la asamblea, con delicadeza y oportunamente, acerca de las cosas relacionadas con el usus antiquior las que, lamentablemente, ya no se encuentran en la forma ordinaria, pero que, sin lugar a dudas, no son incompatibles con ella.
El ejemplo más importante sería el de la mención de los santos ya que no se celebran en el nuevo calendario. Así, el 14 de febrero un sacerdote podría predicar un poco acerca San Valentín así como de S.S. Cirilo y Metodio, o el 10 de marzo acerca de los Cuarenta Santos Mártires; el 17 de septiembre podría mencionar que hoy en día es la tradicional fiesta de la impresión de los estigmas de San Francisco, y luego proceder a relacionarlo con las lecturas (o empezar con las lecturas llevando a San Francisco como un ejemplo) Podía predicar acerca de la Epifanía y de la Ascensión en los días correctos, así como los días transferidos. Podría citar una oración colecta tradicional, secreta o post-comunión como parte de su reflexión sobre la fiesta o el tiempo litúrgico. Puede reintroducir bendiciones especiales en días festivos utilizando las oraciones del Ritual Romano. Por medio de tales alusiones y devociones los fieles estarán siendo delicadamente puestos de nuevo en contacto con su propia tradición, la que se convierte lentamente en una parte de su mentalidad católica, tal como debe ser. Una frecuente referencia al usus antiquior, por lo tanto, sirve como una catequesis [ ].
Desde que el usus antiquior conserva, de manera especialmente intensa la teología y la piedad de muchos siglos de fe, una juiciosa emulación o la adopción de ciertos elementos de santidad y de “buena forma” harán una verdadera diferencia en la devoción del celebrante y en la consiguiente fecundidad de la Misa.
NOTA del traductor: De antemano pido disculpas por errores en la traducción sobre los que espero los expertos me corrijan.