Aprender de la Navidad a adorar

La adoración está unida al silencio de un modo natural: cuando algo nos colma de admiración nos quedamos sin palabras.

Adorar implica algo así como reunir todo lo que somos y arrojarlo con humilde y gozoso amor al Único que bien lo merece.

NavidadEn el mucho razonar la inteligencia conserva el control; adorar en cambio es perder el control pero sin perder la gracia.

El verbo más apropiado para el Cielo no es pensar, ni analizar, ni deducir, ni aplicar, ni explicar. Es sólo Adorar.

El que da limosnas da algo de sí; el que adora se da a sí mismo, y se vuelve ofrenda viva.

Enseñar los caminos de la contemplación y la adoración es enseñar algo útil para esta vida y para toda la eternidad.

El ejemplo de los pastores en Navidad nos hace ver que la adoración es un acto personal e íntimo–pero nunca solitario.

La adoración hace desaparecer el tiempo; debe entenderse entonces que es un asomo de eternidad.

Los Magos de Oriente recorrieron miles de kilómetros por un solo acto de adoración. ¿A qué distancia tienes tú un sagrario?

María, que adora a Cristo, porta a Cristo. Así sucede siempre: adorar y evangelizar se hermanan en un mismo amor.

3 comentarios

  
Javiergo
P. Nelson, me ha encantado su post. En efecto, qué mejor época que la Navidad para aprender a adorar. Aquí y ahora se nos muestra claramente cómo es nuestro Dios, PURO AMOR. Porque siendo Él Omnipotente, Creador y Rector del mundo, no solo se hizo hombre, encarnándose en el seno de la Santísima Virgen María, sino que además nuestro Señor Jesucristo se dejó prender, atar, azotar, escupir, abofetear, coronar de espinas, procesar y condenar a muerte de cruz entre dos ladrones. Esto es amor inefable y sacrificio total. Y como remate y compendio de su vida, pasión y muerte, y última y más grande prueba de Su Amor, queda por siempre en el Santísimo Sacramento del Altar. ¿Nos damos cuenta de lo que esto supone? En una pequeña Hostia se contiene el Infinito. ¡Qué pobre!, ¡qué humilde!, ¡qué pequeño!, ¡qué obediente a la voz del Sacerdote por indigno que sea! Los Ángeles se maravillan de ver al que es la luz y esplendor de la Gloria, al Hacedor del mundo, que manda e impera en cielos y tierra, reducido a tal extremo de abnegación, a tal aniquilamiento. ¡¡No cabe mayor Amor que éste!! Por eso, y sin lugar a dudas, tal y como nos enseña el Magisterio de nuestra Santa Madre Iglesia, el Sacramento de la Eucaristía es el eje y centro de todos los demás sacramentos; es como el punto central de aquel candelabro de los siete brazos que ardía delante del Sancta Santorum en el templo de Jerusalén. Sí, hermanos/as infocatólicos, todos los cristianos tenemos que dar gracias infinitas a Dios por el hecho de que en la Eucaristía se infunde la fe, como en el Bautismo; se robustece la fe, como en la Confirmación; se perdonan los pecados olvidados, como en la Penitencia; se curan las heridas de la culpa, como en la Extremaunción; como en el Orden, hay Sacerdote y Sacrificio, y como en el Matrimonio, hay unión y desposorios del alma con Cristo. Sí, la Eucaristía es el compendio de todos los Sacramentos. Dios está con nosotros. Un saludo en Cristo Jesús
29/12/12 9:33 PM
  
Javiergo
Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906), Religiosa Carmelita francesa, en su obra "El cielo en la tierra", escribe así: "... La actitud observada por la Virgen durante los meses que transcurrieron entre la Anunciación y la Navidad debe ser el ideal de las almas interiores, de esos seres que Dios ha elegido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento se sometía y se entregaba Maríaa todas las cosas! Hasta las más vulgares quedaban divinizadas en Ella pues la Virgen permanecía siendo la adoradora del don de Dios en todos sus actos..." [Día X] - Y en sus últimos Ejercicios Espirituales, escribe Beata Isabel de la Trinidad: "En primer lugar, el alma debe humillarse, sumergirse en el abismo de su nada, penetrando tan profundamente en él, que, según la sublime expresión de un místico, 'halle la paz verdadera, inalterable y perfecta que nada puede turbar, pues ha descendido tanto que nadie irá allí a buscarla' (Beato J. Ruysbroeck). Es entonces cuando el alma podrá adorar. ¡Ah, la adoración! Es una palabra propia del cielo. Se la podría definir diciendo que es el éxtasis del amor. Es el amor abrumado por la hermosura, la fortaleza, la inmensa grandeza del Objeto amado. Es el amor que ocasiona una especie de desfallecimiento, que cae en total y profundo silencio, en aquel silencio del que hablaba el Rey David cuando decía: 'el silencio es tu alabanza' (Salmo 71, 15). Sí, es la más bella alabanza porque es la que se canta eternamente en el seno de la apacible Trinidad. Es también 'el último esfuerzo del alma plenamente saciada e incapaz de poderse expresar' (Lacordaire). 'Adorad al Señor, porque es Santo', se dice en un Salmo (S. 98, 9). Y en otro: 'Se le adorará siempre por ser quien es' (S. 71, 15)..." - Aconsejo vivamente leer las Obras Completas de Beata Isabel de la Trinidad, que son una maravilla, y se encuentran en la Editorial Monte Carmelo (EMC).
29/12/12 11:11 PM
  
Ricardo de Argentina
Muy bellas y acetadas reflexiones, Padre.
Muchas gracias.
30/12/12 6:42 PM

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