El Papa de la humildad

En la visita del Papa Francisco al Papa emérito, Benedicto XVI, el Pontífice le regaló a su predecesor un icono de la Virgen de la Humildad (icono que, si no me equivoco, recibió Francisco, al día siguiente del inicio de su ministerio, de manos del arzobispo ortodoxo ruso Hilarión).

Francisco le dijo a Benedicto: “Cuando la vi [la imagen] pensé en usted”. “Gracias por la humildad durante su Pontificado. Nos ha dado un gran ejemplo de humildad y ternura”, añadió.

Tiene toda la razón el Papa. Benedicto XVI ha sido, desde el primer día hasta el último, “un simple y humilde trabajador en la viña del Señor”. Un hombre brillantísimo, un intelectual de primera, un sacerdote ejemplar, pero siempre en ese registro de la humildad.

Así se ha manifestado también en su renuncia, al ser consciente de las propias limitaciones y debilidades, obrando de acuerdo con ese conocimiento. Yo no me he alegrado nada de la renuncia de Benedicto XVI. No a causa de ninguna hipótesis extraña. No. Simplemente me daba pena que un Papa tan querido dejase de ser Papa.

Pero, hoy, viendo las imágenes del Papa junto a su predecesor, he comprendido de un modo más claro que Benedicto XVI, como siempre, ha sido responsable. Realmente se le ve mayor, conmovedoramente anciano y, creo yo, habrá pensado que la Iglesia, con tantas tareas pendientes, necesita al Papa en plenas facultades para poder ejercer como tal.

Le pediría una cosa al Papa: que este encuentro se repitiese. Que podamos seguir sabiendo cómo está Benedicto. El Papa no perderá nada; es más, ganará mucho, si sigue manifestando, como hasta ahora, su veneración por quien le ha precedido en el ejercicio de ese ministerio. Y, en esto, Francisco, desde el primer día, ha dado muestras de una ejemplaridad que le honra.

En todas las diócesis tenemos ya la experiencia de los Obispos eméritos. No son una carga, son un tesoro. Pueden ayudar al nuevo Obispo. Y, ayuden más o menos, están ahí, rodeados normalmente de la veneración y el agradecimiento de los sacerdotes y de los fieles.

En el caso del Obispo de Roma, Sucesor de Pedro y Pastor de la Iglesia Universal, no creo que tenga que ser de otro modo. El que ha sido Papa sigue siendo merecedor de todo el reconocimiento – como un abuelo querido y respetado - . En la gran familia que es la Iglesia no cabe arrinconar a un padre, aunque ya el padre, por edad o por las razones que sean, no pueda seguir haciéndose cargo de regir la marcha de los asuntos familiares.

En esta visita he visto una señal de normalidad. El Papa es un hombre bueno que no tiene ningún inconveniente en honrar a su predecesor. Es un ejemplo que vale para la Iglesia y también para el conjunto de la sociedad.

Guillermo Juan Morado.

_________________________________________________________________

EL CAMINO DE LA FE. REFLEXIONES AL HILO DEL AÑO LITÚRGICO
Autor : Juan Morado, Guillermo
ISBN : 978-84-9805-608-2
PVP : 7,21 € (s/iva) 7,50(c/iva)

El itinerario del año litúrgico es una magnífica escuela de vida cristiana. Por eso, el seguimiento y la reflexión, domingo tras domingo, de la Palabra de Dios proclamada en la Eucaristía será la mejor guía para caminar por el camino de la fe. Partiendo de la Pascua, este libro nos introduce en el sentido profundo de la presencia del Señor en nuestras vidas, y a partir de ahí nos invita a descubrir su enseñanza y lo que el mensaje evangélico implica para nosotros, si queremos ser fieles a la fe que profesamos. Guillermo Juan Morado (Mondariz, Pontevedra, 1966), sacerdote diocesano de Tui-Vigo y doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, es director del Instituto Teológico de Vigo, párroco de la parroquia de San Pablo y canónigo del Cabildo de Tui-Vigo. Autor de distintos trabajos de teología y de espiritualidad, Guillermo Juan Morado completa con este libro la reflexión que inició, en esta misma colección, con el volumen titulado La cercanía de Dios.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.