(93) La ley de Cristo –XIV. la disciplina penitencial antigua
–Hay cristianos que no confiesan, ni van a Misa, y aunque pecan lo suyo, comulgan cuando les parece.
–El relajamiento en esto es hoy enorme. Reforma o apostasía.
–Cristo perdona los pecados. Él sabe que «el Hijo del hombre tiene sobre la tierra poder de perdonar los pecados» (Mt 9,6). Él es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Así lo presenta San Juan Bautista al pueblo. Él entregará su cuerpo y su sangre en el sacrificio eucarístico de la Cruz para el perdón de los pecados (Mt 20,28; 26,28). «Cristo padeció por nosotros y cargó con nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, y en sus heridas hemos sido sanados» (1Pe 2,21-24). «Jesús, el Mesías, el Justo, Él es propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo» (1Jn 2,1-2). «Él nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, como oblación y víctima para Dios en olor de suavidad» (Ef 5,2).
–Los Apóstoles perdonan los pecados, con la autoridad que Cristo comunicó a Simón Pedro y a todos ellos: «te daré las llaves del reino de los cielos. Lo que atares sobre la tierra, será atado en los cielos. Y lo que desatares sobre la tierra, será desatado en los cielos» (Mt 16,19; y lo mismo a los Apóstoles, 18,18). Es de notar que todas las palabras son semíticas, usadas en el tiempo de Jesús, y que excluyen por tanto todo influjo helénico posterior. Y lo mismo ha de decirse del texto de San Juan: «Sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáreis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviéreis, les serán retenidos» (Jn 20,22-23).
–La Iglesia antigua es plenamente consciente de su autoridad apostólica para perdonar los pecados:
La Traditio apostolica (210), en la consagración del obispo, pide a Dios que «con el espíritu del supremo sacerdocio tenga la potestad de perdonar pecados, según tu mandato» (n. 3; igual en Constituciones Apostólicas VIII,5,7). Firmiliano (+269) escribe a San Cipriano: «El poder de perdonar los pecados fue dado a los Apóstoles y a las Iglesias queellos constituyeron enviados por Cristo, y a los obispos que, por la ordenación, les sucedieron» (Ep. ad Cyprianum 75,16).
–La disciplina penitencial en la Iglesia antigua. Los documentos antiguos hablan en ocasiones de la penitencia privada, por la que los fieles reciben de Dios el perdón de su pecados leves por la oración, la limosna, las obras penitenciales, etc. Pero tratan sobre todo de la penitencia pública, a la que habían de someterse los cristianos culpables de pecados graves. La disciplina penitencial requería 1.-confesar, declarar los propios pecados (exomologesis); 2.-entrar en el orden de los penitentes; 3.-ser excluido de la comunión eucarística y de la misma participación en la liturgia sacrificial de la Misa; 4.-cumplir la penitencia que la Autoridad pastoral le impusiera; 5.-recibir el perdón sacramental por la imposición de manos del Obispo o del presbítero; y una vez reconciliado con Dios y con la Iglesia, 6.-reintegrarse a la comunión de la Iglesia, o lo que es igual, a la comunión eucarística.
Los modos concretos en que las Iglesias particulares de Oriente y Occidente fueron organizando la disciplina penitencial tuvieron formas muy diversas, aunque guardaran una considerable semejanza en lo general. No intentaré aquí describirlos. Me limitaré a recordar algunos textos significativos.
–El orden de los cristianos penitentes. Orígenes, en su obra Contra Celso (248) describe la conducta de los cristianos en relación a los hermanos pecadores ingresados en el orden de los penitentes:
«Hacia aquellos que pecan proceden de tal manera, que los lloran como a gente perdida y muerta para Dios; y los tienen como resucitados, una vez que han cambiado su conducta. Pero son admitidos más tarde [una vez cumplida la penitencia], aunque no sean recibidos al principio. Y puesto que han caído después de profesar la religión, son apartados de toda prefectura en la Iglesia de Dios» (In Lev. homil. 15,2).
–En los pecados leves las normas penitenciales de las Iglesias solían ser suaves. San Cipriano (+258), por ejemplo, dice que «en los pecados menores se hace penitencia un tiempo razonable, y según el orden de la disciplina, vienen a la confesión, y por la imposición de mano del obispo y del clero reciben el derecho de la comunión» (Epist. 16,2).
–En los pecados graves, en cambio, la disciplina penitencial era muy severa. Recordemos sólo un ejemplo tomado de San Basilio (+379), obispo de Cesarea de Capadocia. Para el pecado de incesto, describe cuatro etapas de penitencia. En ellas se nos muestran los escalones varios de la escala que llevaba entonces a la plena reconciliación con Dios y con la Iglesia, y por tanto, a la comunión eucarística.
«A quien hubiera pecado con su hermana, no se le permita acercarse a la casa de oración hasta que desista de su perversa acción. Cuando reconozca el horror de su pecado, entonces llore por un trienio, de pie y fuera de la casa de oración; y ruegue al pueblo que entra para orar, que eleven misericordiosamente intensas oraciones a Dios por él. «Después de otro trienio, sea admitido sólamente a oír [la liturgia eucarística de la Palabra]; y después de oír las Escrituras y la doctrina, que salga fuera, pues no es considerado digno de la oración [común].
«Posteriormente, si buscare con lágrimas esta oración y con dolor de corazón y sincera humillación lo sulicare al Señor, concédasele la ausencia [substractio] por otros tres años. «Y después de mostrar dignos frutos de penitencia, al décimo año sea recibido en las oraciones de los fieles sin la oblación. Y cuando ya hubiese estado dos años en la oración con los fieles, sea entonces considerado digno de la comunión» (Epist. ad Amphilochium 75,1-4).
San Agustín (+430) advierte que «quien pide la penitencia, suplica ser excomulgado. Y cuando recibe la penitencia, es echado fuera, cubierto de cilicio. Por eso ruega él ser excomulgado, porque se juzga indigno de recibir la Eucaristía del Señor. Y por esto quiere alejarse por algún tiempo de este altar, para merecer con segura conciencia llegar a aquel altar que hay en el cielo. Quiere, con gran reverencia, ser apartado de la comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo, como reo e impío, para merecer por fin algún día, por la misma humildad [de la penitencia], allegarse a la comunión del sagrado altar» (Sermo suppl. 261,6).
Por el contrario, cometería un grave sacrilegio el cristiano pecador que osara acercarse a la comunión eucarística, sin haber cumplido la penitencia. San Cipriano lo atestigua en 251:
«Despreciadas todas estas cosas, antes de expiar los pecados, antes de la confesión del crimen, antes de purificar la conciencia con el sacrificio y la [imposición de la] mano del sacerdote, antes de aplacar la ofensa del Señor, se hace violencia a su cuerpo y sangre. Y más pecan ahora contra el Señor [comulgando] con las manos y la boca, que cuando lo negaron» con su apostasía (De lapsis 16).
–La intercesión de la Iglesia en favor de los pecadores es una parte integrante de su misión maternal, como Esposa del Salvador, como “sacramento universal de salvación". La comunidad cristiana debe ejercer con toda fidelidad, en favor de los hermanos penitentes, su sacerdocio común, su mediación salvífica; y siempre, concretamente, que se reúne para celebrar el Sacrificio eucarístico. En tiempos de persecución, para obtener el perdón eclesial de los pecadores, tenían especial fuerza de intercesión aquellos fieles mártires, que esperaban encarcelados el momento de su muerte o que habían sobrevivido después de sufrir por la confesión de la fe.
Hacia el año 450, Sozómenos de Constantinopla, refiriéndose a la costumbre de la Iglesia en Roma, hace esta conmovedora descripción de la intercesión de los fieles por los penitentes. Destaca en el relato la elocuencia que tenía en la antigüedad el lenguaje no verbal de los gestos y los signos:
«Allí está en el atrio abierto el lugar de los penitentes, en donde ellos de pie están tristes y como llorando. Después de los oficios solemnes, excluídos de la comunión de las cosas sagradas que se dan a los iniciados, se echan inclinados sobre la tierra, con gemido y lamentos. Entonces el obispo, que viene por la otra parte, se echa él también en el suelo. Y toda la multitud de la Iglesia derrama lágrimas y se lamenta. Después, se levanta primero el obispo y levanta a los postrados. Y hecha según conviene la oración por los pecadores penitentes, los envía a sus casas» (Historia 7,16).
–El ministerio sacerdotal del perdón de Cristo corresponde a los obispos y los presbíteros, pues ellos son los que han recibido de Cristo el poder espiritual de atar o desatar, el ministerio sacramental de reconciliar a los pecadores. El ejercicio prudente de un ministerio tan alto, requiere, sin duda, la acusación específica realizada por el pecador con toda sinceridad, pues de otro modo no podría hacerse el discernimiento pastoral. Por eso San Ambrosio (+397) escribe: «no sólo confiesa el pecador sus pecados, sino que los enumera y acusa. No quiere que estén ocultos sus delitos» (Enarrat. in 12 Ps. 37,57). Y San Jerónimo (+419) argumenta sobre esta práctica:
«Leemos en el Levítico (13,2) que los leprosos debían mostrarse a los sacerdotes, y si tuvieran lepra, el sacerdote los hacía inmundos. Él había de discernir quién estaba limpio y quién no. Pues así como entonces el sacerdote hacía limpio o inmundo al leproso, así aquí ata o desata el obispo y presbítero, no a aquellos que son inocentes o culpables, sino que por razón de su ficio, después de oír las clases de pecados, saben a quien hay que atar y a quien hay que soltar» (In Mat. lib.3,16,9).
Hasta el siglo V, el ministerio del perdón sacramental de los penitentes era reservado normalmente al obispo. Y por ese tiempo fue pasando también ese ministerio a los sacerdotes presbíteros. En Occidente los monjes, especialmente en Irlanda, extendieron fuera de los monasterios lo que ya era costumbre dentro de ellos. Los abades, como el monje presbítero San Columbano (+615), que administraban la penitencia, no eran obispos. De este modo el simple sacerdote llegó a ser ministro ordinario de la penitencia, en tanto que el obispo solía reservarse el ministerio de la penitencia pública, limitada a los pecados más graves.
En todo caso, el poder de atar-desatar quedó siempre reservado al Orden sacerdotal, en uno u otro grado. El papa San León Magno en una carta de 452 enseña: la providencia divina dispuso «que la indulgencia de Dios no se pueda obtener si no es con las súplicas de los sacerdotes. El mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, entregó esta potestad a los prepósitos de las Iglesias: que a los que confesaran [sus pecados] les concedieran el ejercicio de la penitencia y, purificados con saludable satisfacción, los admitieran a la comunión de los sacramentos por la puerta de la reconciliación» (Denz 308).
Y San Gregorio Magno (+604)enseña : como al principio los Apóstoles, ahora «reciben la autoridad de atar y desatar aquellos a quienes se concede el grado de gobernar. Gran honor, pero pesada carga la de este honor… Hay que ponderar, pues, las causas, y así ejercitar el poder de atar y desatar. Hay que ver qué culpa precedió y qué penitencia siguió a la culpa, para que a los que visita Dios omnipotente por la gracia del arrepentimiento, los absuelva la sentencia del Pastor» (In Evang. homil. 2,26,4).
–Herejías sobre el perdón de los cristianos pecadores
En la antigüedad casi todas las desviaciones o herejías sobre el perdón de los cristianos pecadores se produjeron por el exceso de rigorismo. Novacianos y donatistas, por ejemplo, afirmaban que los fieles culpables de pecados mortales dejaban de ser miembros de la Iglesia, quedaban excluídos de ella para siempre. Los montanistas, como Tertuliano, consideraban imperdonables los tres pecados capitales, apostasía, adulterio y homicidio. Incluso hubo Concilios ciertamente ortodoxos que sobre la penitencia establecieron cánones tan rigurosos que rozaban con la heterodoxia. Ya vimos, por ejemplo, cómo el Concilio de Elvira (306) castigaba a quienes hubieran abusado sexualmente de un niño, negándoles la comunión incluso en peligro de muerte (can. 71). Lo que, por supuesto, no significaba destinarlos ciertamente a una condenación eterna.
Las herejías actuales sobre el perdón de los cristianos pecadores van por el extremo opuesto: un laxismo extremo. Rara vez los Pastores sagrados llaman a conversión –la exigen– a aquellos bautizados que son pecadores públicos. Las penitencias impuestas por pecados gravísimos son con frecuencia mínimas. El sacramento de la penitencia en algunas Iglesias locales casi ha desaparecido, o ha sido sustituído por absoluciones colectivas sacrílegas. Reforma o apostasía.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
22 comentarios
Pero me pregunto ¿qué pasa con la formación de los Sacerdotes? o ¿qué pasó para que llegaramos al punto en que estamos?
Qué difícil es ser santos en estos tiempos, ¿dónde encontraremos quién nos muestre el Camino?
Qué Dios tenga piedad de nosotros.
el convencimiento de que en la lucha provida y antiaborto, más importante aún que las que las grandes manifestaciones, o que las numerosas declaraciones en su contra de la jerarquía, ya por todos conocidas, (y que no digo que no sean necesarias), más importante sería, en mi opinión, que se recuperara la vitalidad y la práctica del sacramento de la penitencia.
Todos los años vemos cómo se preparan en todas las parroquias unas bonitas Primeras Comuniones, pero durante el resto del año no vemos a esos niños y niñas seguir comulgando ni confesando ni siquiera asistiendo a Misa. Algunos o muchos de ellos, al cabo de pocos años, terminarán abortando, tomando la píldora del dia después, etc.
Y muchos de esos niños y niñas que tal vez querrían continuar viviendo lo aprendido en las catequesis, tropezarán con un obstáculo que a esas edades puede ser insalvable: que "el sacramento de la penitencia en algunas Iglesias locales casi ha desaparecido", que nunca encuentran un sacerdote en el confesionario cuando acuden a la iglesia, que si quieren confesar, hay que buscar al cura, pedírselo, confesar cara a cara casi obligatoriamente, que en muchos sitios no hay confesionario o, si lo hay, no se usa o no es adecuado -por su estructura, ubicación, etc.-, para un mínimo diálogo penitencial, o que en el improbable caso que no se dé ninguna de las circunstancias mencionadas, el tiempo dedicado a este sacramento son apenas 5 minutos antes de la Misa, etc, etc.
En fin, este estado de cosas, se ha comentado ya en otras ocasiones, pero yo quisiera llamar la atención en que, si ésto supone una dificultad y un obstáculo para los adultos, lo es mucho más para niños y adolescentes, que abandonan la práctica cristiana recién comenzada y ya no la suelen recuperar salvo una gracia especial... Y esto suele ocurrir, como suele decirse, aún en las mejores familias, en familias de profundas raices cristianas durante generaciones.
Así, poco a poco va desapareciendo la fe en un pais como el nuestro, donde la transmisión de esa fe ha costado tanta sangre de tantos cristianos que nos han precedido y en primer lugar costó la Sangre del mismo Cristo.
¡Reforma o apostasía!
Parece un régimen muy severo lo que nos cuenta. Acostumbrados a rezar tres ave maría de penitencia, estar separado total o parcialmente de la comunidad durante años se nos antoja algo tremendo.
Me resulta también llamativo que estuviera reservado al orden episcopal el sacramento de la penitencia. ¿Cómo hacían para atender a todo el pueblo? ¿Había más propoción de obispos que actualmente? ¿o quizás el perdón de los pecados no era un sacramento al que se acudía frecuentemente?
Por último, actualmente los obispos (o el canónigo penitencial) tienen reservado el perdón de algunos pecados graves. Esto es lo que no tengo claro. ¿cuál es el propósito de ésto? ¿Asegurarse que existe un verdadero arrepentimiento?
Tengo dificultades para hacer ver a mi hijo (10 años) la importancia de este sacramento. Procuro ir acudir a la confesión con él para dar buen ejemplo. ¿algún consejo para que entiensa la importancia que tiene el perdón de Dios y la gracia que se nos da?
Un saludo
Off topic. Mañana se debate en la Argentina, en el senado, la ley que destruiría el matrimonio al permitir que el mismo sea entre personas del mismo sexo. Una copia de la ley española. Le pido oraciones para que esa aberración sea contenida a tiempo, y las familias de mi patria no deban sufrir esa ley profundamente injusta. Felicitaciones por los artículos y un gran abrazo.
Una pregunta sobre Historia, ¿es verdad como he leído alguna vez que en la Iglesia primitiva las confesiones eran públicas?
Muchas gracias, padre.
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JMI.- La Confer Episc Española, en la Instrucción que puso al Rito de la Penitencia, proponía que el penitente "sugiriera" al sacerdote penitencias más penales y más medicinales (fuertes) que el confesor, sin conocerle, lógicamente no se atrevería a imponerle. Es una buena idea.
Hubo disciplinas penitenciales muy diversas según siglos y regiones. No se puede contestar en forma unívoca au segunda pregunta. Normalmente no se obligaba a la declaración pública de pecados.
Un saludo,
cristina
Si los laicos dieran más la cara, e hicieran suyos plenamente los combates del Reino de Dios en este mundo, quizá el mundo vería a la Iglesia de otro modo, más conforme a su Verdad.
Bien, de acuerdo, dígame cómo dar la cara, a qué se refiere en concreto, guíeme!
cristina
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JMI.- Per, hombre... perdón, pero mujer ¿cómo le voy a decir aquí el modo de "dar la cara" un laico/a por Cristo y por su Iglesia en la calle, en el supermercado, en la peluquería, en la familia, en la junta de vecinos, etc. etc. etc. etc.? Dar la cara por Cristo es lo que tenemos que hacer todos, dar testimonio de la verdad con amor y prudencia, con fortaleza y claridad, siempre y en todo lugar.
Y no veo por qué no puede decirnos aquí cómo dar la cara por Cristo y por su Iglesia, Padre. Aquí es donde le leemos y seguimos... Sea usted imaginativo y concreto!
un saludo afectuoso y admirado
cristina
Y, una pregunta, ¿puedo tomar las palabras del sacerdote como venidas de Jesús, dichas por Él? Yo creo firmemente en que el sacerdote deja de ser él en la confesión, y a veces (por desgracia casi siempre se me olvida) encomiendo al Espíritu Santo que lo ilumine antes de confesarme.
Otro saludo, y ya van unos cuantos hoy...
cristina
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JMI.- Mejor "me acuso de haber ofendido al Señor"... Es más normal y usual. Lo segundo sí: "el que a vosotros oye, a Mí me oye".
Hemos de llegar, con la oración, el ejercicio pronto de las virtudies cristianas, los sacramentos, el estudio serio de la VERDAD, es decir de la persona de JESUS, a decir "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi". Cuando estemos allí, daremos cara de Cristo a todos y nos comportaremos como Dios quiere, haciendo solo su voluntad, en ese momento, seremos verdadera LUZ Y SAL de la tierra.
Como vez no son formulas concretas, es VIDA. Una vida que solo Dios dá a quien quiere y como quiere. Por el interés que muestras parece que el Señor te la va a dar. Paciencia.
Con afecto en JESUS Y MARIA AUXILIADORA
Espero que lo que digo tenga algún sentido, confío en que el p. Iraburu corrija mis desvíos.
Esta noche he meditado sobre una catequesis de SS BXVI, sobre la triple conversión que decía san Agustín. La tercera, la de cada día, de eso hablo. Señor mío y Dios mío, no te fijes en mi miseria, sino en mis ganas de levantarme. Saber que me perdonas y me esperas cada vez a la mitad del camino de vuelta...me hace sonreír. Deja que sonría cada día...aunque sólo me vean mis hijos...amén.
Un saludo, y buenas noches
cristina
Si los laicos dieran más la cara, e hicieran suyos plenamente los combates del Reino de Dios en este mundo, quizá el mundo vería a la Iglesia de otro modo, más conforme a su Verdad.
Bien, de acuerdo, dígame cómo dar la cara, a qué se refiere en concreto, guíeme!
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Aunque no es el tema central de este blogg, y no soy el Padre a quién está dirigida la pregunta, escribiré un comentario por si a alguien le sirve.
"Dar la cara" como católicos al mundo es de vital y urgente importancia en el tiempo de hoy.
Partiendo del amor a Dios se debe caminar en su presencia, con toda nuestra debilidad es necesario "exponernos" ante el Sagrario y esperar...
¿Qué puede hacer mi imperfecta humanidad para mostrar al mundo el Rostro del Divino Señor? y si además le agrego que el mundo no quiere verlo y rechaza Su enseñanza.
Nuestra Madre Iglesia nos toma de la mano y nos guía en la santa conversión que cada uno debe experimentar para "dar la cara" como verdaderos católicos. Acudir frecuentemente a los Sacramentos, fuente inagotable de la gracia de Jesucristo, transformadores por su efecto (Eucaristía y Penitencia). Formarse e informarse con diligencia en la doctrina católica (el Catecismo de la Iglesia Católica debe ser leído y dominado por el católico).
El Espíritu Santo, dulce Huésped del alma, habita en nosotros. Tratemos con Él, uniéndonos en el cuplimiento de la voluntad del Padre (manifestada en los Mandamientos y en las circunstancias propias de cada día)
Nadie puede dar lo que no tiene. Buscar a Dios sin descanso, Él se deja ver y se une al que es humilde de corazón.
Así se puede "dar la cara", porque será la "Cara de Dios" que por ser creados a Su imágen y semejanza, nos permite reflejar Su rostro.
¡Que Dios los bendiga!
A mayores de la penitencia que nos imponga el sacerdote, no está mal que hagamos la que el Espíritu Santo nos dicte a cada uno personalmente: sólo hay que estar atentos y hacerlo con la gracia divina.
Para Cristina, aunque ya le han respondido bastantes y con tino: yo le diría que haga oración y que Dios le hará ver cómo dar ese testimonio. Unas veces será una obra de caridad totalmente oculta, otras defender la verdad con la palabra, otras, rezar por determinada causa buena; tal vez escribir algo , dar un buen consejo, rechazar una actividad indigna de un católico, no ver tal programa de la tele o ver tal revista.Es imposible enumerarlo, pues en cada momento a cada persona Dios le da una gracia para que haga determinada cosa que le inspira. Hay que estar atentos...
De acuerdo en que lo que más te inquieta, es la vida real de cada día, y un santo nunca se da cuenta que es santo, osea que no hay que esperar a llegar a ser santo, esto nunca lo sabremos, por que precisamente entre más descubro mi miseria más lejos me veo de Dios, es un misterio hermoso, por que cuando descubro mi miseria Dios sobreabunda su MISERICORDIA...y entonces soy capaz de dar la cara de Cristo.
Todo parte de la oración y de una VIDA espiritual, muy robusta, es decir... bueno todo lo que el padre en otros temas y aquí te ha dicho.
En fin solo queria decirte esto, por lo que le decias al Padre de ser imaginativo y concreto.
Un saludo en JESUS Y MARIA AUXILIADORA.
¿Qué significa esto?
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JMI.- Que excluyen todo influjo helénico posterior en la formulación de esas palabras de Cristo.
Sé que muchos acatólicos o anticatólicos me dirán que estoy siendo parcial pero hay una frase en la catequesis de Santiago que para mí es concluyente: Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:16). ¡Vaya con el apóstol! lo bien que hubiera quedado si se hubiese callado. Y estaríamos más tranquilos. ¿A que sí?
Una temible y variadísima polémica, ya tratará de poner sus aclaraciones sobre este asunto tan controvertido. Sé que la confesión como sacramento no es bien recibida por las confesiones protestantes, evangélicas, etc. y casi todos los que no pertenecen a la comunión católica. Y en la Iglesia ya se ve lo que dice el escritor del artículo.
De cualquier manera, pregunto con insistencia a todos con los que debato estos temas ¿A quién vas a desahogarte, que tengas confianza para decirle las cosas que todos somos capaces de hacer. ¿Quién, y en que Nombre te puede perdonar? ¿Con quien te vas a derramar en confesión, de lo que te acicatea la conciencia que no vaya a aprovecharse o a contar o a prevenirse de ti? Tal vez no, pero…
Hay mucha hipocresía, en la confesión que no se hace con todas sus consecuencias. En la confesión sacramental, si no hay un sincero vaciado y una determinación de que hay que reparar y perdonar, estamos haciendo el fariseo. Hay gente que se confiesa de cosas que realmente no tienen la entidad significativa, y lo hacen de “higos a brevas” por lo que son engañados por ellos mismos. Es cierto que ser transparente es entregarse a la desnudez, a la vulnerabilidad no solo ante el que te escucha, sino ante ti mismo. Hay que derretirse.Eso es confesar.
Ver a un confesor que en medio de una multitud espera en vano a que se acerque uno a cofesar y a recibirse de consejo es duro y eso no es lo que debe ser
Naturalmente esto es una opinión.
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JMI.- Seguro que sabe Cacaseno que en materias de fe, como los sacramentos, la opinión de un cristiano es valiosa en la medida en que se ajusta a la doctrina de la fe católica.
La gente no confiesa; ni fuera ni dentro de la religión católica se pide perdón por los agravios; en las iglesias abunda la “rumorología”, porque es más fácil hacerse el santo, que en una reunión de hermanos levantarse y decir claramente la burrada que hicimos, y en que grado de percepción y circunstancias lo hicimos o pensamos. De con quien, o hacia quien, ya ni lo hablamos aquí. Dice el apóstol: Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. (1ª Corintios 14:20).
Y por favor, oye a Jesús y no temas confesar, y volverte de tus males que tanto te aguijonean la conciencia. Disfruta plenamente del amor de Cristo. Confesarse es metanoia que significa cambio de mente o de dirección. Si no confiesas, es que no has cambiado. Ojo con estos evidencias que no son solo conceptos o palabras sino realidades trascendentes y de vigencia eterna.
Añado un verso de un autor conocido.
OÍDO ATENTO
Confidencias de Cristo
Yo tengo sana entraña y tengo oído atento
Para todas las cosas que me quieras contar,
Un hombro preparado donde puedas holgar,
Y un corazón abierto que asuma tu lamento.
Si te agobian secretos que no puedes abrir,
Yo callaré a tu lado o hablaré si tú quieres;
Si la pena te agobia te abriré amaneceres
Y por ti si es preciso volvería yo a morir.
Si en tu lucha no encuentras la paz o la utopía
Te ofreceré en mi pecho un amparo seguro;
Un remanso amoroso, silencioso y oscuro
Donde encuentres descanso, comprensión y alegría.
Si en tu angosto camino el amor no te llega
Y buscas con anhelo quien te quiera y entienda,
Sabrás que aquí me tienes y que te haré la ofrenda
De mi esfuerzo y mi vida en tu animosa brega
Que no te haré preguntas de imposible respuesta,
Ni te daré consejos ni pediré más cuentas,
Porque a mí me interesa tan solo lo que sientas
Y callaré a tu lado sin tilde ni protesta
Cuando llores o calles yo sabré comprenderte
Y tus males y penas serán las penas mías;
Mis más grandes delicias serán tus alegrías
Y ofrendando mi vida compartiré tu suerte.
Y al final de la senda, cuando te haya ofrendado
Todo lo que he luchado, todo lo que he sufrido,
No haré una sola cuenta, pues tanto te he querido
Que me sabrá a muy poco lo que por ti ya he dado.
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JMI.- Solo respondo cuando puedo hacerlo breve y claramente. Los comentarios que exigirían respuestas largas los publico, pero no alcanzo a responderlos. Cordial saludo en Cristo.
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