“Educar en la Verdad para ser libres”: El Colegio Juan Pablo II - Santo Ángel de Puerto Real

Queridas familias:

Las Hermanas del Santo Ángel de la Guarda han desempeñado a lo largo de más de 150 años una labor educativa ejemplar en Puerto Real. Muchas generaciones de niñas y de niños han pasado a lo largo de todos estos años por sus aulas. Muchas hermanas han consagrado sus vidas y se han entregado en cuerpo y alma a la maravillosa tarea de educar a miles de puertorrealeños. Su objetivo: hacer de esos niños verdaderos discípulos de Cristo. Porque, en definitiva, para los cristianos, el único y verdadero Maestro es Cristo. Y Él es el único que puede enseñarles a nuestros hijos el camino hacia una vida plena y feliz. ¿No es eso lo que los padres queremos para nuestros hijos?

Y ahora nos toca a nosotros coger el testigo y continuar la tarea. Nos han dejado el listón muy alto. La Fundación Educatio Servanda Cádiz y Ceuta asume a partir de septiembre la titularidad del Colegio Santo Ángel de la Guarda de Puerto Real, que pasará a denominarse Colegio Juan Pablo II - Santo Ángel. Quienes integramos la Fundación no somos religiosos: somos fieles laicos que queremos servir a Dios y a la Iglesia en el ámbito educativo. Y por eso hemos venido a Puerto Real: en respuesta a la llamada de don Rafael Zornoza, obispo de Cádiz de Ceuta, para que nuestra Fundación continúe con la tarea que hasta ahora han venido desarrollando la hermanas. Nuestro reto consiste en asegurar que este colegio siga siendo un colegio confesionalmente católico y un buen colegio, como lo ha sido hasta ahora; y que las familias de Puerto Real sigan teniendo la posibilidad de educar a sus hijos en nuestro Colegio. Pero, ¿qué objetivos nos planteamos?

En primer lugar, queremos acompañar a nuestros alumnos en su proceso de crecimiento como personas. Y para crecer, así como las plantas necesitan agua y sol, las personas necesitamos amor. Este colegio es pequeño, familiar. Aquí nadie pasa desapercibido y todos se conocen por su nombre. Y así debe seguir siendo. Los padres y los profesores queremos lo mismo: que los niños vengan al colegio felices y se sientan acogidos, respetados, queridos tal y como son, cada uno con sus virtudes y con sus defectos; todos únicos, insustituibles, irremplazables.

Y queremos, además, que los niños aprendan, que en eso consiste buscar la verdad. Queremos que aprendan los principios de las ciencias, para que puedan conocer el mundo, la naturaleza, el cosmos. La ciencia no está reñida con la fe: al contrario. Por eso, en la Europa Medieval, al amparo de la Iglesia, surgen las Escuelas Catedralicias que luego darán lugar a las primeras Universidades. Cuanto más avanza la ciencia, cuanto más sabemos de física, química, biología o matemáticas, más nos acercamos a Dios que es la Verdad (con mayúscula). La ciencia, la razón, la sabiduría nos permiten entender mejor la asombrosa complejidad y la maravilla de todo lo creado. Y por eso es bueno y necesario que nuestros niños aprendan muchas matemáticas, mucha física, mucha química y mucha biología.

Pero no sólo queremos que aprendan ciencias o tecnología. También la belleza nos aproxima a Dios. Las artes plásticas, la literatura, la música, son disciplinas que nos enseñan a valorar todo lo que es bello y bueno; y a rechazar lo zafio, lo feo y lo malo. En el proceso de enseñanza, también tenemos que educar el gusto de los niños: el buen gusto. Porque cuando uno tiene el paladar acostumbrado a lo exquisito, ya no se va a conformar con lo vulgar.

Por su parte, las ciencias sociales – la historia, la ética, la geografía – son áreas de conocimiento que nos permiten conocer nuestra tierra, valorar lo que nuestros antepasados nos han aportado, conocer nuestro pasado, aprender de los grandes personajes de la historia, valorar lo que otros han pensado a lo largo de siglos de filosofía; y también deberían servir para aprender de los errores, de las guerras, de las atrocidades de las que es capaz el ser humano, para no volver a repetirlas. Resulta tópico señalar que Occidente es la suma de la filosofía griega, el derecho y la cultura de Roma y la religión cristiana. Pero es así. Para entender nuestra cultura, para saber quiénes somos, tenemos que conocer y enseñar a nuestros hijos, a nuestros alumnos, cuáles son nuestras raíces. ¡Qué importante es darse cuenta de que el mundo no ha empezado con nosotros! Que nosotros formamos parte de una historia que ha alcanzado altas cotas de civilización y también lamentables simas de barbarie, de inhumanidad y de infamia.

¡Qué importante es también el conocimiento de las lengua: del español, del inglés…! ¡Qué importante es enseñar a nuestros alumnos que las lenguas son instrumentos de comunicación y de entendimiento, cuando tantos las quieren utilizar para dividir y separar! ¡Qué importante es que el conocimiento de idiomas abra las puertas a nuestros alumnos a un mundo cada vez más globalizado! ¡Qué importante que el dominio de los idiomas sirva para romper fronteras!

En otro orden de cosas, es verdad que vivimos en un mundo donde abunda el mal y el sufrimiento: el paro, la crisis económica, la corrupción… Hay tantos ladrones, tantos asesinos, violadores, pederastas, sinvergüenzas, que a veces podemos caer en la desesperación y pensar que esto no tiene arreglo, que la vida no tiene sentido, que aquí prevalece la ley de la selva y que el poderoso siempre va pisotear al más débil. Pero nosotros tenemos una visión cristiana de la vida, que es la que queremos transmitir a nuestros alumnos. Y tenemos esperanza y creemos que la vida tiene sentido y que la historia no camina hacia su perdición, sino hacia su salvación. Nosotros creemos que el mundo puede cambiar, que podemos hacer entre todos un mundo mejor y más humano. Pero no con nuestras solas fuerzas, sino con la ayuda de Dios. Jesús entregó su vida en la cruz y resucitó (esa es nuestra fe). Y eso lo cambia todo. Porque con su muerte y su resurrección la historia ha cambiado. Ahora sabemos que Dios es Amor. Y que el Amor es más fuerte que el mal y que la muerte. Que Dios es un Padre bueno dispuesto a perdonarnos y a darnos la mano para levantarnos cada vez que caemos; y a curarnos del mal y del egoísmo que nos esclaviza. Con la ayuda de Dios, con su gracia, lo podemos todo. Sin Él, no podemos nada. Cada vez que el hombre ha prescindido de Dios y ha querido construir el paraíso en la tierra, lo que ha conseguido es traer el infierno de las dictaduras, de la represión, de los asesinatos en masa. Los ejemplos del nazismo y del comunismo, con sus campos de concentración y sus dictaduras criminales, están ahí para vacunarnos de sus mentiras. Aunque a veces, pareciera que no fuéramos capaces de aprender.

Nuestra Verdad es la verdad del amor. No hay lugar para integrismos ni para fanatismos intransigentes: la fe se propone, no se impone. Y Dios nos ha creado libres para que optemos por el bien, por la verdad y por la belleza; pero sin forzarnos: ningún padre puede obligar a sus hijos a que lo quieran. Pero un padre quiere sin condiciones a sus hijos. Por eso nos pide que nos convirtamos: que nos dejemos transformar por Él a través de los sacramentos y de la oración; que vivamos como hijos suyos, amándolo a Él y amando a quienes nos rodean cada día: a nuestro prójimo. Por eso queremos llevar a nuestros alumnos a Cristo, conducirlos a Él. Porque sólo Él los puede hacer santos para que el mundo a nuestro alrededor sea más justo, más humano, más habitable. Queremos que nuestros alumnos sean honrados, buenos, responsables; verdaderamente libres, para que opten por el bien y rechacen el mal. Queremos que nuestros alumnos desarrollen al máximo sus capacidades para que las pongan al servicio de los demás, porque en el mundo hay mucho dolor, mucho sufrimiento y necesita hombres y mujeres que sean verdaderos discípulos de Cristo, verdaderos santos, que den de comer a los hambrientos, que acojan al emigrante; que curen a los que sufren, que pongan paz donde haya guerra y alegría donde cunda la amargura; que sean signos de esperanza en medio de este mundo. Y eso sólo lo podemos conseguir si vivimos unidos a Cristo, que se nos hace realmente presente en la Eucaristía y nos alimenta con su cuerpo y con su sangre para que nosotros podamos formar parte de su familia: carne de su carne y sangre de su sangre.

Juan Pablo II nos llamaba a construir la civilización del amor y a combatir la cultura de la muerte (o del descarte, como le gusta decir al Papa Francisco). Nuestro Colegio, desde su humildad y su pequeñez, quiere ser un instrumento para construir esa civilización del amor desde el ámbito educativo. Humilde, pequeña y pobre era también nuestra Madre, la Virgen María. Ella le dio un sí a Dios y su sí cambió la Historia y el mundo. Nosotros queremos ser también un sí humilde y pobre a ese Dios que derriba a los poderosos y a los soberbios y enaltece a los pobres; que colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide sin nada.

Que Nuestra Señora de Lourdes, Patrona de Puerto Real, interceda por nosotros y bendiga y proteja a toda la gran familia del Colegio Juan Pablo II - Santo Ángel.

Atentamente, 

Pedro L. Llera Vázquez

Fundación Educatio Servanda Cádiz y Ceuta

3 comentarios

  
José María Iraburu
A ver, Pedro Luis, ¿dónde hay que firmar para pedir-exigir que todos los Colegios católicos ¡y las Universidades! tengan un planteamiento tan abiertamente católico como el que se hace en tu carta?

Bueno, dejémonos de cartas con montón de firmas.
Vayamos directamente a pedírselo a Dios, fuente de toda verdad y de todo bien.
____________________________________
Pedro L. Llera
Gracias, P. Iraburu
02/06/15 9:50 AM
  
Alexander
Soy profesor de Historia en secundaria. Ojalá algún día pueda desempeñar mi vocación en un colegio así.
11/01/16 3:50 PM
  
Mª Virginia
¡¡¡Felicitaciones y el deseo de las mayores gracias que necesiten para dar el ciento por uno!! Dios los bendiga sobreabundantemente.
05/02/16 6:42 AM

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