“¿A dónde nos conduce Dios?”
El otro día, tras conocer la noticia acerca de que se abrirá la causa de santificación de G. K. Chesterton me fui a buscarlo y me lo encontré refiriéndose a una de sus lecturas favoritas.
“Robinson Crusoe debe su eterna frescura al hecho de que celebra la poesía de las limitaciones [ ] Crusoe es un hombre recién evadido del mar que se ha instalado sobre un peñasco con una pocas comodidades [ ] Cada utensilio de cocina se convierte en el utensilio ideal porque Crusoe pudo haberlo dejado caer al mar [ ] Es un buen ejercicio para las horas ingratas o vacías del día, mirarlo todo y pensar cuan feliz puede uno sentirse de haberlo salvado del barco zozobrante y llevado luego a la isla solitaria [ ] Y es mejor aún el ejercicio de recordar cómo todo se salvó por un pelo: cada cosa que tenemos se salvó de un naufragio. Cada hombre ha tenido una terrible aventura…”
Cada uno de nosotros la ha tenido.
Yo la tuve desde que casi no sobrevivo al parto y ha sido igual de terrible desde entonces y creo que, recientemente, todavía más lo cual me ha hecho sentir verdaderamente inútil e impotente, tanto que he vertido lágrimas de desconsuelo.
Si. Existen puntos de no retorno tal como un nuevo nacimiento tras lo cual nos hayamos solos ante Dios; en tan dramática condición de vulnerabilidad y fragilidad como podría estarlo cualquier niño.
Incapaces de hacer otra cosa que -confiadamente- dejarse conducir de la mano por su Padre.
-“¿A dónde nos conduce Dios?”, pregunta santa Edith Stein.
Ella misma responde: - “No lo sabemos. Sólo sabemos que nos conduce”.
4 comentarios
El amor es, fundamentalmente, alegría.
: )
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Vicente,
Efectivamente, nos conduce al cielo pero más que pensar en el cielo lo grandioso de todo ésto es haberse dado cuenta que nos lleva de la mano. Eso, para mi, es ya el cielo.
:)
Nadie modificó el dia de su muerte en un solo minuto ,nadie se libró de sufrir las esperiencias que le han sido encomendadas y nadie elije su destino sino es en la parte de maldad o bondad que decide tener.
Solo El (Jesus)nos hablo de esa vida eterna y del Padre y los que le seguimos tenemos un guion claro de a donde vamos.
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María Isabel,
Pues fíjate que se llega a un punto en donde ni siquiera se tiene el guión claro. No hay seguridad de nada ni siquiera de llegar al cielo si no es de su mano. De ahí es que, por entregarse a El, el temor sea soltarse.
Tal como dije el otro día: Hasta que uno no experimenta qué gana con la gracia no tiene miedo de perderla.
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