La evangelización en las escuelas católicas –2. Una propuesta de terapia

En mi artículo anterior planteé un diagnóstico breve y genérico del problema de la fuerte tendencia hacia la secularización que sufre la mayoría de las escuelas católicas en todo el Occidente. En este segundo artículo quiero plantear una propuesta de terapia de ese mal.

En ocasiones podrá ser conveniente elaborar un proyecto educativo diocesano de referencia que inspire y organice a las comunidades educativas, partiendo de la experiencia y reflexión de las mismas. Sin embargo, pienso que, ante la situación grave y alarmante descrita en el primer artículo, sería muy insuficiente proponer orientaciones de adopción opcional para las escuelas católicas.

Por eso, a continuación propondré algunas otras medidas que apuntan a conservar o acrecentar la identidad católica de los centros educativos católicos, partiendo de la siguiente premisa básica: “Compete al Obispo diocesano el derecho de vigilar y visitar las escuelas católicas establecidas en su territorio, aun las fundadas y dirigidas por miembros de institutos religiosos; asimismo le compete dictar normas sobre la organización general de las escuelas católicas; tales normas también son válidas para las escuelas dirigidas por miembros de esos institutos, sin perjuicio de su autonomía en lo que se refiere al régimen interno de esas escuelas.” (CDC, can. 806,1).

Ante todo, se debe asignar una prioridad máxima a las iniciativas de formación cristiana de los docentes de las escuelas católicas. Es necesario promover la creación o el fortalecimiento de centros católicos de formación y perfeccionamiento docente y de Institutos Superiores de Ciencias Religiosas (en este último caso, para la adecuada formación de los profesores de religión). Además, se han de multiplicar las instancias de apoyo (cursos de formación teológica, retiros espirituales, etc.) a la formación cristiana y al crecimiento de la vida cristiana de los docentes de las escuelas católicas. Se debe cuidar muy especialmente la formación doctrinal de los catequistas, los profesores de religión y los agentes pastorales de las escuelas católicas.

No obstante, considero que todas esas iniciativas serán insuficientes si no se cambia radicalmente la política de contratación de docentes y directivos. La fe y el testimonio de vida deben ser criterios determinantes en la selección de todos los docentes de las instituciones católicas de enseñanza (no sólo de los docentes de religión). Las autoridades eclesiásticas competentes deben tomar las medidas necesarias a fin de asegurar (aunque sea de forma gradual) que todos los directivos y docentes de las escuelas católicas sean católicos que destaquen por su recta doctrina e integridad de vida y se sustituya a quienes incumplan dicha condición de forma grave, continua y notoria, poniendo especial cuidado en proceder con justicia, según las circunstancias.

Por lo tanto, entiendo necesario que, en el marco de las potestades del Obispo diocesano reconocidas por el can. 806,1 del CDC, se decrete explícitamente:

• Que todos los directivos, profesores de religión y catequistas deben ser católicos comprometidos con la Iglesia, con buena formación cristiana, práctica sacramental asidua y conducta íntegra.
• Que los nombramientos de todos los directivos, capellanes, profesores de religión y catequistas deberán ser confirmados por el Obispo del lugar. Esta última norma regiría no sólo para los nombramientos futuros, sino también para confirmar o no a las personas que detentan actualmente dichos cargos.
• Que en adelante los cargos docentes vacantes serán ocupados por docentes católicos que no sean indiferentes ni hostiles a la fe católica, se adhieran a los dogmas cristianos fundamentales, participen al menos con cierta frecuencia de la liturgia de la Iglesia y tengan una conducta recta.

Donde aún no se haya hecho, se debería establecer los procedimientos concretos a seguir para:

• el nombramiento de los Directores y los Coordinadores de Pastoral de los colegios y liceos católicos y las condiciones que deben cumplir quienes ocupen cargos directivos, los profesores de religión y los catequistas, poniendo especial énfasis en su formación teológica y pastoral.
• aplicar lo dispuesto por el CDC, can. 805: “El Ordinario del lugar, dentro de su diócesis, tiene el derecho a nombrar o aprobar los profesores de religión, así como de remover o exigir que sean removidos cuando así lo requiera una razón de religión o moral.”
• Aplicar lo dispuesto por los Can. 565; 567,1; 572 (acerca del nombramiento y la remoción de los capellanes; nos referimos aquí solamente a los capellanes de las escuelas católicas).

Se ha de estimular a las congregaciones religiosas dedicadas a la educación a mantenerse fieles al carisma recibido por sus fundadores.

Por otra parte, parece necesario que los centros educativos católicos aborden de forma diferenciada las diversas situaciones religiosas de sus alumnos, Se debe distinguir claramente entre la clase de religión (obligatoria y, en lo posible, evaluable para todos los alumnos de las escuelas católicas) y la catequesis (obligatoria para la escuela católica, opcional para los alumnos católicos y reservada sólo para ellos).

Por ello propongo que, allí donde sea necesario, en el marco de las potestades del Obispo diocesano reconocidas por el can. 806,1 del CDC, se establezca una norma que recoja los siguientes principios:

• La catequesis es una iniciación a la vida cristiana que requiere la fe cristiana. La fe es un acto libre, que no cabe presuponer ni imponer, sino sólo proponer a los alumnos, con amor, constancia y sabiduría. Por consiguiente la catequesis propiamente dicha de las escuelas católicas será una actividad extracurricular, que estará reservada a los alumnos católicos y será opcional incluso para ellos. Esta opción existirá en todas las escuelas y para todos los grados.
• Por otra parte, los centros educativos católicos tienen el derecho y el deber de anunciar el Evangelio de Jesucristo y de enseñar la religión cristiana a todos sus alumnos, católicos o no. Por consiguiente, en cada uno de esos centros, en todos los grados, habrá una asignatura curricular obligatoria dedicada a presentar sistemáticamente la religión católica.
• Las demás actividades pastorales dirigidas a los alumnos serán extracurriculares, opcionales y estarán abiertas a todos los alumnos (católicos y no católicos) que deseen participar en ellas.

Además propongo que, donde sea necesario:

• Se elaboren programas y manuales comunes de formación religiosa y de catequesis para los colegios y liceos católicos, basados principalmente en el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio.
• Se establezca un procedimiento para aplicar el can. 827,2 del CDC, referido a la aprobación eclesiástica de los libros de texto sobre cuestiones religiosas o morales empleados en las escuelas católicas.

Sería conveniente promover una mayor participación de las familias de los alumnos en la tarea catequética de los colegios y liceos católicos (por ejemplo, mediante la catequesis familiar, en el caso de las familias católicas de alumnos católicos).

Además propongo que, donde aún no se haya hecho, las asociaciones de padres de alumnos de los colegios católicos asuman como máxima prioridad el apoyo a la misión de los padres como primeros educadores de sus hijos, fomentando la integración de los padres al proyecto educativo del colegio y desarrollando actividades como la “escuela de padres”, instancias de formación cristiana, etc. (Fin).

Daniel Iglesias Grèzes

2 comentarios

  
DavidQ
Algunas aportaciones, si me permite:

a) A la luz del Evangelio de hoy (Mt 5,17-19) "el que cumpla y enseñe el más pequeño de los mandamientos, será grande en el Reino de los Cielos". Me parece acertadísimo que el requisito fundamental sea que los docentes primero CUMPLAN y después ENSEÑEN.

b) Tengo mis dudas sobre la elaboración de manuales comunes. Ya tenemos el Catecismo y el YouCat, estoy seguro que sobran excelentes libros para llevar adelante una clase de religión decente. La elaboración de manuales comunes llevará a un retraso de algo que es impostergable y a conflictos en la "puesta en común" que son innecesarios, en temas sin importancia. "Prefiero una Iglesia accidentada", dice el Papa Francisco. Desempolvemos los manuales viejos, dejemos que los jóvenes consulten el YouCat en sus móviles y vamos adelante. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Lo peor ya está pasando.

c) Nunca me ha gustado la "misión de los padres como primeros educadores". No porque no crea que sea lo correcto, que lo es, sino porque muchas veces se esgrime este argumento para zafar bulto en la escuela. "Es que usted tiene que revisarle las tareas a sus hijos", me dicen constantemente. "No: Yo tengo que proveerles a mis hijos de un ambiente sano, estable y decente. Las tareas son tarea del colegio". El colegio debe asumir su tarea educadora subsidiaria y en muchas ocasiones suplementaria de lo que no se aprende en casa. Un padre que manda a su hijo a un colegio católico muchas veces lo hace con la esperanza de que allí aprenda lo que en casa no puede enseñarle: padres divorciados, madres solteras, personas con sus propios conflictos emocionales, buscan en el colegio el apoyo que en casa ya no tienen. Si les vamos a "devolver la pelota" así nomás y sin anestesia, muchos no tendrán la fuerza para atraparla. Hay que asumir que los padres son parte de la sociedad y que la sociedad está enferma. No puedo asumir que los padres del niño en colegio católico son modelo de perfección cristiana, porque entonces no necesitaríamos colegios católicos. Hay que asumir que el niño sale de clases y no vuelve a oír de Dios hasta que regresa, como no vuelve a oír de álgebra ni de polinomios. Si los padres están modelados como la Sagrada Familia, qué bien. Pero si no lo están, quizás sea el niño el que los evangelice.

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DIG: La escuela católica no sólo debe "cumplir su parte" en la evangelización de sus alumnos, sino que debe ayudar a los padres a cumplir la suya, que es la parte primordial de esa labor.
26/03/14 3:05 PM
  
Rosa M. Pellerey
Creo que la primera medida más IMPORTANTE y URGENTE consiste en que los padres católicos dediquen un importante esfuerzo a educar en la fe a sus hijos.
Además de la asistencia a Misa, la oración en familia y las fuentes que cita Daniel, creo que se necesitan materiales del tipo de los que disponíamos en nuestra niñez, como la revista “Vidas ejemplares”.
Los materiales deben adecuarse psicológicamente al chico. Las viejas “Historias sagradas” cumplían muy bien con esto: eran historias interesantes que atrapaban y quedaban muy presentes en la memoria. Así, por ej. los niños quedan maravillados con lo épico. A medida que van creciendo sacan conclusiones cada vez más maduras de esas historias que tiene grabadas en la memoria. No sucede lo mismo con mensajes como “compartir y ser buenos amigos”, que era lo que se repetía en ciertos manuales de catequesis del Uruguay. Algunos niños me objetaron que si compartían la merienda, comían sólo la mitad de ella. Era una idea general entre los escolares, pero ellos sabían que en catequesis había que decir esa frase.
La enseñanza de la moral por su parte, no debe limitarse al enunciado de las normas: es muy importante la ejemplificación que evidencie que esos comportamientos son lo mejor para nosotros y para los demás. Los Mandamientos deben enseñarse. También en esto es fundamental lo que la Sagrada Escritura y el Magisterio dicen.


29/03/14 5:02 AM

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