La Biblia y el castigo de Dios

Apocalipsis

En lo que sigue presentamos algunos textos bíblicos sobre el castigo divino.

Hemos hecho una simple búsqueda en una concordancia bíblica de la raíz “castig”, y aquí ponemos algunos de los resultados, no solamente del Antiguo Testamento, sino también del Nuevo Testamento.  

Obviamente que muchos otros textos bíblicos hablan del castigo divino aunque no incluyan ninguna palabra con la raíz “castig”.

Por ejemplo:

Luc. 13, 28: Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera.

Rom. 3, 5 – 6: Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Acaso es injusto el Dios que expresa su ira? (Hablo en términos humanos). ¡De ningún modo! Pues de otra manera, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?…

También agregamos algunos de estos textos. En realidad hay muchos pasajes clásicos que no hemos citado, para no terminar copiando media Biblia.

Comenzamos con el Antiguo Testamento, teniendo presentes estas palabras de Nuestro Señor Jesucristo:

Mt 5, 17 – 18: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”

Sin embargo, como veremos, la parte más extensa de este “post” corresponde al Nuevo Testamento. Es cierto que eso se puede deber en parte a nuestra selección, pero de todos modos…

Los resaltados en negrita son nuestros.

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Dios castiga los pecados de los hombres.

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Gen. 2, 15 - 17 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto comerás; Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás.

Gen. 3, 14 – 19: Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida: Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo, No comerás de él; maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; Espinos y cardos te producirá, y comerás hierba del campo; En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado.”

Gen. 3, 22 – 24: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y sacólo Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía a todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.

Gen. 4, 9 - 13: Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé; ¿soy yo guarda de mi hermano?  Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.  Ahora pues, maldito seas tú de la tierra que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano de tu mano:  cuando labrares la tierra, no te volverá a dar su fuerza: errante y extranjero serás en la tierra. Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.

Gen. 4, 15: Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso una señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.

Gen. 4, 15: Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad.

Ex. 8, 2: Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí yo castigaré con ranas todos tus territorios.

Deut. 11, 2: Y comprended hoy, porque no hablo con vuestros hijos que no han sabido ni visto el castigo de Jehová vuestro Dios, su grandeza, su mano poderosa, y su brazo extendido,

Sal. 39, 11: Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él; Ciertamente vanidad es todo hombre. Selah

Prov. 10,10: El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el necio de labios será castigado.

Prov. 11, 21: Tarde o temprano, el malo será castigado; mas la descendencia de los justos será librada.

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Dios castiga a las naciones paganas. El castigo divino es una parte esencial de la historia de la humanidad según la Escritura.

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1 Sam. 15, 2: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.

1 Cro. 16, 21: No permitió que nadie los oprimiese; antes por amor de ellos castigó a los reyes.

Sal. 59, 5: Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, despierta para castigar a todas las naciones; no tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah

Sal. 94, 10: El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la

ciencia?

Sal. 105, 14: No consintió que nadie los agraviase, y por causa de ellos castigó a los reyes.

Sal. 149, 7: Para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre los pueblos;

Is. 2, 19: Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la  presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante  para castigar la tierra.

Is. 10, 12: Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos.

Is. 13, 11: Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes.

Is. 24, 21: Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra.

Is. 26, 21: Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su  maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.

Jer. 25, 12: Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.

Jer. 27, 8: Y a la nación y al reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la acabe yo por su mano.

Jer. 48, 44: El que huyere del miedo caerá en el hoyo, y el que saliere del hoyo será preso en el lazo; porque yo traeré sobre él, sobre Moab, el año de su castigo, dice Jehová.

Jer. 49, 8: Huid, volveos atrás, habitad en lugares profundos, oh moradores de Dedán; porque el quebrantamiento de Esaú traeré sobre él en el tiempo en que lo castigue.

Jer. 50, 18: Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo castigo al rey de Babilonia y a su tierra, como castigué al rey de Asiria.

Jer. 50, 8 – 10: Huid de en medio de Babilonia, y salid de la tierra de los caldeos, y sed como los machos cabríos que van delante del rebaño. Porque yo levanto y hago subir contra Babilonia reunión de grandes pueblos de la tierra del norte; desde allí se prepararán contra ella, y será tomada; sus flechas son como de valiente diestro, que no volverá vacío. Y Caldea será para botín; todos los que la saquearen se saciarán, dice Jehová.

Ez. 30, 3: Porque cerca está el día, cerca está el día de Jehová; día de nublado, día de castigo de las naciones será.

Am. 1, 3: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque trillaron a Galaad con trillos de hierro.

Am. 1, 6: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom.

Am. 1, 9: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom, y no se acordaron del pacto de hermanos.

Am. 1, 11: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor.

Am. 1, 13: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de los hijos de Amón, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque para ensanchar sus tierras abrieron a las mujeres de Galaad que estaban encintas.

Am. 2, 1: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos.

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Dios castiga como un Padre amoroso.

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Deut. 8, 5: Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga.

2 Sam. 7, 14: Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;

Prov. 3, 11-12: No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.

Jer. 31, 18: Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios.

Jer. 30, 11: Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.

Jer. 46, 28: Tú, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, porque yo estoy contigo; porque destruiré a todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero a ti no te destruiré del todo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.

Jer. 30, 20: Y serán sus hijos como antes, y su congregación delante de mí será confirmada; y castigaré a todos sus opresores.

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Dios castiga y perdona al que se arrepiente.

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2 Cro, 20, 9: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti, (porque tu nombre está en esta casa,) y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás.

Is. 26, 16: Jehová, en la tribulación te buscaron; derramaron oración cuando los castigaste.

Is. 60, 10: Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia.

Joel 2, 13: Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.

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Dios no da siempre todo el castigo merecido.

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Esd. 9: 13: Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas obras, y a causa de nuestro gran pecado, ya que tú, Dios nuestro, no nos has castigado de acuerdo con nuestras iniquidades, y nos diste un remanente como este,

Sal. 118, 18: Me castigó gravemente el Señor, mas no me entregó a la muerte.

Jer. 10, 24: Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que no me aniquiles.

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Por todo ello, Dios castiga muy en particular a su propio pueblo de Israel.

Ese castigo suele tener un carácter colectivo: todo el pueblo es castigado cuando han abundado en medio de él las infidelidades, los pecados, las idolatrías. En efecto, los dos grandes castigos que sufre Israel en el Antiguo Testamento, la invasión del Reino del Norte por los asirios y la invasión del Reino del Sur por los babilonios, con la posterior deportación a Babilonia, afectan a todo el pueblo de Israel.

Eso se compadece con la posible santidad individual de los que sufren estas penas junto con todo su pueblo, como el profeta Ezequiel, por ejemplo, deportado a Babilonia.  

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Ex. 32, 34: Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.

Lev. 26, 18: Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados.

Lev. 26, 43: Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos.

Num. 14, 34: Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.

1 Cro. 27, 24: Joab hijo de Sarvia había comenzado a contar; pero no acabó, pues por esto vino el castigo sobre Israel, y así el número no fue puesto en el registro de las crónicas del rey David.

Job 31, 33: Porque temí el castigo de Dios, contra cuya majestad yo no tendría poder.

Sal. 6, 1: Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira.

Sal. 89, 32: Entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades.

Is. 1, 5: ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.

Is. 9, 13: Pero el pueblo no se convirtió al que lo castigaba, ni buscó a Jehová de los ejércitos.

Is. 10, 3: ¿Y qué haréis en el día del castigo? ¿A quién os acogeréis para que os ayude, cuando venga de lejos el asolamiento? ¿En dónde dejaréis vuestra gloria?

Is. 57, 6: En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas son tu suerte; y a ellas derramaste libación, y ofreciste presente. ¿No habré de castigar estas cosas?

Jer. 5, 9: ¿No había de castigar esto? dijo Jehová. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi alma?

Jer. 6, 6: Porque así dijo Jehová de los ejércitos: Cortad árboles, y levantad vallado contra Jerusalén; esta es la ciudad que ha de ser castigada; toda ella está llena de violencia.

Jer. 6, 15: ¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado, ni aun saben tener vergüenza; por tanto, caerán entre los que caigan; cuando los castigue caerán, dice Jehová.

Jer. 9, 25: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso;

Jer. 11, 15: ¿Qué derecho tiene mi amada en mi casa, habiendo hecho muchas abominaciones? ¿Crees que los sacrificios y las carnes santificadas de las víctimas pueden evitarte el castigo? ¿Puedes gloriarte de eso?

Jer. 14, 10: Así ha dicho Jehová acerca de este pueblo: Se deleitaron en vagar, y no dieron reposo a sus pies; por tanto, Jehová no se agrada de ellos; se acordará ahora de su maldad, y castigará sus pecados.

Jer. 15, 3: Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová: espada para matar, y perros para despedazar, y aves del cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir.

Jer. 21, 24: Yo os castigaré conforme al fruto de vuestras obras, dice Jehová, y haré encender fuego en su bosque, y consumirá todo lo que está alrededor de él.

Jer. 22, 3 – 9:  Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar. Porque si efectivamente obedeciereis esta palabra, los reyes que en lugar de David se sientan sobre su trono, entrarán montados en carros y en caballos por las puertas de esta casa; ellos, y sus criados y su pueblo. Mas si no oyereis estas palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehová, que esta casa será desierta. Porque así ha dicho Jehová acerca de la casa del rey de Judá: Como Galaad eres tú para mí, y como la cima del Líbano; sin embargo, te convertiré en soledad, y como ciudades deshabitadas. Prepararé contra ti destruidores, cada uno con sus armas, y cortarán tus cedros escogidos y los echarán en el fuego. Y muchas gentes pasarán junto a esta ciudad, y dirán cada uno a su compañero: ¿Por qué hizo así Jehová con esta gran ciudad? Y se les responderá: Porque dejaron el pacto de Jehová su Dios, y adoraron dioses ajenos y les sirvieron.”

Jer. 32, 18: Y castigaré su maldad en él, y en su descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he anunciado y no escucharon.

Jer. 44, 13: Pues castigaré a los que moran en tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia.

Jer. 44, 29: Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros.

Lam. 4, 22: Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion; nunca más te hará llevar cautiva. Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados.

Ez. 7, 9: Y mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; según tus caminos pondré sobre ti, y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo Jehová soy el que castiga.

Ez. 16, 18: Sufre tú el castigo de tu lujuria y de tus abominaciones, dice Jehová.

Os. 1, 4: Y le dijo Jehová: Ponle por nombre Jezreel; porque de aquí a poco yo castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de Israel.

Os. 2, 13: Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová.

Os. 4, 14: No castigaré a vuestras hijas cuando forniquen, ni a vuestras nueras cuando adulteren; porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican; por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá.

Os. 5, 3 – 14:  Yo conozco a Efraín, e Israel no me es desconocido; porque ahora, oh Efraín, te has prostituido, y se ha contaminado Israel. No piensan en convertirse a su Dios, porque espíritu de fornicación está en medio de ellos, y no conocen a Jehová. La soberbia de Israel le desmentirá en su cara; Israel y Efraín tropezarán en su pecado, y Judá tropezará también con ellos. Con sus ovejas y con sus vacas andarán buscando a Jehová, y no le hallarán; se apartó de ellos. Contra Jehová prevaricaron, porque han engendrado hijos extraños; ahora en un solo mes serán consumidos ellos y sus heredades.  Tocad bocina en Gabaa, trompeta en Ramá: sonad alarma en Bet-avén; tiembla, oh Benjamín. Efraín será asolado en el día del castigo; en las tribus de Israel hice conocer la verdad. Los príncipes de Judá fueron como los que traspasan los linderos; derramaré sobre ellos como agua mi ira.  Efraín es vejado, quebrantado en juicio, porque quiso andar en pos de vanidades. Yo, pues, seré como polilla a Efraín, y como carcoma a la casa de Judá. Y verá Efraín su enfermedad, y Judá su llaga; irá entonces Efraín a Asiria, y enviará al rey Jareb; mas él no os podrá sanar, ni os curará la llaga. Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré; tomaré, y no habrá quien liberte.”

Os 6, 1 - 3a) Volvamos al Señor. Él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará, y al tercero nos levantará, y viviremos en su presencia.”

Os. 7, 12: Cuando fueren, tenderé sobre ellos mi red; les haré caer como aves del cielo; les castigaré conforme a lo que se ha anunciado en sus congregaciones.

Os. 8 13: En los sacrificios de mis ofrendas sacrificaron carne, y comieron; no los quiso Jehová; ahora se acordará de su iniquidad, y castigará su pecado; ellos volverán a Egipto.

Os. 9, 7: Vinieron los días del castigo, vinieron los días de la retribución; e Israel lo conocerá. Necio es el profeta, insensato es el varón de espíritu, a causa de la multitud de tu maldad, y grande odio.

Os. 9, 9: Llegaron hasta lo más bajo en su corrupción, como en los días de Gabaa; ahora se acordará de su iniquidad, castigará su pecado.

Os. 10, 10: Y los castigaré cuando lo desee; y pueblos se juntarán sobre ellos cuando sean atados por su doble crimen.

Os. 12, 2: Pleito tiene Jehová con Judá para castigar a Jacob conforme a sus caminos; le pagará conforme a sus obras.

Am. 2, 1: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres.

Am. 2, 6: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos.

Am. 3, 2: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.

Am. 3, 14: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra.

Miq 6, 9: La voz de Jehová clama a la ciudad; es sabio temer a tu nombre. Prestad atención al castigo, y a quien lo establece.

Miq. 7, 4: El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión.

Sof. 1, 8: Y en el día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes, y a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero.

Sof. 1, 12: Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.

Sof. 3, 7: Dije: Ciertamente me temerá; recibirá corrección, y no será destruida su morada según todo aquello por lo cual la castigué. Mas ellos se apresuraron a corromper todos sus hechos.

Zac. 10, 3: Contra los pastores se ha encendido mi enojo, y castigaré a los jefes; pero Jehová de los ejércitos visitará su rebaño, la casa de Judá, y los pondrá como su caballo de honor en la guerra.

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También envía Dios a veces castigos particulares por pecados particulares.

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Jer. 11, 22 - 23: así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre, y no quedará remanente de ellos, pues yo traeré mal sobre los varones de Anatot, el año de su castigo.

Jer. 29, 32: por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo castigaré a Semaías de Nehelam y a su descendencia; no tendrá varón que more entre este pueblo, ni verá el bien que haré yo a mi pueblo, dice Jehová; porque contra Jehová ha hablado rebelión.

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En particular la Biblia señala el castigo de Dios a los sacerdotes y profetas, cuando no son fieles a su misión:

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Jer. 23, 2: Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová.

Jer. 23, 34: Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que dijere: Profecía de Jehová, yo enviaré castigo sobre tal hombre y sobre su casa.

Jer. 23, 12: 11-12:  Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová. Por tanto, su camino será como resbaladeros en oscuridad; serán empujados, y caerán en él; porque yo traeré mal sobre ellos en el año de su castigo, dice Jehová.

Os. 4, 9: Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras.

Os. 5, 1 - 2: Sacerdotes, oíd esto, y estad atentos, casa de Israel, y casa del rey, escuchad; porque para vosotros es el juicio, pues habéis sido lazo en Mizpa, y red tendida sobre Tabor.

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En el Nuevo Testamento, tenemos entre otros los siguientes pasajes:

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Mt 5, 21 -  26:  Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Mt. 5, 29 - 30: Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.  Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

Mt. 7, 18 – 20: Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

Mt. 8, 11 – 12: Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.

Mat. 10, 14 - 15: Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Mt. 10, 28: No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.

Mt. 10, 32 – 33: Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

Mat. 11, 20 - 24: Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú.

Mt. 12, 36: Pero les aseguro que en el día del Juicio, los hombres rendirán cuenta de toda palabra vana que hayan pronunciado. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

Mt. 12, 41: El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.

Mt. 13, 41 – 43: El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!

Mt. 13, 49 – 50: Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

Mt. 15, 12 – 14: Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: “¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?” Él les respondió: “Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo".

Mt. 16, 26 – 27: ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

Mt. 18, 6 – 9: Pero si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Es inevitable que existan, pero ¡ay de aquel que los causa!
Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno.  Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego.  

Mt. 18, 34 – 35: E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.

Mt. 22, 11 - 14: Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: “Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes“. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos”

Mt. 23, 29 – 36: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas” ! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres! ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podrán escapar a la condenación de la Gehena?  Por eso, yo voy a enviarles profetas, sabios y escribas; ustedes matarán y crucificarán a unos, azotarán a otros en las sinagogas, y los perseguirán de ciudad en ciudad. Así caerá sobre ustedes toda la sangre inocente derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes asesinaron entre el santuario y el altar. Les aseguro que todo esto sobrevendrá a la presente generación.

Mt. 23, 37 – 39: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará desierta. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”

Mt. 24, 1 – 2: Jesús salió del Templo y, mientras iba caminando, sus discípulos se acercaron a él para hacerle notar las construcciones del Templo. Pero él les dijo: “¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra: todo será destruido“.

Mt. 24, 37 – 41: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Los mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.

Mat. 24, 48 - 51: Pero si es un mal servidor, que piensa: “Mi señor tardará", y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

Mt. 25, 26 – 30: Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes“.

Mat. 25, 41 - 46: Luego dirá a los de la izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?” Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".

Mc. 6, 11: Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.

Mc. 14: 21: 14:21 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!

Lc. 1, 19 - 20 El Ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".

Lc. 3, 7 – 9:  Juan decía a la multitud que venía a hacerse bautizar por él: “Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan los frutos de una sincera conversión, y no piensen: “Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego“.

Lc. 3, 15 - 17 Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible“.

Lc. 6, 24 - 26 Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!

Luc. 12, 46 - 48: vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

Lc. 13, 1-5:  En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera“.

13, 6 – 9 Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás“".

Lc. 13, 22 – 27: Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Él respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos". Y él les responderá: “No sé de dónde son ustedes". Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”

Lc. 16, 22 - 25 El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan". “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.

Lc. 17, 26 – 30:  En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.

Lc. 19, 41 – 44: Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios“.

Lc. 20, 13 – 16: El dueño de la viña pensó entonces: “¿Qué haré? Voy a enviar a mi hijo muy querido: quizá tengan consideración con él". Pero los viñadores, al verlo, se dijeron: “Este es el heredero, vamos a matarlo, y la herencia será nuestra". Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron. ¿Qué hará con ellos el dueño de la viña? Vendrá, acabará con esos viñadores y entregará la viña a otros“.

Lc. 20, 46 – 47: “Tengan cuidado de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Esos serán juzgados con más severidad“.

Lc. 21, 20 – 24: Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.

Lc. 23, 27 – 31:  Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?

Lc. 23, 39 – 41: Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".

Jn. 3, 36: El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él“.

Jn. 5, 14: Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: “Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía“.

Jn. 5, 28 – 29: No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.

Jn. 5, 45: No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza.

Jn. 9, 39: Después Jesús agregó: “He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven

Jn. 15, 5: Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.

Jn. 17, 12: Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

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Bueno, recién terminamos con los Evangelios. Veamos ahora el resto del NT:

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Hech. 1, 24 – 26: Y oraron así: “Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía“. Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles.

Hech. 5, 1 – 11: Un hombre llamado Ananías, junto con su mujer, Safira, vendió una propiedad, y de acuerdo con ella, se guardó parte del dinero y puso el resto a disposición de los Apóstoles. Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué dejaste que Satanás se apoderara de ti hasta el punto de engañar al Espíritu Santo, guardándote una parte del dinero del campo? ¿Acaso no eras dueño de quedarte con él? Y después de venderlo, ¿no podías guardarte el dinero? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? No mentiste a los hombres sino a Dios". Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto. Un gran temor se apoderó de todos los que se enteraron de lo sucedido. Vinieron unos jóvenes, envolvieron su cuerpo y lo llevaron a enterrar. Unas tres horas más tarde, llegó su mujer, completamente ajena a lo ocurrido. Pedro le preguntó: “¿Es verdad que han vendido el campo en tal suma?” Ella respondió: “Sí, en esa suma". Pedro le dijo: “¿Por qué se han puesto de acuerdo para tentar así al Espíritu del Señor? Mira junto a la puerta las pisadas de los que acaban de enterrar a tu marido; ellos también te van a llevar a ti". En ese mismo momento, ella cayó muerta a sus pies; los jóvenes, al entrar, la encontraron muerta, la llevaron y la enterraron junto a su marido.” Un gran temor se apoderó entonces de toda la Iglesia y de todos los que oyeron contar estas cosas.

8, 18 – 24:  Al ver que por la imposición de las manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, Simón les ofreció dinero, diciéndoles: “Les ruego que me den ese poder a mí también, para que aquel a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo". Pedro le contestó: “Maldito sea tu dinero y tú mismo, porque has creído que el don de Dios se compra con dinero. Tú no tendrás ninguna participación en ese poder, porque tu corazón no es recto a los ojos de Dios. Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor: quizá él te perdone este mal deseo de tu corazón, porque veo que estás sumido en la amargura de la hiel y envuelto en los lazos de la iniquidad". Simón respondió: “Rueguen más bien ustedes al Señor, para que no me suceda nada de lo que acabas de decir“.

Hech. 12, 20 – 23: Herodes estaba en grave conflicto con los habitantes de Tiro y Sidón. Estos se pusieron de acuerdo para ir a verlo, y después de haberse conquistado a Blasto, el camarero del rey, solicitaron la reconciliación, ya que importaban sus víveres del territorio del rey. El día fijado, Herodes se sentó en su trono con la vestidura real y les dirigió la palabra. El pueblo comenzó a gritar: “¡Es un dios el que habla, no un hombre!” Pero en ese mismo instante, el Ángel del Señor lo hirió, por no haber dado gloria a Dios, y Herodes murió carcomido por los gusanos.

Hech. 13, 8 – 11: Pero los discípulos chocaron con la oposición de Barjesús —llamado Elimas, que significa mago— el cual quería impedir que el procónsul abrazara la fe. Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en él, y le dijo: “Hombre falso y lleno de maldad, hijo del demonio, enemigo de la justicia, ¿cuándo dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? Ahora la mano del Señor va a caer sobre ti: quedarás ciego y privado por un tiempo de la luz del sol“. En ese mismo momento, se vio envuelto en oscuridad y tinieblas, y andaba a tientas buscando a alguien que le tendiera la mano.Al ver lo que había sucedido, el procónsul, profundamente impresionado por la doctrina del Señor, abrazó la fe.

Hech. 18, 5 – 6: Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías. Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: “Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos".

Rom. 1, 18 – 32: En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles —su poder eterno y su divinidad— se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa:  en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles. Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus propios cuerpos, ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador, que es bendito eternamente. Amén. Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los hombres, dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen.

Rom. 2, 1 – 11:  Por eso, tú que pretendes ser juez de los demás —no importa quién seas— no tienes excusa, porque al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que condenas. Sabemos que Dios juzga de acuerdo con la verdad a los que se comportan así. Tú que juzgas a los que hacen esas cosas e incurres en lo mismo, ¿acaso piensas librarte del Juicio de Dios? ¿O desprecias la riqueza de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa bondad te debe llevar a la conversión? Por tu obstinación en no querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras.  Él dará la Vida eterna a los que por su constancia en la práctica del bien, buscan la gloria, el honor y la inmortalidad. En cambio, castigará con la ira y la violencia a los rebeldes, a los que no se someten a la verdad y se dejan arrastrar por la injusticia. Es decir, habrá tribulación y angustia para todos los que hacen el mal: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son.  Y habrá gloria, honor y paz para todos los que obran el bien: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son, porque Dios no hace acepción de personas.

Rom. 5, 12: Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.

Rom. 6, 23: Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Rom. 13, 1 - 4: Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal.

1 Co. 3, 16 – 17: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.

1 Co. 4, 5: Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.

1 Co. 5, 1 – 5: Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos, ¡a tal extremo que uno convive con la mujer de su padre! ¡Y todavía se enorgullecen, en lugar de estar de duelo para que se expulse al que cometió esa acción! En lo que a mí respecta, estando ausente con el cuerpo pero presente con el espíritu, ya lo he juzgado, como si yo mismo estuviera allí. Es necesario que ustedes y yo nos reunamos espiritualmente, en el nombre y con el poder de nuestro Señor Jesús, para que este hombre sea entregado a Satanás: así se perderá su carne, pero se salvará su espíritu en el Día del Señor.

1 Co. 6, 9 - 10: ¿Ignoran que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se hagan ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios.

1 Co. 10, 1-13: Porque no deben ignorar, hermanos, que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés.  También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No adoren a falsos dioses, como hicieron algunos de ellos, según leemos en la Escritura: El pueblo se sentó a comer y a beber, y luego se levantó para divertirse. No forniquemos, como algunos de ellos, y por eso, en castigo, murieron veintitrés mil en un solo día. No provoquemos al Señor, como hicieron algunos de ellos, y perecieron víctimas de las serpientes. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer! Hasta ahora, ustedes no tuvieron tentaciones que superen sus fuerzas humanas. Dios es fiel, y él no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla.

1 Co. 11, 32: 27 “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.”

2 Co. 5, 10: Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal.

Gal. 5, 19 – 21: Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.

Gal. 6, 7 – 8: No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra:
el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna.

Ef. 2, 1 – 3: Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados que cometían, cuando vivían conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan. Todos nosotros también nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo las apetencias de la carne y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás.

Ef. 5, 5 – 7:  Y sépanlo bien: ni el hombre lujurioso, ni el impuro, ni el avaro —que es un idólatra— tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios. No se dejen engañar por falsas razones: todo eso atrae la ira de Dios sobre los que se resisten a obedecerle. ¡No se hagan cómplices de los que obran así!

Fil. 3, 18 – 19: Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra.

Col. 3, 5 -6: Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Estas cosas provocan la ira de Dios sobre los rebeldes.

1 Tes. 1, 9 – 10: Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera.

1 Tes. 2, 14 – 16: En efecto, ustedes, hermanos, siguieron el ejemplo de las Iglesias de Dios, unidas a Cristo Jesús, que están en Judea, porque han sufrido de parte de sus compatriotas el mismo trato que ellas sufrieron de parte de los judíos. Ellos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y también nos persiguieron a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres, ya que nos impiden predicar a los paganos para que se salven. Así, constantemente están colmando la medida de sus pecados, pero la ira de Dios ha caído sobre ellos para siempre.

1 Tes. 4, 3 – 6: La voluntad de Dios es que sean santos, que se abstengan del pecado carnal, que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto, sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios. Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas, como ya se lo hemos dicho y atestiguado.

1 Tes. 5, 1 – 3: Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar.

2 Tes. 1, 6 – 10: Es justo que Dios retribuya con sufrimientos a quienes los hacen sufrir a ustedes. En cambio, a ustedes, los que sufren, les dará el descanso junto con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús, que vendrá desde el cielo, con los ángeles de su poder, en medio de un fuego ardiente. Entonces él hará justicia con aquellos que no reconocen a Dios y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán como castigo la perdición eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando él venga aquel Día para ser glorificado en sus santos y admirado por todos los que hayan creído.

2 Tes. 2, 9 - 12: La venida del Impío será provocada por la acción de Satanás y estará acompañada de toda clase de demostraciones de poder, de signos y falsos milagros, y de toda clase de engaños perversos, destinados a los que se pierden por no haber amado la verdad que los podía salvar. Por eso, Dios les envía un poder engañoso que les hace creer en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en el mal.

1 Tim. 1, 18 – 20: Hijo mío, te hago esta recomendación, conforme a lo que se dijo de ti por inspiración de Dios, a fin de que luches valientemente, conservando la fe y la buena conciencia. Por no haber tenido una buena conciencia algunos fracasaron en la fe, entre otros, Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendieran a no blasfemar.

2 Tim. 2, 11 – 12: Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros.

2 Tim. 4, 14: Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño: el Señor le pagará conforme a sus obras.

2 Tim 4, 16: Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!

Heb. 2, 1 – 3: Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza que toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo saldremos absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación?

Heb. 3, 12 – 19: Tengan cuidado, hermanos, que no se encuentre en alguno de ustedes un corazón malo e incrédulo que lo aleje del Dios vivo. Al contrario, exhórtense mutuamente cada día, mientras dura este hoy, para que ninguno de ustedes se endurezca por la seducción del pecado. Porque participamos de la suerte de Cristo, siempre y cuando mantengamos firme hasta el final la confianza del principio, como se nos dice: Si escuchan hoy su voz, no endurezcan sus corazones como sucedió en el lugar de la rebelión. ¿Quiénes fueron, en efecto, los que, después de oír su voz, se rebelaron? ¿No fueron todos los que habían salido de Egipto guiados por Moisés? Y, ¿contra quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tendidos en el desierto? Y, ¿a quiénes juró que no entrarían en su descanso, sino a los rebeldes? Efectivamente, sabemos que no pudieron entrar en el descanso debido a su incredulidad.

Heb. 10, 28 – 31: El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

Heb. 12, 4 – 13: No han resistido todavía hasta llegar a la sangre en su lucha contra el pecado. Han echado en olvido la exhortación que como a hijos se les dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. Sufran para corrección de ustedes. Como a hijos los trata Dios, y, ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Mas si quedan sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que son bastardos y no hijos.  Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir?  ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, levanten las manos caídas y las rodillas entumecidas y enderecen para sus pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.

Heb. 12, 15 – 17: Pongan cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni los turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad. Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura. Ya saben cómo luego quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.

Heb. 12, 25 – 26: Guárdense de rechazar al que les habla; pues si los que rechazaron al que promulgaba los oráculos desde la tierra no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si volvemos la espalda al que nos habla desde el cielo. Su voz conmovió entonces la tierra. Mas ahora hace esta promesa: Una vez más haré yo que se estremezca no sólo la tierra, sino también el cielo.

St. 2, 10 – 13: En efecto, aunque uno cumpla toda la Ley, si peca contra un solo precepto, quebranta toda la Ley. Porque el que ha dicho: No cometerás adulterio, dijo también: No matarás. Por lo tanto, si evitas el adulterio, pero cometes un homicidio, te haces transgresor de la Ley. Hablen y actúen como quienes deben ser juzgados por una Ley que nos hace libres. Porque el que no tiene misericordia será juzgado sin misericordia, pero la misericordia triunfa sobre el juicio.

St. 3, 1 – 2: Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros, sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente, porque todos faltamos de muchas maneras.

St. 5, 1 – 6: Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla. Su oro y su plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará sus cuerpos como un fuego. ¡Ustedes han amontonado riquezas, ahora que es el tiempo final! Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo. Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. Han condenado y han matado al justo, sin que él les opusiera resistencia.

1 Pe. 4, 3 – 5: Ya han vivido bastante tiempo conforme al criterio de los paganos, entregándose a toda clase de desenfrenos, a los malos deseos, a las borracheras, a los excesos en la comida, a las orgías y al culto ilícito de los ídolos. Ahora los paganos se extrañan de que ustedes no se precipiten con ellos hacia ese desborde de libertinaje, y se deshacen en injurias contra ustedes. De esto, tendrán que rendir cuenta a aquel que juzgará a los vivos y a los muertos.

1 Pe. 4, 17 – 18: Porque ha llegado el tiempo en que comenzará el juicio, empezando por la casa de Dios. Ahora bien, si el juicio comienza por nosotros, ¿cuál será la suerte de los que se niegan a creer en la Buena Noticia de Dios? Si el justo apenas se salva, ¿qué pasará con el impío y el pecador?

2 Pe 2, 1 – 10: “En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas. De la misma manera, habrá entre ustedes falsos maestros que introducirán solapadamente desviaciones perniciosas, y renegarán del Señor que los redimió, atrayendo sobre sí mismos una inminente perdición. Muchos imitarán su desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de  blasfemias. Llevados por la ambición, y valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace mucho que el juicio los amenaza y la perdición los acecha. Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio. Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia.  También condenó a la destrucción y redujo a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, para que sirvieran de ejemplo a los impíos del futuro. En cambio, libró a Lot, el justo, que estaba afligido por la conducta licenciosa de esos hombres sin ley: porque teniendo que vivir en medio de ellos, su alma de justo se sentía constantemente torturada por las iniquidades que veía y escuchaba. El Señor, en efecto, sabe librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que sean castigados en el día del Juicio, sobre todo, a los que, llevados por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía.”

2 Pe. 3, 5 – 7: Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos.

Jud. 4, 7: Porque se han infiltrado entre ustedes ciertos hombres, cuya condenación estaba preanunciada desde hace mucho tiempo. Son impíos que hacen de la gracia de Dios un pretexto para su libertinaje y reniegan de nuestro único Dueño y Señor Jesucristo.  Quiero recordarles, aunque ustedes ya lo han aprendido de una vez por todas, que el Señor, después de haber salvado al pueblo, sacándolo de Egipto, hizo morir en seguida a los incrédulos. En cuanto a los ángeles que no supieron conservar su preeminencia y abandonaron su propia morada, el Señor los tiene encadenados eternamente en las tinieblas para el Juicio del gran Día. También Sodoma y Gomorra, y las ciudades vecinas, que se prostituyeron de un modo semejante a ellos, dejándose arrastrar por relaciones contrarias a la naturaleza, han quedado como ejemplo, sometidas a la pena de un fuego eterno.

Jud. 11, 15: ¡Ay de ellos! Porque siguieron el camino de Caín; por amor al dinero cayeron en el extravío de Balaam y perecieron en la rebelión de Coré. Ellos manchan las comidas fraternales, porque se dejan llevar de la glotonería sin ninguna vergüenza y sólo tratan de satisfacerse a sí mismos. Son nubes sin agua llevadas por el viento, árboles otoñales sin frutos, doblemente muertos y arrancados de raíz; olas bravías del mar, que arrojan la espuma de sus propias deshonras, estrellas errantes a las que está reservada para siempre la densidad de las tinieblas. A ellos se refería Henoc, el séptimo patriarca después de Adán, cuando profetizó: “Ya viene el Señor con sus millares de ángeles, para juzgar a todos y condenar a los impíos por las maldades que cometieron, y a los pecadores por las palabras insolentes que profirieron contra él".

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Y recién ahora llegamos a la culminación grandiosa del Apocalipsis:

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Ap. 2, 5: Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior. Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente.

Ap. 2, 14 – 16: Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac cómo debía seducir a los israelitas para que se prostituyeran, comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas. Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca.

Ap. 2, 20 – 23: Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel, esa mujer que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no quiere dejar de fornicar. Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor, y someteré a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras, y haré morir a sus hijos. Así sabrán todas las Iglesias que yo conozco íntimamente los sentimientos y las intenciones. Y retribuiré a cada uno según sus obras.

Ap. 3, 1 – 3: Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes: “El que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma: “Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios. Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé.

Ap. 3, 15 - 19: 3:15 “Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!

Ap. 6, 1 – 17: Después vi que el Cordero abría el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que decía con voz de trueno: “Ven". Y vi aparecer un caballo blanco. Su jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante, para seguir venciendo. Cuando el Cordero abrió el segundo sello, oí al segundo de los Seres Vivientes que decía: “Ven". Y vi aparecer otro caballo, rojo como el fuego. Su jinete recibió el poder de desterrar la paz de la tierra, para que los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran espada. Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercero de los Seres Vivientes que decía: “Ven". Y vi aparecer un caballo negro. Su jinete tenía una balanza en la mano; y oí una voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía: “Se vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada por un denario. Y no eches a perder el aceite y el vino". Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los Seres Vivientes que decía: “Ven". Y vi aparecer un caballo amarillo. Su jinete se llamaba “Muerte", y el Abismo de la muerte lo seguía. Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes. Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Ellas clamaban a voz en cuello: “¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?” Entonces se le dio a cada uno una vestidura blanca y se les dijo que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el número de sus compañeros de servicio y de sus hermanos, que iban a sufrir la misma muerte. Y cuando el Cordero abrió el sexto sello, vi que se produjo un violento terremoto. El sol se puso negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada; los astros del cielo cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes cuando la higuera es sacudida por un fuerte viento. El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla, y todas las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios. Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las rocas de las montañas, y decían a las montañas y a las rocas: “Caigan sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero". Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién podrá resistir?

Ap. 7, 2 – 3: Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios

Ap. 8, 7 – 13: Cuando el primer Ángel tocó la trompeta, cayó sobre la tierra granizo y fuego mezclado con sangre: la tercera parte de la tierra fue consumida, junto con la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.  Cuando el segundo Ángel tocó la trompeta, se precipitó sobre el mar una masa incandescente, grande como una montaña: la tercera parte del mar se convirtió en sangre; murió la tercera parte de los seres vivientes que habitan en sus aguas, y fue destruida la tercera parte de las naves. Cuando el tercer Ángel tocó la trompeta, un astro enorme que ardía como una antorcha cayó del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales.  El astro se llamaba “Ajenjo". La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y murieron muchos hombres que bebieron de esas aguas, porque se habían vuelto amargas.  Cuando el cuarto Ángel tocó la trompeta, se oscureció la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas. El día perdió la tercera parte de su luz, y lo mismo sucedió con la noche. Y después vi y oí a un águila que volaba en el cielo y decía con voz potente: “¡Ay de los habitantes de la tierra, cuando resuenen las trompetas que ya se disponen a tocar los otros tres Ángeles!”

Ap. 9, 1 – 6: Cuando el quinto Ángel tocó la trompeta, vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. La estrella recibió la llave del pozo del Abismo, y cuando abrió el pozo, comenzó a subir un humo, como el de un gran horno, que oscureció el sol y el aire. Del humo salieron langostas que se expandieron por toda la tierra, y estas recibieron un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. Se les ordenó que no dañaran las praderas ni las plantas ni los árboles, sino solamente a los hombres que no llevaran la marca de Dios sobre la frente. Se les permitió, no que los mataran, sino que los atormentaran durante cinco meses, con un dolor parecido al que produce la picadura del escorpión. En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la encontrarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.

Ap. 9, 13 – 15: Cuando el sexto Ángel tocó la trompeta, escuché una voz que provenía de los cuatro ángulos del altar de oro que está delante de Dios. Y esa voz dijo al sexto Ángel, al que tenía la trompeta: “Suelta a los cuatro Ángeles que están encadenados junto al gran río Éufrates". Y fueron soltados los cuatro Ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año en que debían exterminar a una tercera parte de los hombres.

Ap. 9, 20 – 21 Y el resto de los hombres que no habían sido dañados por las plagas, no se arrepintieron de sus obras ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que son incapaces de ver, de oír y de caminar. No, ellos no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de sus fornicaciones, ni de sus robos.

Ap. 11, 13: En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de siete mil personas: los sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo.

Ap. 11, 17 – 18: “Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso —el que es y el que era— porque has ejercido tu inmenso poder y has establecido tu Reino. Los paganos se habían enfurecido, pero llegó el tiempo de tu ira, así como también el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores, los profetas, y a los santos y a todos aquellos que temen tu Nombre —pequeños y grandes— y el momento de exterminar a los que corrompían la tierra“.

Ap. 13, 1.8: Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas había leyendas con nombres blasfemos. (…) Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida del Cordero que ha sido inmolado.

Ap. 14, 6 – 11: Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo, llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo. El proclamaba con voz potente: Teman a Dios y glorifíquenlo, porque ha llegado la hora de su Juicio: adoren a aquel que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales". Un segundo Ángel lo siguió, anunciando: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, la que ha dado de beber a todas las naciones el vino embriagante de su prostitución". Un tercer Ángel lo siguió, diciendo con voz potente: “El que adore a la Bestia o a su imagen y reciba su marca sobre la frente o en la mano, tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero. El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche“.

Ap. 14, 17 – 20: Entonces otro Ángel salió del Templo que está en el cielo, llevando también una hoz afilada. Y salió del altar otro Ángel —el que tiene poder sobre el fuego— y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada: “Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque han llegado a su madurez". El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios. La cuba fue pisoteada en las afueras de la ciudad, y de la cuba salió tanta sangre, que llegó a la altura de los frenos de los caballos en una extensión de unos trescientos kilómetros.

Ap. 15, 1: Después vi en el cielo otro signo grande y admirable: siete Ángeles que llevaban las siete últimas plagas, con las cuales debía consumarse la ira de Dios.

Ap. 16, 1 - 11: Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles: “Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios“. El primer Ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen. El segundo derramó su copa sobre el mar: este se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar. El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y estos se convirtieron en sangre.  Y oí al Ángel de las aguas que decía: “Tú, el que es y el que era, el Santo, obras con justicia al castigarlos así: se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado“. Y escuché al altar, que decía: “Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos". El cuarto Ángel derramó su copa sobre el sol, y se le permitió quemar a los hombres con fuego: los hombres fueron abrasados por un calor ardiente, pero en lugar de arrepentirse y dar gloria a Dios, blasfemaron contra su Nombre, que tiene poder sobre estas plagas. El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia, y su reino quedó sumergido en tinieblas. Los hombres se mordían la lengua de dolor, pero en lugar de arrepentirse de sus obras, blasfemaron contra el Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus llagas.

Ap. 16, 15: ¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Feliz el que vigila y conserva su ropa para no tener que andar desnudo, mostrando su vergüenza.

Ap. 16, 17 - 21: El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: “Ya está".  Y hubo relámpagos, voces, truenos y un violento terremoto como nunca había sucedido desde que los hombres viven sobre la tierra. La gran Ciudad se partió en tres y las ciudades paganas se derrumbaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira. Todas las islas desaparecieron y no se vieron más las montañas. Cayeron del cielo sobre los hombres piedras de granizo que pesaban unos cuarenta kilos, y ellos blasfemaron contra Dios por esa terrible plaga.

Ap. 17, 1 – 2: Después vino uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas y me dijo: “Acompáñame, y te mostraré cómo va a ser castigada la famosa Prostituta que está sentada a la orilla de los grandes ríos. Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los habitantes del mundo se han embriagado con el vino de su prostitución".

Ap. 17, 4 – 6:  La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su fornicación. Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso: “Babilonia la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra". Y vi que la mujer se emborrachaba con la sangre de los santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente asombrado.

Ap. 18: Después vi que otro Ángel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor. Y gritó con voz potente: “¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes. Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado". En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía: “Ustedes, que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas. Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus brebajes.  Provóquenle tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su lujo. Porque ella se jacta, diciendo: Estoy sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo. Por eso, en un solo día, caerán sobre ella las plagas que merece: peste, llanto y hambre. Y será consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha condenado es poderoso“. Los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron su vida lujosa, al ver la humareda del incendio, llorarán y se lamentarán por ella, manteniéndose a distancia ante el horror de sus tormentos: “¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa! Bastó una hora para que recibieras tu castigo“. También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías: objetos de oro y de plata; piedras preciosas, perlas, telas de lino y de púrpura, de seda y de escarlata; maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y de mármol; canela, ungüento perfumado, perfumes, mirra e incienso; vino, aceite, harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y seres humanos… “Ya no verás más los frutos que tanto deseabas: has perdido esos productos delicados y espléndidos, y nunca más se los encontrará". Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus tormentos, llorando y lamentándose: “¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad! Estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas. ¡Y en una hora fue arrasada tanta riqueza!” Los capitanes, los que navegan por las costas, los marinos y todos los que viven del mar, se mantuvieron a distancia y contemplando la humareda del incendio, exclamaban: “¡Ninguna ciudad se podía comparar a la gran Ciudad!” Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose, decían: “¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad! Con su opulencia se enriquecieron todos los que poseían barcos en el mar. ¡Y en una hora ha sido arrasada!” “Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al condenarla, Dios les ha hecho justicia“. Y un Ángel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá". Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino. No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos. En ella fue derramada la sangre de los profetas y de los santos, y de todos aquellos que han sido inmolados en la tierra.

Ap. 19, 1 – 3:  Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores“. Y volvieron a decir: “¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos”.

Ap. 19, 11 – 21: Luego vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco. Su Jinete se llama “Fiel” y “Veraz"; él juzga y combate con justicia. Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta de numerosas diademas. Lleva escrito un nombre que solamente él conoce y está vestido con un manto teñido de sangre. Su nombre es: “La Palabra de Dios". Lo siguen los ejércitos celestiales, vestidos con lino fino de blancura inmaculada y montados en caballos blancos. De su boca sale una espada afilada, para herir a los pueblos paganos. Él los regirá con un cetro de hierro y pisará los racimos en la cuba de la ardiente ira del Dios todopoderoso. En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores. Después vi a un Ángel que estaba de pie sobre el sol y gritaba con gran fuerza a todas las aves que volaban en el cielo: “Vengan a reunirse para el gran festín de Dios, para devorar la carne de los reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de los caballos y de sus jinetes; la carne de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes". En seguida vi a la Bestia y a los reyes de la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra el Jinete y su ejército. Pero la Bestia fue capturada, junto con el falso profeta —aquel que realizaba prodigios delante de la otra Bestia, y así logró seducir a los que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen—y ambos fueron arrojados vivos al estanque de azufre ardiente. Todos los demás fueron exterminados por la espada que salía de la boca del Jinete, y las aves se saciaron con sus despojos.

Ap. 20, 7 – 10: Y cuando se cumplan esos mil años, Satanás será liberado de su prisión. Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su número será tan grande como las arenas del mar, y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá.  El Diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de azufre ardiente donde están también la Bestia y el falso profeta. Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos.

Ap. 20, 11 – 15: Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al estanque de fuego.

Ap. 21, 1 – 8:  Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.  Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó". Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas". Y agregó: “Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo.  Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte“.

Ap. 22, 10 – 15: Y agregó: “No mantengas ocultas las palabras proféticas de este Libro porque falta poco tiempo. Que el pecador siga pecando, y el que está manchado se manche más aún; que el hombre justo siga practicando la justicia, y el santo siga santificándose. Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!  Afuera quedarán los perros y los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos aquellos que aman y practican la falsedad“.

Ap. 22, 21:  Yo, Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas cosas a las Iglesias. Yo soy el Retoño de David y su descendencia, la Estrella radiante de la mañana. El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!", y el que escucha debe decir: “¡Ven!” Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida. Yo advierto a todos los que escuchan las palabras proféticas de este Libro: “Si alguien pretende agregarles algo, Dios descargará sobre él las plagas descritas en este Libro. Y al que se atreva a quitar alguna palabra de este Libro profético, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la Ciudad santa, que se describen en este Libro“. El que garantiza estas cosas afirma: “¡Sí, volveré pronto!” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén.

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Por supuesto, esto es una selección de textos que hablan del castigo divino. No pretendemos exponer aquí el Evangelio en toda su plenitud. Simplemente queremos destacar un aspecto del mismo que ha venido siendo silenciado cada vez más desde hace décadas, hasta el punto de que hoy día hay gente en la Iglesia que de buena fe se considera católica y que sin embargo niega pura y simplemente que Dios castiga o pueda o quiera castigar.

Hasta hay un sacerdote que publica videos en Youtube y que dice que Dios NO ES JUSTO, porque claro, al menos es lógico y como niega que Dios castiga, tiene que negar también que Dios es justo.

No podemos siquiera intentar comentar la montaña de textos que hemos presentado aquí.  Son para leerlos despacio, meditarlos, descubrir detalles aquí y allí.

No da ni para argumentar, ni para ponerse a discutir con los que hablan de fundamentalismo, literalidad, versículos sueltos (!!!!!!), en fin.

Ahora nomás leemos que el P. Cantalamessa ha dicho  que  uno de los efectos que emanan del sacrificio de Jesús, es que su cruz “ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano… de todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, ni una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí”.

Entendemos que para hacer verdadera esa frase habría que borrar todos los textos del Nuevo Testamento que hemos citado.

 

¡¡ FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!!

38 comentarios

  
Silvia
GRACIAS, está en mis oraciones diarias de Santa Brígida, Felices Pascuas de Resurrección, que Nuestro Señor y Su Madre, nuestra también sean benignos el día de nuestro juicio.

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Muchas gracias y Felices Pascuas.
11/04/20 3:32 PM
  
Juan Germàn
Estimado: Ud. no ha realizado estudios bìblicos serios y su comentario es una aberración exegética. Ningùn profesional de la Escritura avalaría su comentario. Lo suyo es una mala praxis comunicativa.

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Bueno, mucha aberración en todo caso no habrá, porque el comentario es casi inexistente. Disfrute con los textos de la Palabra de Dios.

Saludos cordiales.
11/04/20 3:44 PM
  
Feri del Carpio Marek
Gracias por esta selección. Hace mucho bien zambullirse en esa «montaña» de textos en los que Dios nos habla de sus castigos. Un buen antídoto contra la herejía de que Dios no castiga, que es la que más está acelerando la gran apostasía.

«No da ni para argumentar, ni para ponerse a discutir con los que hablan de fundamentalismo, literalidad, versículos sueltos (!!!!!!), en fin.»

Para un palmario ejemplo de fundamentalismo, literalidad y quedarse con un versículo suelto, aquí lo tenemos al P. Cantalamessa:

«¡Dios es aliado nuestro, no del virus! “Tengo proyectos de paz, no de aflicción”, nos dice él mismo en la Biblia (Jer 29,11). Si estos flagelos fueran castigos de Dios, no se explicaría por qué se abaten igual sobre buenos y malos, y por qué los pobres son los que más sufren sus consecuencias.»

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La verdad que, aún arriesgándonos a escandalizar a algún exégeta, eso de porqué los castigos divinos alcanzan a buenos y malos da para preguntarse si todas las cosas que se leen en los textos citados alcanzan solamente a los malos, y la verdad que no parece que sea así. Hay una dimensión colectiva del pecado en la Escritura, y por tanto, es lógico que también haya una dimensión colectiva del castigo, como los textos citados parecen mostrarlo con mucha claridad, aunque posiblemente eso no sea del gusto de todo exégeta viviente. Eso no quita que a nivel individual, lo que para unos es castigo para otros sea prueba que aumenta su virtud y su mérito.

Y sí, es notable cómo los de esa corriente lo aplastan a uno con veinte kilos de metodología exegética, que dan la impresión de que para poder decir algo de la Biblia habría que hacer cada vez una tesis doctoral, para luego descolgarse con uno o dos versículos de contenido genérico, en una interpretación que ademas contradice lo que han dicho los Padres y Doctores de la Iglesia.

Saludos cordiales.
11/04/20 3:53 PM
  
sofía
Todas esas citas están muy bien, pero tienen que ser explicadas de modo que sean compatibles con dos cosas que nos han dicho sobre Dios:
Dios es Amor y Dios es inmutable.

No me contestó a mi pregunta de cómo casar esa inmutabilidad de Dios con todo ese airarse, castigar, arrepentirse de su intención de castigar etc. Y como no me contestó sigo pensando que la única forma de compatibilizarlo es que siendo Dios Amor inmutable y justicia misericordiosa, nos invita constantemente a todos a dejarnos transformar por su amor, pero respetando nuestra libertad para rechazar ese amor, aunque advirtiéndonos de sus consecuencias.

Somos nosotros los que ya desde el primer hombre, desconfiamos de Dios, no creemos en su amor, no seguimos por tanto sus leyes, leyes que están dadas por Amor y que deben cumplirse por amor. Lo cual tiene las consecuencias previstas, a veces en este mundo, porque el mal que hacemos tiene consecuencias destructivas para nosotros y para los demás, y desde luego en el otro, porque o bien nos acogemos a su misericordia, su amor transformador que nos justifica, o bien viviremos eternamente en el rechazo de Dios, el infierno eterno.

No sé si seguirá sin querer hablar de este tema, pero yo se lo he expuesto nuevamente porque plantea problemas.

Las citas, al menos desde la buena noticia de Jesús, que explicita lo q ya se puede ver aunque menos claro en el AT, son fáciles de explicar: La ley se resume en el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor al prójimo como a uno mismo. La ley se nos da por amor.
Y al final de la vida se nos examinará de amor.
Por tanto quien no ame quedará fuera, porque Dios es Amor y nuestro egoísmo, nuestra injusticia, es incompatible con su justicia.

Sí, en nuestro lenguaje podemos decir que nos castiga Dios, pero todo es expresión de su Amor. Quien se obstina en rechazarlo ya sabe, porque está advertido que ante él se ha puesto la vida y la muerte y él elige la muerte cada día y de seguir así, su corazón endurecido seguirá rechazando a Dios hasta el final.

Saludos cordiales

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Sobre su dificultad dice Santo Tomás de Aquino:

I, q. 19, a. 7, ad 1um (hablando del "arrepentimiento" divino):

"Aquella frase puesta en boca del Señor hay que entenderla metafóricamente, es decir, por semejanza a lo que hacemos nosotros que, cuando nos arrepentimos de algo, destruimos lo hecho. Aunque también puede hacerse eso sin cambio de voluntad, como un hombre que, sin cambiar de voluntad, quiere hacer algo al mismo tiempo que tiene pensado destruirlo después. Así, pues, en este sentido se dice que Dios se arrepintió, por la semejanza de acción, ya que por el diluvio borró de la faz de la tierra al hombre que había creado."

Ia. q. 20, a. 1, ad 1um y ad 2um:

1. La fuerza cognoscitiva no mueve más que a través de la apetitiva. Y así como en nosotros la razón universal mueve a través de la razón particular, según se dice en el III De Anima, así también el apetito intelectual, llamado voluntad, se mueve en nosotros a través del apetito sensitivo. Por eso, el motor inmediato del cuerpo en nosotros es el apetito sensitivo. De ahí que el acto del apetito sensitivo se dé junto con algún cambio corporal; de modo especial el corazón, que es el primer principio de movimiento en el animal. Es así como los actos del apetito sensitivo, en cuanto que llevan anexo un cambio corporal, son llamados pasiones, y no actos voluntarios. Así, pues, el amor, el gozo y el deleite son pasiones en cuanto actos del apetito sensitivo; pero no lo son en cuanto actos del apetito intelectual. Como tales son atribuidos a Dios. Por eso el Filósofo en VII Ethic. dice: Dios goza con una única y simple operación. Por lo mismo, ama sin pasión.

2. En las pasiones del apetito sensitivo hay que tener presente un aspecto material, el cambio corporal; y un aspecto formal, por parte del apetito. Tal como se dice en I De Anima, en la ira lo material es el acaloramiento o algo parecido; lo formal, el deseo de venganza. Además, en lo formal, en algunas pasiones hay siempre algo imperfecto. Como en el deseo, lo es el bien alcanzable; o en la tristeza, el mal hallado. Lo mismo cabe decir de la ira que presupone la tristeza. Otras, como el amor y el gozo, no revisten ninguna imperfección. Por lo tanto, en el aspecto material, nada es atribuible a Dios, como ya se dijo (ad 1); y lo que en el aspecto formal reviste alguna imperfección puede ser atribuido a Dios más que metafóricamente, esto es, por la semejanza en el afecto, como también se dijo (q.3 a.2 ad 2; q.19 a.11). En cambio, lo que no reviste imperfección, como el amor y el gozo, es atribuido a Dios propiamente. No obstante, siempre quitando la pasión, como se indicó (ad 1).

Por las mismas razones, la Justicia no es metafórica en Dios, ya que no es de orden sensible ni implica en su concepto (dar a cada uno lo suyo) imperfección alguna. Y en cuanto a su relación con la misericordia, dice Santo Tomás:

I, q. 21, a 4, ad 1um:

"Algunas obras son atribuidas a la justicia y otras a la misericordia, porque en algunas aparece con más relevancia la justicia; en otras, la misericordia. Y sin embargo, en los condenados aparece la misericordia no porque les quite totalmente el castigo, sino porque se lo alivia, ya que no los castiga como merecen. Y en la justificación del pecador aparece la justicia, pues quita la culpa por amor, el mismo amor que infunde misericordiosamente. Se dice de la Magdalena en Lc 7,47: Mucho se le perdonó porque mucho amó."

De donde se sigue, si bien en todas las obras de Dios aparecen la justicia y la misericordia, como enseña Santo Tomás ahí mismo, siguen siendo formalmente distintas.

Por eso dice Santo Tomás que la misericordia, en el caso de los condenados, consiste en que se les alivia el castigo, y no en que se les aplica, eso es lo específicamente propio de la justicia.

En lo que Ud. dice no aparece, que yo vea al menos, lo esencial del pecado, que es ofensa a Dios. No se trata ante todo de las malas consecuencias que pueda traer para nosotros o para los demás.

Es ante todo la ofensa a Dios lo que hace que el pecado sea digno de castigo.

Ante esa ofensa, Dios tiene solamente dos posibilidades, castigar o perdonar. En ambos casos debe hacer uso de su Libertad. No existe la hipótesis en que Dios simplemente "no hace nada".

La ofensa reclama de suyo el castigo, por tanto, o Dios perdona, o no, pero si no perdona, entonces no queda otra hipótesis que el castigo.

Dios tiene ambas posibilidades, y las ejercita a ambas ampliamente, como nos muestra la Sagrada Escritura, con perdón de algunos exégetas, por supuesto, que después de todo ni son Magisterio de la Iglesia ni son dueños (ni mucho menos secuestradores) de la Palabra de Dios.

Toda verdad revelada por Dios ha sido revelada en nuestro lenguaje y debemos decirla en nuestro lenguaje. No por eso deja de ser verdad revelada por Dios.

Saludos cordiales.
11/04/20 4:08 PM
  
sofía
He visto que en el último comentario usted apostilla que "lo que para unos es castigo para otros es prueba que aumenta su virtud y mérito".
Pues no sé si no le van a llamar sus amigos relativista y subjetivista personalista y modernista por decir que para unos puede ser castigo y para otros prueba.
Pero es así, para unos será una cosa y para otros será otra, según se lo tomen.
Solo podemos saber que Dios lo ha permitido y que todo lo que ocurre es para bien de los que aman al Señor. Dios quiere que todos los hombres se salven y espera de nosotros el arrepentimiento y la confianza en su amor.
Y no deja de tener razón Cantalamesa al decir que desde la cruz de Jesús “ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano… de todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, ni una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí”
Es a Jesús a quien remitimos a Job ("yo sé que mi Salvador vive"), es desde Jesucristo que sabemos que podemos unir nuestro sufrimiento al suyo con un valor coredentor.
Hay un antes y un después de Cristo que a veces no se ve en la forma de interpretar las cosas de algunos aficionados a ver el NT a la luz del AT en vez del AT a la luz del NT.

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No hay relativismo alguno: Dios sabe para quiénes los males serán objetiva y absolutamente un castigo, y para quiénes serán objetiva y absolutamente una prueba, mirando al plano individual. Tampoco hay contradicción en que en el plano colectivo eso sea un castigo para todos.

Todo es para bien de los que aman al Señor, y en todo caso para castigo de los que no lo aman, o también para llamarlos a la conversión, como se ve en los magníficos textos citados del Apocalipsis, donde se ve también que ese llamado divino es rechazado a veces por el hombre.

Dios quiere que todos los hombres se salven, y también quiere la condenación eterna del que muere sin arrepentirse, como los textos citados muestran abundantemente.

Hacer referencia a Job es poner el listón muy alto. En el cap. I v. 8 dice:

"Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?"

Obviamente, cuando hablamos del castigo divino no estamos pensando en gente como Job, en lo individual, se entiende, ni tampoco se puede decir que hoy día sean el 70 u 80 % de la población mundial, ni ¿qué porcentaje? menos.

Entiendo que incluso alguien que no conociese el Antiguo Testamento, al leer esos textos del Nuevo Testamento que he citado no dejaría de sacar la conclusión de que Dios castiga, y no solamente en el Infierno.

Saludos cordiales.
11/04/20 4:20 PM
  
Tomás Bertrán
Pienso que no acabamos de conocer el verdadero sentido de la vida y para mi es muy sencillo: ganarse el cielo
Entonces no importa la clase de muerte que nos espera. Lo que importa es que nuestro ABBA nos abrace eternamente. Así lo veo de sencillo.

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Así sea. Felices Pascuas.
11/04/20 4:59 PM
  
Pedro L. Llera
Muchas gracias, Néstor. Tu post es contundente e inapelable.

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Muchas gracias y felices Pascuas.
11/04/20 5:13 PM
  
Rubén (de Argentina)
[Dejémoslo ahí, que estamos en Pascua de Resurrección]

Muy Felices Pascuas Nestor y felicitaciones por tus últimos artículos, uno mejor que otro.

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Gracias y felices Pascuas.
11/04/20 5:42 PM
  
Feri del Carpio Marek
«Eso no quita que a nivel individual, lo que para unos es castigo para otros sea prueba que aumenta su virtud y su mérito.»

Este es el punto clave, como bien lo resaltó Luis Fernando en su artículo. Es asombroso que a los exégetas de nuestros tiempos se les escapa esta sencilla verdad que lo aclara todo.

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Muchas gracias, pienso por ejemplo en Daniel y sus amigos, deportados a Babilonia y teniendo que servir a Nabucodonosor, y que sin embargo, son presentados como ejemplo de fidelidad a la ley divina.

Daniel 1, 1 - 8:

"En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios. Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego. Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse."

Saludos cordiales.
11/04/20 5:50 PM
  
Natanael
Yo siempre he entendido en cuanto a los castigos terrenos, que si bien el castigo puede ser común el juicio es personal. Por tanto, quienes comparten dicho castigo terreno no tienen por qué compartir el eterno, es es el importante.

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Exactamente, ni tienen porqué ser las penas de los justos en esta vida un castigo, mirando al plano individual.

Saludos cordiales y felices Pascuas.
11/04/20 6:41 PM
  
Luis Fernando
Juan Germán, parece claro que lo que dice la Biblia le molesta mucho, pero no se enfade con Néstor, que prácticamente se ha limitado a copiar los versículos sin comentarlos.

Así que dirija su enfado a Aquel que inspiró toda la Escritura. Apáñeselas con Él, a ver qué tal le va.

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En efecto, ha sido un "corta y pega" tremendo.

Saludos cordiales y felices Pascuas.
11/04/20 6:43 PM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Muchas gracias, Néstor, por todo el trabajo que te significó ordenar y compartir esta copiosa selección de textos bíblicos.
Supongo que después de leer este artículo a nadie le quedará la menor duda de que Dios SÍ castiga.
Que el Espíritu Santo te siga iluminando, para nuestro aprovechamiento espiritual.
¡Felices Pascuas de Resurrección!

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Muchas gracias y felices Pascuas para ti también.
11/04/20 7:20 PM
  
Norberto E.
¿Jehová, que traducción ha utilizado?,

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Esa la concordancia "online" a que hice referencia, probablemente basada en la Reina Valera o alguna otra. De todos modos no sabemos cómo se pronunciaba el Tetragramaton, tengo entendido.

Saludos cordiales.
11/04/20 7:24 PM
  
Norberto E.
Tomado de mercaba:
2. ¿De dónde viene la palabra «Yavé»?

Esta palabra es una palabra hebrea, el hebreo es el idioma de los israelitas o judíos del A. T. En este idioma no se escribían las vocales de una palabra sino únicamente las consonantes. Era bastante difícil leerlo correctamente, porque al leer un texto hebreo, uno mismo debía saber de memoria qué vocales tenía que pronunciar en medio de las consonantes. El nombre de Dios: «YO SOY» se escribía con estas cuatro consonantes: Y H V H que los judíos pronunciaban así «Yahveh», y en castellano se escribe YAVE. La pronunciación «Yavé» es sin duda la pronunciación más correcta del hebreo original para indicar a Dios como «Yo soy el que soy» (Los judíos del A.T. nunca dijeron Jehová).

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Está perfecto. De todos modos, entiendo que es una reconstrucción, porque, a diferencia del uso original de la frase, aquí sí se aplica aquello de que "no había grabadoras".

Saludos cordiales.
11/04/20 8:04 PM
  
Néstor
Dice el oráculo wikipédico:

"El Tetragrámaton está compuesta de cuatro consonantes sin indicación de los vocales con los que se pronunciaba originalmente. Los judíos dejaron de pronunciarlo en su forma original. Todavía hoy evitan incluso de indicar con sus propios nombres la serie de cuatro letras que lo componen y por eso en vez de llamar con he esa letra que aparece como segunda y última, dicen ke.44​ Para leer a voz alta el Tetragrámaton, por ejemplo en los textos sagrados, pronuncian Adonai (אדני, "El Señor"), o Elohim (אלהים, "Dios") o HaShem (השם, "El Nombre").

Al leer la Sagrada Escritura en la sinagoga el Tetragrámaton se pronuncia normalmente como si fuese Adonai. Si esta palabra Adonai está al lado del Tetragrámaton, entonces en lugar de decir dos veces Adonai, se pronuncia el Tetragrámaton como si fuese Elohim.

(...)

La interpretación híbrida del Tetragrámaton castellanizada como "Jehová" fue reemplazada ya desde el siglo XVIII por el actual fuerte consenso académico que el modo correcto de transcribirlo es como "Yahweh" (castellanizado "Yahvé"). Con muy pocas excepciones, se habla de este consenso no como "una certeza absoluta", sino solo como acuerdo general, como en la edición 1960 de la Reina-Valera, que todavía conserva la ortografía "Jehová" de sus orígenes.

//es.wikipedia.org/wiki/Yahveh

Aceptando que YHWH es "Yo soy" y que ése es el Nombre de Dios en la Escritura, todavía es posible que se pronunciase de otro modo.

Saludos cordiales.
11/04/20 8:22 PM
  
sofía
Gracias por las citas de Santo Tomás, la primera parte resulta muy clara. La de la relación de justicia y misericordia, no tanto. Necesito meditarlas, porque da la impresión de que la misericordia se opone a la justicia divina, contrarrestándola, tal como lo plantea.
Eso no me parece posible, sino que más bien pienso que la justicia divina es misericordiosa, no veo por qué va a tener que ser como la justicia humana que cree dar a cada uno lo suyo.
Dios nos da todo por gracia, no hemos merecido jamás nada, ofrece su misericordia a todo el que se acoja a ella. En la parábola del hijo pródigo Jesús nos muestra el rostro del Padre. Ciertamente hay que volver a casa, no nos va a forzar a regresar, pero la actitud del Padre de acogida gozosa del hijo pródigo no es la que considera justa el hijo mayor, desde su sentido humano de justicia retributiva que da a cada uno lo suyo.

Se equivoca en cuanto a que yo no considero el pecado una ofensa a Dios, pero ofende a Dios en el sentido de que cuando no cumplimos su voluntad actuamos en contra del Bien supremo que es Él, no en el sentido de "humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien con palabras o con hechos". Es imposible herir la dignidad de Dios, somos nosotros los que nos herimos cuando no lo reconocemos como nuestro Dios. Pero el pecado es ante todo falta de amor a Dios y al prójimo, creo que es importante que lo veamos así, porque es así como nos lo plantea Jesús.
Las consecuencias del pecado coinciden con el castigo, las consecuencias en esta vida y/o en la otra, el nombre es lo de menos.
Y respecto al libro de Job, no creo que la conclusión dependa del juicio que hagamos nosotros sobre la santidad de Job o de nadie. La cuestión es que no podemos decir que las desgracias sean castigos divinos, todo lo más que podrían serlo - por muy probable que les parezca a algunos de vds que lo sea.
Dios lo sabe todo, sabe si es una prueba o un castigo para cada cual, pero vds no lo saben. No deberían generalizar, simplemente decir que puede ser un castigo o una prueba o una oportunidad de santificarse, una invitación a la conversión...el caso es que en cualquier caso son una expresión del amor de Dios.
Me quedo con la parábola del hijo pródigo.

En fin, yo creo que debo preguntar lo que no entiendo, aunque sospecho que me iba a caer la del pulpo si no estuviéramos a punto de celebrar la vigilia pascual.
¡Feliz Pascua de Resurrección!

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Es que yo no creo que en su planteo pueda decirse qué es la justicia, en general. O qué se entiende por "justicia". Decir que la justicia es misericordia y que la misericordia es justicia no nos haría adelantar nada.

La forma de mantener la identidad de las cosas es no mezclándolas. De lo contrario, se podría decir igualmente que la misericordia es la justicia y que consiste en castigar el pecado.

Por eso, la misericordia no se opone a la justicia, pero es distinta de ella. Perdonar no es una obra de justicia, porque entonces el pecador tendría derecho a ser perdonado, y no es así.

Sobre la justicia divina dice Santo Tomás en I, q. 21, a. 1:

"Hay una doble especie de justicia. Una consistente en el mutuo dar y recibir, por ejemplo, la compraventa, la intercomunicación, la conmutación. En V Ethic. es llamada por el Filósofo justicia conmutativa o reguladora de conmutaciones o comunicaciones. Esta justicia no le corresponde a Dios, porque tal como dice el Apóstol en Rom 11,35: ¿Quién le dio primero para que le tenga que devolver? La otra, consiste en la distribución. Es llamada justicia distributiva, por la cual el que manda o administra da a cada uno según su dignidad. Así como una correcta organización de la familia o de cualquier multitud gobernada, demuestra que hay dicha justicia en quien manda, así también el orden del universo, que aparece tanto en las cosas naturales como en las voluntarias, demuestra la justicia de Dios. Por eso dice Dionisio en el c.8 De Div. Nom.: Es necesario ver que la justicia de Dios es verdadera en el hecho de que da a cada uno lo que le corresponde según su dignidad, y que mantiene la naturaleza de cada uno en su lugar y con su poder correspondiente."

Además, todo lo que decimos de Dios lo decimos por analogía con las cosas humanas o creadas en general, y eso no quita que podamos hacer afirmaciones verdaderas acerca de Dios.

De hecho, todos los pasajes del AT y el NT que cito arriba donde se dice que Dios retribuye según las obras de cada uno coinciden en lo sustancial con esa noción de "justicia" que trae ahí Santo Tomás y que se remonta al aristotélico "dar a cada uno lo suyo".

Dice ahí mismo Santo Tomás:

"A cada uno se le debe lo que es suyo. Se dice que es de alguien aquello que le está subordinado. Ejemplo: El siervo al Señor. Pero no a la inversa; ya que libre es aquel que dispone de sí mismo. Y lo debido conlleva una cierta exigencia o necesidad por parte del subordinado. En las cosas hay que tener presente, en este sentido, un doble aspecto, Por una parte, algo creado está subordinado a algo creado, como las partes al todo, los accidentes a las sustancias, y cada cosa a su fin. Por otra parte, todo lo creado está subordinado a Dios. Y en esto último, que es la operación divina, hay que considerar una doble dimensión: algo que se debe a Dios y algo que se debe a lo creado. Dios es quien lo satisface todo. Pues a Dios se debe el que se cumpla en las cosas lo que determina su sabiduría y su voluntad y que pone al descubierto su bondad. En este sentido, la justicia de Dios mira su propio decoro, pues se da lo que a sí mismo se debe. Y a lo creado se le debe que posea lo que le corresponde. Ejemplo: Que el hombre tenga manos, y que le estén sometidos los animales. En este sentido también Dios hace justicia dando a cada uno lo que le corresponde a su naturaleza y condición. El segundo sentido expuesto depende del primero, ya que a cada uno se le debe lo que le está subordinado según lo establecido por la sabiduría divina. Pero, aun cuando Dios dé, en este sentido, lo debido a alguien, sin embargo El no es deudor; porque El no está subordinado a nadie, sino, por el contrario, los demás lo están en El. Por eso, en Dios la justicia es llamada a veces expresión de su bondad; otras veces, retribución de méritos. A todo esto se refiere Anselmo cuando dice: Al castigar a los malos eres justo, pues lo merecen; al perdonarlos, eres justo, porque así es tu bondad."

Es decir, a cada creatura se le debe lo que le corresponde según su naturaleza, o según sus obras, pero eso no hace deudor a Dios, porque a su vez, dar a cada uno lo que le corresponde es algo que Dios se debe a Sí mismo, a su Sabiduría y Bondad, pues es en la Inteligencia divina donde radica, en primer lugar, lo que corresponde a cada naturaleza creada y a cada acción de las creaturas.

Sobre el pecado dice Santo Tomás Ia IIae, q. 71 a. 6:

"Como es claro por lo dicho , el pecado no es otra cosa que un acto humano malo. Mas que un acto sea humano, le viene por ser voluntario, según consta por lo dicho anteriormente : ya sea voluntario, como elícito de la voluntad; ya (lo sea) como imperado por la misma, cual los actos exteriores, bien del hablar, o del obrar. Y al acto humano le viene el ser malo por carecer de la debida medida. Ahora bien; toda medida de cualquier cosa se toma por referencia a una regla, de la cual, si se separa, se dice desarreglado. Mas la regla de la voluntad humana es doble: una próxima y homogénea, esto es, la misma razón humana; y otra, la regla primera, esto es, la ley eterna, que es como la razón de Dios. Y por eso Agustín, en la definición del pecado, puso dos cosas: una que pertenece a la sustancia del acto humano, lo cual es como material en el pecado: cuando dijo dicho, hecho o deseo; y otra que pertenece a la razón de mal, lo cual es como formal en el pecado: cuando dijo contra la ley eterna."

Y agrega:

"Los teólogos consideran el pecado principalmente en cuanto es una ofensa contra Dios; mas el filósofo moral lo considera en cuanto contraría a la razón. Por ello Agustín define el pecado por el hecho de que es contra la ley eterna más convenientemente que porque lo sea contra la razón: sobre todo ya que por la ley eterna nos regimos en muchas cosas que exceden a la razón humana, como (sucede) en las cosas de la fe."

La ofensa a Dios es fácil de entender: Dios nos manda algo y nosotros no le hacemos caso. Obviamente que Dios en sí mismo es intocable, pero es igual de obvio que si a nosotros nos ofende que alguien no nos salude o nos insulte, no es por las consecuencias físicas o psicológicas que eso pueda tener en nosotros, sino por el acto en sí mismo considerado y por lo que significa de desprecio a nuestra persona: un desprecio semejante, dirigido al Creador, está implícito en la desobediencia a la ley de Dios.

Y la magnitud de la ofensa se mide por la dignidad de la persona ofendida, que en el caso de Dios es Infinita. Por eso el pecado es el mal por excelencia, valga la paradoja.

El pecado no es la falta de cualquier amor, sino del amor debido a Dios, que es inseparable del cumplimiento de los mandamientos divinos: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama" (Jn 14, 21 a).

Dios tiene derecho a ser amado por nosotros, y por tanto, a que observemos su ley. Al pecar lesionamos ese derecho de Dios, cometemos una injusticia, y ofendemos a nuestro Creador.

La parábola del hijo pródigo es un caso de perdón, aquí estamos hablando del castigo divino.

Más que decir que las consecuencias del pecado son el castigo, hay que decir que el castigo es una de las consecuencias del pecado. No toda consecuencia del pecado es castigo, por ejemplo, si robo un banco, una de las consecuencias es que voy a tener mucha plata.

Pero otra de las consecuencias puede ser que la policía me arreste y el juez me condene.

Son consecuencias específicamente distintas, y la segunda tiene que ver con que se ha transgredido una norma y se sufre la sanción correspondiente.

En el libro de Job no es irrelevante que el sufriente sea uno de los hombres más santos que hay en ese momento en el mundo. El mensaje del libro es que no todo sufrimiento es castigo por el pecado, porque los justos también pueden sufrir. No es que los que externamente considerados cometen los mayores desmanes y tropelías pueden ser justos que sufren solamente para su perfeccionamiento espiritual. No fue ése el caso de Job. Sus amigos no se basan en constataciones externas, sino en meras suposiciones, en el principio erróneo de que todo sufrimiento es castigo por un pecado. Y si miramos desde nuestro único punto de vista posible, que es el externo, a la humanidad y la Iglesia actual, no vemos en conjunto una legión de Jobs ni mucho menos.

En cuanto a lo que ocurriría si no fuese Pascua, capaz que es una de esas cosas que Dios sabe y nosotros no. Aunque puede ser que aquí también valgan las consideraciones externas:)

Saludos cordiales.
11/04/20 8:38 PM
  
juvenal
Si, si, hay que cumplir toda la ley. Espero que no me apliquen:
"Saca el blasfemo fuera del campamento; que todos los que lo oyeron, pongan las manos sobre su cabeza, y que toda la comunidad lo mate a pedradas"

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Esa ley ya no rige. De todos modos la blasfemia es materia grave, sin duda. Y en todo caso, es un hecho que el Espíritu Santo inspiró también esas palabras.

Saludos cordiales.
11/04/20 8:41 PM
  
Feri del Carpio Marek
«pienso por ejemplo en Daniel y sus amigos, deportados a Babilonia y teniendo que servir a Nabucodonosor, y que sin embargo, son presentados como ejemplo de fidelidad a la ley divina.»

Es un precioso ejemplo. Ahora, en cuanto al castigo que cae sobre justos e injustos, pienso que también hay que tener en cuenta dos aspectos, además del que mencionas que para el justo es una prueba que aumenta su virtud y mérito.

El primero es que, salvo la Virgen María, todos tenemos el pecado original, y además incluso el justo peca 7 veces al día, dice la Sagrada Escritura. Entonces, un mismo castigo puede ser aplicado con justicia a unos y otros por distintos motivos, nadie puede decir que no se merecía un determinado castigo.

El segundo aspecto es que todo castigo que se recibe, además de ser para el justo ocasión de crecer en virtud y mérito, por la Cruz del Señor se convierte en ocasión de suplir lo que falta a los sufrimientos de Cristo, o sea, de corredimir.

Me despido citando la lectura breve de laudes, que justo se escapó en tu montaña de textos:

Esto dice el Señor: «En su aflicción me buscarán, diciendo: "Volvamos al Señor. Él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará, y al tercero nos levantará, y viviremos en su presencia."» (Os 6,1-3a)

¡¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!!

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En efecto. Incluso el bautizado en estado de gracia tiene normalmente pecados veniales. Y el Bautismo no borra toda la pena temporal que corresponde al pecado original, ejemplo claro: la muerte. Inocentes sin más sólo hay dos: Jesucristo y María. Gracias por el texto, lo agrego.

EL profeta Ezequiel también fue deportado a Babilonia, Tobías y su familia están deportados en Nínive, y también estaban en el exilio Esther y Mardoqueo.

Saludos cordiales.
11/04/20 8:44 PM
  
Luis López
"Si me condeno, daré gracias a su Justicia. Si me salvo, daré gracias a su Misericordia" (Francisco de Quevedo).

....................................

Es cierto que la condenación es por Justicia y la salvación por Misericordia, pero ahí Quevedo estuvo demasiado optimista: los condenados no dan gracias a Dios por nada.

Saludos cordiales y felices Pascuas.
11/04/20 9:19 PM
  
Horacio Castro
Respecto a que “el Bautismo no borra toda la pena temporal que corresponde al pecado original” en 11/04/20 8:44 PM. En la Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, reiteró que: «Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (cf. Rom 5,20) ». Cordial saludo y feliz Pascua.

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Claro, pero ahí se refiere a la pena eterna debida por el pecado original y los pecados personales, no a la pena temporal. De lo contrario no tendrían sentido las indulgencias, por ejemplo.

Saludos cordiales y felices Pascuas.
11/04/20 11:15 PM
  
Palas Atenea
¡Felices Pascuas a todos! ¡Cristo ha resucitado!

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¡¡Aleluya!!
11/04/20 11:37 PM
  
Horacio Castro
Gracias por su respuesta Néstor.
11/04/20 11:54 PM
  
Luis Fernando
El bautismo sí borra la pena temporal

Catecismo de San Pío X
553.- ¿Cuáles son los efectos del sacramento del Bautismo? - El Sacramento del Bautismo confiere la primera gracia santificante, por la que se perdona el pecado original, y también los actuales, si los hay; remite toda la pena por ellos debida; imprime el carácter de cristianos; nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia y herederos de la gloria y nos habilita para recibir los demás sacramentos.


Toda la pena es... toda la pena.

Obviamente, no la de los pecados que se cometen TRAS el bautismo.

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Resulta que la principal pena temporal debida por el pecado original es la muerte, y el Bautismo obviamente no la borra.

También es pena temporal debida al pecado original el desorden de la concupiscencia, que no es borrado por el Bautismo.

Lo mismo hay que decir de las enfermedades, que son consecuencia del pecado original, y afectan también a los bautizados.

Dice Santo Tomás en IIIa, q. 69, a. 3, ad 3um:

"Como se ha dicho en la Segunda Parte, el pecado original siguió este proceso: primero, la persona contagió a la naturaleza, y, después, la naturaleza contagió a la persona. Pero Cristo, siguiendo un orden inverso, repara primeramente lo concerniente a la persona, y, después, repara, de modo simultáneo en todos, lo concerniente a la naturaleza. Por tanto, el bautismo borra instantáneamente en el hombre la culpa del pecado original y también la pena, consistente en carecer de la visión divina —cosas ambas que pertenecen a la persona—. Pero las penalidades de la vida presente, como la muerte, el hambre, la sed y otras semejantes, corresponden a la naturaleza, cuyos principios las causan, en la medida en que está despojada de la justicia original. Por tanto, estos defectos sólo desaparecerán en la reparación definitiva de la naturaleza mediante la resurrección gloriosa."

De hecho, Santo Tomás dice ahí mismo que sí las borra, pero en la resurrección:

"El bautismo es capaz de quitar las penalidades de la vida presente, pero no las quita ahora, sino que por su virtud desaparecerán de los justos en la resurrección, cuando este ser corruptible se revista de inmortalidad, como se dice en 1 Cor 15,54."

Saludos cordiales.
11/04/20 11:58 PM
  
Ecclesiam
Santo Tomás de Aquino examina la cuestión de si el bautismo quita o no quita toda clase de pena en la Suma Teológica, III, c. 69, a. 2.

¿Libra el bautismo al hombre de pagar cualquier clase de pena?
Objeciones por las que parece que el bautismo no libra al hombre de pagar cualquier clase de pena.
1. Dice el Apóstol en Rom 13,1 que cuanto procede de Dios está bien ordenado. Pero la culpa, como dice San Agustín, no se pone en orden más que con la pena. Luego el bautismo no libra de pagar la pena debida a los pecados anteriores.

2. El efecto del sacramento guarda una cierta semejanza con el mismo sacramento, porque los sacramentos de la nueva ley realizan lo que significan, como se ha dicho ya (q.62 a.1 ad 1). Ahora bien, la ablución bautismal tiene cierta semejanza con la ablución de una mancha, y ninguna semejanza con la sustracción de una pena.

3. Cuando a uno se le libra de pagar la pena, no queda sujeto a la pena, de tal manera que sería injusto castigarlo. Luego si el bautismo libra de pagar la pena, sería injusto, después de recibir el bautismo, ahorcar a un ladrón culpable de homicidio, con lo que el bautismo debilitaría el vigor de la justicia humana. Y esto no parece razonable. Luego el bautismo no libra de pagar la pena.

Contra esto: comentando las palabras de Rom 11,29: los dones y la vocación de Dios son irrevocables, dice San Ambrosio: la gracia de Dios condona todo gratuitamente en el bautismo.

Respondo: Como hemos dicho más arriba (q.49 a.3 ad 2; q.68 a.1.4.5.), uno se incorpora a la pasión y muerte de Cristo a través del bautismo, según la expresión de Rom 6,8: «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él». De donde se deduce que a todo bautizado se le aplica la pasión redentora de Cristo como si él mismo hubiese padecido y muerto. Pero la pasión de Cristo, como se ha dicho anteriormente (q.68 a.5), satisfizo de modo suficiente por los pecados de todos los hombres. Por tanto, el que se bautiza queda libre de la pena que debería pagar por sus pecados, como si él mismo hubiese satisfecho de modo suficiente por todos ellos.

A las objeciones:
1. Al hacerse miembro de Cristo, la pena de la pasión de Cristo se le aplica al bautizado como si él mismo la hubiese sufrido. Por tanto, sus pecados quedan puestos en orden por la pena de la pasión de Cristo.

2. El agua no solamente limpia, sino que también refresca. Y así, el frescor significa la liberación de pagar la pena, como la ablución, la liberación de la culpa.

3. En las penas que están sometidas a la justicia humana, no sólo se tiene en cuenta el castigo que el hombre merece ante Dios, sino también las deudas contraídas con respecto a los hombres a quienes se ha dañado y escandalizado con el pecado de alguien. Por tanto, aunque el homicida quede liberado por el bautismo de pagar la pena con respecto a Dios, queda obligado todavía con respecto a los hombres, a los que es justo restituir con la pena, de la misma manera que antes se les lesionó con la culpa.


Muchas gracias por el post Néstor.

Dios le bendiga y ¡felices pascuas!

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Muchas gracias. El caso es que en el artículo siguiente a éste aclara que las penas temporales debidas al pecado original el Bautismo las borra solamente en la Resurrección de los justos, y no, por tanto, en esta vida.

Saludos cordiales y felices pascuas.
12/04/20 12:20 AM
  
Luis Fernando
Resulta que el Catecismo de San Pío X enseña lo que enseña. ¡Qué le voy a hacer!

Pero no solo ese Catecismo enseña que el Bautismo borra TODA pena. También lo hace el Catecismo Romano (Trento)

XLV. El bautismo no sólo perdona toda culpa, sino también toda pena.
332. No sólo nos perdona Dios por su benignidad en el Bautismo todos los pecados, sino también todas las penas debidas por ellos. (Catecismo Romano, PII, cap IV)

De hecho, esa es una de las cosas que le diferencia, y no poco, del sacramento de la Penitencia

LXVI. Por qué no nos perdona Dios por la Penitencia, enteramente como por el Bautismo.
586. Cuál sea la causa de que por el Sacramento de la Penitencia no se perdone toda la pena como por el Bautismo, esclarecidamente la explicó el Santo Concilio de Trento por estas palabras: ―El orden de la Justicia divina parece que requiere, que de una manera sean recibidos a la gracia los que pecaron por ignorancia antes del Bautismo, y de otra los que una vez ya libres de la servidumbre del pecado y del demonio, y recibido el don del Espíritu Santo, no temieron profanar sabiéndolo el templo de Dios, y entristecer el Espíritu Santo. Y a la divina clemencia corresponde también, que no se nos perdonen con facilidad los pecados sin alguna satisfacción, para que no tomemos de ahí ocasión de juzgarlos por cosa, leve, y no injuria y ofensa del Espíritu Santo caigamos en otros mayores, atesorando ira contra nosotros mismos para el día del justo juicio de Dios” (Catecismo Romano, PII, cap V)

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Dice Billuart en Summa Sancti Thomae, VI, Tractatus de Baptismo, dissert. IV, art. 1, pp. 332 – 333.

“Digo en tercer lugar, que por el Bautismo se remite toda pena debida a los pecados delante de Dios, no se quitan sin embargo las penalidades de la vida presente.

Pruebo la primera parte

1) por los Concilios. El decreto del Concilio de Florencia así lo define: “El efecto de este Sacramento (el Bautismo) es la remisión de toda culpa original y actual, y de toda pena que por la misma culpa se debe, por lo cual a los bautizados no se les debe exigir ninguna satisfacción por los pecados pasados; sino que si mueren antes de cometer alguna culpa, inmediatamente acceden al Reino de los Cielos y a la visión de Dios”. El Concilio de Trento definió que nada demora en los bautizados el ingreso al Cielo, y en la sesión 6, cap. 14, dice que en la Penitencia la pena “no se les perdona siempre toda, como se hace en el Bautismo”

(….)

La segunda parte no necesita prueba, pues consta por nuestra triste experiencia, pues estamos sujetos al hambre, la sed, las enfermedades, la muerte, la concupiscencia, etc.; no que el Bautismo no tenga fuerza para quitar estas penalidades, sino que por su virtud se quitan a los justos en la resurrección, cuando esto mortal se revista de inmortalidad, 1 Cor. 15. Es verdad que ahora no las quita, y esto por tres razones:

1º, porque por el Bautismo el hombre se incorpora a Cristo y se hace miembro suyo, como se ha dicho, y por tanto es conveniente que se haga el miembro incorporado lo que se ha hecho en la Cabeza; pero Cristo, aunque fue lleno de gracia, tuvo sin embargo un cuerpo pasible, que tras la Pasión y la muerte ha sido resucitado a la vida gloriosa: por lo que el cristiano, por más que consiga la gracia en el Bautismo en cuanto al alma, tiene sin embargo un cuerpo pasible, en el cual puede compartir los sufrimientos de Cristo, y sin embargo será resucitado a la vida impasible, por lo que dice el Apóstol en Rom. 8: El que resucitó a Jesucristo de entre los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por la inhabitación de su Espíritu en vosotros.

2º Esto es conveniente en orden al ejercicio espiritual, es decir, para que el hombre, luchando contra la concupiscencia y otras debilidades alcance la corona de la victoria.

3º También fue conveniente para que los hombres no fueran al Bautismo en busca de la impasibilidad en la vida presente, y no por la gloria en la vida eterna.

Estos defectos, aunque sean naturales y debiesen encontrarse en el estado de naturaleza pura, sin embargo se entienden como penalidades en este estado de naturaleza caída, porque como debido al don de integridad no estaban en el estado de inocencia, por el pecado de Adán sucedió que, perdido este don, estemos sujetos a ellos, y así se llaman penalidades, en el sentido como de penas por el pecado (quasi poena peccati).”

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Billuart nació en 1685, y el Catecismo Romano es de 1566, así que evidentemente lo que él dice no contradice a ese Catecismo, porque no hubiese podido publicarlo en la Orden de Predicadores en caso contrario. Además, comienza citando los Concilios de Florencia y de Trento, en los cuales, entre otras fuentes, se basa el mismo Catecismo Romano para decir que por el Bautismo se nos borra toda pena debida por el pecado.

Además, es evidente 1) que la muerte, por ejemplo, es pena temporal debida al pecado original 2) que no se quita por el Bautismo, en el sentido en que lo dicen Santo Tomás y Billuart: no se quita en esta vida, sino en la Resurrección.

El "todas las penas se borran" entonces, hay que entenderlo así: en esta vida o en la Resurrección.

Si decimos que en los bautizados la muerte no es pena por el pecado, sino, supongamos, una oportunidad que Dios nos da para asociarnos a la muerte de Cristo, contradecimos al Catecismo de la Iglesia Católica, que en el n. 1264 dice que es una consecuencia del pecado original.

"1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515)."

Además, ¿qué pasa con el bautizado que muere en pecado mortal? No podemos decir que Dios vuelve a sujetarlo a la pena temporal por el pecado original, porque ahora se trata de un pecado personal suyo. Y no podemos decir que en él la muerte es consecuencia del pecado personal, obviamente.

Saludos cordiales.
12/04/20 4:46 AM
  
Juan
¡Cuánta verborragia repetitiva en las vísperas de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo!!! Es noche de silencio, de adoración, de contemplación...Jesús ha resucitado y esa gloria es el principal fundamento de nuestra fe...Demos paso al silencio

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Es una pena que Ud. haya debido romper el suyo. Le invito a recuperarlo.

Felices Pascuas!!
12/04/20 4:57 AM
  
Palas Atenea
Los que vieron la Crucifixión sacaron conclusiones varias: unos se convirtieron y otros no. A la vista de la pandemia yo también puedo pensar que esta pandemia se está cebando con Europa, y ahora también con los EE.UU, que son los lugares de apostasía generalizada y sacar las conclusiones que quiera porque estas conclusiones no están prohibidas por la Iglesia, lo mismo que el asunto de las Apariciones de la Virgen. Si a nadie le obligan a creer en las Apariciones tampoco te obligan a decir lo que tienes que pensar sobre la pandemia. Y yo pienso que la pandemia está presente entre los apóstatas, no entre los paganos, y puedo pensar eso sin caer en herejía ninguna. No es dogma de fe pensar que esto sea aleatorio o producto del azar, si yo pienso que es un aviso llamando a la conversión puedo interpretarlo así.

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Es un caso típico para el discernimiento. Una cosa es la cuestión de derecho, o doctrinal, si Dios puede castigar y castiga, y ahí la respuesta es indudablemente afirmativa, en la doctrina católica.

Otra cosa es la cuestión de hecho, si lo que actualmente se vive con este virus es un castigo divino o no.

Y eso es cuestión de discernimiento.

El discernimiento se hace por signos externos, porque ni nosotros podemos ni la Iglesia puede juzgar el interior de las personas.

Y en ese plano, no hay nada de raro en preguntarse, por un lado, si la humanidad y la eclesialidad (digo la eclesialidad porque la Iglesia es Santa y como tal no es nunca merecedora de ningún castigo, y entiendo por "eclesialidad" el catolicismo actual, especialmente buena parte de la Jerarquía) son o no son merecedoras de castigo.

Una respuesta afirmativa no va contra la Misericordia divina, al contrario, la Misericordia supone esa respuesta afirmativa, porque no se puede perdonar donde no hay pecado, ni se merece, por tanto, castigo alguno.

¿Y cómo no dar una respuesta afirmativa, hoy día? Alcanza con parpadear un poco sobre las noticias de los últimos años.

La segunda pregunta es si en el caso de que Dios hubiese querido castigar, la presente plaga hubiese sido un instrumento idóneo para ello.

Obviamente que sí, ¿no?

Entonces, seguro que no se alcanza una certeza metafísica, pero es que en las cuestiones de discernimiento en casos concretos siempre es así.

El sacerdote que niega la comunión al pecador público, por ejemplo, procede exactamente de la misma manera. No tiene teléfono directo con Dios ni tiene la máquina de leer corazones. Se basa en lo que puede y debe basarse: los signos externos.

Porque se asume que normalmente las personas hacen a sabiendas y voluntariamente lo que hacen.

Una opción es decir que "a lo mejor Dios quiere decirnos algo" y dejarlo ahí, en un agnosticismo reverente. Pero entonces no nos va a llegar ningún mensaje de Dios. Y como dije, no tiene sentido esperar a que aparezca el teléfono directo.

Es casi una situación parecida a aquel chiste que dice que la Ilíada y la Odisea no fueron escritas por Homero, sino por otro griego que se llamaba Homero como él.

Es decir, suponiendo que esto no es un castigo, si hubiese sido un castigo ¿en qué habría sido distinto?

En todo caso, sostener que es un castigo divino no es ningún disparate.

Porque además, tampoco quiere decir que lo único que hace Dios hoy día sea castigarnos. Santo Tomás enseña, apoyado en el pasaje de la Escritura que dice que en todas las obras del Señor hay misericordia y verdad, e interpretando la "verdad" ahí como "justicia", que en todas las obras del Señor hay misericordia y justicia.

No quiere decir, entonces, que Dios haya dejado de amarnos y de buscar nuestro bien.

¿No estamos acaso, a pesar de todo, celebrando la Resurrección del Señor?

Saludos cordiales.

12/04/20 1:26 PM
  
Jordi
Todo lo que usted dice, se lo refutarán así:

1. Que no habían grabadoras, ni estaba el You Tube romano, asirio, babilónico...

2. Que era un hecho cultural del territorio mediterráneo y oriental esta creencia en la Ira de los Dioses

3. Que todo es simbólico, metafórico, como el demonio, los ángeles, los milagros, los castigos divinos, las revelaciones divinas...

4. Que el castigo es un acto natural (epidemia, terremoto, guerra) que es un hecho estadístico posible y razonablemente probable

5. Que la lex parsimoniae o la navaja de Ockham dice que en igualdad de condiciones, se ha de escoger la explicación más razonable: todo tiene explicación natural, no sobrenatural o preternatural

6. Que toda la Biblia es un género literario que explica cuentos judíos con finalidad catequética, destinados a una gente con mentalidad infantil

7. Que los redactores de la Biblia eran unos camelleros ignorantes, analfabetos, incultos y precientíficos, llenos de supersticiones orientales

8. Que todo es una conspiración de los sacerdotes judíos para tener el poder

9. Que el castigo de Dios es una copia adaptada a una divinidad monoteista propio de las religiones mediterráneas y orientales que circundaban a los judíos en su emigración: Babilonia, Asiria, Egipto, cananeos...

10. Aún aceptando que hay un hipotético castigo de Dios, esto es imposible, porque Dios es Amor y nunca castiga: ni en la tierra a los malos, ni en el cielo con el infierno eterno

11. Que usted carece de conocimientos científicos, bíblicos y teológicos, y que por lo tanto, desconoce los últimos descubrimientos científicos y teológicos: la Biblia es simbólica, y es una superstición anticientífica de analfabetos ignorantes del Oriente Próximo

12. Que Dios toleró que lo describieran como un ser furioso, airado, vengativo y sangriento por razones culturales, porque convenía y era oportuno para que el pueblo tuviera una moral pública según el estado de la ciencia de la época, pero que ahora ha habido una Tercera Revelación de Dios a través de la ciencia y las nuevas teología y biblística: todo es símbólico, es un cuento midrásico, son elucubraciones precientíficas de ignorantes, incultos y supersticiosos...

.....

Ni que resucite un muerto, ni que vengan 150 castigos de Dios al mismo tiempo, eliminando la probabilidad de que acaezcan sincrónicamente a 0, nunca jamás se creerán que es un castigo de Dios. Es más, encima de que le refutarán con los 12 puntos anteriores, le insultarán, y según como estén de humor, le perseguirán por incitar con bulos anticientíficos a la alarma pública y a la sedición antidemocrática...

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Es posible, sí.

Con todo, la "lex parsimoniae" es distinta según que la aplica un creyente o un ateo.

En el caso del creyente, hay que buscar la forma más económica de explicar que Dios permita una plaga como ésta.

En ese sentido, es más económico decir que es un justo castigo por nuestras culpas, que decir que Dios primero ha decidido no tener en cuenta nuestras culpas, y luego ha decidido permitir esta peste por alguna otra razón.

Santo Tomás y Ockham están de acuerdo en que no hay que multiplicar los entes sin necesidad, la diferencia entre ambos es acerca de cuáles y cuántos entes son realmente necesarios.

Y ojo, en las circunstancias concretas actuales. Ahí se podría aplicar tal vez el teorema de Bayes: un hecho poco probable hace probable una hipótesis poco probable de la que ese hecho se sigue naturalmente o con mucha probabilidad.

Por ejemplo, si veo a mi vecino que el día que se celebra el sorteo de la lotería, a la hora del sorteo, cuando ha salido el número principal, sale a la calle saltando y gritando y abrazando a todo el mundo, ahí tengo una hipótesis poco probable: que mi vecino saque la lotería; un hecho poco probable: que salga a la calle a hacer todas esas cosas, y una vinculación altamente probable entre los dos: que si se verifica la hipótesis, él haga esas cosas. Concluyo que es altamente probable que mi vecino haya sacado la lotería.

En nuestro caso, tenemos una hipótesis que, supongamos, es improbable: que Dios haya querido castigarnos en este momento particular de la historia. Tenemos otro hecho improbable (muy improbable): la plaga actual, de dimensiones planetarias, y el paro planetario consiguiente.

Tenemos la conexión entre esa hipótesis y ese hecho, en las circunstancias actuales de la humanidad y del catolicismo, que son de escandalosa desobediencia a la ley de Dios: una conexión de alta probabilidad entre la hipótesis de que Dios haya querido castigarnos y el hecho de esta peste.

Por supuesto, en esa hipótesis Dios podría haber elegido entre muchas formas posibles de castigarnos, pero alguna tenía que elegir.

Por tanto, la hipótesis del castigo divino se hace bastante probable.

Saludos cordiales.
12/04/20 2:05 PM
  
Néstor
Y si se dice que en las circunstancias actuales la hipótesis del castigo divino es bastante probable, y no poco probable, como hemos supuesto, eso aumenta la probabilidad de que efectivamente haya habido un castigo divino.

La fórmula de Bayes dice que P (A/B) = (P (B/A) x P (A)) / P (B), donde A es la hipótesis (en nuestro caso, el castigo), B es el hecho improbable (en nuestro caso, la plaga del virus), y A/B es la probabilidad de la hipótesis, dado el hecho, mientras que B/A es la probabilidad del hecho, supuesta la hipótesis.

Por tanto, si en las tristes y escandalosas situaciones actuales de la humanidad y de la Iglesia la probabilidad de A es alta, entonces eso aumenta el valor del numerador del quebrado, y por tanto, la probabilidad de A en la hipótesis de B.

Saludos cordiales.
12/04/20 3:55 PM
  
Feri del Carpio Marek
¿Qué es lo que se afirma cuando se dice que es probable que haya sido un castigo? Pregunto, porque todo mal que sufrimos, es castigo por el pecado original y nuestros pecados personales, como bien lo recordó Bruno en un artículo reciente:

«Algunos clérigos desorientados se preguntan si la epidemia del coronavirus es un castigo, una pregunta que habría asombrado a cualquier predicador de los primeros dieciocho siglos de la Iglesia, por lo menos. ¡Claro que es un castigo! Como enseña la doctrina cristiana más básica, todo el mal que sufrimos es consecuencia y castigo del pecado original y de los pecados posteriores. El Señor castiga a los que ama, como el padre a su hijo preferido.»

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El hecho es que Billuart, por ejemplo, admite que no todo sufrimiento de esta vida es simplemente hablando castigo por el pecado, y hace referencia a dos proposiciones condenadas por la Iglesia, una de Bayo y otra de Quesnel, que lo afirman.

Proposición condenada de Bayo (Bula Ex omnibus afflictionibus, de 1º de octubre de 1667):

72. Las aflicciones de los justos son todas absolutamente venganza de sus pecados; de aquí que lo que sufrieron Job y los mártires, a causa de sus pecados lo sufrieron.

Proposición condenada de Quesnel (Constitución dogmática Unigenitus, de 8 de septiembre de 1713):

70. Dios no aflige nunca a los inocentes, y las aflicciones sirven siempre o para castigar el pecado o para purificar al pecador.

Billuart distingue entre castigo "simpliciter" y castigo "secundum quid", y dice que el primero es solamente el que se aplica a alguien por sus propios pecados personales. No lo dice, pero se deduce, que para él el castigo por el pecado original es castigo "secundum quid".

Sostiene por tanto, que a veces hay males que no son castigos "simpliciter", sino que pueden ser por ejemplo ocasiones para crecer en la virtud, dar ejemplo a los demás, ganar méritos, o dar gloria a Dios.

Por tanto, si hablamos de castigo "simpliciter", tenemos que mirar a los pecados personales.

Y eso va a depender, entonces, de la mayor o menor cantidad y gravedad de pecados personales que haya en una época dada.

Según lo que dice Billuart, es posible que una plaga como la actual cayese sobre una humanidad y una Iglesia de santos, en la cual no sería castigo "simpliciter".

O una humanidad y una Iglesia en la cual la cantidad y gravedad de pecados personales no fuese la suficiente como para pensar en un castigo "simpliciter".

Pero es cierto que si miramos la situación actual del mundo y de la Iglesia, no parece quedar probabilidad alguna de que no se trate de un castigo "simpliciter".

Porque incluso en la hipótesis según la cual Dios primero determina no tener en cuenta nuestros pecados y luego determina permitir la plaga por alguna otra de las razones mencionadas, el hecho es que para que Dios perdone el pecado en una persona dada, digamos un adulto para no complicar las cosas, hace falta el arrepentimiento, y exteriormente visto, no parece haber mucho de eso hoy día.

Todo eso sería llevaría a decir que la probabilidad de que sí sea un castigo es igual a 1, o al menos, se acerca mucho a 1.

Lo que pasa, creo, es que muchos confunden la probabilidad antecedente del castigo, es decir, cuando hay todo el pecado que se quiera, pero aún no ha pasado nada especialmente calamitoso, con la probabilidad consecuente del mismo, es decir, cuando además nos cae encima una como la de ahora.

En el primer caso todavía queda la posibilidad de que la paciencia de Dios siga dejando correr las cosas, pero en el segundo ya no tiene sentido apelar a esa posibilidad.

Saludos cordiales.
12/04/20 4:21 PM
  
Palas Atenea
"7. Que los redactores de la Biblia eran unos camelleros ignorantes, analfabetos, incultos y precientíficos, llenos de supersticiones orientales", dice Jordi entre otras cosas.
Y, claro, no hay que leer el AT, y si no lo leo me ahorraré saber que Moisés y Arón, a pesar de sus numerosos méritos y de su fidelidad a Dios, fueron castigados a morir antes de entrar en la Tierra Prometida por la rebelión de las aguas de Meriba que ellos no habían promovido (Números: 20, 1-13) y así no tengo que hacer ninguna revisión de mis propios pecados, mayores que los de ellos.
Y esto encaja con: "10. Aún aceptando que hay un hipotético castigo de Dios, esto es imposible, porque Dios es Amor y nunca castiga: ni en la tierra a los malos, ni en el cielo con el infierno eterno".
Alguno caerá en la Gehenna negando la mayor cuando El Hijo de Dios vuelva como afirmamos creer al rezar el Credo.

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Es curioso, en efecto, después de tanto insistir con que había que saber leer los signos de los tiempos.

Además, no leer el AT tampoco serviría de nada, habría que dejar de leer también el NT, que ocupa la mayor parte del "post" que estamos comentando.

Saludos cordiales.
12/04/20 4:33 PM
  
Daniel Argentina
Se que no es exactamente el tema, pero me gustaría aterrizar esto a la actual pandemia. Se lo pregunte a LFPB en su twitter, asi que me transcribo.
Ando a las vueltas con esto y me gustaría me ayudes a aclararme.
Dios castiga, cierto. Pero NO SIEMPRE EN ESTA VIDA.
Pero, en este caso concreto, ¿quien decide si fue un castigo, o simplemente como dijo NSJC, Dios hace llover sobre justos y pecadores? Y, si es un castigo ¿como saber por qué?
Frente a eso yo pensaba que tal vez, por lo menos a nivel personal e individual, uno puede tratar de verle el lado de correctivo (por ejemplo, tb en mi caso, el apego a lo material y a hacer planes y agendas) y a su vez el lado de regalo. ¿Pero a nivel sociedad? Y para peor, ahora andan todos dando vueltas conque somos un cáncer para la Naturaleza (con mayúscula)
Pero no se si esto esta bien ni llegar mas alla.

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Hay que hacer algunas distinciones. Están ante todo los justos, que son los que están en gracia de Dios, y los pecadores, que son los que no.

Todavía respecto de los justos hay que distinguir el caso de los que han satisfecho toda la pena temporal debida a sus pecados anteriores, ya confesados, y los que no.

Porque las indulgencias existen precisamente porque con una confesión bien hecha se borra la culpa y la pena eterna, pero no necesariamente la pena temporal, que puede quedar para ser pagada en esta vida, precisamente con los sufrimientos propios de la misma, o en la otra, en el Purgatorio.

Las indulgencias, en la Iglesia, están precisamente para obtener el perdón de esas penas temporales, para sí mismo o para otros.

Y además hay que distinguir el castigo que simplemente busca restablecer el orden de la justicia, aplicando una pena proporcional al pecado cometido, y el castigo medicinal, que busca además la conversión del pecador. Al menos las penas del infierno son castigo solamente en el primer sentido, y se puede admitir, pienso, que todos los castigos de esta vida entran en ambos casilleros.

Igualmente hay que distinguir los sufrimientos que son castigos y los que no lo son, según la doctrina católica que aparece en la condena de esas dos proposiciones de Bayo y Quesnel que decían que todo sufrimiento de esta vida es castigo por el pecado.

Según todo eso, tres personas distintas pueden sufrir una misma peste por tres o más razones distintas. Una de ellas es un pecador que aún no se ha arrepentido de su pecado ni lo ha confesado, es decir, no está en gracia de Dios. Ése sufre un castigo simplemente hablando, castigo temporal, que también tiene un aspecto medicinal, buscando su conversión.

Otro es un bautizado en estado de gracia, que aún no ha satisfecho toda la pena temporal debida por sus pecados pasados, ya confesados. Ése también sufre un castigo temporal "simpliciter", pero además, se puede pensar que al mismo tiempo pasa por una prueba destinada a aumentar sus méritos y crecer en las virtudes, servir de ejemplo a los demás, etc.

Otro es un bautizado que está en gracia de Dios y además ha satisfecho ya por toda la pena temporal debida a sus pecados pasados. Ése no es castigado "simpliciter", al menos, en tanto individuo particular, sino que simplemente sufre una prueba en el sentido ya dicho.

(Y todavía aquí estamos dejando de lado la pena debida a los pecados veniales, que todos cometemos diariamente, con la única excepción de Nuestro Señor Jesucristo y su Madre Santísima, y que en todo caso reconocemos que es menor que la que se debe al pecado mortal)

Porque después está la consideración colectiva, social, que es innegable que de algún modo está en la Escritura, empezando por el mismo pecado original, y siguiendo por la redención de todos en Jesucristo.

Como digo en otros comentarios, durante los exilios de Israel en el Antiguo Testamento, que eran castigos por el pecado del pueblo, especialmente la idolatría, fueron exiliados también, según los presenta la Palabra de Dios, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Tobías, Esther y Mardoqueo, todos justos delante de Dios.

Por ese lado, lo no es castigo "simpliciter" para alguien considerado como individuo, puede serlo para esa misma persona considerada como miembro de la sociedad, al menos en cuanto a cierta participación en el castigo, como le sucedió al profeta Ezequiel, que fue deportado a Babilonia junto con el pueblo, aunque es cierto que Dios lo preservó de males mayores, como hizo con todos aquellos que finalmente volvieron, el resto de Israel, y que además tuvieron tiempo de arrepentirse y hacer penitencia en el exilio.

Podemos de todos modos preguntarnos si en el caso de Ezequiel hubo algún castigo "simpliciter", incluso como miembro de la colectividad judía, o solamente una prueba, pero en todo caso eso sólo nos mostraría que cuando Dios castiga a un pueblo no es necesario que castigue a todos sus integrantes, aún cuando todos compartan el mismo sufrimiento.

En cuanto a lo que estamos viviendo ahora, el hecho es que tenemos dos grandes fenómenos, inauditos ambos, que puestos en relación, hacen pensar fuertemente en un castigo divino. Uno de ellos es el inaudito predominio del mal tanto en el mundo como en el catolicismo en los últimos tiempos. Y el otro es la inaudita extensión de un virus que lleva además a un paralizamiento planetario que afecta a la Iglesia misma.

Y en cuanto eso de que somos un cáncer para la naturaleza es una solemne imbecilidad propagada interesadamente por algunos genocidas o aspirantes a genocidas que quieren justificar el control de la población mundial.

Por otra parte, eso de que Dios hace llover igualmente sobre justos y pecadores, si se lo entiende en el sentido de que no hay una razón para ello, y hablando de esta catástrofe actual, no parece compatible con la Bondad y Sabiduría de Dios, porque se trataría de un mal gratuitamente infligido.

Es cierto que Dios es Dueño absoluto de sus creaturas y puede hacer con ellas lo que quiera, "de potentia absoluta", o sea, mirando solamente a su Poder y a su Soberanía sobre lo creado, pero no parece audacia excesiva decir que "de potentia ordinata", o sea, mirando además a su Sabiduría, Justicia y Bondad, todo mal que sufre la creatura racional es o pena por el pecado, o prueba para aumentar las virtudes o méritos de los justos, y demás cosas por el estilo, es decir, que tienen algún tipo de razón o causa en la creatura misma y en definitiva, en el mal uso de su libertad, porque hasta las pruebas por las que pasan los justos en esta vida son de algún modo consecuencia del pecado original, ya que sin él no habrían sido de hecho posibles.

Saludos cordiales.
12/04/20 6:10 PM
  
Feri del Carpio Marek
Excelente esa distinción entre castigo "simpliciter" y castigo "secundum quid". Como siempre, las distinciones católicas son las que resuelven las dificultades. Me quedan dos observaciones para hacer:

1.- Aún en la concepción del castigo "simpliciter", un mismo castigo (p. ej. una peste) Dios no tiene por qué aplicarla a todos por un mismo pecado personal, sino a cada quien por los pecados que él haya cometido: al abortista por el aborto, al comunista o masón por su apoyo a instituciones anti-cristianas, al fornicario por su fornicación, al que adora a la pachamama por su idolatría, etc. ¿Es justo que todos sufran el mismo castigo a pesar de tener pecados diferentes? Si tenemos en cuenta que hasta el pecado "más venial" ya es una ofensa infinita, porque Dios es la bondad y santidad infinita, pues hay que concluir que cualquier castigo es justo, y aún se queda corto, Dios misericordioso le hace pagar a Su Hijo Único lo que les falta a nuestros castigos para reparar las ofensas cometidas. Y por esa misma misericordia, tampoco nos deja impunes (simplemente haciendo pagar las culpas a Cristo) para que no nos extraviemos, sino que crezcamos en el camino del amor.

2.- En el castigo "secundum quid", además del pecado original, pueden entrar los pecados personales de otros, y que Dios pida a los inocentes que ofrezcan el dolor sufrido para satisfacer las ofensas por los abortos cometidos, o por los sacrilegios eucarísticos, o por la "pandemia" de la pornografía, etc. como corredentores, según nos da el ejemplo San Pablo cuando dice a los colosenses que se alegra de poder sufrir por ellos, y completar así en su carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.

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Respecto de lo primero, queda a la Voluntad de Dios determinar con cuánto va a castigar, si castiga, a cada pecado. Por ejemplo, Santo Tomás enseña que Dios por lo general castiga menos de lo que debería.

No hay que olvidar que Dios no está obligado tampoco a castigar, solamente tiene el derecho de hacerlo. No está obligado, obviamente, porque puede perdonar, y perdona.

Y por tanto, tampoco está obligado a castigar más o menos.

En cuanto a lo segundo, pienso que Billuart diría que en el caso de esos justos el mismo mal no es un castigo "simpliciter".

Saludos cordiales.
12/04/20 6:38 PM
  
Néstor
Una observación lateral que me parece interesante es que el famoso principio o navaja de Ockham en realidad es una tautología, una trivialidad. "No hay que poner más factores explicativos que los necesarios". Vaya novedad ¿para qué queremos los factores explicativos que no son necesarios?

O sea, ¿para qué son necesarios los que no son necesarios? Uno puede pensar que con la actual internación domiciliaria forzosa alguien podría estar tan aburrido que dedicase su tiempo a inventar factores explicativos adicionales para algo, pero es que entonces serían necesarios para no aburrirse.

Lo que sí es imposible es derivar de semejante trivialidad el nominalismo o el materialismo o el naturalismo. Porque queda en pie, sin tocar, la cuestión realmente importante ¿cuántos y cuáles factores explicativos son necesarios, de cara a la realidad en que vivimos? Y eso no se responde advirtiendo contra el peligro de afirmar alguno que no sea necesario.

Por ejemplo, el desacuerdo entre Ockham y Santo Tomás no está en que Santo Tomás era partidario ferviente de las explicaciones innecesarias, sino en que Santo Tomás consideraba necesaria, como factor explicativo de la realidad, la esencia de las cosas, y Ockham no.

Ahora bien, se puede ser ockhamista, y se puede pensar que las esencias no son necesarias, pero no se puede apoyar eso en el principio de economía o "navaja" de Ockham.

Porque eso equivaldria a decir que las esencias no son necesarias como factores explicativos, porque no hay que poner factores explicativos que no sean necesarios, y...las esencias no son necesarias como factores explicativos...

Saludos cordiales.
12/04/20 9:22 PM
  
Manu militari
"Santo Tomás consideraba necesaria, como factor explicativo de la realidad, la esencia de las cosas"

Claro Néstor, el problema aparece cuando la "esencia" de las cosas se inventa o se vincula a planes sobrenaturales. El ser humano lleva muy mal aceptar que hay cosas que son como son y no pueden ser de otra manera simplemente por los procesos naturales y las leyes físicas que los rigen. Ante la incertidumbre que provoca en algunos lo anterior, hay quienes optan por estudiar su mecánica y ver hasta donde nos sea posible si podemos explicarlo. Pero también los hay que prefieren el camino fácil, el recurso a la fantasía, el inventarse respuestas que encajen en lo que deseamos que sea. Esa es la verdadera diferencia.
Tomás intenta, con muy poco exito para llegar a quien no esté previamente convencido, buscar argumentos que justifiquen, no que expliquen, que no lo hacen, lo que el cree por fe, y desde ahí se lanza a especular sin freno. Lo hace bien, hay que reconocerlo, pero no deja de ser lo que es: especulación y respuestas ad hoc a preguntas aún más ad hoc, para concluir lo que ya decidió antes de empezar que quería concluir.
Justo lo contrario a lo que hace la ciencia y el conocimiento real.

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Justamente, el hecho de que haya cosas en la naturaleza que no pueden ser de otro modo de como son y el hecho mismo de que existan leyes naturales es prueba de que existen esencias o naturalezas de las cosas.

No es todo un revoltijo de partículas que tampoco tienen ellas ninguna identidad estable ni permanente.

Las leyes naturales dependen de la esencia de las cosas. El fuego tiene un comportamiento acorde con su naturaleza, lo mismo el agua, etc. Y las interacciones entre esos diversos entes naturales también dependen de la naturaleza de cada uno de ellos y están, en ese sentido, predeterminadas en esas naturalezas o esencias.

Todos los casos concretos de "fuego" son tales porque realizan en forma concreta e individual la misma y única naturaleza del fuego.

Eso es lo que Ockham negaba. Para él sólo existía lo individual como tal, y no había nada realmente común a dos realidades cualesquiera. Ése es el fondo del "nominalismo" de Ockham. Si llamamos "fuego" a todos los casos de fuego que se dan en nuestra experiencia, eso en el fondo no es más que un cartel que ponemos nosotros, por comodidad, sobre un conjunto de hechos que en realidad no tienen nada que ver entre sí.

En un universo así, la única forma de explicar el orden y la regularidad de la naturaleza es apelando continuamente a la Voluntad de Dios. El fuego quema porque Dios quiere que queme, y mientas quiere, y no por otra razón. Por eso en Ockham el nominalismo va unido a un voluntarismo teológico que recuerda a veces las formas más ortodoxas de la teología musulmana.

En una versión atea de ese mundo, simplemente no hay explicación de la existencia de las leyes naturales. A veces parece que se las imaginase como entidades dotadas de acción y causalidad propia, siguiendo la natural necesidad de la mente humana de conocer las causas de los eventos.

De hecho, el mecanicismo es una consecuencia del nominalismo de Ockham. Si no hay esencias, entonces las cosas son meros agregados de partículas. Un gato no es un gato, sino una especie de asamblea de átomos o moléculas. No es un ente (contra lo que nos muestra la experiencia cotidiana) sino un conjunto de entes. No tiene unidad sustancial, sino solamente accidental, como un cuadro de fútbol.

En el tomismo no es así, porque ante todo es Voluntad de Dios que cada cosa creada tenga su propia esencia o naturaleza finita, creada, y que por tanto actúe y opere según lo que se deriva de esa esencia o naturaleza. Es cierto que la Voluntad de Dios conserva en la existencia a todo ese mundo, y que Dios es la Causa Primera de todos los cambios que se dan en ese mundo, pero las creaturas también actúan como causas segundas, cada una según la naturaleza o esencia que la constituye y por tanto, siguiendo el orden natural que de ello se deriva, sin que ello quite al Creador la libertad de actuar sobre su creación por fuera de ese mismo orden natural cuando lo entienda oportuno.

Saludos cordiales.
13/04/20 10:09 AM
  
sofía
Sin embargo a mí me parece que no solo actuamos como causas segundas, también actuamos contra la voluntad de Dios, porque Él lo permite.
Dios no quiere que hagamos el mal, no quiere que pequemos, pero nos permite actuar según nuestro libre albedrío aun cuando no sigamos su voluntad positiva o normativa.
Se podría considerar que igualmente que permite la libertad humana permite la autonomía de la naturaleza y que no quiere propiamente el mal físico sino que lo permite porque del mal puede sacar un bien mayor.
Puede actuar fuera de ese orden natural, desde luego, aunque no es lo normal - no existiría la normalidad si se dedicara a intervenir constantemente. Ese orden natural puede haber sido querido por Dios con autonomía igual que quiere a los seres humanos con libertad, aunque Dios guíe al final todo el proceso sacando bien del mal.
No sé si se entiende lo que quiero decir. A lo mejor, no.
Saludos cordiales

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Sin la acción constante de Dios, la creatura ni existe, ni actúa. Dios conserva en el ser lo creado, y mueve a la acción a toda creatura, siempre. Ésa es la normalidad, en un mundo creado por Dios, porque no se trata de la intervención divina sobrenatural o milagrosa, sino del necesario concurso ordinario de Dios con la naturaleza creada.

Cuando se cree en Dios no se puede simplemente agregar la idea de Dios a la idea atea del mundo. El mundo mismo es distinto para el creyente y para el no creyente.

En efecto, lo que no existe sino en dependencia de una Causa Primera, tampoco actúa sino en dependencia de esa misma Causa Primera, porque el obrar sigue al ser.

Toda operación de la creatura, además, implica un pasaje de potencia a acto, pues antes puede obrar, y luego obra. Pero la potencia no puede darse a sí misma el acto del que carece, porque no se da lo que no se tiene y lo inferior no es causa suficiente de lo superior.

Por tanto, toda operación de la creatura depende de una causa en acto, y si la operación de esta causa a su vez depende de otra causa, al final habrá que llegar a una Causa Primera, porque de lo contrario se retrocedería al infinito y quedaría sin explicar aquel primer pasaje de potencia a acto

En el acto del pecado, hay que distinguir lo que tiene de acto, ser, y por tanto, bien, y lo que tiene de pecado, que es una privación de la recta ordenación según la ley divina, y por tanto, un no ser.

Lo que el acto de pecado tiene de acto, ser y bien, tiene a Dios como Causa primera, como no puede ser de otro modo, y bajo ese aspecto, Dios lo quiere directamente, y el pecador actúa como causa segunda.

Lo que ese acto de pecado tiene de mal, que es esa privación, no tiene a Dios como Causa Primera, porque no es un ser, sino un no ser, y no es querido, sino permitido, solamente, por Dios.

Bajo este aspecto solamente el pecador no es causa segunda, y solamente en tanto que peca la creatura es totalmente autónoma, porque para una creatura la autonomía absoluta no es un bien, pues llevaría consigo la aniquilación, como si la pared iluminada se independizara totalmente de la lámpara que la ilumina, cesaría la iluminación.

En cuanto a la naturaleza irracional, ni siquiera tiene libre albedrío, precisamente porque no tiene naturaleza racional, y por tanto, tampoco inteligencia ni voluntad.

En ese plano no existen las permisiones divinas, sino sólo el querer divino directo, si se trata de bienes, o indirecto, si se trata de males.

Porque es cierto que Dios quiere directamente bienes naturales que conllevan necesariamente ciertos males, de lo que se sigue que Dios quiere a estos últimos indirectamente.

Por ejemplo, querer directamente la alimentación de los carnívoros es querer indirectamente la muerte de los herbívoros, y no sólo permitirla, porque va necesariamente unida al concepto mismo de aquello que Dios quiere directamente en ese caso.

Y en la naturaleza no se producen males que no sean consecuencia de ciertos bienes, según el dicho escolástico: "generatio unius, corruptio alterius", la generación de una cosa es la corrupción de otra.

Saludos cordiales.
14/04/20 5:24 PM
  
Manu militari
"Justamente, el hecho de que haya cosas en la naturaleza que no pueden ser de otro modo de como son y el hecho mismo de que existan leyes naturales es prueba de que existen esencias o naturalezas de las cosas."

En eso estamos de acuerdo, la diferencia es que para usted "detras" de las leyes naturales y esas "esencias" hay una voluntad, un plan, y para mi no.
La Naturaleza nos ofrece numerosos ejemplos de procesos estocásticos que son inevitables y no tienen la habitual relación causa/efecto que acostumbramos a encontrarnos en la vida cotidiana.
Si lo aleatorio es permitido por Dios debe quedar, por definición, fuera de su control, o no serìa aleatorio, por tanto, entre que Dios lo permita o que sea un fenómeno natural sin ninguna relación con divinidades y seres sobrenaturales, no hay ninguna diferencia, salvo que la especulación "divina" no aporta más información ni conocimiento, solamente añade complejidad y más interrogantes sin respuesta.
En cuanto a lo que usted llama "esencia" o "naturaleza" de las cosas, mezcla usted conceptos de una forma bastante curiosa, pero muy poco cientìfica.
Le aconsejarìa que estudie usted algo sobre alotropìa, autoorganización y algún tema más que puede serle útil, quizás descubra que lo que usted llama "esencia", "naturaleza", enfocando a una divinidad que la otorga por su voluntad, es sencillamente un proceso natural sin plan ni propósito. Pero el primer paso para comprender eso sería dejar de preguntarse por el "para qué" y centrarse en el "por qué" y el "cómo" que son las preguntas correctas y para las que podemos esperar encontrar respuestas reales y no meras especulaciones y fantasías.

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En realidad, sin la finalidad o "para qué" no se podría hablar tampoco del azar, porque el azar es justamente la falta de finalidad. Como dice Santo Tomás citando a Aristóteles: "casus nihil aliud est quam natura agens praeter intentionem, ut in 2 Physic. dicitur", es decir, el azar no sino la naturaleza actuando más allá de la intención, es decir, de la finalidad.

Y por eso es que al azar le oponemos el propósito o designio.

Por eso distinguimos si en un choque automovilístico, por ejemplo, hubo intención o no de que ocurriese, en el segundo caso, decimos que sucedió por azar o casualidad o también, por accidente.

No es posible entonces que no haya finalidad en la naturaleza, porque entonces todo sería en ella por azar, ahora bien, no es así, puesto que existen las leyes naturales, y nadie dice que lo que sucede en virtud de una ley natural sea por azar.

La explicación que da Aristóteles del azar es que es el encuentro carente de finalidad de dos o más series naturales de eventos, que tienen cada una su propia finalidad.

Decir "ley" y decir "finalidad" es lo mismo, porque la "ley natural" significa que los eventos naturales están predeterminados antes de que sucedan, y eso quiere decir que su acontecer se ordenan a alcanzar cierto término predeterminado, que es el fin.

Por ejemplo, la digestión es un hecho natural, de acuerdo por tanto con las leyes de la naturaleza, y eso quiere decir que desde que comienza, todo lo que sucede en ella va cumpliendo las etapas de un cierto esquema o pauta preexistente que desemboca en un resultado determinado.

Y es que si el agente no actuase de acuerdo a un objetivo predefinido, simplemente no actuaría, porque toda acción tiene un término específico y determinado: la acción de quemar, secar, humedecer, y como el término es lo que especifica a la acción y la define, no puede ser que la acción lo tenga recién cuando termina de ejercerse.

No alcanza con hablar del "resultado", porque el mero resultado podría ser cualquier cosa, justamente, el "resultado" podría ser azaroso, y no es ése el caso en los eventos que siguen una ley natural.

Por eso enseñan Aristóteles y la Escolástica toda que "omne agens agit propter finem", todo agente obra por un fin, sea o no un agente inteligente.

Obviamente, no hace falta que lo que actúa siguiendo cierta finalidad sea inteligente y consciente y se proponga él mismo esa finalidad. En una computadora, por ejemplo, todo está dispuesto según una cierta finalidad y la máquina funciona en vista de esos fines, claro que no es una "vista" suya, sino nuestra.

Entonces, si un tigre se encuentra en un claro de la selva con un ciervo, eso puede ser por azar, en el sentido de que ninguno de los dos buscaba ese encuentro, ni hay tampoco una ley natural que lo predetermine, pero cada uno de esos animales actuó de acuerdo con las leyes naturales para llegar hasta ese punto.

Ahora bien, para Dios no puede haber azar alguno, porque nada escapa al control de la Inteligencia y la Voluntad divinas, y todo entra de un modo u otro, por volición o permisión, en la finalidad propia del Plan divino.

El azar, entonces, es algo que existe solamente en relación a las causas segundas, no en relación a la Causa Primera.

Saludos cordiales.
14/04/20 11:19 PM
  
Manu militari
"En realidad, sin la finalidad o "para qué" no se podría hablar tampoco del azar, porque el azar es justamente la falta de finalidad."

Eso es falso, usted utiliza el "para qué" donde debería aplicarse el "por qué". Que algo tenga una causa explicable, un "por qué", no significa que también deba tener una finalidad, un "para qué", eso se lo saca usted de la chistera sin más.

"No es posible entonces que no haya finalidad en la naturaleza, porque entonces todo sería en ella por azar..."

Doble falsedad, es no solo posible teóricamente, que es, por lo que parece, el único mundo en el que usted se mueve con algo de seguridad, el de las teorías y recreaciones mentales, es que sabemos empíricamente que no hay finalidad en la Naturaleza, además, que haya procesos en ella que se produzcan por azar no implica, en absoluto, que todo sea por azar, eso es, de nuevo, una apreciación suya sustentada en nada, en el "yo así lo creo" y nada más.

"...nadie dice que lo que sucede en virtud de una ley natural sea por azar."

De nuevo mezcla todo sin ton ni son, el azar es parte de algunos procesos no deterministas, una vez se inicia el proceso, continúa regido por las leyes naturales, no quedan suspendidas por haberse inicado por azar (aquí el único que se permite suspender esas leyes es Dios, según dicen ustedes sin aportar nada más que su creencia en que es así) .Usted quiere dar a entender algo que es falso: que si en un proceso hay azar, todo en él será azar, caos, descontrol y total ausencia de leyes.

"...porque la "ley natural" significa que los eventos naturales están predeterminados antes de que sucedan..."

Otra más, "ley natural" es la explicación que hemos encontrado a cómo y porqué se producen los procesos naturales e incluye a aquellos que no son predeterminados que, para su sorpresa, también existen. Me parece que tiene usted problemas para distinguir entre casualidad y causalidad.

"...todo entra de un modo u otro, por volición o permisión, en la finalidad propia del Plan divino."

Y ¿qué plan divino hay en que un tronco podrido, en medio de la selva amazónica, se rompa justo en el momento que pasa por debajo suyo un
indígena que no ha oído hablar de Dios y Jesucristo en toda su vida y cuya muerte nunca conocerá nadie? y si en lugar de un hombre la víctima es un jaguar, ¿también hay plan divino ahí o eso sí es solo azar?

Tiene usted una muy peculiar forma de "entender" las cosas, que parece se basa en "los contrarios" o en una extensión a todo lo existente de la dualidad cartesiana cuerpo-mente (qué más da que esta se haya quedado solo para los libros de historia): si hay azar, tiene que haber finalidad (para todo, añade usted), si hay vida tiene que haber muerte (y también inmortalidad, aquí y ahora, ¿no?, a tomar viento la termodinámica y la entropía), si hay individuos macho, tiene que haber individuos hembra (los seres hermafroditas o de reproducción asexual, los sacamos de la lista que no cuadran en esa imagen de dualidades tan bonita que nos propone), si hay luz tiene que haber oscuridad, si hay salud tiene que haber enfermedad, si hay bien tiene que haber mal, si hay Dios tiene que haber Demonio, y así podemos seguir y seguir. Está bien...si se tienen cinco años.

"El azar, entonces, es algo que existe solamente en relación a las causas segundas, no en relación a la Causa Primera."

La frase en sí no significa nada, si no explica antes qué o quién es esa "Causa primera" y demuestra, con pruebas irrefutables, su existencia; por supuesto limitarse a afirmar algo ni lo demuestra ni lo hace real, aunque le ponga el membrete de Aristóteles, la Escolástica, etc,etc.

"Por eso enseñan Aristóteles y la Escolástica..."

Ahora ya se comprende, si esos son sus referentes "científicos", no me extraña que no lleguemos a entendernos, es que ni siquiera hablamos el mismo idioma. Mientras yo le hablo del laser, usted se empeña en hablarme del sílex, si le hablo de GPS usted me lo equipara al astrolabio (y soy muy generoso con este ejemplo, en realidad está usted hasta más atrás en el tiempo en algunos de sus conceptos) y así es imposible llegar a un punto común sobre el que se pueda debatir.

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Da la impresión de que Ud. tuviese problemas para entender la lógica de una argumentación.

Por ejemplo, si yo afirmo una proposición condicional, como "Si es Viernes, voy al cine", no estoy diciendo que sea Viernes, ni que vaya al cine. Estoy afirmando solamente que en el caso de que se dé el antecedente, o sea, que sea Viernes, se dará el consecuente, o sea, que voy al cine.

Por eso, si yo dijese "Si es Viernes, voy al cine. Pero no voy al cine. Por tanto, no es Viernes.", ésa es una argumentación válida, lo cual quiere decir, que la conclusión se sigue necesariamente de las premisas.

Y quiere decir, también, que en caso de que las premisas sean verdaderas, la conclusión también es verdadera. Pero podría ser que las premisas fuesen falsas, y la conclusión seguiría siendo válida igualmente, aunque no necesariamente seria verdadera.

Todo ello, independientemente del estado actual de la ciencia empírica, e independientemente de si estamos o no en una civilización o cultura que haya desarrollado alguna ciencia empírica.

Lo que yo veo es que Ud. tiene dificultad para razonar en estos términos, y sobre todo para analizar los razonamientos de otros, y que sigue repitiendo los principios de la filosofía cientificista sin dar impresión de haberse enterado del sentido de las argumentaciones.

Así que lo invito a reflexionar sobre estos sencillos principios lógicos, y en todo caso, a la luz de ellos volver a responder al mi mensaje anterior.

Saludos cordiales.
24/04/20 7:36 AM

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