(269-2) El Cardenal Schönborn, Suor Cristina y dos festivales de canto

–¿Y no echa usted con lo que dice más fuego para la crítica contra la Iglesia?

–Escritos como éste disminuyen las críticas contra la Iglesia, porque reprueban aquello que las ocasionan. 

Eurovisión premia a un cantante barbudo travestido de mujer. Normal. Ya estamos acostumbrados a que estos grandes medios del mundo laicista descristianizador premie, por ejemplo, una película sobre dos vaqueros homosexuales o un film que hace elogio de la eutanasia, etc. Podrán ser, en cada caso –no lo sé–, obras con gran calidad cinematográfica. Pero todos nos damos cuenta –bueno, eso de todos es un decir– de que esos premios pretenden más que nada –además de ganar dinero y gloria– promover la homosexualidad y la eutanasia. Y crear un ambiente cultural que haga posible la configuración de la sociedad mediante una legislación política abiertamente contraria a las leyes naturales y divinas.

En esta misma línea Eurovisión, es decir, los poderes del mundo que la gobiernan, consigue que sea premiado un varón barbudo y cantante que se presenta en figura de mujer, promoviendo esta vez la ideología del género. En un mundo post-cristiano, liberado de Cristo, del culto al Creador y del respeto al orden natural, es el hombre el que decide lo que es verdad o mentira, lo bueno o lo malo. E incluso es él quien debe decidir su propio sexo, eligiendo entre una media docena de modelos diversos.

Es obviamente un escándalo, algo que apoya al Padre de la mentira, que trata de engañar a las naciones difundiendo la mentira terrible de la ideología del género, hasta conseguir que ésta sea impuesta por las leyes sociales y exigida incluso bajo duras penas. El diablo, en efecto, que trató de derribar en el mundo la obra de Cristo, la Iglesia, promoviendo persecuciones sangrientas en el Imperio romano o en tantas otras persecuciones violentas de la historia y del presente, al ver que la sangre de los mártires es semilla multiplicadora de cristianos, trata hoy más bien de derribar la Iglesia destruyendo la Humanidad. Es decir, procura con todos aquellos que le están sujetos falsificar y destruir la humanidad del hombre, sabiendo que los cristianos se hacen partiendo del ser humano. No me alargo sobre el tema, porque pueden verlo muy bien analizado en el artículo de Benigno Blanco, ¿El hombre es dios y eurovisión su profeta? . Cito un párrafo:

«Eurovisión nos ha presentado a un personaje ficticio (Conchita es en realidad un señor llamado Tom Neuwirrth) e imposible (el andrógino, la mujer barbuda) que canta al ave fénix que renace de sus cenizas para invocar la recreación de la persona; se convierte así en centro del espectáculo y del premio la visión de la persona de la ideología de género y del pensamiento queer [raro, chocante, excéntrico]. Y encima le dan el premio del festival, cabe pensar con fundamento que –más que por los méritos musicales– por apuntarse a lo políticamente correcto en esta Europa decadente: afirmar la capacidad del ser humano de crearse a sí mismo definiendo su sexualidad al margen de la naturaleza dada como hombre o mujer. Si la ideología de género es la rebelión del hombre contra su condición de criatura, Eurovisión ha sido su profeta por unas horas».

No acierta el Cardenal Schönborn cuando se alegra con este escándalo y felicita públicamente al que lo causó. Su intención será buena, tratando de fomentar la tolerancia. Pero al mismo tiempo, sin pretenderlo, contribuye objetivamente a la normalización social de la homosexualidad, del travestismo y de otros males muy graves semejantes. Hace pocos días (16-V-2014) dimos esta información en InfoCatólica:

«El cardenal Schönborn muestra su felicidad por el triunfo de una “drag queen” barburda en el festival de Eurovisión. El cardenal de Viena Christoph Schönborn [Presidente de la Conferencia Episcopal de Austria], ha felicitado al cantante travesti Thomas Neuwirth (Conchita Wurst) por su reciente triunfo en el festival de Eurovisión, representando a Austria.

«Me alegro mucho por Thomas Neuwirth, quien ha tenido tanto éxito con su actuación como Conchita Wurst», escribe el cardenal en su columna semanal publicada hoy por el diario gratuito «Heute», uno de los más leídos de la capital austríaca. «En el colorido jardín de Dios hay una variedad de colores. No todos los que han nacido como seres masculinos se sienten como hombres, y lo mismo del lado femenino. Merecen como persona el mismo respeto al que todos tenemos derecho», ha asegurado el cardenal. La tolerancia, el lema principal de la actuación de Conchita Wurst,«es un tema real y grande», explica el cardenal de Viena. Y ser tolerante significa «respetar al otro, aunque no se comparta sus convicciones», asegura el líder de la Iglesia austríaca.

«Rezo por él [Thomas Neuwirth] para que su vida sea bendecida», concluye el prelado. Neuwirth, un cantante de 26 años, causó enfrentadas reacciones en todo el mundo con la figura de Conchita Wurst, con la que ganó el pasado fin de semana el festival de Eurovisión, celebrado en Copenhague, con la canción Rise like a Phoenix».

Esta mañana temprano, rezando el Oficio de Lectura, me ha parecido que lo que decía el Salmista era más acertado que lo dicho por el Cardenal vienés: «Levántate, Señor, que el hombre no triunfe: sean juzgados los gentiles en tu presencia. Señor, infúndeles terror, y aprendan los pueblos que no son más que hombres» (Sal 9,20-21).

* * *

También se equivoca Sor Cristina, la monja cantante. En InfoCatólica (17-V-2014) informamos ya del éxito clamoroso conseguido por esta joven religiosa ursulina italiana en el concurso «The Voice». Me remito a esa información, para no repetir los datos.

No está bien, no conviene (non decet), no es decente, que una joven religiosa, en un escenario formidable de Televisión, frente a una audiencia innumerable, bajo el juego de luces de grandes focos, acompañada por una orquesta y un pequeño grupo de baile, cante micrófono en mano, evolucionando a veces en minidanzas apenas esbozadas. No está bien. El cristiano que piensa esto mismo no necesita muchas justificaciones de mi afirmación. Y preveo que a quien piensa lo contrario no le valdrán mucho mis argumentos. Así que, también aquí, seré breve, limitándome a citar algunas enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la vida religiosa.

–Consagración. La vida religiosa implica «una particular consagración [a Dios], que radica íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud» (decreto Perfectæ caritatis 5). Un vaso que ha sido consagrado para ser un cáliz eucarístico queda reservado para el uso litúrgico, pero no debe emplearse en usos normales, aunque sean tan santos como una comida familiar. La consagración a Cristo de una religiosa la dedica a Jesucristo como esposa (Christo dicata). Y esta especial consagración-dedicación esponsal al Señor hace que la religiosa en la convivencia ordinaria guarde una modestia muy especial, que modera incluso la manifestación de sus atractivos personales. El velo, que es tan característico de las religiosas en la unánime tradición tanto de Oriente como de Occidente, y tanto en las religiosas de vida contemplativa como en las de vida activa, expresa bien esta identidad personal misteriosa. En la mística de la consagración religiosa se incluye, pues, el alejamiento de todos los esplendores mundanos, por ejemplo, de un escenario grandioso y de los aplausos y aclamaciones de millones de espectadores entusiastas.

Una religiosa, por ejemplo, que de joven fue en su campo familiar y amistoso una jinete excelente, no debe participar con su hábito –o vestida de jockey– en unas importantes carreras de caballos, aunque pretenda con ello «evangelizar» el mundo de la hípica; aunque gane carreras, y aunque entregue a los pobres los premios ganados. Si fuera una cristiana seglar (secular) no habría ante ello ninguna objeción. Pero ella «lo ha dejado todo», «ha renunciado al mundo».

–Configuración a Cristo esposo. En la tradición de la Iglesia, siempre las religiosas han pretendido ante todo lograr una perfecta unión esponsal con Jesucristo. Han querido, pues, participar muy especialmente de la condición que tuvo en el mundo Jesús, quien después de treinta años de vida laboriosa y oculta, sufrió duramente la persecución del mundo en los tres años de su vida pública, y fue finalmente crucificado. Nunca las religiosas, sintiéndose esposas del Crucificado, han procurado triunfos mundanos clamorosos, y han huído de ellos como de una peste. Santa Ángela de Mérici (1474-1540), fundadora de las ursulinas, deja escritos nueve avisos para sus hijas (Ricordi 7), y dice en uno de ellos:

«Seguid la antigua vía y la norma de la Iglesia, establecidas y confirmadas por tantos santos bajo la inspiración del Espíritu Santo. Llevad una vida nueva. Y en cuanto a las otras opiniones que están surgiendo actualmente [las de los protestantes luteranos], dejadlas caer a un lado como cosas que nada tienen que ver con vosotras. Orad y haced orar, para que Dios no abandone a su Iglesia, sino que la reforme como Él quiera y según lo que vea que es mejor para nosotros y para su inmensa gloria. Porque en estos tiempos peligrosos y pestíferos no vais a encontrar otro refugio que a los pies de Jesucristo».

–Renuncia al mundo. «Recuerden todos los miembros de cualquier instituto» religioso, que responden a la vocación divina no sólo «muriendo al pecado, sino también renunciando al mundo, viviendo únicamente para Dios… Dejándolo todo por Cristo (Mc 10,28), deben seguirle a Él (Mt 19,21), como a lo único necesario (Lc 10,42)» (PC 5). Deben despojarse de lo que tenían o de lo que hubieran podido tener: familia y trabajos civiles, barcas y redes, casas y campos, y tantas otras cosas perfectamente sanas y nobles. 

Participar de un concurso profano de cantantes no es propio de una religiosa. Algo muy distinto es que unas religiosas organicen una academia que forme cantantes cristianas laicas –como la Star Rose Academy de esas ursulinas italianas, en las que se integra Sor Cristina–. Puede ser una hermosa y santa obra.

–Una es la vocación de los seglares (seculares), y otra la de los religiosos. «Es obligación de toda la Iglesia… orientar todo el orden temporal hacia Dios por Jesucristo», también el mundo popular de las canciones. Pero esta tarea se cumple de formas diversas en sacerdotes, religiosos y laicos.

«Corresponde a los pastores [y a los religiosos] manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo, y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las realidades temporales. Toca, en cambio, a los seglares aceptar como obligación propia el instaurar el orden temporal y el actuar directamente y de forma concreta en dicho orden, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana» (decreto Apostolicam actuositatem 7).

Comentando con un amigo lo de Sor Cristina, me decía que ese tipo de evangelización del mundo profano, en este caso de la música, puede ir bien cuando lo realizan seglares. Y me puso por ejemplo una chica baptista que, en ese mismo concurso, en Estados Unidos, canta una canción titulada How Great Thou Art, qué grande eres, sobre cómo descubrir y ver a Dios en las maravillas del universo. O el de una niña, en un concurso similar norteamericano, que canta el Pie Iesu.

No nos cuesta nada suponer que Sor Cristina habrá participado en el concurso «The Voice» obedeciendo a su superiora y a su comunidad religiosa –que en el vídeo aparecen exultantes de gozo–. Pero creo que está, que están, mal aconsejadas. La buena voluntad hay que ponerla al servicio de los criterios verdaderos. Dios la bendiga.

José María Iraburu, sacerdote

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