La Iglesia de Oriente (II)

El nestorianismo. El cisma teológico de la Iglesia de Oriente.

En 428, el sirio Nestorio, patriarca de Constantinopla, propuso una versión radicalizada de las enseñanzas de Teodoro de Mopsuestia: María había sido madre de Jesús, pero no madre de Dios, estableciendo indirectamente que Cristo tuvo dos personas igual que dos naturalezas, y que ambas estaban separadas (difisismo). El patriarca de Alejandría, Cirilo, defendió la maternidad divina de María. Ambos apelaron al papa Celestino que, tras someter a examen las proposiciones en un sínodo, otorgó la razón al alejandrino, encargándole corregir a Nestorio.

Un sínodo egipcio presidido por Cirilo redactó doce anatematismos, que incluían inexactitudes sugestivas de un proto-monofisismo (sólo hay una naturaleza en la persona de Cristo, y es la divina). Nestorio las detectó y rechazó firmarlas, escribiendo a su vez doce “antianatematismos”. El patriarca Juan de Antioquía trató de mediar, advirtiendo que ambos extremos estaban errados. El conflicto teológico estaba servido, e involucraba nada menos que a los cuatro patriarcas de la Cristiandad. Para resolver las diferencias, el emperador Teodosio II convocó el III concilio ecuménico en Éfeso el año 431. Cirilo obtuvo la condena de la doctrina difisista y la deposición de Nestorio en ausencia del mismo. Cuando este se presentó, junto a los obispos sirios, condenaron a Cirilo por arriano y le depusieron. Las sesiones fueron tumultuosas en extremo, con presiones, amenazas y sobornos por ambos lados. Los legados papales, llegados dos semanas después, apoyaron la primera declaración (dos naturalezas en una sola persona), que fue la que firmó el emperador. Nestorio fue depuesto y enviado a un monasterio. Este concilio sentó las bases de una monumental disensión teológica que llegaría a provocar la separación de otras iglesias nacionales con el tiempo, y que trataremos en sus respectivos artículos.

La única escuela de teología que defendió las tesis nestorianas fue la de Edesa, donde Narsai (nacido alrededor de 400) enseñaba que era falso que “Dios sufrió en la cruz” (teopasquismo), negaba la “comunicación” de las propiedades del Hijo al hombre-Jesús (communicatio idiomatum), y afirmaba que en Cristo se ayuntaban dos naturalezas y dos personas (pero empleando el término gnoma, y no el usual “hipóstasis”) en una sola manifestación (prosopon), desarrollando las enseñanzas de Teodoro de Mopsuestia en un sentido cercano al difisismo de Nestorio. Al publicarse los decretos imperiales que prohibían enseñar la herejía, Narsai y muchos de sus alumnos emigraron al territorio persa, donde fueron bien acogidos. La clase dirigente zoroastriana animó a los cristianos orientales a adoptar las tesis condenadas por el concilio de Éfeso, como forma de mostrar su rechazo al enemigo del shah Peroz. Los huidos se establecieron sobre todo en la escuela teológica de la cercana Nisbis (Alto Tigris) que, dirigida por Narsai, se convirtió en el principal foco de enseñanza nestoriana, y donde estudiaron Barsauma, obispo de la ciudad, y Acacio.

Desde 457, Babowai era patriarca de Ctesifonte-Seleucia, donde había fundado una escuela teológica. Era un converso del zoroastrismo y fue perseguido (incluyendo prisión y torturas) por la casta sacerdotal de los Magos. Su ortodoxia y fuerte carácter le habían granjeado la enemistad de Barsauma de Nisbis, muy leal al shah. Babowai envió en 484 una carta a varios obispos griegos para que rogaran al emperador que intercediera por los cristianos de Persia. El mensaje fue interceptado por leales a Barsauma: en ella empleaba algunos términos ofensivos para Peroz, cuyos dominios eran llamados “reino maldito”. El metropolitano mostró la carta al shah, y esté ordenó su ejecución inmediata por traición.

Los obispos elevaron a Acacio como nuevo patriarca; pronto este se convirtió en muñeco de Barsauma. Reunió en 486 el sínodo de Beth Edrai, pueblo cercano a Nisbis. Inicialmente se discutiría la conveniencia o no de preservar el celibato sacerdotal, una antigua tradición que había sido establecida como norma por el papa Simplicio (muerto en 483), con quien la Iglesia de Oriente no estaba en comunión desde 424. Los zoroastrianos consideraban la vida familiar sagrada, y muchos obispos deseaban agradar al shahan shah para evitar nuevas persecuciones. El sínodo abolió el celibato sacerdotal (incluidos obispos y monjes), pero Barsauma propuso también que se debatieran las enseñanzas de Nestorio. Así lo hicieron los obispos, que aceptaron públicamente las tesis de Teodoro de Mopsuestia como la Cristología correcta. En 487, un nuevo concilio de Ctesifonte-Seleucia confirmó la condena de la Iglesia de Oriente a las conclusiones del sínodo de Éfeso, con lo que a su cisma de comunión se unió el cisma teológico. Algunos obispos orientales mantuvieron su adhesión a las conclusiones del concilio de Éfeso, pero un tercer concilio convocado por el patriarca Babai en 497 confirmó definitivamente las decisiones del de Nisbis de 486.

El asunto del nestorianismo de la Iglesia de Oriente es controvertido. Nestorio había sido más radical que Teodoro, llevando sus tesis al difisismo puro (dos personas en dos naturalezas), extremo al que el obispo de Mopsuestia jamás llegó. Técnicamente hablando, el concilio de Beth Edrai de 486 no habría aceptado el nestorianismo explícito, sino la cristología de Narsai (cuasi-difisista). De hecho, en muchas expresiones teológicas posteriores de dicha comunidad es difícil encontrar explícita o implícitamente una referencia al difisismo, y el propio Acacio, en un viaje a Occidente, negó conocer las doctrinas de Nestorio, y atribuyó ese rumor a sus enemigos. Los orientales siempre se han aferrado al hecho de que Teodoro de Mopsuestia jamás fue rebatido ni condenado en vida (en realidad, posteriormente varias de sus proposiciones fueron consideradas incorrectas tras la controversia de los Tres Capítulos). La denominación de “iglesia nestoriana” que le dieron los griegos, y por su medio los latinos, probablemente tenga más relación con el acogimiento a partidarios exiliados de Nestorio. Los propios cristianos orientales siempre han considerado el apodo de “nestoriano” como peyorativo e incorrecto.

En 489 el emperador de Oriente Zenón cerró la escuela de Edesa por la heterodoxia de sus enseñanzas. Los profesores que en ella quedaban se mudaron a Nisbis, en territorio persa, y el nestorianismo quedó oficialmente erradicado del Imperio. La ruptura entre la Iglesia ortodoxa imperial y la nestoriana persa se convirtió en definitiva: la Iglesia de Oriente tuvo su propio rito (el siríaco oriental), su propia autoridad (el patriarca de Ctesifonte, o Catholicós) y su propia teología.

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Los conflictos de la Iglesia de Oriente durante el dominio sasánida

La presión de los monarcas persas sobre la Iglesia varió desde la persecución a la tolerancia. En 531 ascendió al trono uno de sus más grandes monarcas, Cosroes I. Aunque declaró el zoroastrismo como religión del estado, Cosroes fue tolerante, e incluso uno de sus hijos se convirtió al cristianismo sin ser castigado.

El patriarca Shila (503-523), dominado por su mujer, legó el cargo a su yerno Elisha. Varios obispos no le reconocieron y elevaron a Narsai, ejerciendo ambos en discordia, hasta que el shah se inclinó por Elisha. Los obispos depusieron a Elisha en 537 y elevaron a Pablo de Jundishapur (Elam), que rigió unos meses. El patriarca Mar Aba I (un zoroastriano converso de Mesopotamia), discípulo de Nisbis, puso fin al desorden, negociando con varios obispados que se habían declarado autocéfalos, convocando un sínodo en 544 cuyas actas confirmaron las tesis de Teodoro de Mopsuestia (e incluían la prohibición de matrimonios entre primos, práctica usual entre los mazdeístas). El sínodo ratificó también las actas del Concilio ecuménico de Calcedonia de 451 (que condenaba la doctrina monofisista de Eutiques y Dióscoro de Alejandría). Aba I introdujo en la liturgia siríaca oriental las anáforas de Teodoro de Mopsuestia y Nestorio, que sí contienen las palabras de la Institución eucarística.

Buscando atraerse a los monofisistas, el emperador Justiniano convocó el III concilio ecuménico de Constantinopla en 553, que condenó el nestorianismo y también las proposiciones de Teodoro de Mopsuestia y otros autores pre-difisistas, basándose en la llamada “condena de los Tres Capítulos” (la cual fue rechazada en Occidente).

Mar Aba I sufrió persecución por parte de los Magos, acusado de apóstata. Fue exiliado y pasó varios períodos en la cárcel, muriendo finalmente en 552. El shah elevó al patriarcado a su médico personal, un tal Joseph (552-567), hombre arrogante y necio, que llegó a ser desposeído privadamente (por miedo al monarca) por los obispos 3 años antes de su muerte. Fue elegido Ezequiel (570-581), obispo de Zabe (Mesopotamia Media) y discípulo de Mar Aba, durante cuyo mandato se desató una terrible epidemia en Asiria. Los obispos locales ordenaron unos servicios de penitencia que pretendían evocar la que hicieran los ninivitas bíblicos ante las prédicas de Jonás, por lo que se les llamó la “rogativa de los ninivitas” (todavía practicada hoy por los cristianos de Asiria). El patriarca despreció tales rogativas como un gesto vano, acusando a dichos obispos de ser “ciegos que guían a otros ciegos”. Unos años más tarde él mismo quedó ciego, lo que fue visto como un castigo a sus palabras presuntuosas. Antes de ello, visitó el norte de Arabia, donde predicó el cristianismo, como veremos. Su sucesor Ishoyab I (582-595) murió mientras intentaba convertir al rey Numán de los árabes al nestorianismo.

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El movimiento monástico: el Monte Izla, el Atos de Oriente

La herencia monástica siria prendió con fuerza en los cristianos de Oriente. Aunque los hubo en todas las regiones, en 350 Mar Awgin (san Eugenio) fundó el primer monasterio cenobítico de Mesopotamia en el Monte Izla, cerca de Nisbis, sobre un modelo egipcio. Pronto otros muchos se fundaron en ese lugar, que con el tiempo se convirtió en una suerte de Monte Athos oriental, con docenas de cenobios (muchos de los cuales aún se conservan). La abolición del celibato obligatorio que dispuso el concilio de Beth Edrai (486) minó la disciplina de los monasterios, que sufrieron una crisis imparable, con continuos abandonos y muchos monjes que cruzaban la frontera hacia la Siria imperial.

En 553 el celibato de los monjes fue reimplantado, y en 571, Mar Abraham de Kashkar (Baja Mesopotamia), un monje que había predicado a Cristo entre los mazdeístas, fundó un nuevo monasterio con estrictas reglas en el Monte Izla. Este floreció, dando lugar a una generación de jóvenes monjes impregnados de los ideales de la vida monástica. Abraham fue el padre del monasticismo oriental y maestro de patriarcas.

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La controversia miafisita. Babai el Grande

Uno de sus ermitaños, Sabrisho I (596-604), fue elevado al patriarcado e impulsó el movimiento monástico. Durante su gobierno estalló una controversia en la escuela de Nisbis, cuando su director, Henana de Adiabene (al norte de Asiria), influido por las enseñanzas de su maestro miafistista Moisés, defendió públicamente las conclusiones antinestorianas del concilio de Éfeso, añadiendo postulados origenistas. El revuelo organizado fue de importancia: el diácono Elías fundó una escuela rival (la de Beth Sahde) en la misma Nisbis, donde se seguían sosteniendo las tesis de Teodoro de Mopsuestia, y a la que pronto se produjo un importante trasvase de alumnos desde la antigua escuela. El patriarca, ferviente nestoriano condenó las enseñanzas de Henana. Este contaba con apoyos importantes: el sirio Gabriel de Shiggar, médico de la corte, había conseguido la conversión al cristianismo miafisista de la esposa favorita del shah Cosroes II, Shirin la aramea, tras curarla de su esterilidad. Tras la muerte de Sabrisho fue elevado Gregorio de Kashkar (605-609), un avaricioso y mediocre teólogo cuyo único mérito era haber sido mayordomo de Shirin. Gabriel indujo al shah a que forzara a los cristianos de Oriente a adherir la doctrina miafisita (la fusión de las dos naturalezas- divina y humana- de Cristo en una única), rechazada por los patriarcas de Constantinopla y Roma, y adherida por los de Alejandría y Antioquía. A la muerte de Gregorio, el monarca prohibió elevar otro patriarca si el escogido no era un miafisita. La sede patriarcal quedó una vez más desierta, ya que ningún obispo oriental quiso acceder.

La organización por aquellos años contemplaba varias provincias eclesiásticas gobernadas por metropolitanos: en el curso alto de Tigris y Éufrates el metropolitano estaba establecido en Nisbis (incluía obispados de ciudades importantes como Amida o Harran); algo más al sur estaba la provincia de la alta Asiria, con el metropolitano en Mosul (incluyendo el obispado de Nínive entre otros muchos); la de la Baja Asiria, cuya capital metropolitana era Karkh; la llamada “provincia patriarcal”, que abarcaba toda la Mesopotamia media con su capital en Ctesifonte-Seleucia, así como provincias “exteriores” en la Baja Mesopotamia, Elam, Persia, Media, Atropatena… de menor importancia.

Babai de Beth Zabdai, el más brillante alumno de Abraham, era abad de su monasterio en 604. Cuando se produjo el vacío de la silla patriarcal, los obispos eligieron dos regentes para coordinar la acción pastoral. Babai fue escogido como “visitador” de la Iglesia en el sur del reino: con firmeza, expulsó a todos los monjes que aún conservaban a sus esposas, impulsando un movimiento de reforma monástica que retomara la regla de oración y disciplina. Se convirtió asimismo en el principal autor de Cristología de la Iglesia de Oriente. Defendió las enseñanzas de Teodoro de Mopsuestia y Diodoro de Tarso, aunque también se apoya en autores ortodoxos sirios, como Juan Crisóstomo y Efrén el diácono. En su “libro de Unión” (que pretendía unificar y explicar claramente la doctrina de la Iglesia de Oriente) enseñó que en Cristo hay dos “esencias” (el siriaco gnome, lo que los griegos llamarían más bien ousia) unidas en una sola persona (parsopa) o hipostasis, según la definición de Calcedonia. Rechazaba parcialmente el teopasquismo (por ejemplo, aceptaba la afirmación “Cristo murió”, e incluso “El Hijo murió”, pero no “el Verbo murió”), separándose así de la escuela alejandrina y el miafisismo. De este modo, acercó la Cristología de la Iglesia de Oriente a una interpretación de Teodoro más en consonancia con el concilio de Calcedonia y más alejada del difisismo radical de Nestorio.

Es importante destacar que al emplear términos teológicos de significado no completamente fijado, era posible que, honestamente, dos teólogos emplearan palabras diversas con la convicción de que expresaban ideas análogas. Con frecuencia era la incomprensión mutua, más que el fondo de la fe, lo que llevó a muchas disputas teológicas.

La llamada Teshbokhta (Himno de alabanza) de Babai es análoga a la definición de la Segunda Persona en el Credo ortodoxo y resume la cristología oriental: “Uno es Cristo, el Hijo de Dios, reverenciado por todos en dos naturalezas; En Su divinidad engendrado del Padre, sin principio antes de todos los tiempos; en Su humanidad nacido de María, en la Plenitud de los tiempos, unidas en un cuerpo; Ni Su divinidad es de la naturaleza de la madre, ni Su humanidad es de la naturaleza del Padre; Las naturalezas son preservadas en su substancia, en una persona y una filiación. Y así como la divinidad es tres substancias en una naturaleza, del mismo modo la filiación del Hijo está en dos naturalezas y una sola persona. Así lo ha enseñando la Santa Iglesia.

Babai publicó su teología en 612, siendo aceptada mayoritariamente como la correcta, pero algunos obispados persas, influidos de mazdeísmo, la rechazaron, produciéndose su separación. Mientras, Cosroes II se había embarcado en una guerra final contra el Imperio de Oriente. En 614 tomó Jerusalén, llevándose como trofeo la reliquia de la Vera Cruz. Ordenó colocarla a los pies de su trono en una grandiosa ceremonia, para simbolizar su triunfo sobre los romanos; más tarde Shirin (su esposa cristiana) la guardó en sus aposentos, preservándola. Para 620 había tomado Egipto y en 626 uno de sus generales llegó a sitiar Constantinopla. La derrota fue desastrosa, y en la reconquista, el emperador Heraclio atacó por la espalda a los persas, aplastándolos en la batalla de Nínive (627) y avanzó hacia Ctesifonte. Cosroes II fue asesinado por orden de su propio hijo Kavad II en 628, y los persas se rindieron. La Vera Cruz fue devuelta en triunfo a Jerusalén. Con la muerte de Cosroes, sus protegidos miafisitas desaparecieron de la escena.

El nuevo shah permitió la elección de un patriarca, y todos los obispos pidieron a Babai que aceptara el cargo, pero el anciano declinó el honor y se retiró a su celda en el monasterio del Monte Izla, donde murió poco después, siendo pronto venerado como Mar Babai el Grande. Fue elevado Isoyahb II de Gdala (Asiria), también alumno de Nisbis (628-645). En 630 encabezó una delegación oriental para reunirse con el emperador y varios obispos griegos. Con los sasánidas postrados, era momento para evaluar una posible reunificación con el patriarca de Constantinopla. En el encuentro de Alepo, el patriarca de Ctesifonte trató de convencer a Heraclio que la reverencia de los orientales por Teodoro no significaba que sus doctrinas fueran heréticas. El emperador le pidió que adhiriera el monotelismo (novedosa doctrina oficial que afirmaba que “en Cristo había dos naturalezas y una sola voluntad” y que pretendía solucionar las diferencias entre monofisistas y calcedonianos), e Isoyahb contestó con una declaración de fe (suponemos que basada en las ahora oficiales enseñanzas de Babai) que los obispos imperiales aceptaron como ortodoxa. Dos misas (una según el rito griego y otra según el siríaco oriental), en la que todos comulgaron, pusieron fin al encuentro. Aunque sólo se había tratado de un inicial tanteo, a su regreso a Mesopotamia los obispos orientales consideraron que el patriarca había hecho muchas concesiones sin contrapartidas a los romanos, y le desautorizaron.

No obstante, estas querellas teológicas pronto quedarían obsoletas, pues una nueva religión aparecida entre los árabes les uniría en un impulso conquistador. Tal vez, como veremos, no tan nueva.

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Los árabes cristianos y los árabes musulmanes

Las tribus del norte de Arabia recibieron la influencia del Evangelio, y se convirtieron al cristianismo a partir del siglo III. Los Gasánidas, en la actual Jordania, influenciados por Egipto, fueron miafisistas y aliados del emperador de Oriente. La tribu de los Lájmidas, establecidos en el sur de Eufrates en torno a la ciudad de al-Hira, llegó a expandirse hasta el Yemen, pero tras sus derrotas ante los persas, quedó establecida como reino vasallo del shah, y a partir del siglo VI adoptaron el difisismo predicado por los mesopotamios. En al-Hira se inventó la escritura árabe en base al alfabeto persa, y sirviendo a sus señores, lájmidas y gasánidas, desde su distinta corriente cristiana, combatieron el uno contra el otro hasta el fin de ambos.

Los lájmidas también ejercieron labor misionera allí donde viajaron, y se tiene constancia de una catedral cristiana en Sana (Yemen). Sin duda en relación con estas misiones tenemos que situar a Waraqa ben Naufal, primo del abuelo de Mahoma. La tradición musulmana ha dejado bien documentado que Waraqa era el sacerdote cristiano de La Meca, y fue un personaje fundamental en la vida de Mahoma. Hombre culto, intentó traducir la Biblia del hebreo (que conocía), al árabe. Tenía por costumbre retirarse a meditar a una cueva, costumbre que sin duda Mahoma aprendió de él. Tomó cariño a su sobrino-nieto, y fue quién le enseñó los rudimentos de la teología judeo-cristiana, así como arregló el matrimonio con su sobrina Jadicha. Waraqa presidió esa ceremonia, que no pudo desarrollarse de otro modo que como una boda cristiana, pues el presidente lo era. Cristiano murió a los cien años, y fue el tutor religioso de Mahoma, por bien que las tradiciones musulmanas posteriores establecieran la absoluta originalidad de las “revelaciones” que este afirmó haber recibido del arcángel san Gabriel. El propio Mahoma, en las suras más antiguas del Corán (Al-Quran, “la recitación”), recomienda tratar con tolerancia a cristianos y judíos, como antecesores en la fe.

Convertido a ojos de sus seguidores, por la predicación del Islam (la sumisión) y la espada, en el último y principal profeta de Yahvé, Mahoma unificó a todos los árabes, y sus sucesores establecieron un exitoso califato (califa: comendador de los creyentes) que, tras la muerte de su fundador en 632, aprovechó la debilidad de persas y romanos para atacarles. En lo que respecta a Mesopotamia, Ctesifonte cayó en manos del general árabe islámico Saad ben Abi en 637. Desde ese momento, la historia de los cristianos de Oriente pertenece a la del califato musulmán, aunque los sasánidas continuarían combatiendo en Persia hasta su completa derrota en 651.

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La Iglesia de Oriente bajo los musulmanes

El califa Omar ben Al Jattab estableció la capital en Kufa, un campamento militar a orillas del Eufrates, algo más al sur de al-Hira, pero en 661 la dinastía omeya trasladó la capital a Damasco de Siria. La Iglesia de Oriente fue admitida como dhimmi, minoría religiosa oficial, sometida a un impuesto y con libertad de culto (salvo para evangelizar a los musulmanes), y el Patriarca reconocido como su cabeza.

En cierto modo, la dominación árabe (que permitía una amplia independencia bajo sus condiciones) supuso una liberación para la Iglesia de Oriente, siempre sometida a las arbitrariedades del shah pagano. Ishoyahb II fue sucedido como Catholicos por Maremmeh (646-649), también monje de Mar Abraham; Ishoyahb III (649-659), alumno de la escuela de Nisbis; Giwargis I (661-680), discípulo del anterior, que sufrió tortura por emir árabe; y el anciano Yohannan I (680-683).

A su muerte los obispos elevaron a Hnanisho, un hombre de fuerte carácter. Cuando en 686 el califa Abd al Malik le preguntó su opinión sobre “la fe de los árabes”, el Catholicos no se mordió la lengua y respondió “es un reino fundado por la espada; y no, como la fe de los cristianos, o la vieja fe de los judíos, confirmada por milagros divinos”. La intercesión de unos amigos del califa evitó que se le arrancara la lengua en castigo por su insolencia, pero cayó en desgracia y Yohannan el leproso, metropolitano de Nisbis, maniobró para que fuera despojado de su cargo y ser elevado en su lugar. La usurpación duró hasta su destitución por desfalco, siendo repuesto Hnanisho hasta su muerte en 698. Su cuerpo incorrupto fue descubierto por los cristianos en 1349. El califa no permitió la elevación de otro patriarca durante 16 años, hasta que fue elegido Slibazkha (714-728), que borró el recuerdo de Yohannan y rehabilitó el de Hnanisho.

Tras él rigieron ocuparon el cargo de Catholicos Pethion (731-740), Aba II (741-751) y Yaqob II (753-773). La dinastía siria de los omeyas fue sustituida en 750 por la de los abásidas, que establecieron la capital en la nueva ciudad de Bagdad, junto a las ruinas de la vieja Babilonia, en 716. El centro del poder califal retornaba a Mesopotamia, donde ya lo tuvieran los sasánidas. De esta época es la historia del cristiano Isa (Jesús) el farmacéutico. Un día, hallándose a la puerta de su botica, fue abordado por una mujer que, tomándole por un médico, le mostró un tarro con orina, rogándole que le diagnosticara el mal que manifestaba aquella. Isa la examinó y dictaminó (sin tener verdaderos conocimientos) que se traba de la orina de una mujer sana, embarazada de un varón que sería el señor del mundo. La mujer resultó ser la dama de compañía de la concubina favorita del califa Al Mahdi. Cuando la profecía se cumplió (en el célebre Harún-al Raschid), Isa se convirtió en uno de los cortesanos más influyentes. El Catholicos Hnanisho II (773-780) fue uno de sus protegidos. En 775, trasladó la sede patriarcal a Bagdad, ante la decadencia imparable de Seleucia, aunque la ceremonia de consagración del patriarca se mantuvo en la antigua sede.

Su sucesor fue Timoteo I de Adiabene (780-823), uno de los grandes patriarcas orientales. Era un hombre culto, que escribió numerosas obras, incluyendo traducciones al árabe de Aristóteles (de las cuales bebieron muchos filósofos musulmanes), así como una apología del Cristianismo frente al islam, bastante respetuosa con este último. Su elección estuvo acompañada de las ya tradicionales maniobras cortesanas, sobornos e incluso la sospechosa muerte repentina de un rival respaldado por el influyente Isa, sin faltar diversos tumultos entre sus partidarios y los de obispos rivales que en una ocasión concluyeron tristemente con peleas entre cristianos en las calles de Bagdad. No obstante, es recordado sobre todo por el impulso misionero que dio a la Iglesia. Suya es la creación de numerosos metropolitanos orientales “exteriores” (autónomos pero sin derecho a participar en la elección del Catholicos): en Siria (Damasco), en Armenia (Barda), en Arabia (Saná de Yemen), en Irán central (Rai), en Tabaristán (sur del mar Caspio), para los turcos de Asia central, donde dependían del metropolitano de Merv obispos de ciudades tan sugerentes como Samarcanda, Nishapur o Tashkent, en Segestán (Herat, en la actual Afganistán) y en China. Había también un obispo nestoriano en Alejandría, el centro del miafisismo. Se cree que incluso planeó crear un metropolitano para el Tibet. Asimismo, separó la provincia de India del metropolitano de Fars (Persia), para hacerla depender directamente de Bagdad.

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Las misiones de los cristianos de Oriente

La actividad misionera llevaba mucho tiempo desarrollándose por tierras cada vez más lejanas. Alrededor del año 520, Cosme el monje o Indicopleustes (viajero a la India) un alejandrino convertido al nestorianismo por Aba I, recaló en la costa occidental del subcontinente. Allí describió la existencia de una iglesia cristiana con fieles en la isla de Trapobana (Ceilán). Es el primer testimonio de la persistencia de los cristianos de santo Tomás, tal vez evangelizados de nuevo por el misionero David de Maishan en el siglo III. También describió la presencia de cristianos en Kerala (la costa sur Malabar), y en la región de Calliana, en cuya capital, Kalyan (cerca de la moderna Mumbai-Bombay), había un obispo consagrado por el metropolitano de la provincia de Persia. El obispo de Kalyan empleaba la Biblia y liturgia siríacas orientales.

Ishoyahb III, alrededor de 650, estableció la provincia de la India (aunque dependiente de la sede de Fars), si bien fue el patriarca Slibazkha (alrededor de 720) quien consagró y envió su primer arzobispo. Timoteo I tomó bajo su responsabilidad personal la provincia india, y envió en 823 al metropolitano Sabrisho, junto a los obispos persas Shapur y Peroz. Lograron de Shakirbirti, rey de Kerala, tierras para edificar una catedral y una ciudad cristianas. A petición de los fieles indios, el Catholicos Enosh (alrededor de 880) consagró un nuevo metropolitano llamado Yohannan, que estableció su sede en Cranganore (Kodungallur, norte de Kerala). A la vez envió a los obispos Dua (a la isla de Socotra) y a Tomás (sur de China). En los registros de finales del siglo IX ya no consta metropolitano en India; debido a la lejanía y dificultad del viaje, por segunda vez los cristianos de la India se quedaron sin obispos a partir del siglo X y perdieron el contacto con la Iglesia de Oriente.

La ruta de la seda sirvió a los monjes orientales para evangelizar más allá. Un registro atestigua que en 635 un persa llamado Alopen llevó a cabo la primera misión cristiana al imperio de China donde gobernaba la tolerante dinastía Tang. De esta época sólo tenemos testimonios fragmentarios. Se cree que alrededor de 720 se nombraron los primeros obispos en China (Sinaye) por el patriarca oriental. En 745 el emperador Xuanzong decretó que las iglesias nestorianas, conocidas popularmente como “templos persas”, se llamarían “templos Da Quin (romanos, o más bien, sirios)”. Una estela de 781 hallada en Changan (actual Xi´an, capital de la dinastía Tang) cita al metropolitano Adam de Sinaye (China) y al patriarca Hnanisho II de Seleucia, junto a otros obispos y monjes, casi todos de nombre persa. Alrededor del año 800 había comunidades cristianas en casi todas las ciudades importantes de China; existían las diócesis de Tangut, Ongut y Datong; la sede metropolitana estuvo en Changan, y luego en Beijing (Pekín). Se sabe que existían monasterios, y se conservan estelas en chino con textos bíblicos (Génesis, salmos, Hechos de los Apóstoles, etc), así como pinturas que representan actos devocionales, como la procesión del día de Ramos.

En 845 el emperador Tang Wuzong cambió la tradicional política religiosa de su dinastía, y desató una persecución contra los cultos “extranjeros”, prohibiendo el cristianismo, el budismo y el zoroastrismo. La Iglesia de Oriente en China pasó a la clandestinidad y se fue agostando lentamente, empeorada por la fragmentación política con el fin de la dinastía Tang, a partir de 906. Un monje sirio que la visitó en 986 describe iglesias en ruinas y una comunidad “prácticamente extinta”. En realidad, algunas comunidades lograron pervivir, pero muy lejos de la difusión y esplendor anteriores.

Timoteo I también procuró establecer misiones entre los mongoles. Estas fueron las más exitosas, pues en algunas tribus los cristianos nestorianos llegaron a ser mayoritarios: se conocen las misiones de los kirguises, uigures y kara-kitanos (donde existió la sede metropolitana de los mongoles, Amalig, en la frontera de las actuales Kazajastán y República de China).

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Auge y caída del califato de Bagdad

Durante la era de esplendor del califato abbasí, la Iglesia de Oriente conoció un período de estabilidad y prosperidad. Con frecuencia los cristianos desempeñaban profesiones liberales, entre las que destacaron los médicos: fueron cristianos como Masawaiyh (siglo VIII) o Jabril ibn Bukhtishu (siglo IX) los que crearon la escuela de medicina de Bagdad, famosa en todo el Islam, donde estudiaron figuras brillantes como la de ar-Razí o Alhacen. Fue también un cristiano, Hunain ben Ishaq quién fundó la escuela de traductores de Bagdad (donde se vertieron al árabe los textos de Platón, Aristóteles o Hipócrates, y otras obras médicas o filosóficas). Los mesopotamios se fueron mezclando cada vez más con los árabes, hasta considerarse parte del mundo árabe (con el nombre de Iraq), aunque los cristianos mantuvieron siempre una identidad particular por su vinculación en la fe a una comunidad anterior a la invasión sarracena. Las controversias teológicas eran un recuerdo del pasado, y las únicas discusiones eclesiales versaban sobre mezquinos repartos de rentas y rivalidades humanas. La lista de los patriarcas que sucedieron a Timoteo I es bastante anodina: monjes y obispos oscuros y avariciosos, enredados con frecuencia en disputas personales en las que no faltó la intervención de los califas, a los que acabaron allanándose como antes se habían sometido a los sasánidas. Usualmente compraban el cargo o eran elegidos por sorteo. También hubo ocasionales episodios de persecuciones locales por los musulmanes, y algunos períodos breves de sede vacante.

Isho Bar Nun (823-828), crítico brillante contra Timoteo, fue recomendado por este en su lecho de muerte; Giwargis II (828-831), anciano y piadoso monje centenario; Sabrisho II (831-835) metropolitano de Damasco, que construyó escuelas y hospicios de peregrinos; Abraham II (837-850), monje ignorante, manejado por su sobrino Efrén; Teodosio (853-858), encarcelado por orden del califa al-Mutawakkil; Sargis (860-872), un favorito del califa; Enós (877-884), enfrentado contra el obispo Israel por su elevación; Yohannan II (884-891); Yohannan III (893-899), sobrino del Catholicos Teodosio; Yohannan IV (900-905) célebre en su época por honrado y recto; y Abraham III (906-937), que accedió al cargo con engaños y sobornos, obteniendo del califa la preferencia de los nestorianos frente a las comunidades siríacas occidentales establecidas en Mesopotamia (ortodoxos y miafisistas), a las que se prohibió establecer metropolitanos en Bagdad. Asimismo, enterado de que muchos fieles daban grandes banquetes al volver de misa, introdujo una costumbre que todos los cristianos de Oriente seguirían en adelante: prohibir la misa antes de la noche los domingos y en Cuaresma. Le siguió Emmanuel I (937-960) un monje casto pero orgulloso y avaro; Abdisho I (963-986), elegido por sorteo entre varios candidatos, envío una última misión a China; Mari (987-999), un abogado elegido a mandato del califa, fue el primero en recibir el firman o confirmación real (costumbre que seguirían todos los sucesivos); Yohannan V (1000-1011) que compró el cargo al gobernador de Shiraz; Yohannan VI (1012-1016), con fama de corrupto; Isoyahb IV (1020-1025), hijo de un obispo, rechazado por haber comprado el cargo; Eliya I (1028-1049), elegido por sorteo.

Para entonces el califato había degenerado, con las regiones independizándose (y reduciéndolo hasta abarcar únicamente Iraq y partes de Siria). Los califas abbasíes, cada vez más ineptos, fueron manejados por sus visires, que acabaron creando sus propias dinastías, al estilo de los mayordomos de palacio francos, imponiéndose entre todas la de los chíitas buyíes. Los últimos años fueron de conflictos constantes religiosos y étnicos entre musulmanes. Finalmente, el sultán Toghrül, de la dinastía turca sunní de los selyúcidas entró en la capital del califato en 1055, poniendo al “comendador de los creyentes” bajo su protección, como figura simbólica, mientras su dinastía asumía la verdadera autoridad de lo que quedaba de califato (a modo del shogun de Japón). Los turcos se habían convertido al islam en su mayoría sólo unas décadas atrás. A diferencia de los tolerantes árabes, eran fanáticos musulmanes (y fanáticos sunníes) y sus gobiernos en general se caracterizaron por una elevada intolerancia religiosa hacia los no-sunníes.

Por entonces había sido elevado Yohannan VII (1049-1057), que había intentado reconstruir el patriarcal “palacio griego” de Bagdad, siendo nuevamente destruido por los musulmanes. Trasladó su residencia a un monasterio. Durante su gobierno tuvo lugar el último y más importante de los Cismas relevantes de la Iglesia: la excomunión mutua entre el papa de Roma (Iglesia católica o latina) y el patriarca de Constantinopla (Iglesia ortodoxa o griega) en 1054. Tras un período de sede vacante por las agitaciones, fue elegido Sabrisho III (1064-1072) el mudo; Abdisho II (1074-1090); Makkikha I (1092-1110) de Bagdad, piadoso, que fue el primero en emplear el árabe para las lecturas sagradas en la misa, y durante cuyo patriarcado tuvo lugar la primera Cruzada, en la que los francos católicos llegaron a conquistar Edesa; Eliya II (1111-1132); Bar Sauma (1134-1136), al que siguió un nuevo período de sede vacante debido a la debilidad progresiva de los seljúcidas, que condujo a un nuevo caos de guerras intestinas; Abdisho III (1139-1148) fue elevado con la protección del califa; Isoyahab V (1149-1175); Eliya III (1176-1190), que restauró el palacio patriarcal de Bagdad; Yahballaha II (1190-1222), que compró su cargo al gobernador, y fue sucedido por su sobrino Sabrisho IV (1222-1224), y posteriormente por Sabrisho V (1226-1256), quién también compró el título.

Alrededor de 1206, un noble llamado Temujin había unificado a todas las tribus mongolas, recibiendo el título de Gran Khan (con el nombre de Gengis Khan). Aunque su fe era la chamánica, varios de sus hijos casaron con mujeres del clan nestoriano Kerait, y la fe cristiana fue una de las más aceptadas en su corte, llegando a ser muy influyente (su bisnieto Satraq se convirtió al cristianismo). Dada la naturaleza itinerante de los mongoles, sólo se tiene constancia de una iglesia en Karakorum, la capital. Los monjes y sacerdotes cristianos tuvieron un papel importante en la diplomacia del imperio mongol que Gengis Khan forjó durante las décadas siguientes, mediante los contactos que sus hermanos de fe les proporcionaban en muchos países. Eso fue muy importante durante la vida de Hulagu Khan, un nieto de Gengis, hijo y marido de cristianas, enviado por su hermano Möngke (Gran Khan entre 1251-1258) a conquistar Persia y Mesopotamia. Con un inmenso ejército asedió Bagdad en noviembre de 1257.

Tras una reñida disputa entre tres metropolitanos (en las que no faltaron los habituales sobornos al califa), hacía poco había sido elevado al patriarcado Makkikha II (1257-1265). La primera esposa de Hulagu, Dokuz Hatun, era una nestoriana de la tribu Kerait, y mandó aviso discreto al patriarca para que sus fieles se mantuvieran en el barrio cristiano y no temieran. En efecto, en febrero de 1258 Bagdad se rindió, y los mongoles arrasaron completamente la ciudad más emblemática de los árabes, saqueándola, masacrando a sus habitantes y ejecutando al califa, un relato de horror que conmovió a todo el islam. Únicamente los cristianos se libraron de la destrucción. Se abrió así un período novedoso en la historia de la Iglesia de Oriente: por vez primera, estaban sometidos a un gobernante que, aunque pagano, estaba inclinado favorablemente a los cristianos. Y no sólo eso, los mongoles cristianos eran además difisistas como los iraquíes. Las relaciones de Makkikha II con el khan Hulagu no pudieron ser mejores: el nuevo soberano de Mesopotamia entregó el antiguo palacio califal (o lo que de él se había salvado) al patriarca, y ordenó la construcción de una catedral en Bagdad como sede. Una nueva era de esplendor aguardaba a la Iglesia de Oriente.

(continuará)

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2 comentarios

  
olmos
Muchas gracias por estos artículos. Llevaba tiempo queriendo leer cosas de los cristianos orientales y me los estoy leyendo de pe a pa. Me están sirviendo para aprender un montón.
13/11/13 4:28 PM
  
Franco
Me llamó particularmente la atención esta parte:

"La abolición del celibato obligatorio que dispuso el concilio de Beth Edrai(486) minó la disciplina de los monasterios, que
sufrieron una crisis imparable, con continuos abandonos y muchos monjes que cruzaban la frontera hacia la Siria imperial".

Ahí se puede ver porqué el celibato es mejor para la vida religiosa, aún en épocas tan tempranas.

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LA

En general, nadie ha discutido que el celibato religioso sea imperativo. Prácticamente va sobreentendido en el voto a entregar la vida a Dios que la vida religiosa supone. Y si alguien tiene alguna duda, ahí está el ejemplo de la Iglesia de Oriente para demostrarlo.

Naturalmente, la discusión está en el celibato sacerdotal. Sobre todo en los curas párrocos. Las Iglesias orientales (incluyendo las católicas), permiten la ordenación de casados, aunque no su consagración como obispos.
17/11/13 8:04 PM

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