Romeu se queda en Pueblo Nuevo

En mi artículo del pasado día 26 de mayo, dedicado al penoso estado de la parroquia de Sant Josep Oriol, les avanzaba que nuestro arzobispo iba a admitir la jubilación de su rector, Mossèn Boix, que ya había cumplido 80 años y que se estaba haciendo sonar con fuerza, desde la propia parroquia, que su sucesor sería Francesc Romeu. En mi artículo de la semana siguiente, me seguí haciendo eco de esos rumores y advertía que pasar a Romeu de una parroquia sencilla y menestral como Sant Francesc d’Assis a una parroquia emblemática (aunque en estos momentos se halle en franca decadencia) suponía un premio en toda regla. Al fin han salido los nombramientos parroquiales y en Germinans (como casi siempre) no íbamos desencaminados: Sistach ha jubilado a Mossèn Boix, pero no ha promocionado a Romeu. O al menos no lo ha promocionado tanto, como algunos pretendían. No sé si algo habrán influido nuestras alarmas.

Pero la carambola del asunto Boix-Romeu ha tenido su intríngulis. Al sacerdote-periodista se le había quedado pequeña su parroquia de Sant Francesc d’Assis en Pueblo Nuevo, la que, por otra parte, tenía en un estado comatoso. Tras su frustrado ascenso, no podía quedarse en ella. Iba a ser un feo en toda regla. Solución: darle la parroquia más emblemática del barrio de Pueblo Nuevo, Santa María de Taulat (en la fotografía). Pero la jugada tenía un precio: su párroco, Mossèn Oriol Garreta. Rector de la misma desde hace 14 años y con 71 años de edad, cerca de su jubilación canónica. ¿Qué hacer con él? Un ascenso dorado. Pero, hete ahí, que Garreta es un sacerdote progresista, pero independiente de los enredos curiales y con personalidad suficiente para no admitir la tropelía, por lo que se negó en redondo a trasladarse a una de las llamadas parroquias burguesas. Al final, se ha tenido que conformar con tres pequeñas parroquias de Hospitalet de Llobregat y Esplugues. El dolor de Garreta es lógico y comprensible. Lo han utilizado de comodín para saciar las ansias de Romeu.

Por su parte, en Sant Josep Oriol no se quedan huérfanos de progresía. Una iglesia semi-cerrada, pero con un lustroso equipo de laicos que cogestiona con el rector, merecía una continuidad en esa línea. Se ha designado a Mossèn Enric Termes, Delegado de catequesis y hasta ahora rector del Patriarca Abraham, en la villa olímpica. Ahora veremos sí es capaz de levantar la parroquia o va a significar su puntilla.

A todo ello, la decepción mayor de los nombramientos parroquiales para el próximo curso ha sido la escasa jubilación de párrocos. Solo cuatro. Uno de ellos, Mossèn Leandre Gassó, con ochenta y ocho años de edad. No voy a cansarles con el sinfín de rectores que ya han sobrepasado los 75 años de edad y tienen ganado su retiro, pero, es que de ellos hay ocho sacerdotes con más de ochenta años: Mossèn Aran Suriol (Parroquia mayor de Santa Anna); Padre Casañas Galofré (Sant Agustí); Mossèn Francesc Foraster (Sant Salvador d’Horta); Mossèn Lladós Pastallé (San Pio X); Mossèn Joan Escala Mitjans (Santa Teresita); Mossèn Ignasi Armengou (Santa Creu d’Olordre); Mossèn Vergés (Santa Dorotea) y Mossèn Canalías (Sant Feliu de Cabrera de Mar).

Sigue nuestro arzobispo sin apostar por el relevo generacional. Eso sí, ha designado al muy ilustre Caballero de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, Mossèn Jordi Farré Muro, como rector de la basílica de la Merced. También se ha dado prisa en jubilar a Mossèn Pascual, como párroco de Santa María de Badalona. Lamentamos lo poco que le habrá ayudado la carta que enviaron sus feligreses a Germinans. Unos sí y otros no.

Y no será porque no hay cantera. Qué nadie se crea que en Barcelona no existen excelentes y eficaces sacerdotes. Se lo he repetido muchas veces: los que tienen las parroquias más llenas, los que más celebraciones efectúan, los que tienen más primeras comuniones y confirmaciones, los que recaudan mayores colectas, no entran en los planes de nuestro Cardenal. Él prefiere atender las ansias de Romeu y premiarle, aunque sea un poquito, con la parroquia más importante del barrio. Premiarle no sabemos por qué, por cuanto su anterior parroquia tenía un estado tan claudicante, que ha quedado incorporada ya como accésit a la del Patriarca Abraham.

Y les repito: no será porque no haya iglesias que da gozo verlas. En estos últimos días, he podido comprobar la realidad de una de ellas: la del Roser. ¡Qué maravilla! El templo ha quedado precioso con la última reforma. Hasta han puesto confesionarios nuevos. ¡En los tiempos que corren! Y cuando vas a la iglesia –llena todos los domingos- se respira una bocanada de vitalidad y juventud. Mi enhorabuena a su rector: Mossèn Joan Costa Bou. Pero es que además les ha caído un regalo del cielo. Un vicario recién ordenado, Mossèn Jordi Moya Ródenas, que celebra la misa, con una devoción, un fervor y una dignidad que ha provocado que, en cinco meses, se hable y no se pare de él. Además, tienen una página web realmente magnífica con una sección de historia de la parroquia excepcional. No entiendo el nulo fervor cibernético de nuestras parroquias. No cuesta tanto. Un rector y un vicario excelentes. Como los de la Miraculosa. Otro excelente dúo, que tiene la iglesia llena. Por cierto, vecina de la de Sant Josep Oriol. Una iglesia abierta todo el día y otra que abre a las 7 de la tarde. No todas las comparaciones son odiosas.

Llevamos cinco años de pontificado de Monseñor Martínez Sistach y la tónica sigue siendo la misma. Resulta que los sacerdotes más ortodoxos son los más renovadores y los más activos. Los más progres se han convertido en los más carcas y los más incapaces. Por sus frutos les conoceréis. Salvo para nuestro cardenal. 

Oriolt