Un amigo de Lolo - Llenar el granero de Dios

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Llenar el granero de Dios

El granero de Dios no se llena con cizaña sino con trigo que ha sido cosechado cuando el Creador ha creído oportuno que fuera tal momento. Por eso no nos ha de preocupar cuándo será sino, en todo caso, sembrar para que sea recogido.

Juan el Bautista predijo lo que, en realidad, ha de pasar con cada uno de nosotros. Lo dejó dicho, en su Evangelio (Mt 3, 12), el que fuera recaudador de impuestos y, refiriéndose a Jesucristo nos hizo ver que “Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apaga.

Sabemos, así, que Cristo espera de nosotros que llenemos el granero de Dios con buen trigo y que no seamos cizaña entre los hermanos en la fe sino que, al contrario, sepamos hacernos ver con humildad y mansedumbre que son, exactamente, dos de las virtudes que mostró en su vida pública el Hijo de Dios.

Llenar el granero de Dios… no debe ser ilusión o sueño de quien no sabe cómo hacer tal cosa. Siendo bien cierto que estamos revestidos de carne y que en el mundo vivimos y existimos y a pesar de estar sometidos a las múltiples tentaciones que se nos presentan a diario no por eso podemos dejarnos vencer por ellas y permitir que nuestra carne prevalezca sobre nuestro espíritu. El demonio pretende alejarnos de Dios y si es posible, además, que ejerzamos de malas hierbas entre nuestros semejantes. No llenará con nosotros su granero el Creador si nos vemos impelidos, por dejadez o por tibieza, a caer en la fosa de la desolación en la que sólo existe el temblor y el rechinar de dientes.

Para ser grano bueno que sea cosechado nos debería bastar con el ejemplo de Jesucristo que, siendo el único Santo supo abajarse a nuestra altura de hombres sin perder su perfecta divinidad y, siendo perfecto Dios también fue perfecto hombre, espejo en el que debe mirarse todo aquel que quiera vencer a la oscuridad y a las tinieblas.

Poco antes de lo aquí traído y dicho por el Bautista, no dejó de advertirnos de que “ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mt 3, 10). Y esto porque dar fruto es ser, en tal sentido, grano que Dios recoge en su granero y porque o se es árbol acogedor de los que necesitan su sombra o se es semilla que, de cualquiera forma, fructifica según sea su naturaleza.

Tenemos, sin embargo, que darnos cuenta de que aquello que supone para nosotros dolor, preocupación o desesperación no es más que manifestación de que estamos creciendo y que nuestra semilla ha de ser podada de lo que le hace daño. Y eso supone unirnos, por ejemplo, a la viña que es Cristo y de la que surgimos como renuevos que se alimentan del Agua Viva y del alimento de la Palabra de Dios.

Crecemos muy a pesar de las trabas que nos impone el Mal porque nos sabemos destinados a vivir una vida eterna que Dios nos ha donado gracias a que su Hijo se entregó por todos nosotros en una muerte de cruz. Y somos grano que quiere ocupar su sitio en el granero de Dios cuando Cristo, en su Parusía, vuelva a recoger la cosecha. Entonces, seguramente, comprenderemos que nuestra fructificación no era cosa nuestra sino, en todo caso, expresión exacta de la voluntad de Dios y que habremos hecho muy bien en no haber sido cizaña sino, en todo caso, grano que, tras haber muerto en tierra, dio su fruto.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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