InfoCatólica / Schola Veritatis / Archivos para: Septiembre 2016

24.09.16

La última guerra de Satanás

La esfera y la cruz

Compartimos en este post con nuestros lectores un fragmento de la obra de Gilbert K. Chesterton “La esfera y la cruz”, de una impresionante actualidad.

Mañana se celebra en Chile la Solemnidad externa de la Virgen del Carmen, Madre, Reina y protectora de nuestra patria. Que ella nos ampare y libre del horror del crimen del aborto, a las puertas de las votaciones de esta ley en el parlamento.


—¿Qué busca usted? —clamó Turnbull.

—Te busco a ti, Jaimito —dijo el excéntrico personaje del muro, y con las mismas, se dejó caer de un brinco en medio del césped, donde rebotó literalmente como pelota de goma, y se quedó en pie, despatarrado, haciendo muecas a Turnbull. Solamente tres hechos pudo añadir ahora Turnbull a su inventario: que el hombre llevaba pendiente del cinturón un cuchillo disforme; que sus pies morenos estaban desnudos, como el torso y los brazos atezados, y que sus ojos despedían brillo singular, frío, sin color alguno.

—Dispénsame si no vengo vestido de etiqueta —dijo el recién llegado con sonrisa cortés—.

Nosotros, los hombres de ciencia, ya se sabe… Yo mismo fabrico mis máquinas… Ingeniero electricista… Trabajo muy duro.

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11.09.16

La conciencia de la propia debilidad

Cartujo en su celda

En el presente post, compartimos con nuestros lectores algunos textos de un cartujo del Siglo XX, Dom Agustín Guillerand. Estos textos han sido tomados del libro “Antología de autores cartujanos, itinerario de contemplación” (Editorial Monte Carmelo, 2008).

Máximo Guillerand nació el 26 de noviembre de 1877 en Regny-de-Dompierre, Francia. Ordenado sacerdote en 1900 en Nevers, ejerció el ministerio pastoral en esa diócesis durante 16 años. En 1916 entró en la cartuja de Nuestra Señora de la Valsainte (Suiza) tomando el nombre de Agustín. Tuvo los cargos de procurador, prior y vicario en varias cartujas distintas. Murió en la gran cartuja en el año 1945.


AGUSTÍN GUILLERAND (+1945)

La ciudad en guerra

La sensibilidad turbada por el pecado se rebela, se lanza en locos ímpetus, en desalientos ; no quiere volver a tomar el papel de sierva; quiere dirigirse a sí misma, seguir sus propios caprichos; hace resistencia; las batallas para someterla la exasperan. Cuanto más se quiere disciplinarla, más se espabila y se espanta. Es necesario volverla a poner en orden; ponerla de nuevo en su puesto, que es el de sirva utilísima, pero sometida. Es preciso restablecer en el maravilloso edificio humano construido por Dios la destruida armonía. Sólo Él puede reconstruirla… y nosotros somos incapaces de convencernos de ello del todo. La absoluta necesidad de su ayuda es la última idea que nos viene a la mente y que guía nuestro movimiento hacia Él. Nos pasamos la vida con la pretensión de santificarnos sin ayuda y en crecer con autonomía propia.

(Écrits spirituels, t. 1, p. 11)

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