Historias de los herejes y las herejías: Ubertino da Casale y los "espirituales"
LAS DISPUTAS SOBRE LA POBREZA FRANCISCANA LLEVARON A ALGUNOS A DOCTRINAS CONTRARIAS A LA IGLESIA
A partir de 1230 toda una serie de disposiciones pontificias intentaron acabar con las disputas y las veleidades heterodoxas del franciscanismo, afirmando la suprema autoridad de Roma. Al calor de estas disposiciones pontificias la rama más conservadora de la orden, integrada por los llamados “conventuales", terminó por adquirir su definitiva fisonomía, en gran parte copiada de los dominicos. Sin embargo, lejos de acallar a los descontentos, estas medidas provocaron a partir de 1245 (rechazo de la “Ordinem vestrum") la ruptura de la orden y el escoramiento de los más radicales hacia posturas abiertamente heterodoxas.
Los “zelanti", posteriormente llamados espirituales, coincidían en rechazar las intervenciones pontificias como contrarias al espíritu franciscano. El punto básico de su programa consistía en la afirmación absoluta del ideal pauperístico, hasta el punto de aceptar tan sólo los alimentos diarios y el hábito como únicas propiedades de los frailes. El rechazo asimismo al estudio de la filosofía de Aristóteles, que se hacía extensivo a la participación en los medios universitarios, se unió a menudo a la defensa de las concepciones escatológicas de Joaquín de Fiore (muerto en 1207) cuya obra había sido ya condenada por el IV Concilio de Letrán y que parecía haber presagiado la aparición de los espirituales al hablar del “ordo justorum". En 1254 el franciscano heterodoxo Gerardo di Borgo San Donnino compuso su “Introducción al Evangelio eterno", en donde identificaba definitivamente las profecías del abad calabrés con el movimiento de los espirituales, tesis que fue acogida favorablemente por el propio general de la orden, Juan de Parma (1247-1257), lo que forzó a Roma a exigir su dimisión.
El gobierno del moderado san Buenaventura (1257-1274) significó un compás de espera providencial que permitiría a la ortodoxia ganar a la mayor parte del franciscanismo. La aceptación matizada de las disposiciones pontificias, el desarrollo del ideal del “usus pauper", fiel al espíritu del fundador sin caer en el rigorismo de los espirituales y la licencia dada a los elementos mejor preparados de la orden para integrarse en el mundo universitario (constituciones de Narbona en 1260), fueron los principales frutos de este periodo de paz. El mismo san Buenaventura demostró su apego a esta vía media redactando tanto la nueva biografía de san Francisco, claramente contemporizadora, como unos comentarios a la “regula bullata” que permitían acoger favorablemente las disposiciones pontificias.
Sin embargo, a partir de 1274, el movimiento de los espirituales, aunque ya minoritario se reavivó, adoptando un sesgo cada vez más radical. Juan Pedro Olivi (1248-1298) y, sobre todo, Ángel Clareno (1247-1337) y Ubertino de Casale (1259-1328), fundadores de los “fratricelli", apostaron por el rechazo a la denominada “Ecclesia carnalis", desatando la reacción pontificia que osciló entre la represión y el dialogo. Momento culminante significó en ese sentido la promulgación en 1323 de la bula “Cum Inter Nonnullos” por Juan XXII, que condenaba expresamente la aspiración a la pobreza absoluta, incluso en Cristo, lo que molestó al franciscanismo moderado.
En cualquier caso la querella de los espirituales, mezclada ya con la crisis avinoñense no se solucionaría hasta el siglo XV, restando así eficacia a una orden que hubiese podido alcanzar, caso de no verse alterada por estas manifestaciones heterodoxas, enormes dimensiones. A pesar de todo, los franciscanos contaban ya a fines de siglo XIII con más de 1.500 casas, repartidas en 34 provincias, y sus misioneros habían alcanzado Mongolia (Juan de Plano Carpino, 1245-1247) y China (Juan de Montecorvino, 1291) donde fundaron diversos obispados. Verdaderos creadores de la “conciencia misionera de la Europa cristiana” (Knowles), los franciscanos, como los dominicos, fueron los primeros en despertar el interés de Roma por la evangelización de las culturas no europeas, superando así la vieja idea de confrontación ejemplificada en la cruzada.
Hemos ya citado a Ubertino da Casale, nacido en Casale de Vercelli (Italia), en 1259; murió alrededor de 1330. Tomó el hábito franciscano en un convento de la provincia de Génova en 1273, y fue enviado a París a continuar sus estudios, permaneciendo allí durante nueve años, luego de los cuales regresó a Italia. En 1285 visitó los santuarios de Roma, y después siguió para Greccio, cerca de Rieti, para ver al Beato Juan de Parma, que era entonces considerado como el patriarca de los Frailes Espirituales.
Después se estableció en Toscana y en 1287, en Florencia, fue compañero y discípulo del Hermano Pierre-Jean Olivi. Fue lector en Santa Croce, Florencia, pero dejó el cargo luego de algunos años para dedicarse a predicar, especialmente en Florencia. Hombre de genio, pero de carácter excéntrico y revoltoso, pronto se convirtió en líder de los Espirituales de Toscana, profesó extrañas ideas relativas a la pobreza evangélica y franciscana, y atacó al gobierno de la orden, aunque algunas de estas ideas habían sido reprobadas por Olivi en su carta de Setiembre de 1295, al Beato Conrado da Offida, un [zelote] moderado de la pobreza franciscana.
Los Espirituales de Toscana eran tan fanáticos como para reprobar públicamente a Gregorio IX y Nicolás III, y hasta condenarlos como herejes, por haber interpretado la Regla de San Francisco con relación a la pobreza de acuerdo con la justicia y la moderación; también condenaban a Inocente III, porque se oponía fuertemente a las enseñanzas de Joaquín de Flore, que ellos consideraban oráculo del Espíritu Santo, y cuyas teorías eran la causa de la discordia dentro de la Orden Franciscana en la primera mitad del siglo XIV. Con motivo de su crítica excesiva y satírica, Ubertino fue convocado por Benedicto XI; se le prohibió predicar en Perugia, y fue apartado al Convento de La Verna, donde en 1305 concibió y escribió, en sólo tres meses y siete días (si podemos creerle en este punto), su obra mayor, “Arbor vitae crucifixae Jesu Christi".
Esta obra es una colección de teorías alegóricas, teológicas y políticas relativas a la sociedad civil y a la Iglesia de aquellos días, en la que expone también su ideal para el futuro cercano. En esta obra critica todo y a todos, a los papas y a la Iglesia, especialmente por presuntos abusos de riqueza en el estado eclesiástico y en el civil, y finalmente a la Orden Franciscana por no practicar la más extrema pobreza. En la misma obra (libro I, capítulo IV), se menciona por primera vez la leyenda de la resurrección de San Francisco, que afirma haber escuchado del Beato Conrado da Offida, y éste del Beato Hermano León, que Cristo había elevado a San Francisco en un cuerpo glorioso para consolar a sus pobres frailes, que, de acuerdo con Ubertino, eran evidentemente sólo los Espirituales.
A pesar de sus utópicas teorías, Ubertino tenía muchos protectores y admiradores, y en 1307, después de haber escrito el “Arbor vitae", fue elegido capellán y [cercano] del Cardenal Napoleone Orsini, sobrino de Nicolás III, que había sido nombrado por Celestino V protector de los Espirituales de la [marca] de Ancona, pero su protectorado había terminado pronto, con la elección de Bonifacio VIII en Diciembre de 1294. Orsini, que durante los años 1306-08 había sido legado pontificio en Italia central, envió a Ubertino el 10 de setiembre de 1307, para absolver a los habitantes de Siena, que habían incurrido en censura eclesiástica. Cuando Orsini se trasladó a Alemania en 1308, Ubertino no lo acompañó, habiendo sido llamado entonces a Francia.
En los años 1309-12, que fueron testigos de la mayor batalla dentro de la Orden Franciscana, Ubertino fue convocado a Avignon con otros jefes de los Espirituales para discutir ante el Papa las cuestiones en debate entre las dos partes de la orden. Se discutieron cuatro puntos: a) las relaciones de la orden con la secta de los llamados Seguidores del Espíritu Libre, b) la condena y la doctrina de Olivi, c) la pobreza y la disciplina en la Orden de los Frailes Menores, y d) las supuestas persecuciones de los Espirituales de la orden.
Durante las discusiones Ubertino se comportó de forma atropellada e insolente contra todo el cuerpo de la orden, acusándolos de muchas cosas falsas e injustas; no obstante fue forzado a reconocer que la disciplina regular existía sustancialmente dentro de la orden, pero en lo relativo a la pobreza atacó abiertamente las declaraciones pontificias como contrarias a la regla y como causa de la ruina de la orden. Él pretendía que los Frailes Menores fueran obligados a observar literalmente la Regla y el Testamento de San Francisco, incluso todos los consejos evangélicos enseñados por Cristo. Y como no era posible lograr todo esto para la mayoría de la orden, exigía que se erigieran conventos y provincias para el partido reformado. Esto fue absolutamente denegado, mientras por otro lado el tema de la observancia práctica de la pobreza fue resuelto por la famosa Bula, “Exivi de paradiso", el 6 de mayo de 1312, provocada en parte por los polémicos escritos de Ubertino.
A continuación Ubertino se retiró a Aviñón, en 1313, y permaneció con el Cardenal Giacomo Colonna hasta que obtuvo permiso de Juan XXII (el 1º de octubre de 1317) para dejar la orden y entrar en la Abadía Benedictina de Gembloux, en la Diócesis de Lieja. Algunos dudan que los Benedictinos recibieran en su congregación a una persona de carácter tan tumultuoso, pero estamos seguros de ello a través de Clareno y de un notario del Rey Jaime II de Aragón en el año 1318. A pesar de ello, Ubertino no desistió de mezclarse en la cuestión que agitaba a la Orden Franciscana hasta que fue excomulgado por Juan XXII. Cuando aún era un favorito de este Papa y [cercano] al Cardenal Orsini, fue invitado por el soberano pontífice a dar su opinión relativa a la otra famosa cuestión debatida entre los Dominicanos y los Franciscanos, esto es, relativa a la pobreza de Jesucristo y la de los Apóstoles. Esta última cuestión, mucho más que la relativa a los Espirituales fue la causa del desastroso cisma de la orden encabezado por Miguel de Cesena, general de la Orden, y secundado por el rebelde Luis IV de Baviera. Ubertino estaba en Avignon en 1322; a solicitud del Papa escribió su respuesta sobre el tema en controversia en ese momento, afirmando que Cristo y los Apóstoles deben ser considerados en una doble condición: como personas privadas habían repudiado toda propiedad, pero como ministros de religión hicieron uso de bienes y dinero para cubrir necesidades y limosnas. A Juan XXII le satisfizo la respuesta, pero Ubertino regresó al servicio del Cardenal Orsini, y continuó escribiendo para comprometerse con la cuestión, que mientras tanto había sido resuelta, 1322-23. Sea como fuere, es cierto que en 1325 fue acusado de herejía, especialmente por haber sostenido obstinadamente algunos errores de Olivi.
Ubertino, previendo la condena que pendía sobre él, huyó de Avignon, y el Papa en una carta de fecha 16 de setiembre de 1325, le ordenó al general de los Franciscanos que lo arrestara como hereje; pero Ubertino probablemente se trasladó a Alemania bajo la protección de Luis el Bávaro, quien se dice que lo acompañó camino a Roma en 1328. Desde esta época Ubertino desapareció de la historia, de modo que no se conoce nada más sobre él. Algunos suponen que dejó a los Benedictinos en 1332 para ingresar en la Cartuja, pero no es cierto. Los Fraticelli del siglo XV, que lo veneraban como a un santo, difundieron la noticia de que había sido asesinado. El final de este famoso líder de los Espirituales, recordado aun por Dante en el canto 12 del “Paraíso", probablemente seguirá siendo un punto oscuro de la historia.
Además del “Arbor vitae", su obra principal, impresa sólo una vez en Venecia en 1485, y de la cual se conocen apenas trece manuscritos en las principales bibliotecas de Europa, Ubertino escribió también otras obras de carácter polémico: el “Responsio” a las cuestiones de Clemente V (1310); el “Rotulus” (1311); la “Declaratio” contra la Orden Franciscana (1311); la apología de Olivi “Sanctitati Apostolicae", y el tratado “Super tribus sceleribus” sobre la pobreza, compilado también en 1311.
5 comentarios
Si fuera posible me gustaría conocer en qué medida influyeron las ideas de los espirituales acerca de la pobreza de Cristo tanto en la orden franciscana en particular como en la doctrina católica en general. Gracias.
Un saludo.
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