Análisis en profundidad sobre la figura de Marx y la maldad intrínseca del marxismo
Álvaro Ginebreda, licenciado en Derecho y Filología clásica, analiza en profundidad la deleterea ideología del marxismo y su maldad intrínseca. Principalmente explica en esta primera parte de la entrevista la perversidad del materialismo dialéctico y de la lucha de clases.
¿Quien era Karl Marx?
Marx fue un revolucionario, un “revolucionario desesperado”, tal como afirmaría su amigo Jung, a raíz de los sacrificios personales, persecuciones y penalidades económicas que tuvo que asumir al dedicarle toda su vida.
Esta tendencia no podría explicarse sin la influencia de su padre y su contexto social. Por un lado, Tréveris, situada en Renania, fue de las pocas ciudades alemanas que acogió bien la Revolución y el nuevo liberalismo. Su padre, Hirschel Marx, abogado de origen judío, fue un clásico liberal, admirador de Voltaire y Kant, que perteneció a un club de Tréveris llamado La sociedad literaria del Casino, francófilo y antiprusiano, por lo cual acabó siendo inscrito en las listas de “elementos subversivos”.
Así pues, Marx creció en un ambiente liberal en el que las nuevas ideas socialistas de Saint-Simon comenzaron a propagarse. En cuanto a su profesión religiosa, a pesar de su origen étnico, se puede considerar un desarraigado, lo cual explica que siempre fuera muy crítico con el judaísmo, al que no consideraba un lobby que luchaba por el poder material.
En sus años universitarios en los que estudió derecho y filosofía, siguió en la misma dinámica intelectual. En Berlín se hizo hegeliano de izquierdas y se dio cuenta de la necesidad de un sistema filosófico para fundamentar sus ideas políticas: “sin un sistema filosófico no se puede entender nada”.
Fue precisamente en esta tarea de construir un sistema filosófico en la que su gran amigo Engels, al que conoció en París, alcanzó una importancia esencial: gracias a él, con quien acabaría escribiendo El Capital, pudo desarrollar una auténtica filosofía del proletariado sustentada en un análisis exhaustivo tanto económico como social, después de centrarse en el estudio de Hegel y Feuerbach.
¿Cómo fue su vida personal?
En cuanto a su vida familiar, fue predominantemente bohemia y siempre tuvo una actitud alegre y equilibrada ante las circunstancias adversas de su situación. Con dieciocho años se prometió en secreto con Jenny von Westphalen, descendiente de condes escoceses por vía materna, con quien tuvo siete hijos, de los que solamente tres hijas alcanzaron la edad adulta.
Después de que muriera su mujer, con quien había vivido en Londres desde mediados de siglo al ser desterrado de Alemania, una enfermedad del hígado, varios tumores y una bronquitis crónica disminuyeron sus capacidades de trabajo hasta que murió en 1883, dejando inacabados El Capital y una revolución que en poco tiempo iba a causar estragos por todo el mundo.
¿Qué entendemos por marxismo y cuando nace?
El marxismo nace propiamente con Marx y Engels, pero ambos deben mucho al liberalismo, del cual se puede considerar una corrección para llegar a una sociedad igualmente libre, entendiendo el concepto de libertad de una forma más sofisticada. El principal problema a la hora de estudiarlo es la disparidad de interpretaciones entre los propios marxistas, a raíz de las disidencias surgidas entre muchos filósofos occidentales (Gramsci, Garaudy, Marcuse…) frente a la doctrina iniciada por Lenin, que Stalin estableció como la oficial del partido marxista-leninista soviético y de sus partidos comunistas dependientes.
Esta tradición soviética defendía que el marxismo es una “ciencia” de la sociedad y de la historia del hombre, que analizaba sus transformaciones económicas (materialismo dialéctico), es decir, una doctrina filosófica materialista, cuyo método es la dialéctica, que permite entender el mundo físico e histórico para determinar objetivamente la acción política adecuada, ajena a cualquier tipo de religión, metafísica o ideología (entendidas como una mascarada de la clase dominante) e interés personal.
Por otro lado, el “marxismo occidental” afirmaba que el punto central de su reflexión es la liberación del hombre de toda forma de opresión y alienación y que, por ello, es esencialmente un humanismo. En este caso, la dialéctica de origen hegeliano es sólo el método teórico-práctico para la comprensión de la historia y la sociedad que sirve como crítica de un mundo histórico que debe ser superado a partir de una revolución para restablecer la unidad del hombre con su naturaleza.
En verdad, estas disidencias se deben a que presenta cierta ambigüedad al combinar un análisis positivista con cierto idealismo: por un lado, la investigación de los mecanismos y los nexos causales que operan en las formaciones económico-sociales y que producen su transformación para describir objetivamente sus características y leyes, pero, por otro, un juicio moral fundamentado en un ideal del hombre y de la sociedad.
¿Cuáles es son las principales ideas que defiende el marxismo?
En principio, su idea fundamental es de origen humanista y liberal: el reino de la libertad sin intervención del Estado, es decir, el comunismo propiamente dicho, en el que el hombre, libre de toda forma de alienación (división del trabajo, propiedad privada, superestructuras…), se reconcilia consigo mismo, con la sociedad y con la naturaleza.
Marx consideró, desde el principio, que el hombre es un ser natural con vocación de universalizarse, de romper su particularidad, es decir, anular tanto la separación que le enfrenta a la naturaleza como la que le separa del otro hombre. En el hombre existiría, desde su aparición, el “ser genérico del hombre”, “el hombre total”, al que aspira por naturaleza.
De este modo, la meta más alta para el hombre es liberarse de la alienación social y económica capitalista para realizar su ser genérico. Pero, los beneficios en cuyo nombre se emprende esa liberación nunca son trascendentes a la experiencia humana, sino inmanentes a la historia. En esta sociedad histórica, a partir de la socialización de los medios de producción, todas las necesidades se dirigen a la sociedad misma (no a una clase dirigente y sus intereses), y se resumen en una sola necesidad: la del otro hombre, que encuentra inmediatamente satisfacción, ya que cada hombre es desde ahora plenamente social, y existe una perfecta identidad entre cada hombre y el conjunto de la especie humana.
En consecuencia, es el fin de la política: el sujeto de una “doctrina política” (un hombre que se opone a un grupo) ha desaparecido.
¿Qué entendemos por el materialismo histórico y que implicaciones tiene?
El materialismo histórico es el método fundamental, una sociología científica, para comprender las creaciones y relaciones sociales del individuo a partir de sus contradicciones. Este materialismo de Marx parte de la inversión del idealismo hegeliano siguiendo sus propios principios. Hegel concibió una idea cumbre, la “idea absoluta”, entendida como espíritu puro, conocimiento absoluto, pero inconsciente: sólo toma conciencia a partir de contradicciones, conflictos en el devenir. De este modo, crea el mundo, contrario a él en cuanto la materia es opuesta al espíritu, es decir, se aliena.
A través de esta y las consecuentes contradicciones, toma conciencia de sí misma. Se manifiesta en el pensamiento y conocimiento humanos, por lo que el motor de la historia de la vida social, moral y política y la búsqueda de la verdad es esta Idea: el mundo y la naturaleza son la alienación de esta Idea que vuelve a sí misma para tener conciencia de sí.
En este idealismo hegeliano, está implícita, por tanto, una idea muy importante que asumirá Marx: la concepción progresista y dialéctica de la historia, en la que la realidad (vida social y moral) están en movimiento generando conflictos que se van resolviendo a partir de revoluciones. Sin embargo, Marx, siguiendo a Feuerbach, consideró que toda especulación sin el hombre carece de fundamento (antropocentrismo radical).
La idea absoluta no engendra lo real ni el pensamiento el ser, sino que es al revés: la realidad crea la Idea, es decir, las ideas de los hombres están condicionadas por el proceso histórico y social, por tanto, cualquier forma espiritual (la moral, la religión, la metafísica, el derecho) es contingente, y está determinada por la estructura económica de la sociedad en donde se manifiestan.
El hecho histórico primario, por tanto, no es la religión ni la justicia, sino que consiste, para Marx, en la producción de bienes materiales que permiten la supervivencia de los individuos y de la especie: el modo de producción es el verdadero fundamento de la sociedad, lo que determina su ordenamiento en las distintas organizaciones: jurídica, política, institucional, etc. Es a partir de este principio material (la estructura) que se desenvuelven todas las manifestaciones que comúnmente se relacionan con la conciencia o con el espíritu (la superestructura): “el modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual. No es la conciencia la que determina el ser de los hombres sino que, al contrario, es el ser social de los hombres el que determina su conciencia”.
En la práctica se ha traducido a una feroz persecución a la Iglesia…
Marx, en una de sus primeras obras Contribución a la crítica de la filosofía del derecho escribió su célebre frase “la religión es el opio del pueblo”, queriendo explicar que éste se embriaga de religión para olvidar sus reivindicaciones y su gran misión política. La religión es entendida como un artificio de la clase dominante (“el hombre hace la religión”), una conciencia subvertida del mundo, que aporta consuelo y una belleza ilusoria. No le reprocha que carezca de alma o de espíritu, sino que aleje al hombre de sí mismo dejándole en la ignorancia e impotencia respecto a su propia vida social.
A pesar de esta crítica, ni Marx ni Engels propusieron que se la persiguiera. De hecho, Engels reprochó a la Comuna de 1871 el haberla querido suprimir. En este punto tenían una visión liberal: aprobaban la separación de la Iglesia y el Estado y la independencia de la enseñanza respecto a la religión, abogando que “es un asunto de incumbencia privada”. La propuesta de Marx, por tanto, no era la de perseguirla, sino de cambiar la situación en que se encuentran los hombres: hacerles conocer y explicar el misterio social, de “transformar la sociedad, de “suprimir el agobio de la criatura”, negando la idea del pecado original.
En el plano político, los marxistas se limitan a pedir que la Iglesia deje de ser una potencia política reaccionaria, pero, como dices, en la práctica derivó en un anticlericalismo violento y sin contemplaciones que tanto padeció España en los años treinta mediante la quema de iglesias y asesinatos de padres y monjas.
Háblenos de la lucha de clases como oposición a la cosmovisión católica de la sociedad….
En 1891 el Papa León XIII escribió la Encíclica Rerum Novarum, subtitulada Sobre la situación de los obreros, considerada la primera encíclica social, gracias a la cual se hace patente la oposición de la Iglesia ante esta nueva metodología sociológica. El Papa mostraba una notable preocupación sobre las injusticias sufridas por obreros y campesinos debido a la “codicia de unos pocos”, condenando la opresión ejercida sobre los pobres.
Sin embargo, la encíclica rechaza también la lucha de clases promulgada por el marxismo. Su principal argumento es que las clases sociales y la desigualdad son rasgos consustanciales de la condición humana, tachando de ideología “ilusoria” la idea de fundar una sociedad sin clases. De lo que se trata, por tanto, es de corregir el egoísmo y la inmoralidad de los empresarios capitalistas, construir sobre bases morales y prevenir sus desviaciones.
Como alternativa, la Encíclica abogaba por su modelo tradicional de corporativismo: la sociedad entendida como un cuerpo, en el que todas sus partes son necesarias para el funcionamiento del todo, y en el que la moral católica posibilite las relaciones sociales entre grupos e individuos con intereses inevitablemente diferentes. En definitiva, una integración y cooperación de todas las clases de la sociedad en la que, negando la utopía del igualitarismo y el individualismo capitalista, existieran armónicamente los intereses de los empresarios y de los trabajadores.
Javier Navascués Pérez
22 comentarios
Vaya, Marx era un "modernista" avant la lettre.
Es que hay muchas preguntas sin respuestas. Comenzando por el porqué Carlos Marx, hasta el marxismo actual y su significado histórico; a los fines de poder desentrañar más acertada, justa y eficientemente, la "maldad" de la ideología marxista.
El problema recurrente en la generalidad de los enfoques de este tipo, es el sezgo soslayado que desde el primer párrafo, incluso ya desde el título, los va delimitando, consciente o inconscientemente, vdentro de la zona de confor intelectual e ideológica del autor. Reconociendo los esfuerzos, como el presente, por salvar dicha tendencia.
La resulta principal de esa situaciónn; es una desvirtuada ubicación histórica del interesado, respecto del tema de que se trate, y por ende, una insuficiente capacidad de reacción y acción al respecto...
En esquema es ese el aporte, esperando sirva en algo..
Porque , al contrario de Marx, lo relevante al entendimiento no es el sistema filosófico per se, sino la estructura coherente de pensamiento;; lo que pareciendose, resulta en algo totalmente diferente. Por lo que el estudio y analisis de El Capital, resulta esencial a toda estructura de pensamiento político, económico, sociólogo, cultural y religioso.
Este post debería estar saturado de criterios; pues lo de la salvación y fe en Cristo, en mayor o menor grado lo tenemos claro; pero ante el demonio no basta con santiguarse ni rezar de rodillas; necesario es desenmascararlo para poder vencerlo...Tal vez sea ese el temor, descubrir que el demonio no es un ente extraño al cual ponerle la veda, sino que está tan cerca, tan íntimo al ser, que resulta mejor ignorarlo y dejarle cómodamente el asunto a la fe ; en un automatismo pasmoso: rezo, cumplo los mandatos y respeto los dogmas; erg.o , quedo libre del demonio ...
1.- Usted dice que a este artículo le “…faltan algunas precisiones, diferenciaciones y contextualizaciones respecto de Marx y del marxismo.” Díganos, por favor, ¿cuáles son esas “precisiones, diferenciaciones y contextualizaciones” que usted cree que le faltan y que servirían para “desentrañar más acertada, justa y eficientemente la "maldad" de la ideología marxista”?
2.- Por favor, conteste a su propia pregunta: “¿por qué Carlos Marx, hasta el marxismo actual y su significado histórico?"
¿Cree que lo que usted responda invalidará el hecho de que la ideología del marxismo histórico es una calamidad histórica?
3.- Por favor, díganos cuál es el “sesgo soslayado” que tiene el “enfoque” que a su juicio ha “limitado” este artículo.
4.- Por favor, díganos en qué consiste la “desvirtuada ubicación histórica del interesado(Marx)” que supuestamente aparece en este artículo?
5.- ¿Dónde ve usted “desinterés prejuicioso, apatía prepotente, desprecio intelectual autosuficiente, inseguridad intelectual” en el presente artículo?
6.- Un sistema filosófico cualquiera, ¿no se caracteriza por tener una estructura coherente de pensamiento, aunque esa estructura sea sólo aparentemente coherente, por basarse en premisas erróneas o falsas?
7.- ¿Dónde ve el carácter, que usted eleva a la categoría de “esencial”, del “estudio y análisis de El Capital” con respecto a “toda estructura de pensamiento político, económico, sociológico, cultural y religioso”?
8.- Dos cosas son seguras: que el catolicismo no consiste simplemente en “santiguarse ni rezar de rodillas”, y que la fe católica no es simplemente “rezar, cumplir los mandatos y respetar los dogmas”, mucho menos si eso se hace “de una forma automáticamente pasmosa” que lleve a pensar que uno ya está “libre del demonio” sin más.
Pero, ¿usted cree que la Iglesia Católica no ha hecho lo necesario para “desenmascarar” a Marx o al Marxismo, “para poder vencerlo” en el plano de las ideas en general y de la praxis eclesial en particular?
Socialismo real apenas hay en Cuba como socialismo zombi, y en Corea del Norte, donde, en realidad, no se sabe qué hay; Venezuela es un socialismo frustrado, y Nicaragua tiene un capitalismo copia del chileno, pero con lemas socialistas, y con el mismo tipo de reacción popular que en Chile aunque, en Nicaragua, la Iglesia Católica es solidaria con la población reclamante mientras, en Chile, la población reclamante manifiesta hostilidad contra la Iglesia Católica.
Los problemas de hoy son culpa del caduco socialismo, el islam, el feminismo, la ideología de género, el homosexualismo y el igualitarismo y, como estos adversarios son poco serios por minoritarios y radicales (excepto el Islam), necesitamos resucitar al Marxismo, aunque sea como espectro ideológico, para tener un enemigo serio al que culpar y denunciar porque no nos atrevemos a señalar al verdero causante de los problemas de hoy, que es símplemente el que tiene problemas en todo el mundo con todo mundo.
Saludos cordiales. Tengan un feliz año 2020.
"Simplemente" en forma directa, ¿quién es el que "tiene problemas en todo el mundo con todo el mundo"?
Escribí que "no nos atrevemos a señalar ..." con lo cual estoy reconociendo que yo tampoco me atrevo, prefiero que otro lo haga primero.
Saludos cordiales.
No entiendo por qué habla usted en plural al decir que “no nos atrevemos…”. Servidor no tiene inconveniente en atreverse a señalar. No comprendo por qué esa reticencia. Sin saber a quién señalaría usted, estoy seguro de que alguien ya se ha atrevido desde hace tiempo.
Pero antes de señalar, me gustaría saber:
1.- Qué entiende usted por “causante de los problemas de hoy”. ¿De qué problemas de hoy? ¿De todos? ¿Un solo causante? ¿Está usted pensando en el demonio quizás? ¿O en algo o alguien más tangible?
2.- Ese causante “es simplemente el que tiene problemas en todo el mundo con todo el mundo”. ¿Un solo causante? ¿Qué tipo de problemas? ¿En todo el mundo? ¿Problemas con todo el mundo? ¿Está usted pensando en el demonio quizás? ¿O en algo o alguien más tangible?
Puesto que estamos haciendo aportaciones a un tema que trata sobre el marxismo, no creo que éste sea “el causante” al que usted se refiere. Marxistas hay muchos. Y entre ellos están encantados de haberse conocido.
El Marxismo es caduco actualmente, pero sirve como eso que llaman "cabeza de turco" o "chivo expiatorio". Los problemas del mundo de hoy son los del mundo de siempre, por lo que en realidad no son culpa del comunismo sino de poderes que le suceden en la Historia, pero si culpamos a alguien, o algo, terrenal y tangible, sabemos que hay otros poderes vigentes y más efectivos que ideologías como fascismos y marxismos. A esos poderes podríamos identificar además de buscar culpables en el pasado, que hoy no pueden hacer tanto mal porque perdieron vigencia.
Por supuesto que no hablo del diablo, el gran culpable de todo mal, porque lo sabemos fácil de señalar; culpar al diablo es políticamente correcto en cualquier contexto, hasta entre ateos.
Saludos cordiales.
A pesar del tono inquisitorio, cortésmente responso sus cuestionamientos, con la venia del autor del blog. He tratado de resumirlo en lo posible. Espero que le sirva. Las preguntas 4 y 5 están fuera del contexto,.Saludos.
Es recurrente el error de converger en un personaje las causas de los acontecimientos históricos; sobredimensionando sus posibilidades reales y, sobretodo, soslayando, cuando no despreciando, el real acontecer histórico. Imposibilitándose así el correcto aprendizaje de la experiencia histórica.
Así Marx, es sujeto y objeto de su momento histórico. Un hombre que tratando de comprender los mecanismos de la economía en las sociedades de su tiempo, terminó gestando una obra que de una u otra forma sería en adelante un factor principalísimo en la conformación de las sociedades humanas.
En ese sentido, Marx fue una marioneta de la historia, que, igual que el ser humano, pareciera blandir espadas contra su propio cuello, para liquidar sus propios demonios.
Marx existió porque así también es el ser humano; los que lo configuraron históricamente; los que él expresó en su obra; los que luego manipularon y prostituyeron su pensamiento, haciéndolo chivo expiatorio de sus fracasos; los que han sido subyugados por su utopía, los que han padecido las atrocidades de la égida marxista; los que lo adoran y los que lo aborrecen.
DE HEGEL A MARX
No puede estudiarse a Marx ni comprenderse el marxismo sin tratar a Hegel.
La razón de Hegel es un absoluto histórico del que participa el sujeto, construida desde sí misma en función de una realidad estructuralmente contradictoria que le es ajena, la cual ella la aprehende y resuelve en síntesis por acción de la conciencia; y por ende, con la capacidad de erigir su propia realidad, su propia historia, su propio mundo; ser ella misma Dios.
Empero en ese proceso algunas naciones se rezagan y otras alcanzan las cumbres de la racionalidad. Ese es el caso de la nación alemana, para el tiempo de Marx racionalmente encumbrada y con el privilegio y facultad evolutiva de cambiar y hasta troncar de tajo el desarrollo histórico, de imponerle al mundo el constructo racional de su mundo superior…
De esas aberraciones y absurdos conceptuales vienen Nietzsche, Heidegger y, por supuesto, Marx.
De esa forma, Marx emponzoñó de inviabilidad absoluta su planteamiento ideológico, con una falaz “lucha de clases”, que no es sino la confrontación del ser humano contra el ser humano; pretendiendo finiquitar la historia, aniquilando así la expresión existencial que posibilita al ser humano; resultando en sociedades ostentando un bienestar que no vive, presumiendo una libertad que no se siente y debiéndose a unos ciudadanos que no existen. Eso es el marxismo.
EL MARXISMO.
El Marxismo es una ideología política construida en función de la contradicción entre el planteamiento político de Marx, asumidos como verdad, más las desastrosas resultas de una praxis condenada desde su genética al fracaso.
Empero, también el marxismo resulta en sujeto y objeto de la historia. No existiría el marxismo si no hubiese un sustrato social que lo posibilite y justifique.; expresado política y económicamente por el liberalismo capitalista o Capitalismo.
Así pues, el marxismo se gesta como una contradicción, en respuesta necesaria y urgida a la desbocada voracidad del Capitalismo; por lo que su fortaleza es razón directa de la aberración de éste. Por ello, un arma eficaz contra el marxismo radica en la moralización del capitalismo.
Porque la acción política sensata llama institucionalmente a civilizar al capitalismo y domesticar al marxismo, en sus diversas expresiones; en tanto de construya una alternativa política viable a la coexistencia humana en sociedad.
Así las cosas, la maldad del marxismo radica en la tara genética que arrastra: La absoluta inviabilidad política. Ello principalmente por despojar al ser humano de sus haberes existenciales más preciados: su espiritualidad, su moral, su fe, su ser posible y su libertad de ser; haciéndolo presa de un materialismo que determinándolo, lo inviabiliza existencialmente.
La maldad del marxismo no es la de un sujeto, ni la de una obra intelectual, ni siquiera la resulta de sus primeras intentonas; sino el persistir en su implementación política, aún bajo esquemas edulcorados, a pesar de las atroces lecciones de su praxis. El peligro no está en las obras demonizadas sino en los demonios obrando.
La maldad del marxismo deviene también de toda la circunstancialidad y factores sociales que lo validan.
La maldad del marxismo radica, además, en la paradoja de uno sujetos que buscando liberarse de una alienación histórica, terminaron alienados, o disociados cognitivamente, a una ideología falaz, y arrastrando las naciones a los infiernos de la más absurda existencia.
EL CAPITAL.
El Capital desveló el funcionamiento de la estructura económica con sus nuevas categorías sociales, ponderándolos en su condición de justicia respecto del ser social. El error de Marx fue metodológico, al no separar la obra científica de la especulación filosófica. Y además, al tomar el portentoso pero naufragado pensamiento de Hegel –tal vez con resultas históricas más perversas que el de Marx-, para pretender finiquitar de tajo la historia, y con ella a las sociedades y al ser humano; en un absurdo ideológico que no tiene cabida sino en una sociedad también de absurdos.
El Capital tiene más de un siglo protagonizando, de la forma que sea, la historia de las sociedades.
El Capital aportó a las sociedades un criterio fundamental: la solidaridad social, en cuanto acción política; ciertamente bajo óptica tergiversada, pero aun así con un valor de contraste que de algo habría de servir ante lo que constituye el leitmotiv del Capitalismo: el egoísmo institucionalizado.
También el Capital constituye evidencia de lo pernicioso de los sistemas filosóficos cerrados, que pretenden abarcar con las manos todo el complejísimo entramado de la existencial dad humana; pero que en su alcance real quedan restringidos al radio de la extensión de sus brazos: solamente a un paso; al ritmo de marcha de la historia.
Sea como fuere, El Capital, ya sea en empolvada biblioteca o en reluciente sitio web, siempre estará allí como una obra esencial al conocimiento; para recordarnos nuestras virtudes y miserias humanas, y que la racionalidad sin la sustanciación moral y espiritual, resulta en la peor pesadilla para el ser humano y sus sociedades.
Los problemas del mundo de hoy son los de ayer, pero con una envoltura más sibilina y sofisticada, como de ayer son las actuales ideologías antihumanas y las actuales herejías.
El comunismo del siglo pasado sigue presente, aunque de otra manera. Y no tiene la culpa de “todos los problemas del mundo”, pero sí de muchísimos.
Sigo sin adivinar quién es ese culpable al que usted no se atreve a señalar. ¿Algunos “poderes vigentes y más efectivos que ideologías como fascismos y marxismos? Se me ocurre que usted puede estar pensando en los mil veces denostados capitalismo, liberalismo, masonería, globalismo, populismo, … Iglesia Católica,…
A propósito, si usted piensa que el culpable, al que no se atreve a señalar, es la Iglesia Católica, dígalo sin ambajes. No se va a caer el mundo por eso. No sería ni el primero ni el último en lanzar esa descabellada teoría. Pero eso sí, suponiendo que ésa sea su carta tabú, tendrá usted que demostrar que de verdad es “el causante de los problemas de hoy”, “simplemente el que tiene problemas en todo el mundo con todo el mundo”.
Yo empecé diciendo: “Señor EstoyCansado, le agradecería que fuera más explícito, para conocer mejor su pensamiento”. Lo que usted ha llamado “tono inquisitorio”, yo lo llamo “tono de solicitud de clarificación”. Espero que no tome a mal mi deseo de comprenderlo.
En cuanto al punto 1, únicamente le quiero decir que sería un poco excesivo pedirle a este artículo todo el magnífico análisis que usted ha hecho.
En cuanto al punto 3, sólo me queda por entender cuál es el “sesgo soslayado” que tiene el “enfoque” que a su juicio ha “limitado” este artículo.
El punto 4 no me parece descontextualizado, por cuanto usted ha afirmado que “La resulta principal de esa situación es una desvirtuada ubicación histórica del interesado” (situación que consiste en un “sesgo soslayado que desde el primer párrafo, incluso ya desde el título, … va delimitando [el “enfoque del autor”], consciente o inconscientemente, dentro de la zona de confort intelectual e ideológico del autor”).
Con respecto al punto 5, entiendo que usted no se refería al autor del artículo.
Con respecto a ”Das Capital”, acepto que ha tenido (y sigue teniendo) una enorme influencia en ciertas sociedades. Es el juicio de “esencialidad” lo que me llama la atención. Discreparía en que su estudio tenga un carácter “esencial” en campos como el cultural o el religioso (especialmente el cristiano). Lo esencial alude a la esencia o a “aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas”. No me parece que "Das Capital" haya afectado a “la esencia” de la fe cristiana católica.
En cuanto al punto 8, no me ha dicho nada. Comprendo que quizá usted no domina la producción del Magisterio Eclesial Católico de los últimos cien años.
Saludos y gracias.
Pues, como se que usted espera, no culpo a la Iglesia Católica por los males del mundo pero, como dicen los niños cuando alguien aproxima la respuesta de una adivinanza, su mención es "caliente", pues hay toda una leyenda negra contra la Iglesia Católica como institución, el Catolicismo Romano como religión y el Catolicismo como cultura, y todos sabemos de dónde proviene tal mitología histórica de origen anterior a Marx, por cierto. Ese origen es todo un sistema ideológico, económico y cultural que tiene problemas en todo el mundo con todo mundo y, muy particularmente, con el Catolicismo, pero no es "políticamente correcto" especificarlo aunque provoque odios selectivos, enfrentamientos calculados, mentiras camufladas de falsos derechos y caduca felicidad, inmanentismo (que nos hace humanos) y materialismo de corto plazo (¿consumismo?).
Insisto que el marxismo es caduco pero lo necesitamos para culparlo por los efectos del nuevo orden. Marxismo es cualquier cosa que no nos guste, hasta el nazismo y no falta mucho para que agreguemos al repertorio marxista el zarismo por imperialista y ortodoxo cismático.
Saludos.
Anexo otro párrafo que considero pertinente.
En cuanto a la pregunta Nro. 8. Todo lo que se diga estará sujeto a replicas y contrarréplicas… Por eso se optó por un aspecto general, crucial y aleccionante. Se anexa párrafo.
Saludos.
Marx fue un extraordinario científico, autor de una genial obra fundamental a la teoría económica contemporánea; pero con una inmensa carencia espiritual, que no le permitió mirar al ser humano más allá de la falaz supremacía materialista que pretende avasallarlo, pudiendo contemplar el maravilloso panorama de su libertad de ser, que no es la actual, ni el reducto de la contingencia existencial, sino la posible, proyectada hacia un plano existencial espiritual donde alcanza su plenitud; un ser humano desde cuya intimidad existencial se gestan los hechos y manan los procesos que confluyen en el torrente histórico de una sociedad en evolución no en síntesis contradictorias ineludibles, sino en complementariedades de diferenciaciones necesarias; una institucionalidad social que al contrario de oprimir al ser humano, lo posibilita existencialmente; una sociedad que no es Bastilla a derribar, sino un espacio de libertad tan grande y posible como la fe del ser humano.
El Capital, en cuanto a la novedad de la conformación de una estructura productiva para la que el ser humano era solo factor de su causa y fin: la generación de riqueza, a costa de la depredación atroz y menoscabo de la libertad y dignidad de ser humano,; sirvió de cimiento a la Encíclica Rerun Novarum (León XIII, 1883), en lo que constituiría un hito en la acción de la doctrina social de la Iglesia Católica: la necesidad de la ponderación moral de los hechos, procesos y cambios sociales, en preservación de la libertad, igualdad y dignidad del ser humano; llamando la atención de los Estados a ocuparse institucionalmente de “las cosas nuevas”, o cambios sociales acelerados, para cuales no existían criterios políticos ni capacidad institucional siquiera para asumirlos como una responsabilidad colectiva. Égida que continuó y trató de concretar el concilio Vaticano II (Juan XXIII, 1959); uno de cuyos tres fines pretendía: “adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo”; cuando lo pertinente era adaptar esos cambios a la acción de disciplina eclesiástica; es decir, no cambiar la formula sino introducir la variable. Un error metodológico que acarreó la desatención de la aceleración del cambio social, y de su causa primaria: la conformación de una estructura comunicacional mundial, que hace de las sociedades marionetas a su poder de influencia y determinación de las conductas humanas; amén del abandono de la acción social inmediata, eficiente, real, eficaz; por la resignación a la reacción adaptativa, en saga lamentosa e ineficaz respecto de un cambio inalcanzable. Yerros metodológicos y estratégicos que han sido determinantes en la mella de la eficacia de la acción social de la Iglesia Católica, también en la neutralización política del marxismo.
El inmanentismo no nos hace humanos. El ser humano está hecho para la transcendencia.
El materialismo de corto plazo abarca mucho más que el consumismo. No todo es materia y no todo termina con la muerte.
a.- ¿”… estará sujeto a réplicas y contrarréplicas” sostener que «el catolicismo no consiste simplemente en “santiguarse ni rezar de rodillas”, y que la fe católica no es simplemente “rezar, cumplir los mandatos y respetar los dogmas”, mucho menos si eso se hace “de una forma automáticamente pasmosa” que lleve a pensar que uno ya está “libre del demonio” sin más»? No lo creo.
b.- ¿”… estará sujeto a réplicas y contrarréplicas” sostener que «la Iglesia Católica ha hecho LO NECESARIO para “desenmascarar” a Marx o al Marxismo, “para poder vencerlo” en el plano de las ideas en general y de la praxis eclesial en particular»? No lo creo.
c) Yo no diría que Marx fue un extraordinario científico. Pretendió ser científico, pero su sistema hace aguas.
Yo no diría que Das Capital “sirvió de cimiento a la Encíclica Rerum Novarum”. El cimiento de la Rerum Novarum es la Revelación Cristiana, concretada en la Biblia y la Tradición Apostólica. León XIII se apoyó también en la filosofía tomista y en el Magisterio Eclesial anterior a él. Lógicamente tenía que tener en cuenta a Marx para afrontar nuevos aspectos o temas socio-económicos tocados por ese “influencer”.
Se podrá decir que la Iglesia Católica no ha hecho lo suficiente, o que no ha acertado en la mejor estrategia para desenmascarar al marxismo y al comunismo, incluso se podrá discutir si acertó en no condenarlos expresa y rotundamente en el Concilio Vaticano II, pero no se puede negar que desde el siglo XIX lo ha “desenmascarado” y rechazado claramente.
“Ferraro [Joseph Ferraro, La lucha de la Iglesia contra el comunismo] subraya la fuerza de la Iglesia católica representada por el Papa, pues, según él, en 1846 Pío IX, en su encíclica Quipluribus, condenó a la doctrina comunista. Esta misma orientación siguió León XIII, quien en 1891 calificó al socialismo de "un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna" (p. 12); Pío XI hizo lo propio en 1937, al afirmar que el fin del comunismo es destruir la religión y la civilización; por su parte, Juan XXIII trazó los lineamientos del Concilio Vaticano II (1962-1965) (Wilde, 2007: 2-4), y pronunció el discurso inaugural, titulado "El principal objetivo del Concilio", el 11 de octubre de 1962, con miras a la supervivencia de la Iglesia y la contención del comunismo. Tras la muerte de este pontífice, ocurrida el 3 de junio de 1963, tomó su lugar Pablo VI, quien continuó las líneas rectoras de su predecesor y las expuso en su encíclica Ecclesiam suam, el 6 de agosto de 1964. En ella pidió que la Iglesia tomara conciencia de sí y de su importancia "para la salvación de la sociedad humana". En suma, los dos últimos discursos fueron relevantes por su anhelo de paz; pero, afirma Ferraro: "No era una paz neutral de los dos bloques ideológicos existentes en el mundo de sus días; la paz deseada, y para la cual trabajaba la Iglesia, era una paz orientada al rescate y a la reforma del capitalismo, y la eliminación del comunismo" (p. 95).
“La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.” (GS 20-21).
Para despejar cualquier duda respecto a la alusión de esta condena al comunismo se agregó una nota donde se citaban intencionadamente las encíclicas Divini Redemptoris de Pío XI (19 de marzo de 1937), Ad Apostolorum Principis de Pío XII (29 de junio de 1958), Mater el Magistra de Juan XXIII (15 de mayo de 1961) y Ecclesiam suam de Pablo VI (6 de agosto de 1964). Estas cuatro encíclicas se referían exclusivamente al comunismo, mientras que la alusión a las reprobaciones pasadas, incluida en el número 21, se refería a todas las formas de ateísmo incluyendo el ateísmo comunista.”
El ser humano está hecho para la trascendencia pero el estado inicial para ello es la inmanencia porque somos los únicos seres vivos que hacemos abstracciones y cultura con religión. Limitados a la inmanencia nuestra vida tiende al Carpe Diem pero sin la inmanencia no podríamos trascender.
"en 1846 Pío IX, ... condenó a la doctrina comunista. ... siguió León XIII, quien en 1891 calificó al socialismo de "un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad ..."
En aquellos contextos, el socialismo era sólo novedad ideológica condenada por la Iglesia pero en 1937 ya estaba implantado en Rusia como dura realidad que costaría mucho sufrimiento humano superar.
Eso es lo que quiero señalar, que somos muy anticomunistas, combatimos la idea por no enfrentar al sistema propiciador. Tal como fue antes de 1917, así es ahora después de 1992. En ambas eras encogemos hombros recitando "pobres siempre tendréis" e invocamos la interpretación calvinista de la Parábola de los Talentos del Evangelio de San Mateo, con la que también podemos invocar a Darwin para celebrar una convivencia de leones y gacelas, lobos y corderos. Pero de pronto, nos alarma que gacelas y corderos muestran garras y dientes y nos muerden, porque hasta entonces comprendemos que nunca fueron corderos ni gacelas, sino humanos, nunca tan mansos como corderos pero muchas veces más fieros que leones.
¿Limitados a la inmanencia nuestra vida tiende al Carpe Diem pero sin la inmanencia no podríamos trascender? ¿?
Me parece necesaria una clarificación.
El inmanentismo al que me refiero consiste en que el hombre se concibe como el todo cuyo fin es él mismo. Cree en que ¡no hay más que esto, aquí y ahora? Vive para sí, para su propia vida, su amor propio, su propio vaciamiento y liberación de cualquier atadura externa, para tener paz consigo mismo, para su propia diversión y bienestar. Su horizonte último es la muerte.
El inmanentismo es una concepción vital emparentada con el subjetivismo, el egoísmo, el egocentrismo, la autosuficiencia, la vanagloria, la soberbia.
El trascendentalismo al que me refiero consiste, por el contrario, en que el hombre se concibe como valioso para quienes están más allá de sí mismo. No cree que ¡no haya más que esto, aquí y ahora! Vive para amar, o sea, para donarse a otros, porque en la donación encuentra la auténtica felicidad personal. Sale de sí mismo y se olvida de sí para buscar y conseguir el bien ajeno. Su horizonte último está más allá de la muerte física. Su razón ontológica y su completitud están en la unión total e irrevocable con el Amor Infinito y Eterno; hacia Él se dirige. Por amor a Él, vive y ama al prójimo.
Así es: El hombre toma conciencia de sí mismo como ser vivo y mortal, entendiendo lo mismo para el prójimo y todo ser vivo, hasta eso su inmanencia, pero el hombre desea trascender más allá de la muerte porque ama, mueren los que ama y quiere que también trasciendan para volver a estar con ellos.
Pero el hombre también puede tomar conciencia de sí mismo como ser mortal como lo son los suyos para decidir por la vida terrena como la única posible, de ahí el egoísmo y la competición.
Dejar un comentario