Revestidos de Cristo y limpios del pecado
Sinceramente, no sé qué sería de mí sin el don de la fe. No puedo imaginarme mi vida sin la referencia constante a Dios. Sería como ir desnudo por la calle, expuesto al frío que congelaría mi cuepo o al sol abrasador que quemaría mi piel. Dice San Pablo que todos aquellos que somos bautizados, de Cristo estamos revestidos (Gal 3,27). Me encanta esa imagen paulina. Mientras que Adán y Eva fueron vestidos por Dios con pieles y túnicas justo antes de expulsarles del Edén, a nosotros nos viste de Cristo como paso previo a nuestra entrada en su Reino celestial.
Pero desgraciadamente, muchos son los que desechan semejante vestido precioso y salvífico. Prefieren vestirse de la ropa inmunda del pecado, del hedonismo, del neopaganismo rampante. Incluso los que creemos a veces manchamos el vestido santo que llevamos con la moda mundana. Menos mal que tenemos un detergente fabuloso que limpia toda mancha. Es la sangre de Cristo el "detergente" que nos lava y es el sacramento de la penitencia la "lavadora" de nuestros pecados.
Hoy me tocó lavar mi alma y así he podido comulgar en misa, con lo cual ahora estoy como niño que duerme en cama con sábanas nuevas. El retrasar la recepción del sacramento de la confesión cuando sabes que debes acudir a él es como ir vestido con la misma ropa durante semanas. Por mucho que te laves el cuerpo, hueles mal.
Desgraciadamente las lavanderías espirituales están vacías en demasiadas parroquias. Por eso es urgente recordar que Cristo sigue siendo el mismo ayer, hoy y siempre. Y que no podemos presentarnos ante el Padre vestidos del pecado porque el vestido que nos regaló en el bautismo le costó mucho. Le costó enviar a su Hijo a la cruz para morir por nosotros. Quienes disminuyen la importancia del sacramento de la confesión, disminuyen el valor de la cruz y ponen en peligro la salvación de muchas almas.
Dios tenga misericordia de todos nosotros.
Luis Fernando Pérez Bustamante
18 comentarios
y sinembargo la PENITENCIA, sí que existía, de otra forma, aunque no fuera esa entrevista "personal" de la Confesión de hoy, como terapia de conciencia no está mal, aunque , permítame que albergue mis dudas, deque sea algo "esencial" para nuestra vida cristiana, creo que le ha quedado muy bien el simil de la ropa sucia durante semanas que hay que cambiar, aunque no necesariamente ante un sacerdote en un confesionario.
Es solo mi opinión.
Saludos en el Señor.
¿estás segura del dato que das sobre la historia de la confesión individual?
Yo tengo entendido que la confesiòn y la penitencia no sólo existían entre los primeros cristianos, sino que las penitencias eran de una dureza terrible.
Además creo que San Agustín (s.V) habla muy elogiosamente de la confesión.
Por lo demás, no creo que los cristianos tardaran 1000 años en darse cuenta de que después de bautizarse también podían incurrir de nuevo en pecado.
1447 A lo largo de los siglos la forma concreta, según la cual la Iglesia ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho. Durante los primeros siglos, la reconciliación de los cristianos que habían cometido pecados particularmente graves después de su Bautismo (por ejemplo, idolatría, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy rigurosa, según la cual los penitentes debían hacer penitencia pública por sus pecados, a menudo, durante largos años, antes de recibir la reconciliación. A este "orden de los penitentes" (que sólo concernía a ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y, en ciertas regiones, una sola vez en la vida. Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a Europa continental la práctica "privada" de la Penitencia, que no exigía la realización pública y prolongada de...
San Agustín:
"No escuchemos a aquellos que niegan que la Iglesia de Dios tiene poder para perdonar todos los pecados" (De agon. Crist., III)
"Así como el hombre bautizado por el sacerdote es iluminado por la Gracia del Espíritu Santo, así también aquel quien en penitencia confiesa sus pecados, recibe a través del sacerdote el perdón en virtud de la gracia de Cristo" (Frag. contra Novat. in P. G., XXVI, 1315).
San Ambrosio de Milán:
"Dios no hace distinción; Él prometió misericordia para todos y a Sus sacerdotes les otorgó la autoridad para perdonar sin ninguna excepción" (op.cit., I, iii, 10)
El testimonio patrístico es impresionante.
Posteriormente se desarrolló la reconciliación privada y la confesión auricular. Forma parte de ese proceso el examen de conciencia, que puede ser suficiente para los pecados más veniales, pero para los demás (y también se aconseja para los veniales), la Iglesia estipula la confesión personal, que además del sacramento en sí, nos puede ser muy útil para recabar consejos de como conducirnos sin caer en pecado. Lo de la auto-reconciliación "yo me lo guiso, yo me lo como", no creo que tenga precedentes en la Iglesia, al menos hasta Lutero.
Nadie vaya a pensar que aquello tenía nada que ver con ese simulacro de sacramento que son las confesiones comunitarias tan populares entre el sector progre (para no variar) del clero.
La confesión auricular ha sido, pese a algunos de sus inconvenientes, un gran acierto pastoral.
Respecto al protestantismo, ¿qué decir?
No creen que la Iglesia tenga autoridad para perdonar pecados. Todo en ellos parte del mismo error. Niegan la Iglesia. Y con ello, les guste o no, niegan a Cristo, Señor de la Iglesia.
Por otro lado, es una pena la poca atención que en catequesis y homilías se presta actualmente al sacramento de la penitencia. Entre esto y la escasa conciencia de pecado que existe en la sociedad, no es de extrañar que en nuestras Misas veamos colas nutridas para comulgar, mientras los confesonarios están casi siempre vacíos. Esto es gravísimo.
http://www.enciclopediacatolica.com/a/absolucion.htm
Ahí viene resumido todo muy bien
Paco C, has puesto el dedo en la llaga: el gran cáncer de la sociedad y la Iglesia actual no es la solidaridad, los ritos o el "diálogo eclesial", el gran cáncer es la pérdida progresiva de la percepción de pecado. De hehco a muchos curas hasta les da apuro utilizar o sacar a relucir la misma palabra... para que no les llamen retrógrados o preconciliares.
Pero ese argumento es absurdo a más no poder poque lo que significaría es que Cristo estaría diciendo a los discípulos que podían elegir entre predicar el evangelio (perdón pecados) o no predicarlo (retención de pecados).
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