(56) Grandes rebajas del cristianismo –I. arrianismo y pelagianismo antiguos
–No sé yo si voy a ser capaz de entender algo.
–Entenderá bastante menos que la mayoría; pero algo, algo, con el favor de Dios, sí entenderá.
La Iglesia logra en el siglo IV la libertad civil. El emperador Galerio (311, edicto de Nicomedia) y los emperadores Constantino I y Licinio, en occidente y en oriente (313, edicto de Milán), no solamente ponen fin a las persecuciones de la Iglesia, sino que van creando una situación en la que ser cristiano trae consigo una condición muy ventajosa para la vida social en el Imperio. Se bautizan los emperadores –Constantino, antes de morir–, y con ellos todos los altos magistrados. Teodosio prohibe ya los cultos paganos supervivientes y establece el cristianismo como religión oficial del Imperio (391). Se inicia en ese siglo para la Iglesia un tiempo nuevo, en el que florece la liturgia, la catequesis, la construcción de los templos y basílicas, la celebración de los primeros grandes Concilios ecuménicos, la institución del domingo, de la monogamia, una época en la que no pocas normas cristianas se hacen leyes civiles, al mismo tiempo que la Iglesia hace suyas muchas instituciones y leyes romanas.
Pero es a la vez un tiempo de grandes rebajas del cristianismo. La Iglesia, por decirlo así, se ve invadida por la conversión de innumerables paganos. Y sucede lo previsible, aquello que testifica San Jerónimo (347-420): «después de convertidos los emperadores, la Iglesia ha crecido en poder y riquezas, pero ha disminuido en virtud» (Vita Malchi 1). Efectivamente, el heroísmo del pueblo cristiano, generalizado en los tres primeros siglos de persecuciones, va dando paso con frecuencia a una mundanización creciente. La Providencia divina suscita justamente en ese siglo IV el monacato, cuyo crecimiento es sorprendentemente rápido. En la cristiandad de Egipto, por ejemplo, había unos cien mil monjes y unas doscientas mil monjas.
Precisamente entonces, cesadas las persecuciones, es cuando una relativa mundanización de las comunidades cristianas ocasiona negativamente el movimiento positivo de una muchedumbre de fieles que, buscando vivir plenamente el Evangelio, sale del mundo secular y se va a los desiertos. Esta opción tan radical tuvo no pocos impugnadores en un principio. Y San Juan Crisóstomo (349-407) la justifica y explica en su obra Contra los impugnadores de la vida monástica. Sin embargo, los enormes conflictos internos de la Iglesia en ese tiempo, aún más que en el campo de la vida moral, se dan en el campo doctrinal. Es un tiempo de grandes herejías. Y también de grandes Concilios, que van definiendo la fe católica en Cristo, la Trinidad y la gracia.
Arrianismo y pelagianismo surgen entonces como una versión naturalista del cristianismo. Muchos nuevos cristianos «necesitaban» un cristianismo no sobre-natural, el propio del arrianismo y del pelagianismo: un cristianismo mucho más conciliable con la mentalidad helénica-romana; una versión del Evangelio que no sobrevolase tanto por encima del nivel de la naturaleza. Tengamos en cuenta que gran parte del pueblo cristiano de la época seguía viviendo según «los pensamientos y los caminos» de los hombres, tan distantes todavía de los pensamientos y caminos divinos (Is 54,8-9).
El arrianismo. Nace Arrio en Libia (246-336), y es ordenado presbítero en Alejandría. En la cristología que él difunde el Logos no existe desde toda la eternidad, es una criatura sacada por el Padre de la nada. Por tanto Cristo no es propiamente Dios, sino un hombre, una criatura. No explicaré aquí la doctrina del arrianismo, conceptualmente complicada, y ya anticipada de algún modo por el monarquismo adopcionista de Pablo de Samosata (+272), patriarca de Antioquía: en Dios hay solo una persona. Retengo simplemente lo que pasará a la historia como arrianismo, prescindiendo de las especulaciones conceptuales usadas por el presbítero libio-alejandrino Arrio. Simplemente, el arrianismo es una herejía cristológica, que presenta a Jesucristo como una criatura, como un hombre, aunque perfectamente unido a Dios, y que rebaja así infinitamente la fe católica en el Verbo encarnado, haciéndola, por decirlo así, más asequible al racionalismo natural mundano.
Como escribe José Antonio Sayés, «el arrianismo es el fruto del racionalismo frente a la originalidad cristiana». «No es el Verbo el que se hace hombre, sino el hombre el que, por gracia divina, queda divinizado» (Señor y Cristo. Curso de cristología, Palabra, Madrid 2005, 218-219). Por tanto, no hay encarnación del Hijo divino eterno; no es el Verbo encarnado quien muere en la cruz, en un sacrificio de expiación infinita. Cristo es sin duda para los hombres el ejemplo perfecto de unión con Dios, pero no es propiamente causa, «fuente de salvación eterna para cuantos creen en él» (pref. I común).
El arrianismo tuvo una difusión inmensa. Algunos emperadores lo favorecieron y combatieron a los Obispos defensores de la fe católica, como San Atanasio y San Hilario, que hubieron de sufrir exilios. Gran parte de los Obispos orientales lo admitieron activa o al menos pasivamente. De ahí el lamento de San Jerónimo: «ingemuit totus orbis et arianum se esse miratus est» (gimió el orbe entero, al comprobar con asombro que era arriano: Dial. adv. Lucif. 19). Si esta cristología herética hubiera prevalecido, la Iglesia Católica se habría reducido a una secta insignificante. Posteriormente se formularon también herejías que negaban la encarnación de un Hijo divino eterno, como el adopcionismo de Elipando de Toledo (+802).
La Iglesia, pronto y repetidamente, afirmó la fe católica en Cristo contra el arrianismo, aunque no sin grandes polémicas y prolongadas resistencias. El concilio de Nicea (325); el Papa Liberio (352-366), a instancias de San Atanasio; el concilio I de Constantinopla (381); el Sínodo de Roma (430); el concilio de Éfeso (431), presidido por San Cirilo; San León Magno, en el formidable Tomus Leonis (449); el concilio de Calcedonia (451); el II de Constantinopla (553), aseguraron en la Iglesia la verdad de Cristo, la fe católica que confesamos a lo largo de los siglos:
Creemos «en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen, y se hizo hombre»… (Conc. I Constantinopla, Denzinger 150).
El arrianismo, sin embargo, a pesar de tan numerosas y solemnes definiciones de la Iglesia, pervivió largamente, sobre todo entre los godos y otros pueblos germánicos. En España, concretamente, perduró hasta el III Concilio de Toledo (587), cuando Recaredo I, rey de los visigodos, y su pueblo profesaron la fe católica. En todo caso, como lo comprobaremos, los esquemas arrianos en cristología tienen hoy amplia vigencia, también entre los católicos, aunque estén concebidos en claves mentales y verbales muy diversas.
Pero vayamos con la otra gran rebaja del cristianismo católico:
El pelagianismo. En el siglo IV, cuando la Iglesia se ve invadida por multitudes de neófitos, surge en Roma un monje de origen británico, Pelagio (354-427), riguroso y ascético, que ante la mediocridad espiritual imperante, predica un moralismo muy optimista sobre las posibilidades naturales éticas del hombre. Los planteamientos de Pelagio resultan muy aceptables para el ingenuo optimismo greco-romano respecto a la naturaleza: «Cuando tengo que exhortar a la reforma de costumbres y a la santidad de vida, empiezo por demostrar la fuerza y el valor de la naturaleza humana, precisando la capacidad de la misma, para incitar así el ánimo del oyente a realizar toda clase de virtud. Pues no podemos iniciar el camino de la virtud si no tenemos la esperanza de poder practicarla» (Epist. I Pelagii ad Demetriadem 30,16). Somos libres, no necesitamos gracia.
San Agustín resume así la doctrina pelagiana: «Opinan que el hombre puede cumplir todos los mandamientos de Dios, sin su gracia. Dice [Pelagio] que a los hombres se les da la gracia para que con su libre albedrío puedan cumplir más fácilmente cuanto Dios les ha mandado. Y cuando dice “más fácilmente” quiere significar que los hombres, sin la gracia, pueden cumplir los mandamientos divinos, aunque les sea más difícil. La gracia de Dios, sin la que no podemos realizar ningún bien, es el libre albedrío que nuestra naturaleza recibió sin mérito alguno precedente. Dios, además, nos ayuda dándonos su ley y su enseñanza, para que sepamos qué debemos hacer y esperar. Pero no necesitamos el don de su Espíritu para realizar lo que sabemos que debemos hacer. Así mismo, los pelagianos desvirtúan las oraciones [de súplica] de la Iglesia [¿Para qué pedir a Dios lo que la voluntad del hombre puede conseguir por sí misma?]. Y pretenden que los niños nacen sin el vínculo del pecado original» (De hæresibus, lib. I, 47-48. 42,47-48).
No hay, pues, un pecado original que deteriore profundamente la misma naturaleza del ser humano. La naturaleza del hombre está sana, y es capaz por sí misma de hacer el bien y de perseverar en él. Cristo, por tanto, ha de verse más en cuanto Maestro, como causa ejemplar, que en cuanto Salvador, como causa eficiente de salvación. La oración de súplica, la virtualidad santificante de los sacramentos, que confieren gracia sobre-natural, confortadora de la naturaleza humana,… todo eso carece de necesidad y sentido.
La Iglesia afirma la verdad católica de la gracia muy pronto. Aunque las doctrinas de Pelagio fueron en principio aprobadas por varios obispos y Sínodos, debido a informaciones insuficientes y malentendidas, pronto la Iglesia rechaza el pelagianismo con gran fuerza en cuanto sus doctrinas fueron mejor conocidas, sobre todo a través de las enseñanzas de los pelagianos Celestio y Julián de Eclana (Indiculus 431, Orange II 529, Trento 1547, Errores Pistoya 1794: Denz 238-249, 371, 1520ss, 2616). Gran fuerza tuvieron en la lucha contra el pelagianismo varios santos Padres, como San Jerónimo, el presbítero hispano Orosio, San Próspero de Aquitania y sobre todo San Agustín de Hipona. Se atrevieron a combatir los errores de su propio tiempo.
La Iglesia sabe bien que «es Dios el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13). «Dios obra de tal modo sobre el libre albedrío en los corazones de los hombres que el santo pensamiento, el buen consejo y todo movimiento de buena voluntad procede de Dios, pues por Él podemos algún bien, y “sin Él no podemos nada” (Jn 15,5)» (Indiculus cp. 6). Y por la gracia, «por este auxilio y don de Dios, no se quita el libre albedrío, sino que se libera» (ib. cp. 9). «Cuantas veces obramos bien, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros» (Orange II, can. 9).
Lex orandi, lex credendi. Mucho hemos de agradecer a Dios que por su providencia los principales sacramentarios litúrgicos proceden precisamente de estos siglos. Las oraciones de la sagrada liturgia eran así y siguen siendo la principal expresión devota y lírica de la fe católica. Oraciones como la que sigue, y que hoy rezamos en Laudes de la I semana, muy difícilmente hubieran podido ser compuestas en nuestro tiempo, tan pelagiano:
«Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe [todas] nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor». La mala traducción omite ese todas; ahí está el punto: «Actiones nostras, quæsumus, Domine, aspirando præveni et adiuvando prosequere, ut cuncta nostra [oratio et] operatio a te semper incipiat, et per te coepta finiatur. Per Dominum».
Arrianismo y pelagianismo van juntos, aunque sean diferentes herejías. Los dos rebajan cualitativamente la condición sobre-natural del mundo católico de la gracia. Los dos son una versión del cristianismo mucho más aceptable para quienes mantienen una mentalidad mundana racionalista. Cristo es un hombre, no es Dios. Cristo es un modelo perfecto de humanidad, un Maestro excepcional; pero no es un Salvador único y universal, no causa nuestra salvación, nuestra filiación divina, introduciendo por su encarnación y su cruz en la raza humana unas fuerzas de gracia sobre-naturales, sobre-humanas, divinas, celestiales, absolutamente necesarias para la salvación temporal y eterna del hombre.
No tiene, pues, nada de extraño que, históricamente, cuando los pelagianos se veían perseguidos en una Iglesia local católica, buscaban refugio al amparo de Obispos arrianos. Dios los cría y ellos se juntan. Lo vemos hoy también, dentro de la Iglesia católica: aquellos que tienen de Cristo una visión arriana, son todos rematadamente pelagianos.
Pero éste es, con el favor de Dios, el tema del próximo artículo.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.- En la imagen, el baptisterio de la Catedral arriana de Rávena, de fines del s. V.
Índice de Reforma o apostasía
18 comentarios
Lo trágico y lo inaudito es que sobrevuelen continuamente estas viejas herejías con nuevos ropajes en libros, seminarios, ejercicios y conferencias católicas (eneagramas, zen...).
El cristanismo pelagiano es un cebo envenenado; de apariencia alegre y entusiasta, trae frutos desgraciados. El pelagiano vive el pobre en des-Gracia.
Otra cosa es convecernos y asimilar en nuestras carnes que necesitamos de la Gracia más que el cuerpo del alma. Con prístina clarividencia afirmaba el Cardenal J. Ratinzger en su "Informe sobre la fe" 1986, que Pelagio tenía a día de hoy más seguidores que ninguna otra época.
"¡¡¡¡ TODO LO PUEDO EN AQUÉL QUE ME CONFORTA !!!" Fil 4,13 ... y dejemos las rebajas para los maltrechos centros comerciales. En ellos, las buenas marcas no admiten rebajas.
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JMI.- En la duda, quito al Papa Zósimo, porque no puedo ahora ponerme a reestudiar el asunto. Y nuestro venerado Director merece un respeto. A todos nos conviene estar a bien con él.
¿Cómo se entiende esto? O sea, que al dejar de estar perseguidos, la gente huye al desierto....para vivir plenamente el evangelio (¿cual?) lejos del mundo secular(¿?)...Pues en el evangelio que yo he leído, Cristo no fue monje precisamente; pero parece que hay evangelios para todos los gustos.
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JMI.- El mundo secular amenazaba el CUERPO de los cristianos y los perseguía en los tres primeros siglos. A partir del s. IV, al estar los cristianos en posición ventajosa, el mundo amenaza sobre todo sus ALMAS. Ya se entiende.
En cuanto a la licitud y excelencia de la vocación monástica (clausura, soledad, silencio, dedicadión al culto, trabajos manuales) no merece la pena que yo le argumente a Ud., porque es una convicción cierta y secular de la Iglesia. ¿No le ve Ud. la gracia a la vida de San Benito, de San Bruno, de Sta. Teresita del Niño Jesús, etc.? Puede ayudarle leer Vaticano II, Perfectae caritatis, nº 9, donde habla el Concilio de "los méritos preclaros" que en la historia ha adquirido "la venerable institución de la vida monástica".
¿Que Cristo no fue monje? Tampoco fue casado. ¿Dice esto algo en contra del matrimonio? No. Y en contra del monacato, tampoco.
Gracias por su aportación. Me pregunto si el psicologismo actual, -salvación por los dinamismos intrapsíquicos-, tan de moda hoy, estaría ligado al amalgama de la Nueva Era. Y lo pregunto porque numerosos cristianos acuden a este tipo de grupos.Con dichas técnicas se enfrentran a una crisis de autoconocimiento (gnosis). Le llaman: "proceso de personalización". Todo queda supeditado a un proceso intrapsíquico de autoconocimiento e integración. El resultado del proceso son cristianos soberbios, como "iluminados", que desprecian al cristiano tradicional y lo combaten. ¿Qué piensa v.d? ¿Ha oído hablar de estos grupos? en mi ciudad hacen furor.
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JMI.- En la vida cristiana hay muy diversas vocaciones (el concilio Vaticano II hace preciosos diseños de todas ellas), y las vocaciones al sacerdocio ministerial, al matrimonio, a la vida religiosa activa (asistencial, educativa, misionera, contemplativa), a la vida religiosa contemplativa, a la vida monástica, etc., son todas vocaciones preciosas, como la diversidad de flores en un gran jardín. Todas estas vocaciones, por obra del Espíritu Santo, las obra Dios entre sus hijos. ¿Tiene Ud. alguna objeción que hacerle a Dios cuando se permite suscitar vocaciones a la vida monástica, que implica "salir de la vida secular"?
Su posición es insostenible a la luz de la fe. Es mejor que no insista.
Esto hace entender que la real era la que el Padre eligió para engendrar a su Hijo, la de los sacerdotes pero venia a corregir los errores doctrinales que enseñaban, a extenderla universalmente con un bautismo cristiano, pero no fueron capaces de aceptarlos, recién en el siglo IV se bautizan los emperadores que se consideraban sumos sacerdotes.
Ahora pasa algo parecido hay mucha diversidad de criterios en nuestra Iglesia y errores también. Así me parece a mi, puedo estar equivocada.
Al leer este artículo y algunos comentarios, pensé en los famosos libros de autoayuda, que tanto insisten en las propias fuerzas, en el poder de la mente, etc, para resolver los problemas. Se ponen las fuerzas humanas por encima de todo y apenas se alude a la ayuda de Dios, que dijo que "sine mihi, nihil potestis facere". Nihil, nada de nada,noi siquiera con los libros de autoayuda.
Porque hoy estamos en una situación simétricamente opuesta, ya que gobiernos y multitudes abandonan día a día a la Iglesia y dejan de creer en lo que ella enseña.
En el primer caso es entendible, ya que como bien lo señala Ud. Padre, el racionalismo considera más "plausible" rebajar un poco el "fundamentalismo" cristiano ("locura para el mundo"), entonces quienes aún mantienen esquemas mentales mundanos pueden inclinarse en un primer momento a aceptar una versión mundanizada del Evangelio. ¿Pero y ahora?
¿Será quizás que quienes ahora desean abandonar la Iglesia, adhieren primero a doctrinas "rabajadas" como un puente antes de arrojarse en brazos del indiferentismo o del ateísmo?
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JMI.- Así parece. Desde luego, los hijos de estos "católicos" arrianos y pelagianos serán agnósticos o ateos, si Dios no dispone otra cosa.
El pasado verano en una reunión familiar(todos católicos aunque la mayoria no practicante) comenzaron a platicar sobre Cristo, una amiga presente dijo que Jesús era el hijo de Dios pero no Dios. Yo le conteste que no era así que Cristo por tener la misma naturaleza de su Padre era Dios.
Cual fue mi sorpresa que todos los presentes creen lo mismo.
Está amiga se defendió al decir que lo había aprendido en una escuela católica por lo tanto no podria ser verdad lo que yo le decía.
La verdad es que el arrianismo y pelagianismo no estan en el olvido, muchas personas 'catolicas' son hijo/as de Arrio y Pelagio y no lo saben.
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JMI.- Muchas. Muchísimas. Pida ud. al Señor que, las que Él quiera, vengan a darse cuenta de ello por medio de estos posts. Ha de ser por gracia gratuita.
Pues es verdad!
Gracias, le seguire leyendo, hoy ha sido la primera vez, y con cierto recelo, puesto que mi nivel es muy simple.
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JMI.- Una,
ánimo, que Dios muestra a los sencillos lo que los eruditos soberbios no alcanzan a ver. Dios le bendiga.
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JMI.- El Señor nos dijo que debíamos "confesarle ante los hombres", y que si no, no nos confesaría él ante el Padre celestial. Si "empezamos" por hablar de Cristo como si solo fuera un hombre admirable, estamos diciendo que era un hombre admirable, y "no le confesamos", pues su persona es divina, la del Hijo eterno. Lo presentamos, pero sin decir Quién es.
Empezar, empezar, podemos empezar hablando del tiempo y de el Atlético de Madrid. Pero, si vamos adelante, no podemos hablar de Cristo "diciendo la verdad" si ocultamos (aunque solo sea por el silencio) el "pequeño detalle" de que es Dios. Si no lo afirmamos, estamos afirmando que es un hombre.
Creo que no es apropiado aplicar el adjetivo de "racionalista" a arrianos y pelagianos, pues cometemos injusticia con aquellos que con honestidad y sencillez usan la "razón" para la búsqueda de la verdad. Si la posición de arrianos y pelagianos en contraria a la Fe y la Revelación, pero persisten en su error, están bastante lejos de la verdad alcanzada por la razón y más cerca al fundamentalismo.
Una
te recomiendo leer Mateo 16:13-17
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?"
16:14 Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
16:15 "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?"
16:16 Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
16:17 Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo...
Esta respuesta de Pedro es la única respuesta verdadera a la pregunta de ¿quién es Jesús?, todas las demás son sólo opiniones...
En esa comodidad mental de un Jesucristo "rebajado", podemos "colocar" a cada Quién "en su sitio" den nuestra mente: Dios como Dios, Jesucristo casi dios...
Las consecuencias de un dios así, son, como error que es, una fuente de otros muchos errores, algo así como si en el Teorema de Pitágoras, yo admito que los ángulos rectos puedan tener una "holgura" de uno o dos grados más o menos: Total, si apenas se nota a la vista... Acabaría cargándome toda la geometría.
Y en el Misterio Trinitario, ¿qué pasaría si Cristo no fuera Dios?
De entrada, que a Dios no podríamos llamarlo "Padre Eterno" o "Eterno Padre", pues en la Eternidad Divina, no se habría engendrado una relación Paterno-filial, ni, consecuentemente, el vínculo perfectamente divino de la Perfecta Persona Espíritu Santo.
Dios, además, habría sido en esa supuesta eternidad infecunda, un dios eternamente infecundo, pues si en la Creación se muestra Omnipotente, en el íntimo ser de Sí mismo, seguiría en Infecunda eternidad.
Esa infecunda eternidad originaria en ese (supuesto) dios arriano, estaría indicando que la Vida Eterna de Dios, sería una vida en puro solipsismo, y ¿qué vida eterna puede darse en un solipsismo eterno?, ¿qué puede esperarse de un perfecto, por divino, (supuesto) solipsismo eterno? ¿puede caber en ese divino solipsismo perfecto y eterno un concepto de "alteridad", mínimo necesario y originario para llevar a cabo una Creación "ad extra"?
En fin, estos "quebraderos de cabeza" se los ahorraban y ahorran los arrianos. El problema es que el mismo Aristóteles recomienda para la propia felicidad y gozo intelectual, pensar en lo más excelso a que puede llegar la mente humana.
Si además, el mismo Dios puede mirar esos "quebraderos y requebraderos de cabeza", como "requiebros" hechos a Él, ¡caramba!, ¡a lo mejor los acepta con la benignidad de Padre amoroso!
Muchas gracias, D. José María.
2º) Esta es la Fé de la Iglesia: militante, purgante y triunfante. Por eso, las persecuciones, las herejías, las contradicciones y las apostasías, etc.
3º) En el siglo XXI, la carga negativa de ese pasado aparece muy reforzada por las variadas formas de la vida moderna, gracias al uso interesado de las ciencias y las tecnologías, para hacer del mundo un "paraíso sin Dios". Al modo como imaginó aquél canta-autor británico del siglo XX: "Imagine". Un mundo como el del Goulag y el holocausto nazi.
4º) Pero, hace más de 50 años (1971) el mundo de la música aún no sabía, a ciencia cierta, algunas respuestas que ya forman parte de la llamada "versión estándar de la física" sobre la estructura de la materia.
5º) Y, resulta que desde su origen, toda la materia ordinaria descubierta y conocida está constituida en sus átomos por una "trinidad" de partículas fundamentales: electrones, protones y neutrones; y cada una de estas dos últimas, a su vez, está compuesta por otra "trinidad" de partículas, mucho más pequeñas todavía, llamadas "quarks", cuya principal cualidad o propiedad es que sólo pueden existir "trinitariamente"; es decir de "tres" en "tres", o, si no desaparecen. Ello implica "individualidad y comunidad", simultáneamente, para la "sostenibilidad". Y, así en todo el universo: átomos, moléculas, células, organismos, individuos, lunas, planetas, estrellas, galaxias, cúmulos, etc. Todo formado por átomos y estos constituidos por tríadas de partículas, muchísimo más pequeñas.
6º) Como "Imago Dei", siempre se piensa en el hombre, en su alma.
Pero como "Imago Dei" (Uno y Trino), el pensamiento lleva más lejos y mucho más profundo, como el "fondo del alma" de Teresa y Edith Stein.
7º) Hoy, 8/05/2023, en la meditación diaria de Hablar con Dios de don Francisco Fernández Carvajal, se nos dice que "SOMOS TEMPLOS DE DIOS", (por) "La inhabitación de la Trinidad en el alma", lo que nos lleva a "Buscar a Dios en nosotros mismos". Nada más fácil, si soy consciente (a D. g.) de que, además, porto imagen de la Trinidad en todo mi cuerpo.
8º) Pido perdón, públicamente, por mi atrevimiento e ignorancia. Gracias.
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