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11.09.13

La luz brilla en las tinieblas

Hoy es el día de San Pedro Claver, patrono universal de las misiones entre la raza negra. El “esclavo de los esclavos negros para siempre”, como el mismo escribió el día de su profesión religiosa. Cuando leía la breve biografía del breviario, y luego el texto de una de sus cartas, en la segunda lectura del Oficio, se me vinieron a la mente estos pensamientos, que trataré de expresar lo mejor posible.

En medio de ese ambiente de pobreza, de desprecio por los esclavos, tanto que los dejaban morir en las circunstancias mas penosas, porque “los enfermos, de quienes había una gran manda echados en el suelo, muy húmedo y anegadizo, por lo cual estaba terraplenado de agudos pedazos de tejas y ladrillos, y ésta era sus cama, con estar en carnes, sin un hilo de ropa”; allí, brilló la luz de la caridad y bondad de San Pedro Claver. Y tanto que al leer hoy, casi a 400 años de distancia, esa luz no pierde su luminosidad. ¡Cómo en medio de tanta oscuridad puede brillar la luz del evangelio, de las palabras de Cristo encarnadas en la vida de un santo!

Y esto me trasladó inmediatamente a ver lo que vivimos hoy… en este septiembre de 2013, cuando recibí la crónica de la jornada de ayuno y oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en todo el mundo, que convocó el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el sábado pasado.

En medio de las tinieblas de las guerras, y de las amenazas de males mayores, en medio de la incomprensión y malas intenciones de unos y otros… brilla en medio de todo eso el ejemplo de nuestros misioneros, padres y hermanas, que están en Alepo, en Siria. Brilla el ejemplo de los jóvenes, que nos cuentan nuestros misioneros, no dejan de ir a misa cada día, caminando desde lejos, arriesgando sus vidas. Brilla con inmenso resplandor el ejemplo de esos cristianos haciendo Ejercicios Espirituales con el ruido de fondo de las bombas.

Brilla el ejemplo de nuestros padres y hermanas misioneros en Egipto. Como también el ejemplo de tantos cristianos, familiares de nuestros religiosos, que saben que arriesgan sus vidas a cada instante, y que ser cristiano está muy lejos de ser algo cómodo.

En el relato de esa vigilia leía: “En las iglesias católicas de todo el mundo, desde Australia hasta Egipto, se ha elevado esta tarde una oración por la paz”. Y entre esas iglesias desde Australia hasta Egipto se puede contar humildemente nuestra misión de Ushetu. El sábado recibí la llamada de mi hermano, el P. Marcelo, que me dice: “Acá estoy en la Plaza de San Pedro, está por comenzar la vigilia por la paz en Medio Oriente”. Yo le cuento que en ése momento el P. Johntin estaba exponiendo el santísimo en la iglesia nuestra, junto a un puñado de fieles.

Me alegró muchísimo la coincidencia… providencial. Y me hizo pensar también en todas esas iglesias de todo el mundo, rezando en todas partes. Nosotros en África, en Tanzania, en medio del campo, tanto que sólo se veía iluminada nuestra iglesia a esas horas, en medio de la noche silenciosa. Y me parecía verla brillar, pidiendo por la paz, junto a todos los cristianos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Pero se me venía a la imaginación esa multitud reunida con el Papa Francisco. No ya sólo los que estaban en San Pedro, sino en todo el mundo. Y cómo brillaron las palabras de Pablo VI recordadas por el actual Pontífice: “Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!”. “La Paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de la justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad”.

¡Qué gran faro que es la Iglesia católica que ilumina en este mundo de oscuridad y tinieblas! Y siempre fue así, desde que nuestro Señor iluminó el mundo con su Encarnación.

“Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16).

Tal vez pueda quedar un poco rebuscado el unir dos pensamientos tan diversos, pero la verdad que me parece que es sólo en apariencia. Debemos hacer brillar nuestra luz, esa que tenemos por estar unidos a Cristo, y debemos hacerlo con nuestras buenas obras, como San Pedro Claver; y con nuestras oraciones y súplicas, como tantos cristianos unidos por una vigilia de oración y ayuno.

Y no dudemos, que como dijo el Salvador, esa luz alumbrará a los hombres, la luz de las buenas obras, y hará que muchos glorifiquen al Padre que está en los cielos. Y esa luz permanecerá, en medio de las oscuridades de este mundo.

“La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Jn 1,5).

P. Diego Cano, IVE