La izquierda cerril y la terquedad

Cierta izquierda, cerril y laicista, merecería un homenaje a la terquedad. Una especie de monumento público al erre que erre, al bucle infinito, a la pesadez perpetua. Se repite como el ajo, cansa al santo Job, se mantiene firme e inamovible en sus actitudes, aunque se le den todo tipo de razones en contra. Da lo mismo; cierta izquierda cerril va a lo suyo, que es incordiar.

Se podría hacer un catálogo de  la murga cotidiana. Es una molestia similar a un dolor de muelas – en los casos más agudos – o al ruido de fondo de unos mosquitos – en los casos más leves, aunque solo aparentemente leves - . Dan la tabarra. Y no hay insecticida que acabe con ellos – con los mosquitos - .

La izquierda cerril, laicista y pesada – que espero que no sea toda la izquierda – apela a unos tópicos que considera algo así como el santo y seña de una cruzada en la que no cree ni ella, y se mantiene fiel a esos tópicos con el compromiso con el que el brujo – o la bruja – pronuncia su sortilegio.

Para engrosar las filas de la izquierda cerril y pesada no hace falta mucho bagaje cultural. No se necesita, menos aun, seguir una lógica racional. Se necesita repetir, muchas veces, lo mismo.

“Repita conmigo”, le gusta decir a uno de los nuevos chamanes de la izquierda. “Repita conmigo”. Lo de menos es lo que se repita, sino el hecho de repetir. En el fondo, esta izquierda obsoleta conoce bastante bien la pedagogía. Lo suyo es, de todo se aprende, una especie de catecismo, al estilo antiguo – tristemente olvidado – , que hacía, no sin razón, de la repetición de unas respuestas una forma didáctica de fijarlas en la mente y en la memoria.

Lo malo no es el método – repetir, repetir, repetir - . Lo malo es el fondo, la teoría que subyace al método, y los fines que se persiguen.

¿Qué suele repetir esta especie de izquierda que repite como el ajo? Tiene una serie de fetiches, de objetos de culto, que le motiva de modo especial. Se diría – perdonen la vulgaridad del lenguaje – que le “pone”, que le estimula y provoca de un modo exagerado. Es mentar el fetiche y ya… no se controla.

Menciono solamente algunos, ni los más importantes ni los más graves:

  1. El IBI. ¿Qué haría esta izquierda si no existiese el IBI? Pero no cualquier IBI, sino el IBI que tendría que pagar la Iglesia Católica. Que ya lo paga, si ha de pagarlo. Porque todo el tema de la exención del IBI tiene que ver con la Ley de Mecenazgo, que no es una ley que afecte solo a la Iglesia Católica, sino también a los partidos políticos, a los sindicatos, a la Cruz Roja, a las fundaciones, los consulados, las federaciones deportivas, las mezquitas, las sinagogas, etc; en suma, a las entidades sin fines lucrativos.
  2. La clase de Religión. Este fetiche es una especie de Viagra para esa izquierda cansina. Da igual que, cuando gobierna, firme convenios con judíos o musulmanes para impartir la enseñanza religiosa escolar. Eso es lo de menos. ¡Religión fuera de la escuela, o del horario escolar, ya! Lo que diga la Constitución parece lo de menos. En toda Europa, salvo en Francia, donde la Religión se imparte como actividad extra-escolar, se mantiene esa clase. Alguna izquierda, muy miope, solo sabe mirar a Francia, y no hacia lo mejor que tiene ese país.
  3. Las inmatriculaciones. Esto lo ha descubierto, esa izquierda, hace poco. Pero es un pastel que le encanta. Juegan, repitiendo como el ajo, a la confusión. Y mezclan cosas que no se pueden mezclar: una cosa es la propiedad de un bien y, otra, el registro de ese bien. Y que ese registro se lleve a cabo en conformidad con la Ley Hipotecaria vigente. Se ha intentado, esta maniobra de la confusión, con la catedral de Córdoba, sin éxito. Ahora le toca, por que lo que parece, a la de Jaca.

¿Qué hacer ante esta ofensiva? Pues lo mismo que hace esta izquierda miope: Repetir, repetir y repetir. Pero con una diferencia: basándose en la verdad y en la ley, y no en las difamaciones.

Eso sí, ante estos cerriles, ni un paso atrás. Puestos a ser tercos, al menos que lo seamos todos; pero con razones y con sentencias judiciales.

 

Guillermo Juan Morado.

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